El día que los militares venezolanos tuvieron terror de leer
El pasado 4 de mayo, miles de personas se prepararon a marchar para entregar un escrito de manera pacífica a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Las sensaciones de Carlos Julio Rojas, periodista y dirigente vecinal del centro de Caracas
Sebastiana Barráez
desde Caracas, Venezuela
Carlos Julio Rojas es un periodista más reconocido por ser dirigente vecinal del centro de Caracas y coordinador de la asociación Asamblea de Ciudadanos de La Candelaria. Fue uno de los dirigentes que estuvo al frente de una de las movilizaciones que pretendía entregarle a los militares una proclama, en cada uno de los cuarteles del país, a solicitud del presidente de la Asamblea Nacional y líder opositor, Juan Guaidó Márquez.
Con la intención de que los militares venezolanos se sitúen del "lado de la Constitución y del pueblo", en el marco de la Operación Libertad, de cada rincón del país donde hay una instalación militar, miles de personas se prepararon a marchar para entregar el escrito de manera pacífica a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. La imagen que más se repitió ese 4 de mayo 2019 fue a los militares negándose a recibir el documento y en muchos casos recibirlo e inmediatamente quemarlo sin leerlo.
Esa imagen es dantesca en un país cuya revolución ha pregonado hasta el cansancio "pueblo y Ejército". ¿Qué tan peligroso contiene el documento que busca apelar a la consciencia de los uniformados que no podía ser ni siquiera leído, más aún que un número de militares, con sus largas armas al hombro, le tuvieran tanto miedo a un grupo de civiles desarmados con un documento en mano?
Carlos Julio Rojas cuenta esa experiencia que vivió como líder vecinal, pero con la mirada del periodista. Es importante decir que Rojas fue el primer periodista detenido en una cárcel militar en Venezuela, aún cuando es civil.
Un tribunal Militar le imputó delitos como traición a la patria, sustracción de efectos pertenecientes a la Fuerza Armada Nacional y rebelión, por reclamar los derechos de sus vecinos. Permaneció 49 días privado de libertad hasta el 24 de agosto de 2017.
Narra que cuando quisieron entregar la proclama a los militares sintió "que ellos tenían miedo. Sentí que temían que cualquier mirada hacia nosotros fuera considerada un acto de traición y hasta terminaran presos por eso. Cuando estuve en la cárcel militar de Ramo Verde vi a muchos jóvenes capitanes, tenientes y sargentos que terminaron allí presos solo por un mensaje de WhatsApp, por ejemplo".
Al compartir con militares detenidos, también le permitió conocerlos en su parte más vulnerable, sin uniforme y sin armas. Y eso le permite la sensibilidad para acercarse a ellos el día de la entrega de la proclama con seguridad.
"Noté un proceso de aceptación, por parte de la Policía Nacional y de algunos militares, que se encontraban ahí. Unos tenientes se acercaron hasta la puerta del portón que está afuera, pero de inmediato llegó otro oficial de mayor rango y los llamó para que se quedaran en la otra puerta", destaca Rojas en clara demostración del temor por parte de los superiores a que un subalterno leyera la "peligrosa proclama de libertad y solidaridad".
La explicación es que los militares, como lo policías, están sufriendo el mismo proceso que el resto de la sociedad civil. "Hay hambre, hay dolor en ellos. Los de más alto grado y cargo sí están más comprometidos, pero el resto no".
Rojas había convocado a su comunidad a concentrarse frente al Sambil nuevo, como los caraqueños llaman a un moderno Centro Comercial sin estrenar que fue expropiado por el Gobierno hace años en el sector La Candelaria, en el centro de Caracas. "Nos fuimos separados, con acompañamiento de los medios de comunicación".
Se dirigieron hasta la Comandancia de la Armada Bolivariana que está a unas cuadras del Sambil nuevo. "Cuando llegamos a la entrada, algunos militares se disponen a acercarse porque al principio la policía nos dice que sí, que nos van a recibir el documento. Nos prometieron que primero pasaríamos una comisión de cuatro personas a las instalaciones de la Armada, y nosotros aceptamos. Pero en cinco minutos cambió el discurso y nos dijeron que no nos iban a recibir el documento", comenta Rojas.
Si en un grupo pequeño hubo contradicciones y contra orden, se evidencia la situación al interior de los cuarteles. Pero más importante aún es que él destaca que sintió miedo en los uniformados. "Te puedo comentar que ese día en que nos propusimos entregar el documento a los militares, algunos funcionarios de la Policía Nacional estaban muy hostiles pero otros comisarios estaban más tolerantes e incluso nos dejaron llegar a la Comandancia de la Armada. Hay fracturas internas entre ellos".
Rojas considera que el sentimiento más aterrador en un militar es el miedo. Aquellos hombres con limpios y bien planchados uniformes, cuidadosamente peinados y afeitados, armados y entrenados, tuvieron terror de leer y que sus subalternos leyeran un llamado de libertad porque quizá eso haría vacilar los débiles argumentos que les quedan en defensa de la revolución bolivariana.
