Sin margen de error en el Madrid
Dos temporadas a casi 20 puntos del Barça son el perfecto indicador de una crisis aguda que exige una limpia exhaustiva en la plantilla
Santiago Segurola
El País
El Real Madrid se despidió de todas las competiciones hace dos meses, en medio de una tormenta de derrotas: frente al Ajax en la Liga de Campeones y contra el Barça en la Liga y la Copa. Las tres se produjeron sucesivamente, en el Bernabéu, ante el estupor de la hinchada. Aunque no faltaban señales alarmantes —el equipo terminó el campeonato anterior a 17 puntos del Barça—, el club desdeñó cualquier preocupación, incluidas las consecuencias de la salida de Cristiano Ronaldo, que no es precisamente un piernas. El Madrid, que ya daba síntomas de equipo desgastado, se volvió todavía más vulnerable. Tampoco le favoreció la fascinación que sufren sus dirigentes con los lustrosos premios de fin de año. Suelen empujar al autoengaño.
Zidane, tercer entrenador del Madrid esta temporada, se salió en Vallecas de la versión senatorial que le ha caracteriza. Se ofendió por la actitud del equipo, negó cualquier detalle positivo del partido, deseó que la temporada terminara cuanto antes y no dudó en atribuirse la responsabilidad del fiasco, plasmada en una alineación inadecuada. Zidane, que ha hecho un arte de la astucia, se atribuyó todas las culpas que ni los jugadores, ni el presidente, podrían digerir sin la red de seguridad que les aporta el técnico francés. Está ahí porque dispone entre los aficionados del crédito ilimitado de las tres victorias en la Copa de Europa, ventaja que Florentino Pérez no desaprovechó al reclamarle como sucesor de Solari.
Es cierto que el Madrid fue una calamidad en Vallecas. Jugó mal, remató poco, se extravió en el partido abierto que le propuso el Rayo y reiteró todos los preocupantes síntomas de una de las peores temporadas de su historia. Fracasó de tal manera que volvió a magnificar la figura de Benzema. Es sintomático de este Real Madrid que un futbolista eleve su prestigio cuando no juega. A pesar de la autoinculpación de Zidane, los defectos del Madrid en Vallecas no fueron novedosos, ni respondieron a un error puntual en la confección del equipo. Al equipo le afectan graves problemas estructurales desde hace dos temporadas.
Ganador de la Liga y la Copa de Europa en 2017, el Madrid ha perdido por el camino una magnífica y experta colección de suplentes, sustituidos por el grupo de jóvenes que Zidane desechó en febrero de 2018, cuando sólo quedaba la bala de la Copa de Europa. Después del partido con el Rayo, volvió a insinuar el fastidio que le producen. Con peor banco, sin Cristiano y los síntomas de envejecimiento o empacho en varias de sus figuras, el Madrid sigue profundizando en sus carencias.
Esta vez tendrá que resolverlas obligatoriamente. No habrá otro Zidane para maquillar una nueva temporada de decepciones. Al club, con Florentino Pérez a la cabeza, le toca olvidar sus ensoñaciones. En Vallecas, contra el último clasificado de la Liga, no jugaron unos cualquiera. En la alineación que Zidane juzgó equivocada estuvieron tres integrantes del equipo ideal de la FIFA en 2018 —Varane, Marcelo, Modric (Balón de Oro)— y otros tres nominados a dicho galardón: Courtois, Kroos y Bale.
A través del espumoso prestigio que alimentan los premios, el Madrid se sintió autorizado a afear el rendimiento de Lopetegui como entrenador, sin entender que desde hace tiempo el equipo necesita una transformación radical. Dos temporadas a casi 20 puntos del Barça son el perfecto indicador de una crisis aguda, con un factor añadido: lo que antes parecía arreglarse con un par de buenas adquisiciones, ahora exige una limpia exhaustiva en la plantilla, más fichajes de primer orden y un ojo clínico en el mercado, porque esta temporada impedirá cualquier margen de error en la siguiente.
