Hazaña del Liverpool en Anfield
Majestuosa remontada de un Liverpool mermado que ridiculiza a un Barça que encaja el cuarto tanto en una metáfora de la parálisis que sufrió hace un año en Roma.
Santi Giménez
As
Ni las bajas, ni la ventaja en la ida ni nada. Anfield aplastó a un Barça tembloroso como si fuera una cucaracha. Sin piedad, el vendaval del Liverpool superó a oleadas a un Barça que acabó cayendo por 4-0 en una remontada memorable por parte del equipo de Klopp, que se cobró todas las facturas del Camp Nou de golpe, incluido el gol que falló Dembélé y que parecía anecdótico hace seis días. Una debacle en toda regla que confirma que con el alma se llega a donde haga falta.
Para los amantes de las cábalas, los prolegómenos del partido fueron trascendentes. El Liverpool se concentró en el hotel Hope (esperanza) situado en la calle Hope para velar armas en las horas previas al partido. El Barça, desafiando a cualquier mal augurio que venía de marca como es el hecho de jugar un 7 de mayo, 33 aniversario de la debacle de Sevilla, rizó el rizo y lo hizo de amarillo. Tentaron demasiado a la suerte.
De salida, ninguna sorpresa en las alineaciones, con el Barça apostando por seguir protagonizando el reality de “como sobrevivir a una calamidad” y el Liverpool tirando de Anfield y lo que se terciara.
Como no podía ser de otra manera, el cuarto de hora inicial fue una tortura. Lo que en Girona denominan una tramuntanada, en la que la galerna vestida de rojo martirizaba a los barcelonistas dejándose los hígados en cada acción.
A los 50 segundos habían provocado los del Liverpool el primer córner después de que un placaje a Messi en la frontal pasara inadvertido para Çakir, el Mateu Lahoz turco. Ante la velocidad que tomaban los acontecimientos, lo más fácil era equivocarse y el primero en meter la pata fue Jordi Alba con un despeje de cabeza hacia atrás que cazaron los lobos rojos. Henderson fusiló a Ter Stegen, que respondió con el milagro de turno, pero dejó el balón franco a Origi para que en el minuto siete marcara el primer gol.
En esos instantes el Liverpool era un tsunami en el que Mané aparecía por tantos lados que uno se preguntaba si había más de un tipo con la camiseta con el 10 a la espalda.
Supo el Barcelona aferrado a un gigantesco Arturo Vidal que mantuvo en alto el pabellón ganando cada duelo individual que disputaba capear el temporal y empezar a jugar. Mejor incluso que en la ida teniendo en cuenta la jauría que les mordía los tobillos a cada recepción.
Allisson tuvo que empezar a emplearse a fondo ante un disparo de Messi y otro inocentón de Coutinho. El lado blaugrana empezaba a aportar constantes vitales mientras que el local bajaba el heavy metal para resguardarse de cara a la segunda parte. Aun así, Piqué tuvo que esmerarse para evitar un par de ocasiones del Liverpool mientras que el Barça acababa la primera parte mandando un par de mensajes al portero de los ingleses.
Al intermedio daba la sensación de que el Barça había logrado salvar la primera andanada, pero todo el mundo era consciente de que iban a venir más. La primera, sin ir más lejos, nada más iniciarse la segunda parte.
Empezó el Liverpooll dando entrada a Wijnaldum por Robertson, que acabó la primera parte con problemas pasando Milner al lateral izquierdo.
Y la salida del Liverpool en la segunda parte fue incluso más tremenda que la de la primera. Van Dijk casi marca el segundo de tacón a la salida de uno de los córners que el Barcelona cedía como si jugara a la ruleta rusa. Trató de responder el Barcelona, pero Alisson, tremendo, mantenía a salvo a su equipo. Y entonces llegó la tormenta. Alba volvió a perder un balón ante Alexander-Arnold, cuyo centro remató Wijnaldum a gol. Dos minutos después, con el Barça sonado, fue Milner el que remontó su banda para que el centrocampista holandés rematara a cabeza el gol que igualaba la eliminatoria a falta de media hora larga de partido.
Valverde retiró del campo de inmediato a un Coutinho perdido para la causa para reorganizar al equipo en un 4-4-2 con Semedo como lateral. El Barça estaba en la lona.
Y ya no se levantó porque más allá de un par de intentos de Messi con una falta y un disparo que Alisson volvió a conjurar, el Barça cometió el peor de los pecados. Ante un saque de esquina del Liverpool, los jugadores blaugrana se durmieron y el pipiolo Alexander-Arnold sacó rápido para que Origi fusilara a Ter Stegen absolutamente solo en un error impropio de jugadores profesionales. La debacle era absoluta y Anfield había aplastado al Barcelona.
