Mercosur vuelve al origen
Macri y Bolsonaro avanzan sobre la idea de que el bloque está “ideologizado” y debe recuperar el espíritu comercial que estuvo en el punto de partida
Federico Rivas Molina
Afonso Benites
Buenos Aires / Brasilia, El País
Mercosur cambia. O al menos eso es lo que intentan sus socios, al frente de una campaña lenta pero persistente de “limpieza ideológica”, como ellos mismos la denominan. El bloque que une Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay se pone a tono con el giro regional hacia la derecha que inició Mauricio Macri en Buenos Aires y que completó Jair Bolsonaro en Brasilia. Ya no hay espacio para la política dentro del bloque y la supervivencia, dicen, depende de un regreso al espíritu comercial que dio origen al Mercosur en los noventa.
Esta semana, Paraguay anunció que ya no habrá elección directa de diputados del Parlasur, el órgano legislativo del bloque, creado en 2006. Los actuales serán reemplazados al final de sus mandatos por congresistas nacionales, que solo cobrarán un viático por su trabajo extra. La idea será ahorrar dinero, pero también limitar un órgano de discusión que no siempre responde a los órdenes de los Ejecutivos. “Argentina y Brasil [las dos principales economías del bloque] ven que el Mercosur nació como un proyecto de integración económica y se fue transformando paulatinamente en un proyecto de cooperación política. Lo que estamos viendo es un intento de despolitizarlo”, explica el argentino Federico Merke, director de las carreras de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andrés.
Mercosur mira ahora hacia la Alianza del Pacífico, el bloque comercial que integran Chile, Colombia, Perú y México. Sin estructuras fijas y poca burocracia, es el modelo a seguir. La impronta que dieron a Mercosur los Gobiernos de izquierda que dominaron la región durante la década pasada se ve ahora como un lastre al desarrollo económico. “Actualizar Mercosur implica achicar sus costos, flexibilizar las reglas para negociar acuerdos comerciales, es decir, que los países miembros puedan firmar acuerdos con terceros en forma individual, y llegar por fin, en algún momento, a un acuerdo de comercio con la Unión Europea”, dice Merke. Ese acuerdo, paralizado en estos momentos, es el cemento que hoy mantiene unido al bloque. Si fracasa, estallarán las demandas internas de más libertad para negociaciones bilaterales, algo que las reglas actuales prohíben sin la aprobación del resto de los socios.
Para el diputado argentino Daniel Filmus, exlegislador del Parlasur y ministro de Educación en tiempos de Cristina Fernández de Kirchner, el nuevo perfil de Mercosur oculta un giro mucho más profundo de política exterior regional. “Hay una decisión política de someterse a los designios de los países centrales, que no quieren que haya una articulación política entre los países latinoamericanos, porque cuando actuamos en forma mancomunada tenemos más capacidad de incidir en las decisiones”, dice. Las reformas dependerán más de Brasil que de Argentina, acorde con el tamaño de cada país. Pero en Brasilia las cosas no están tan claras como parece.
En su campaña electoral y en sus primeros actos ya como presidente, Bolsonaro señaló que daría un peso menor al bloque económico. Su intención y, sobre todo, la de su ministro de Economía, Paulo Guedes, es fortalecer lazos con países ricos, como Estados Unidos. Una de las ideas es que Brasil se convierta más en un exportador de commodities que un productor de materiales industrializados. Pero la realidad económica, sin embargo, empieza a imponer limitaciones a esos planes. “Ante la imposibilidad de superar el bajo crecimiento de la economía, transformar Mercosur ya no es viable: es un puerto seguro para Brasil”, dice el historiador Virgilio Caixeta Arraes, profesor e investigador del Núcleo de Estudios del Mercosur de la Universidad de Brasilia (UnB).
En 2018, Brasil creció el 1,1% y la previsión para 2019 es que quede en torno al 2%. Casi un estancamiento. Por otro lado, el país negoció el año pasado, entre importaciones y exportaciones, 34.000 millones de dólares con sus cuatro socios. La cifra equivale al 45% de lo que Brasil comercia con los 28 países de la Unión Europea. La importancia comercial de Mercosur es similar para el resto de los socios. El brazo de Naciones Unidas para el desarrollo económico de América Latina y estableció en un informe presentado en diciembre pasado que casi el 60% de sus exportaciones y cerca de dos tercios de las importaciones de los países de Mercosur ocurren dentro del propio bloque.
No debe sorprender que dos diplomáticos que trabajan sobre la integración regional en el Ministerio de Exteriores brasileño relataran al EL PAÍS que la orden interna es seguir invirtiendo en el bloque, a pesar de los discursos del presidente. “Tenemos diversos negocios con los argentinos que no pueden ser ignorados. Muchos productores e industriales de aquí dependen de los de allí y viceversa”, afirmaba uno de ellos.
Según estos dos diplomáticos, cuando Brasilia asuma la presidencia temporal del bloque, en el segundo semestre de este año, deberá reforzar la propuesta de flexibilizar las reglas de negociación con terceros países. La duda a medio plazo sigue siendo el demorado acuerdo Mercosur-Unión Europea. “Tanto para Macri como para Bolsonaro, si Mercosur sirve para algo es para firmar un acuerdo con Europa. Si no sirve para eso, dicen, entonces hagamos otra cosa”, explica Merke. Al menos por el momento, las urgencias domésticas parecen estar por encima de las estrategias globales de integración.
