Moise Kean, víctima del racismo y de la incomprensión de sus compañeros
El jugador de la Juventus y de la selección italiana, hijo de marfileños, se encaró con la hinchada del Cagliari que le despreciaba y fue censurado por Bonucci y Allegri
Diego Torres
El País
Moise Kean se siente fuerte. Muy fuerte. Tiene argumentos. Fue el primer jugador nacido en este siglo en debutar en la Serie A y en meter un gol como profesional en las cinco grandes Ligas europeas. Esta temporada sumaba dos goles con la selección de Italia en dos partidos oficiales y había metido cuatro en los 180 minutos disputados con la Juventus entre Copa y Liga. Con solo 19 años se sentía pletórico cuando este martes visitó el campo del Cagliari, el Arena Cerdeña. Tan fuerte que al escuchar cánticos racistas desde la curva norte, justo detrás de la portería local, tomó nota. En el minuto 85, le ganó la espalda a Srna en una exhibición de potencia, metió el 0-2 definitivo y se presentó ante la valla que lo separaba de los fanáticos. Hizo la estatua y abrió los brazos en cruz desafiando a sus acosadores a mostrarse tal y como son. Figura emergente del calcio, Kean se siente poderoso con una particularidad. Es hijo de padres marfileños emigrados el siglo pasado. Es negro como el ébano en el país de Matteo Salvini.
El revuelo que desató Keane con su sencillo gesto solo puede explicarse en un clima de tensión exacerbada. El árbitro pidió al speaker del campo que exigiera a los hinchas por megafonía que interrumpieran sus gritos simiescos. Amigos del orden por encima de cualquier consideración, al acabar el partido los líderes de las partes implicadas mostraron una moderada equidistancia. Leandro Bonucci, jefe de la defensa juventina, dijo: “Ha habido un buuu racista después del 0-2 pero la culpa se divide al 50%, porque Kean debe contenerse más y pensar en celebrar con el equipo. Los jugadores deben dar el ejemplo a los aficionados, no deben hacer estas cosas. Kean se ha equivocado y la curva se ha equivocado”.
Hasta su entrenador, el técnico de la Juventus, Massimiliano Allegri, le reprendió: “Kean debe madurar y respetar al adversario”. Más natural resultó el negacionismo del presidente del Cagliari, Tommaso Giulini: “Si hubiera marcado Bernardeschi [el delantero rubio de la Juventus] habría ocurrido lo mismo. No instrumentalicemos la cosa. Kean ha fallado y eso me lo han reconocido hasta los jugadores de la Juve. El Cagliari rechaza las acusaciones de racismo”.
“Me disgusta escuchar tanto moralismo”, dijo Giulini, que recordó en los términos al ministro del interior italiano. Cuando Matteo Salvini defiende su política de puertas cerradas a la inmigración se refiere a sus críticos como “buenistas”.
Si el fútbol italiano vive periódicamente agitado por manifestaciones racistas en las hinchadas, el Arena de Cerdeña es un estadio señalado. En 2010, tras la denuncia de Samuel Eto’o, autor entonces del gol del triunfo del Inter (0-1), el árbitro suspendió el partido durante tres minutos por cantos racistas. En 2017, Sulley Muntari, jugador del Pescara, abandonó el campo tras sentirse víctima de expresiones racistas. En 2018, Blaise Matuidi, jugador de la Juve, denunció gritos racistas en las gradas del campo del Cagliari. Ayer Matuidi estaba de regreso y no pudo reprimir su indignación. Tampoco se pudieron inhibir muchos jugadores negros, que, como Raheem Sterling o Patrice Evra, respaldaron a Kean en las redes sociales y criticaron actitudes como la de Bonucci.
El padre de Kean, el marfileño Biorou Jean Kean, votante declarado de la Liga Norte, confesó la semana pasada en un programa de la RAI que es contrario a la entrada de inmigrantes en Italia. También dijo que a él todavía no le conceden la nacionalidad italiana después de 20 años de residencia y solicitudes. Su hijo, en cambio, sí tiene pasaporte. Nació en Vercelli, ciudad del Piamonte, a pesar de lo cual los reporteros no dejan de preguntarle si se siente italiano. “No me siento”, responde él, “yo soy italiano”.