Santi Giménez
As
Ni las bajas, ni la ventaja en la ida ni nada. Anfield aplastó a un Barça tembloroso como si fuera una cucaracha. Sin piedad, el vendaval del Liverpool superó a oleadas a un Barça que acabó cayendo por 4-0 en una remontada memorable por parte del equipo de Klopp, que se cobró todas las facturas del Camp Nou de golpe, incluido el gol que falló Dembélé y que parecía anecdótico hace seis días. Una debacle en toda regla que confirma que con el alma se llega a donde haga falta.
Para los amantes de las cábalas, los prolegómenos del partido fueron trascendentes. El Liverpool se concentró en el hotel Hope (esperanza) situado en la calle Hope para velar armas en las horas previas al partido. El Barça, desafiando a cualquier mal augurio que venía de marca como es el hecho de jugar un 7 de mayo, 33 aniversario de la debacle de Sevilla, rizó el rizo y lo hizo de amarillo. Tentaron demasiado a la suerte.
De salida, ninguna sorpresa en las alineaciones, con el Barça apostando por seguir protagonizando el reality de “como sobrevivir a una calamidad” y el Liverpool tirando de Anfield y lo que se terciara.
Como no podía ser de otra manera, el cuarto de hora inicial fue una tortura. Lo que en Girona denominan una tramuntanada, en la que la galerna vestida de rojo martirizaba a los barcelonistas dejándose los hígados en cada acción.
A los 50 segundos habían provocado los del Liverpool el primer córner después de que un placaje a Messi en la frontal pasara inadvertido para Çakir, el Mateu Lahoz turco. Ante la velocidad que tomaban los acontecimientos, lo más fácil era equivocarse y el primero en meter la pata fue Jordi Alba con un despeje de cabeza hacia atrás que cazaron los lobos rojos. Henderson fusiló a Ter Stegen, que respondió con el milagro de turno, pero dejó el balón franco a Origi para que en el minuto siete marcara el primer gol.
En esos instantes el Liverpool era un tsunami en el que Mané aparecía por tantos lados que uno se preguntaba si había más de un tipo con la camiseta con el 10 a la espalda.
Supo el Barcelona aferrado a un gigantesco Arturo Vidal que mantuvo en alto el pabellón ganando cada duelo individual que disputaba capear el temporal y empezar a jugar. Mejor incluso que en la ida teniendo en cuenta la jauría que les mordía los tobillos a cada recepción.
Allisson tuvo que empezar a emplearse a fondo ante un disparo de Messi y otro inocentón de Coutinho. El lado blaugrana empezaba a aportar constantes vitales mientras que el local bajaba el heavy metal para resguardarse de cara a la segunda parte. Aun así, Piqué tuvo que esmerarse para evitar un par de ocasiones del Liverpool mientras que el Barça acababa la primera parte mandando un par de mensajes al portero de los ingleses.
Al intermedio daba la sensación de que el Barça había logrado salvar la primera andanada, pero todo el mundo era consciente de que iban a venir más. La primera, sin ir más lejos, nada más iniciarse la segunda parte.
Empezó el Liverpooll dando entrada a Wijnaldum por Robertson, que acabó la primera parte con problemas pasando Milner al lateral izquierdo.
Y la salida del Liverpool en la segunda parte fue incluso más tremenda que la de la primera. Van Dijk casi marca el segundo de tacón a la salida de uno de los córners que el Barcelona cedía como si jugara a la ruleta rusa. Trató de responder el Barcelona, pero Alisson, tremendo, mantenía a salvo a su equipo. Y entonces llegó la tormenta. Alba volvió a perder un balón ante Alexander-Arnold, cuyo centro remató Wijnaldum a gol. Dos minutos después, con el Barça sonado, fue Milner el que remontó su banda para que el centrocampista holandés rematara a cabeza el gol que igualaba la eliminatoria a falta de media hora larga de partido.
Valverde retiró del campo de inmediato a un Coutinho perdido para la causa para reorganizar al equipo en un 4-4-2 con Semedo como lateral. El Barça estaba en la lona.
Y ya no se levantó porque más allá de un par de intentos de Messi con una falta y un disparo que Alisson volvió a conjurar, el Barça cometió el peor de los pecados. Ante un saque de esquina del Liverpool, los jugadores blaugrana se durmieron y el pipiolo Alexander-Arnold sacó rápido para que Origi fusilara a Ter Stegen absolutamente solo en un error impropio de jugadores profesionales. La debacle era absoluta y Anfield había aplastado al Barcelona.