La Messima historia de siempre
Messi jugó de Messi para una Selección que no jugó ni para Messi ni para ella misma, salvo en ese comienzo de la parte final.
Martín Eula
Olé
Se agarra la cabeza por, justamente, ese cabezazo de anticipo que se le va desviado luego de la tapada de Ospina tras el salto de Otamendi... Tampoco es para cortarse los pelos porque ahí, justo ahí (20 minutos del segundo tiempo), Argentina vive su primavera con el ingreso de De Paul por un inoperante Di María y una postura general diferente.
Escucha los reproches de varios colombianos después de continuar una jugada con Muriel caído: enseguida, en una acción en la que Agüero arranca en offside, se disculpa. Queda pagando como pocas veces cuando James Rodríguez le mete un caño a velocidad de la luz. Mira de reojo la pequeña pantalla del VAR en la mitad de la cancha mientras el chileno Tobar escucha lo que le dicen sus colegas desde una oficina. No se conecta una sola vez con Agüero. Tira un imperceptible manotazo al aire ante el remanido pelotazo desde el fondo que pone al Kun a fajarse con las torres Mina y Sánchez en una puja físicamente demasiado desigual. Una ensalada de imágenes, tal vez adecuadas, para ese espanto de primer tiempo.
Le marca un pase a De Paul cuando el capitán de Udinese -bastante revulsivo- opta por un centro a la nada en lugar de un pase al pie. Levanta al estadio con una jugada tan suya, caño incluido en la carrera, pero un imponente Wilmar Barrios llega a cortarle el remate (¿debieron cobrar pase al arquero?).
Patea dos tiros libres a las manos de Ospina desde una distancia por ahí más propicia para Paredes en una remake de esos tiros libres en modo celeste y blanco que regresan repiqueteando a varias memorias. Ambos en el segundo tiempo, antes y enseguida después del golazo de Roger Martínez.
Lionel Messi jugó de Lionel Messi. De segunda punta con Agüero en el 4-4-2, de centrodelantero aun con el Kun en cancha y más todavía cuando el goleador del City salió e ingresó Matías Suárez, también recostado por la derecha... Messi jugó de Messi para una Selección que no jugó ni para Messi ni para ella misma salvo en ese comienzo de la parte final.
Escucha el pitazo final y, resignado, va al encuentro de sus compañeros. Recibe el saludo de su ex compañero Yerry Mina y se dicen unas palabras tapándose la boca. Y se va... Luego de este debut aciago, parece un chiste recordar que Messi llegó a Brasil en busca de ese ansiado título que nunca consiguió con Argentina. Es otra etapa, el recambio ha sido profundo y las grietas de funcionamiento -en estos 90 minutos- han sido pronunciadas. El 10 es el único que termina en cancha del viejo círculo rojo y él también deja atrás el debut en rojo. Su magnetismo afuera, esa pleitesía que le rinden hasta colombianos y brasileños en la nochecita del Arena Fonte Nova, no tiene correlato en el verde césped de una nochecita templada.
En unos días hay revancha, como siempre da el fútbol. La pregunta es si Messi podrá solucionar todo. La respuesta ya fue dada demasiadas veces...
Martín Eula
Olé
Se agarra la cabeza por, justamente, ese cabezazo de anticipo que se le va desviado luego de la tapada de Ospina tras el salto de Otamendi... Tampoco es para cortarse los pelos porque ahí, justo ahí (20 minutos del segundo tiempo), Argentina vive su primavera con el ingreso de De Paul por un inoperante Di María y una postura general diferente.
Escucha los reproches de varios colombianos después de continuar una jugada con Muriel caído: enseguida, en una acción en la que Agüero arranca en offside, se disculpa. Queda pagando como pocas veces cuando James Rodríguez le mete un caño a velocidad de la luz. Mira de reojo la pequeña pantalla del VAR en la mitad de la cancha mientras el chileno Tobar escucha lo que le dicen sus colegas desde una oficina. No se conecta una sola vez con Agüero. Tira un imperceptible manotazo al aire ante el remanido pelotazo desde el fondo que pone al Kun a fajarse con las torres Mina y Sánchez en una puja físicamente demasiado desigual. Una ensalada de imágenes, tal vez adecuadas, para ese espanto de primer tiempo.
Le marca un pase a De Paul cuando el capitán de Udinese -bastante revulsivo- opta por un centro a la nada en lugar de un pase al pie. Levanta al estadio con una jugada tan suya, caño incluido en la carrera, pero un imponente Wilmar Barrios llega a cortarle el remate (¿debieron cobrar pase al arquero?).
Patea dos tiros libres a las manos de Ospina desde una distancia por ahí más propicia para Paredes en una remake de esos tiros libres en modo celeste y blanco que regresan repiqueteando a varias memorias. Ambos en el segundo tiempo, antes y enseguida después del golazo de Roger Martínez.
Lionel Messi jugó de Lionel Messi. De segunda punta con Agüero en el 4-4-2, de centrodelantero aun con el Kun en cancha y más todavía cuando el goleador del City salió e ingresó Matías Suárez, también recostado por la derecha... Messi jugó de Messi para una Selección que no jugó ni para Messi ni para ella misma salvo en ese comienzo de la parte final.
Escucha el pitazo final y, resignado, va al encuentro de sus compañeros. Recibe el saludo de su ex compañero Yerry Mina y se dicen unas palabras tapándose la boca. Y se va... Luego de este debut aciago, parece un chiste recordar que Messi llegó a Brasil en busca de ese ansiado título que nunca consiguió con Argentina. Es otra etapa, el recambio ha sido profundo y las grietas de funcionamiento -en estos 90 minutos- han sido pronunciadas. El 10 es el único que termina en cancha del viejo círculo rojo y él también deja atrás el debut en rojo. Su magnetismo afuera, esa pleitesía que le rinden hasta colombianos y brasileños en la nochecita del Arena Fonte Nova, no tiene correlato en el verde césped de una nochecita templada.
En unos días hay revancha, como siempre da el fútbol. La pregunta es si Messi podrá solucionar todo. La respuesta ya fue dada demasiadas veces...