Diego Torres
El País
Moise Kean se siente fuerte. Muy fuerte. Tiene argumentos. Fue el primer jugador nacido en este siglo en debutar en la Serie A y en meter un gol como profesional en las cinco grandes Ligas europeas. Esta temporada sumaba dos goles con la selección de Italia en dos partidos oficiales y había metido cuatro en los 180 minutos disputados con la Juventus entre Copa y Liga. Con solo 19 años se sentía pletórico cuando este martes visitó el campo del Cagliari, el Arena Cerdeña. Tan fuerte que al escuchar cánticos racistas desde la curva norte, justo detrás de la portería local, tomó nota. En el minuto 85, le ganó la espalda a Srna en una exhibición de potencia, metió el 0-2 definitivo y se presentó ante la valla que lo separaba de los fanáticos. Hizo la estatua y abrió los brazos en cruz desafiando a sus acosadores a mostrarse tal y como son. Figura emergente del calcio, Kean se siente poderoso con una particularidad. Es hijo de padres marfileños emigrados el siglo pasado. Es negro como el ébano en el país de Matteo Salvini.
El revuelo que desató Keane con su sencillo gesto solo puede explicarse en un clima de tensión exacerbada. El árbitro pidió al speaker del campo que exigiera a los hinchas por megafonía que interrumpieran sus gritos simiescos. Amigos del orden por encima de cualquier consideración, al acabar el partido los líderes de las partes implicadas mostraron una moderada equidistancia. Leandro Bonucci, jefe de la defensa juventina, dijo: “Ha habido un buuu racista después del 0-2 pero la culpa se divide al 50%, porque Kean debe contenerse más y pensar en celebrar con el equipo. Los jugadores deben dar el ejemplo a los aficionados, no deben hacer estas cosas. Kean se ha equivocado y la curva se ha equivocado”.
Hasta su entrenador, el técnico de la Juventus, Massimiliano Allegri, le reprendió: “Kean debe madurar y respetar al adversario”. Más natural resultó el negacionismo del presidente del Cagliari, Tommaso Giulini: “Si hubiera marcado Bernardeschi [el delantero rubio de la Juventus] habría ocurrido lo mismo. No instrumentalicemos la cosa. Kean ha fallado y eso me lo han reconocido hasta los jugadores de la Juve. El Cagliari rechaza las acusaciones de racismo”.
“Me disgusta escuchar tanto moralismo”, dijo Giulini, que recordó en los términos al ministro del interior italiano. Cuando Matteo Salvini defiende su política de puertas cerradas a la inmigración se refiere a sus críticos como “buenistas”.
Si el fútbol italiano vive periódicamente agitado por manifestaciones racistas en las hinchadas, el Arena de Cerdeña es un estadio señalado. En 2010, tras la denuncia de Samuel Eto’o, autor entonces del gol del triunfo del Inter (0-1), el árbitro suspendió el partido durante tres minutos por cantos racistas. En 2017, Sulley Muntari, jugador del Pescara, abandonó el campo tras sentirse víctima de expresiones racistas. En 2018, Blaise Matuidi, jugador de la Juve, denunció gritos racistas en las gradas del campo del Cagliari. Ayer Matuidi estaba de regreso y no pudo reprimir su indignación. Tampoco se pudieron inhibir muchos jugadores negros, que, como Raheem Sterling o Patrice Evra, respaldaron a Kean en las redes sociales y criticaron actitudes como la de Bonucci.
El padre de Kean, el marfileño Biorou Jean Kean, votante declarado de la Liga Norte, confesó la semana pasada en un programa de la RAI que es contrario a la entrada de inmigrantes en Italia. También dijo que a él todavía no le conceden la nacionalidad italiana después de 20 años de residencia y solicitudes. Su hijo, en cambio, sí tiene pasaporte. Nació en Vercelli, ciudad del Piamonte, a pesar de lo cual los reporteros no dejan de preguntarle si se siente italiano. “No me siento”, responde él, “yo soy italiano”.