El poder del vestuario, a debate

Barcelona, AS
No tiene que ver con el episodio de Rakitic en la Feria de Sevilla ni con la decisión de Luis Suárez de operarse antes de la final de Copa del Rey para intentar llegar a la Copa América, en las que ambos parecieron ir a su aire y por encima de las sensibilidades y las necesidades del club, pero el 4-0 de Liverpool abrió grietas entre los directivos que, por cierto, acudieron en aluvión a Anfield y que, desengañados por el cuarto bofetón europeo consecutivo, consideran que en el Barça se instauró hace tiempo una especie de 'jugadorcracia' en la que los futbolistas marcan los tiempos y hasta condicionan ciertas decisiones deportivas.
Como muestra, las recientes declaraciones de Íñigo Martínez a As antes del Real Madrid-Athletic: "Hubo opciones serias (de ir al Barça); se torció de un día para otro y fue una pena. Era un gran salto, un buen sitio para ir, me llevaba el míster, Valverde, y eso era un plus más". Aquel fichaje fue frenado por el vestuario, que priorizó el bienestar de Mascherano, respaldado por Piqué y Messi, por más que luego en enero dejase el club para irse a China. Un ejemplo de hasta dónde puede llegar la influencia de un vestuario al que dolió como pocos la marcha de Neymar y que tuvo que dar el visto bueno a la llegada de Griezmann aunque luego no se produjo.


Josep Maria Bartomeu es consciente de esta situación, como también los miembros de la cúpula técnica del club. Pero es complicado entrar con el bisturí en un vestuario que es una sala sagrada de trofeos. Messi (34), Piqué (29), Busquets (29), Sergi Roberto (20) Alba (15), Ter Stegen (13), Luis Suárez (13) forman parte de la época dorada del Barça, especialmente los tres primeros. Alterar el ecosistema de un vestuario con una capacidad de determinar lo que ocurre en el club pero también con un grado de responsabilidad enorme que ha permitido que el Barça alargue el ciclo ganador ya más allá de los diez años es un movimiento arriesgado puesto que Bartomeu se arriesga a una implosión dentro de la caseta y eso sería hacer saltar por los aires los últimos años de la carrera de Messi.

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No obstante, existe cierto convencimiento de que sí ha llegado el momento de que algunos jugadores como Alba o Busquets vean amenazado su puesto. La llegada de De Ligt, de momento, apretará a Piqué, que tendrá al holandés y a Lenglet, jugadores jovencísimos, de nivel y energía, achuchando por detrás. Por más que exista la sospecha de que De Jong puede empezar su trayectoria en el Barça como interior y no como mediocentro de referencia, Busquets también tendrá que mejorar sus prestaciones para mantener el puesto de titular. Y el club, este año sí, buscará un lateral izquierdo de garantías que evite esos dos errores de Alba en Liverpool. Su temporada ha sido de un nivel altísimo pero en el club entienden que en los grandes partidos lejos del Camp Nou el Barça empieza a precisar de un perfil más físico. Se quiera o no, el fútbol ha elevado un escalón más su exigencia física si es que se podía y a Alba la eliminatoria le pasó por encima, ya que en el Camp Nou también sufrió ante Salah.

Ahí entra en juego la figura de Eric Abidal. Secretario técnico del club desde el pasado verano, su llegada se suponía abriría una nueva relación entre el vestuario y la planta noble del club. Abidal llegaba como hombre puente. Un jugador que vivió éxitos desbordantes con Messi, Piqué o Busquets y que conoce cómo respira el vestuario en las oficinas. Un ejecutivo con piel de jugador capaz de saber decir cosas incómodas con la sensibilidad suficiente. De momento, su rol no parece haber sido muy determinante. Pero según cómo respira un sector nutrido de la Junta Directiva del Barça, tal vez este verano este obligado a dar un paso y contarle realidades incómodas al vestuario. Otra cosa es que lo vaya a escuchar del capitán, Messi. Quitarle un gramo de poder a ese vestuario no resultará nada sencillo.

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