Santiago Segurola
El País
El Real Madrid se despidió de todas las competiciones hace dos meses, en medio de una tormenta de derrotas: frente al Ajax en la Liga de Campeones y contra el Barça en la Liga y la Copa. Las tres se produjeron sucesivamente, en el Bernabéu, ante el estupor de la hinchada. Aunque no faltaban señales alarmantes —el equipo terminó el campeonato anterior a 17 puntos del Barça—, el club desdeñó cualquier preocupación, incluidas las consecuencias de la salida de Cristiano Ronaldo, que no es precisamente un piernas. El Madrid, que ya daba síntomas de equipo desgastado, se volvió todavía más vulnerable. Tampoco le favoreció la fascinación que sufren sus dirigentes con los lustrosos premios de fin de año. Suelen empujar al autoengaño.
Zidane, tercer entrenador del Madrid esta temporada, se salió en Vallecas de la versión senatorial que le ha caracteriza. Se ofendió por la actitud del equipo, negó cualquier detalle positivo del partido, deseó que la temporada terminara cuanto antes y no dudó en atribuirse la responsabilidad del fiasco, plasmada en una alineación inadecuada. Zidane, que ha hecho un arte de la astucia, se atribuyó todas las culpas que ni los jugadores, ni el presidente, podrían digerir sin la red de seguridad que les aporta el técnico francés. Está ahí porque dispone entre los aficionados del crédito ilimitado de las tres victorias en la Copa de Europa, ventaja que Florentino Pérez no desaprovechó al reclamarle como sucesor de Solari.
Es cierto que el Madrid fue una calamidad en Vallecas. Jugó mal, remató poco, se extravió en el partido abierto que le propuso el Rayo y reiteró todos los preocupantes síntomas de una de las peores temporadas de su historia. Fracasó de tal manera que volvió a magnificar la figura de Benzema. Es sintomático de este Real Madrid que un futbolista eleve su prestigio cuando no juega. A pesar de la autoinculpación de Zidane, los defectos del Madrid en Vallecas no fueron novedosos, ni respondieron a un error puntual en la confección del equipo. Al equipo le afectan graves problemas estructurales desde hace dos temporadas.
Ganador de la Liga y la Copa de Europa en 2017, el Madrid ha perdido por el camino una magnífica y experta colección de suplentes, sustituidos por el grupo de jóvenes que Zidane desechó en febrero de 2018, cuando sólo quedaba la bala de la Copa de Europa. Después del partido con el Rayo, volvió a insinuar el fastidio que le producen. Con peor banco, sin Cristiano y los síntomas de envejecimiento o empacho en varias de sus figuras, el Madrid sigue profundizando en sus carencias.
Esta vez tendrá que resolverlas obligatoriamente. No habrá otro Zidane para maquillar una nueva temporada de decepciones. Al club, con Florentino Pérez a la cabeza, le toca olvidar sus ensoñaciones. En Vallecas, contra el último clasificado de la Liga, no jugaron unos cualquiera. En la alineación que Zidane juzgó equivocada estuvieron tres integrantes del equipo ideal de la FIFA en 2018 —Varane, Marcelo, Modric (Balón de Oro)— y otros tres nominados a dicho galardón: Courtois, Kroos y Bale.
A través del espumoso prestigio que alimentan los premios, el Madrid se sintió autorizado a afear el rendimiento de Lopetegui como entrenador, sin entender que desde hace tiempo el equipo necesita una transformación radical. Dos temporadas a casi 20 puntos del Barça son el perfecto indicador de una crisis aguda, con un factor añadido: lo que antes parecía arreglarse con un par de buenas adquisiciones, ahora exige una limpia exhaustiva en la plantilla, más fichajes de primer orden y un ojo clínico en el mercado, porque esta temporada impedirá cualquier margen de error en la siguiente.