Everton 'Cebolinha', el nuevo ídolo de la selección brasileña

Carlos Meneses Sánchez
Sao Paulo, EFE
Everton Sousa Soares empezó a dar sus primeras patadas a un balón con nueve años en un equipo aficionado de las afueras de Fortaleza, atravesó el país para triunfar con el Gremio y hoy es el nuevo ídolo de la selección brasileña.



'Cebolinha', como todo el mundo le conoce en Brasil, lleva consigo el ADN del fútbol brasileño, es un regateador nato, una especie en peligro de extinción en el panorama futbolístico mundial.

Tímido en las distancias cortas y explosivo en el campo, es amante de los tatuajes.

Lleva una pequeña cruz tatuada en la sien izquierda, una paloma detrás de la oreja y la frase "Fe en Dios" en el cuello. En los brazos apenas le queda espacio para alguno más.

Aún jugando con la camiseta del Gremio, es el único atacante de la Canarinha que aún juega en su país y extraña que aún no haya dado el salto a Europa.

El Manchester City y el Milán ya lo intentaron sin éxito, pero él prefiere iniciar su aventura en el Viejo Continente en el momento adecuado.

Ese momento podría estar muy cerca. Lleva dos auténticos golazos en esta Copa América 2019 y ayer fue el mejor del partido en la victoria por 0-5 sobre Perú.

'Cebolinha' es la palabra de moda de una afición brasileña que ha visto en este jugador de apenas 23 años, 1,74 metros de altura y corte de pelo estilo mohicano al sustituto ideal de Neymar, caído en desgracia por innumerables polémicas y desconvocado del torneo por lesión.

El apodo, que se traduce en español como cebollita, se lo pusieron cuando tenía 18 años en su primer entrenamiento con la primera plantilla del Gremio.

Por aquel entonces, el lateral derecho Pará vio llegar a un joven con los pelos para arriba y le recordó a un mítico personaje de los cómics de "Mónica y sus amigos" ("Turma da Mônica", en portugués).

A Everton no le hizo ninguna gracia al principio, pero al final lo aceptó y hoy deja que hasta al seleccionador brasileño, Tite, que le llame así.

Nacido en la localidad de Maracanaú, en la región metropolitana de Fortaleza, en el empobrecido nordeste de Brasil, empezó a dar sus primeros pasos en el principal equipo del municipio, el Maracaná.

Muy pronto empezó a destacarse, tanto que un ojeador le llamó para que hiciese unas pruebas con el Sao Bernardo, club de la región metropolitana de Sao Paulo.

Pero con tan solo 14 años, el extremo se sintió muy solo en la mayor ciudad de Sudamérica y volvió a casa para replantearse sus objetivos.

"Yo tenía un sueño que le digo a mis personas más próximas, que era convertirme en jugador profesional en el Fortaleza, pero jamás me imaginé que llegaría a la selección", confesó Everton en declaraciones a la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF).

Dicho y hecho. Entró en las categorías inferiores del Fortaleza siendo un adolescente, brilló como delantero a base de goles y de nuevo llamó la atención de los equipos brasileños, ahora de los de Primera División.

El Gremio ganó la partida, se hizo con sus servicios y con 16 años atravesó de nuevo el país para integrarse en las divisiones inferiores del Tricolor Gaúcho.

Por su parte, el Fortaleza, viendo el potencial del joven, se guardó un 10 % de los derechos federativos del jugador para un futuro traspaso millonario a un equipo europeo.

En Porto Alegre, Everton venció la saudade de estar lejos de casa, se reinventó adoptando una posición en el campo más abierta, de extremo, y poco a poco ha ido ganándose la confianza de su actual técnico Renato Portaluppi.

En 2017 explotó como jugador número 12 del Gremio campeón de la Copa Libertadores de ese año, que contaba entonces entre sus titulares con el centrocampista Arthur, hoy en el Barcelona.

Con un gol anotado a los cinco minutos de la prórroga, Everton fue decisivo para vencer al Pachuca mexicano y clasificar al equipo para la primera final de un Mundial de Clubes de su historia, que después perdería ante el todopoderoso Real Madrid.

Indiscutible hoy en el Gremio, comenzó a integrar las convocatorias con la selección brasileña después del Mundial de Rusia 2018. Tite vio en él un perfecto candidato para iniciar ese proceso de regeneración con mira a Catar 2022.

Marcó su primer gol con la absoluta en el partido inaugural de esta Copa América, ante Bolivia, con un disparó certero desde fuera del área, repitió de nuevo ante Perú con otro latigazo también de media distancia, y ahora esperan los cuartos en el Arena do Gremio, su casa. Everton parece haber llegado para quedarse.

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