Su imagen se convirtió en un símbolo del hambre en Venezuela; una enfermera acudió en su ayuda

Anatoly Kurmanaev y Nataly Angulo
Infobae
Cuando la imagen de la niñita venezolana empezó a circular la semana pasada, la reacción fue casi instantánea. Tiene 2 años, pero la desnutrición y la falta de tratamiento médico han agotado su cuerpo hasta dejarla en un estado en que virtualmente es una bebé. Pasa el día en pañales, echada en la choza precaria de su familia.


Se llama Anailín Nava y cuando los lectores vieron su fotografía en un artículo de The New York Times sobre el colapso económico de Venezuela muchos tuvieron el mismo impulso: puede que sea difícil ayudar a su país a salir de una prolongada crisis humanitaria, pero seguro que algo podía hacerse por esta niña en particular.

El domingo empezó a llegar la ayuda.

La escasez de gasolina ha azotado a una gran parte de Venezuela, pero Fabiola Molero, una enfermera del grupo católico de ayuda Cáritas, empacó en una maleta una báscula y suficiente leche, comida y suplementos nutricionales para dos semanas e hizo autoestop desde Maracaibo, en el occidente, hasta la isla de Toas, donde vive Anailín.

Molero trabajó veinte años como enfermera en hospitales públicos, pero hace tres años renunció y se unió a Cáritas como voluntaria para poder combatir el hambre que está devastando al país.

"Yo trabajaba en un hospital y renuncié porque no podía lidiar con que los niños se me murieran en los brazos por falta de insumos", dijo Molero.

Cuando salió el domingo, su meta era verificar el estado de salud de Anailín y cómo estaban el resto de los niños de esa comunidad.

El estado de Zulia, al que pertenece la isla de Toas, ha sufrido particularmente el colapso económico del país. La isla ha quedado prácticamente aislada del resto del país después de que los botes de transporte público se descompusieran por falta de refacciones. Los paquetes de comida subsidiada por el gobierno llegan cada cinco meses, pero a las familias les toma solo una semana consumirlos según la madre de Anailín, Maibeli Nava, y sus vecinos.

Molero dijo que el caso de Anailín era uno de los peores que había visto a lo largo de veinte años de trabajo en la región. La familia a menudo era incapaz de darle de comer más de una vez al día, y a veces solo contaban con arroz o harina de maíz. El caso de malnutrición severa de la niña se agravó por una enfermedad neurológica de origen genético que le provoca convulsiones, problemas musculares y complicaciones digestivas, dijo la enfermera.

Anailín, que pesa la mitad de lo que debería, está demasiado débil como para viajar, de acuerdo con la enfermera. Pero puede recibir tratamiento en casa hasta que se recupere lo suficiente para que la atienda un neurólogo, agregó.

"Mi bebé estaba decaída y le estaba dando fiebre. Estaba muy mal", dijo Maibeli Nava, de 25 años. "Ya no me daba ni la mano cuando intentaba jugar con ella. Yo pensaba que mi hija se me iba a morir".

La llegada de la enfermera, y de la comida, tuvo un impacto inmediato, dijo Nava. "Ahorita está alegre".

Molero dijo que su llegada había causado que los vecinos formaran una fila afuera de la casa de Nava, en una de las aldeas de pescadores de Toas, para pedir ayuda.

"Nosotros aquí pensamos que el mundo se va acabar. Hay mucha crisis y se mueren mis vecinos por falta de medicamentos", dijo Nava.

La crisis económica ha dejado a la isla sin suministros médicos, a pesar de que cuenta con dos hospitales y tres postas públicas de primeros auxilios. Toas solía ser un destino turístico, pero el deterioro de la economía y la infraestructura del país la han dejado sumida en apagones eléctricos y de comunicación frecuentes y prolongados.

"Me preocupa porque hay muchas mujeres embarazadas y el hospital no está funcionando", dijo Molero.

De los veintiséis niños que Molero evaluó, diez estaban desnutridos. Casi todos tenían ampollas y abscesos en la piel a causa de la mala calidad del agua, dijo la enfermera. Hace años que la planta desalinizadora de la isla no funciona.

"La condición de nuestros niños empeora cada día", dijo Molero, de 43 años.

Dijo que la principal amenaza a la salud de los niños era la escasez de productos lácteos que vienen del interior del país. Sin leche, las familias más vulnerables recurren al plátano en polvo para hacer papillas, dijo Molero.

Y la escasez de gasolina dificulta el envío de ayuda, dijo la enfermera.

"Estamos trabajando con las uñas porque apenas tenemos recursos", dijo.

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