Federico Rivas Molina
Afonso Benites
Buenos Aires / Brasilia, El País
Mercosur cambia. O al menos eso es lo que intentan sus socios, al frente de una campaña lenta pero persistente de “limpieza ideológica”, como ellos mismos la denominan. El bloque que une Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay se pone a tono con el giro regional hacia la derecha que inició Mauricio Macri en Buenos Aires y que completó Jair Bolsonaro en Brasilia. Ya no hay espacio para la política dentro del bloque y la supervivencia, dicen, depende de un regreso al espíritu comercial que dio origen al Mercosur en los noventa.
Esta semana, Paraguay anunció que ya no habrá elección directa de diputados del Parlasur, el órgano legislativo del bloque, creado en 2006. Los actuales serán reemplazados al final de sus mandatos por congresistas nacionales, que solo cobrarán un viático por su trabajo extra. La idea será ahorrar dinero, pero también limitar un órgano de discusión que no siempre responde a los órdenes de los Ejecutivos. “Argentina y Brasil [las dos principales economías del bloque] ven que el Mercosur nació como un proyecto de integración económica y se fue transformando paulatinamente en un proyecto de cooperación política. Lo que estamos viendo es un intento de despolitizarlo”, explica el argentino Federico Merke, director de las carreras de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andrés.
Mercosur mira ahora hacia la Alianza del Pacífico, el bloque comercial que integran Chile, Colombia, Perú y México. Sin estructuras fijas y poca burocracia, es el modelo a seguir. La impronta que dieron a Mercosur los Gobiernos de izquierda que dominaron la región durante la década pasada se ve ahora como un lastre al desarrollo económico. “Actualizar Mercosur implica achicar sus costos, flexibilizar las reglas para negociar acuerdos comerciales, es decir, que los países miembros puedan firmar acuerdos con terceros en forma individual, y llegar por fin, en algún momento, a un acuerdo de comercio con la Unión Europea”, dice Merke. Ese acuerdo, paralizado en estos momentos, es el cemento que hoy mantiene unido al bloque. Si fracasa, estallarán las demandas internas de más libertad para negociaciones bilaterales, algo que las reglas actuales prohíben sin la aprobación del resto de los socios.
Para el diputado argentino Daniel Filmus, exlegislador del Parlasur y ministro de Educación en tiempos de Cristina Fernández de Kirchner, el nuevo perfil de Mercosur oculta un giro mucho más profundo de política exterior regional. “Hay una decisión política de someterse a los designios de los países centrales, que no quieren que haya una articulación política entre los países latinoamericanos, porque cuando actuamos en forma mancomunada tenemos más capacidad de incidir en las decisiones”, dice. Las reformas dependerán más de Brasil que de Argentina, acorde con el tamaño de cada país. Pero en Brasilia las cosas no están tan claras como parece.
En su campaña electoral y en sus primeros actos ya como presidente, Bolsonaro señaló que daría un peso menor al bloque económico. Su intención y, sobre todo, la de su ministro de Economía, Paulo Guedes, es fortalecer lazos con países ricos, como Estados Unidos. Una de las ideas es que Brasil se convierta más en un exportador de commodities que un productor de materiales industrializados. Pero la realidad económica, sin embargo, empieza a imponer limitaciones a esos planes. “Ante la imposibilidad de superar el bajo crecimiento de la economía, transformar Mercosur ya no es viable: es un puerto seguro para Brasil”, dice el historiador Virgilio Caixeta Arraes, profesor e investigador del Núcleo de Estudios del Mercosur de la Universidad de Brasilia (UnB).
En 2018, Brasil creció el 1,1% y la previsión para 2019 es que quede en torno al 2%. Casi un estancamiento. Por otro lado, el país negoció el año pasado, entre importaciones y exportaciones, 34.000 millones de dólares con sus cuatro socios. La cifra equivale al 45% de lo que Brasil comercia con los 28 países de la Unión Europea. La importancia comercial de Mercosur es similar para el resto de los socios. El brazo de Naciones Unidas para el desarrollo económico de América Latina y estableció en un informe presentado en diciembre pasado que casi el 60% de sus exportaciones y cerca de dos tercios de las importaciones de los países de Mercosur ocurren dentro del propio bloque.
No debe sorprender que dos diplomáticos que trabajan sobre la integración regional en el Ministerio de Exteriores brasileño relataran al EL PAÍS que la orden interna es seguir invirtiendo en el bloque, a pesar de los discursos del presidente. “Tenemos diversos negocios con los argentinos que no pueden ser ignorados. Muchos productores e industriales de aquí dependen de los de allí y viceversa”, afirmaba uno de ellos.
Según estos dos diplomáticos, cuando Brasilia asuma la presidencia temporal del bloque, en el segundo semestre de este año, deberá reforzar la propuesta de flexibilizar las reglas de negociación con terceros países. La duda a medio plazo sigue siendo el demorado acuerdo Mercosur-Unión Europea. “Tanto para Macri como para Bolsonaro, si Mercosur sirve para algo es para firmar un acuerdo con Europa. Si no sirve para eso, dicen, entonces hagamos otra cosa”, explica Merke. Al menos por el momento, las urgencias domésticas parecen estar por encima de las estrategias globales de integración.