La metamorfosis de Sarri: de corazón azzurro a jefe juventino

El nuevo técnico de la Juventus siempre se definió hincha del Nápoles, y en el banquillo azzurro criticó muchas veces a su actual club. Los napolitanos viven otra ‘traición’.

Mirko Calemme
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Hace un mes y medio imaginar a Maurizio Sarri en la Juventus, en Italia, era muy parecido a figurarse a Pep Guardiola en el banquillo del Real Madrid. El nuevo técnico de la Vecchia Signora escribió otro capítulo, quizás el más inesperado, en la increíble historia de su carrera, comenzada en 1990 en la ‘Seconda categoria’, el penúltimo nivel del fútbol italiano, cuando dejó su tranquilo y seguro trabajo en el banco.


Su paso por el Nápoles (de 2015 a 2018) creó un movimiento, más que deportivo, social y cultural, el ‘Sarrismo’. La belleza de su juego de toque, un ‘tiki-taka vertical’ con un irresistible ‘gegenpressing’, se convirtió en el medio para combatir el poderío de la Juventus, que estuvo a un paso de cederle el scudetto hace un año.

Los ‘sarristas’ se reunieron a través de grupos y páginas en Facebook (la más famosa, ‘Sarrismo, gioia e rivoluzione’, cuenta con 94.000 personas y hoy anunció su cierre), publicaron libros, organizaron encuentros, se demostraron un movimiento unido también cuando Sarri dejó Nápoles aceptando la propuesta del Chelsea.

La retórica en torno a la figura del entrenador se alimentó gracias también a sus propias declaraciones, nunca banales. El técnico, de familia toscana, siempre recordaba haber nacido en Nápoles y haber sido hincha azzurro desde pequeño, “porque le parecía justo”, y tras haber derrotado la Vecchia Signora el 22 de abril de 2018, a un paso de un legendario scudetto, dijo: “El Nápoles siempre será el equipo de mi corazón. Cuando me retiraré y me preguntarán a quién he entrenado, diré siempre al Nápoles, más allá de donde haya ido después”.

Sarri también le dedicó varias pullas, a lo largo de los años, a su nuevo club. Además de la peineta mostrada a unos aficionados bianconeri antes de entrar en el Allianz Stadium siempre aquel 22 de abril, el entrenador amenazó con una querella a los periodistas que desvelaron un contacto con el club de Turín en 2017, criticó muchas veces a los juventini por sus cánticos discriminatorios en contra de Nápoles (“Vesubio lávalos con fuego”), denunció varios supuestos favores a la Juve en la organización del calendario y cuando le preguntaron que debía hacer el Nápoles para que le pitaran un penalti a favor, respondió diciendo “tener una camiseta a rayas”.

Una lista larguísima de declaraciones que hacía imposible imaginar el escenario que se hizo oficial hoy. En Nápoles las reacciones son parecidas a las que se vieron tras el adiós de Higuain en 2016: la placa que unos tifosi pusieron en el lugar de nacimiento de Sarri, por ejemplo, ya desapareció, y también se espera una dura reacción de los ultras, que siempre definieron al entrenador “uno di noi”, un aliado que se convirtió en enemigo.
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Le tocará a Sarri, que le dedicó a los napolitanos su triunfo en la Europa League con el Chelsea, explicar los motivos de esta metamorfosis. El mister no es el Gregor Samsa del relato de Kafka, no se ha despertado de repente vistiendo una elástica bianconera y todo el mundo espera su presentación y su versión de los hechos. Los tifosi de la Juventus, que seguían soñando con Guardiola, también se han partido y no le acogerán con demasiada ilusión.
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Mientras tanto, se avecina una Serie A aún más prometedora: la Juventus ‘sarrista’ de Cristiano (del que se esperan muchos goles: Higuaín, con el mismo técnico, en 2016 marcó 36) luchará con el Inter de Antonio Conte (otra sorpresa) y el Nápoles de Ancelotti, cuyo ambiente, quizás, estará por fin unido. En el curso pasado los aficionados de Sarri seguían añorándole y criticando a ‘Carletto’. Ahora va a ser complicado hasta pronunciar su nombre.

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