Centenariazo del Valencia

Octava Copa para el equipo de Marcelino, que mandó en la primera mitad y supo sufrir en la segunda. Messi no fue suficiente en un Barça deprimido.

Luis Nieto
As
Fue la Copa más linda y deseada del Valencia, en el año de su Centenario. También un ejemplo de superación de un equipo moribundo en otoño y renacido en primavera que preparó la cita como merecía, con ejercicios espirituales en Jerez y un plan perfecto para explotar sus virtudes y ocultar sus defectos. El último ejemplo de que la voluntad lo es casi todo en el fútbol.


En el lado oscuro quedó el Barça, un campeón con trauma, un equipo que desapareció en Anfield y no tuvo fuerzas ni ánimo para pedir disculpas por aquello con un doblete. Aquel proceso que se abrió en Liverpool tendrá ahora piezas separadas: Valverde, Coutinho, la secretaría técnica… Llevará tiempo dejar de sangrar por esa herida.

El Valencia no engañó a nadie. Los planos de su partido contemplaban una abusiva posesión del Barça y una rendición incondicional de la pelota al adversario. Su partido estaba en colarse por la rendija del contragolpe al menor descuido rival con Rodrigo y Gameiro, delanteros supersónicos, y hacer blanco con poca munición. Eso han sido siempre los equipos de Marcelino, grupos en estado de alerta máxima. De ahí que sus ciclos hayan sido casi siempre cortos: la tensión permanente agota la convivencia. Así que el Valencia apiñó sus líneas y procuró enjaular a Messi en el cuadrado carcelario que formaron sus dos mediocentros y sus dos centrales. A ello se prestó Parejo, bueno sin la pelota y decisivo con ella. No hay centrocampista nacional que conozca mejor el oficio y tenga mejor pie.

Valverde optó por la propiedad asociativa, con Sergio Roberto de extremo derecho disfrazado y Arthur en el centro en lugar de Vidal, que es comando en el ballet. También puso a Coutinho, hasta ahora jarrón chino, una hora y media después de que el médico le diera el alta. Un equipo, en definitiva, más ancho que profundo, más efectista que efectivo, y lo que es peor, poco cauto con las pérdidas. En la primera, de Lenglet, Rodrigo se limpió a Cillessen en su salida y Piqué metió su heroico pie derecho para salvar el gol.

Aquel paseo de la pelota, aquel gilijuego del Barça, sólo le llevó ante Jaume en dos disparos de Messi, uno levemente desviado por la zaga valencianista, otro adivinado felinamente por el meta. A la virtud de defender sin desatenciones unió el Valencia la de sumar efectivos suficientes en sus salidas. Y en una de ellas se puso por delante. Guedes inició la maniobra de distracción corriendo en dirección contraria al pase largo de Paulista. Eso abrió un enorme pasillo a Gayá, que le entregó el balón a Gameiro al borde del área. El castañazo del francés dejó estupefacto a Cillessen. Y casi de inmediato, el segundo, cuando Soler le ganó un esprint a Jordi Alba y su preciso envío lo cabeceó Rodrigo a la red a bocajarro. El Barça seguía en Anfield. Desde Messi a sus centrales, despellejados por la velocidad de Rodrigo y Gameiro.

Despertó el Barça

Después del descanso el Barça cambió el discurso. Valverde quitó a Semedo, retrasó a Sergi Roberto y abrió a la derecha a Malcom. También metió a Vidal. Piqué se ofreció con asiduidad como rematador, la receta de la abuela (y de Cruyff), y Messi se responsabilizó de la situación. Otro Barça, con menos toque y más fiereza, y otro partido, que encogía al Valencia y le ponía en apuros. Esta vez no era un repliegue táctico sino agónico. Un jugadón de Messi, patinando en el área entre cuatro defensas rivales, acabó en el palo. Vidal no acertó en el rechace. El chileno quiso ser el ariete que no tenía el Barça ni en el campo ni en el banquillo, más allá de Piqué, que acabó a área cambiada.

El susto llevó a Marcelino a no esperar más con Kondogbia, al que el físico no le alcanzaba más allá de la media hora. Lo que no estaba en la hoja de ruta era que el sustituido fuera Parejo, el faro del equipo, que hubo de retirarse lesionado.

El Barça, obligado a una remontada permanente en esta Copa, se vio de nuevo en el partido con un gol de Messi, tras rechace de Jaume a cabezazo de Lenglet. Un tanto que abrió un larguísimo asedio culé, con más empeño que claridad. Supo sufrir el Valencia y perdonó dos veces la sentencia Guedes, pero acabó levantando su octava Copa. Y la segunda que perdió el Barça en la noche de terror en Anfield.

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