Sebastiana Barráez
desde Caracas, Venezuela
Carlos Julio Rojas es un periodista más reconocido por ser dirigente vecinal del centro de Caracas y coordinador de la asociación Asamblea de Ciudadanos de La Candelaria. Fue uno de los dirigentes que estuvo al frente de una de las movilizaciones que pretendía entregarle a los militares una proclama, en cada uno de los cuarteles del país, a solicitud del presidente de la Asamblea Nacional y líder opositor, Juan Guaidó Márquez.
Con la intención de que los militares venezolanos se sitúen del "lado de la Constitución y del pueblo", en el marco de la Operación Libertad, de cada rincón del país donde hay una instalación militar, miles de personas se prepararon a marchar para entregar el escrito de manera pacífica a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. La imagen que más se repitió ese 4 de mayo 2019 fue a los militares negándose a recibir el documento y en muchos casos recibirlo e inmediatamente quemarlo sin leerlo.
Esa imagen es dantesca en un país cuya revolución ha pregonado hasta el cansancio "pueblo y Ejército". ¿Qué tan peligroso contiene el documento que busca apelar a la consciencia de los uniformados que no podía ser ni siquiera leído, más aún que un número de militares, con sus largas armas al hombro, le tuvieran tanto miedo a un grupo de civiles desarmados con un documento en mano?
Carlos Julio Rojas cuenta esa experiencia que vivió como líder vecinal, pero con la mirada del periodista. Es importante decir que Rojas fue el primer periodista detenido en una cárcel militar en Venezuela, aún cuando es civil.
Un tribunal Militar le imputó delitos como traición a la patria, sustracción de efectos pertenecientes a la Fuerza Armada Nacional y rebelión, por reclamar los derechos de sus vecinos. Permaneció 49 días privado de libertad hasta el 24 de agosto de 2017.
Narra que cuando quisieron entregar la proclama a los militares sintió "que ellos tenían miedo. Sentí que temían que cualquier mirada hacia nosotros fuera considerada un acto de traición y hasta terminaran presos por eso. Cuando estuve en la cárcel militar de Ramo Verde vi a muchos jóvenes capitanes, tenientes y sargentos que terminaron allí presos solo por un mensaje de WhatsApp, por ejemplo".
Al compartir con militares detenidos, también le permitió conocerlos en su parte más vulnerable, sin uniforme y sin armas. Y eso le permite la sensibilidad para acercarse a ellos el día de la entrega de la proclama con seguridad.
"Noté un proceso de aceptación, por parte de la Policía Nacional y de algunos militares, que se encontraban ahí. Unos tenientes se acercaron hasta la puerta del portón que está afuera, pero de inmediato llegó otro oficial de mayor rango y los llamó para que se quedaran en la otra puerta", destaca Rojas en clara demostración del temor por parte de los superiores a que un subalterno leyera la "peligrosa proclama de libertad y solidaridad".
La explicación es que los militares, como lo policías, están sufriendo el mismo proceso que el resto de la sociedad civil. "Hay hambre, hay dolor en ellos. Los de más alto grado y cargo sí están más comprometidos, pero el resto no".
Rojas había convocado a su comunidad a concentrarse frente al Sambil nuevo, como los caraqueños llaman a un moderno Centro Comercial sin estrenar que fue expropiado por el Gobierno hace años en el sector La Candelaria, en el centro de Caracas. "Nos fuimos separados, con acompañamiento de los medios de comunicación".
Se dirigieron hasta la Comandancia de la Armada Bolivariana que está a unas cuadras del Sambil nuevo. "Cuando llegamos a la entrada, algunos militares se disponen a acercarse porque al principio la policía nos dice que sí, que nos van a recibir el documento. Nos prometieron que primero pasaríamos una comisión de cuatro personas a las instalaciones de la Armada, y nosotros aceptamos. Pero en cinco minutos cambió el discurso y nos dijeron que no nos iban a recibir el documento", comenta Rojas.
Si en un grupo pequeño hubo contradicciones y contra orden, se evidencia la situación al interior de los cuarteles. Pero más importante aún es que él destaca que sintió miedo en los uniformados. "Te puedo comentar que ese día en que nos propusimos entregar el documento a los militares, algunos funcionarios de la Policía Nacional estaban muy hostiles pero otros comisarios estaban más tolerantes e incluso nos dejaron llegar a la Comandancia de la Armada. Hay fracturas internas entre ellos".
Rojas considera que el sentimiento más aterrador en un militar es el miedo. Aquellos hombres con limpios y bien planchados uniformes, cuidadosamente peinados y afeitados, armados y entrenados, tuvieron terror de leer y que sus subalternos leyeran un llamado de libertad porque quizá eso haría vacilar los débiles argumentos que les quedan en defensa de la revolución bolivariana.