Mauricio Macri apuesta su reelección presidencial a las medidas económicas que anunciará esta semana
Los sondeos que maneja el consultor Jaime Durán Barba convencieron al presidente de que las causas penales por corrupción no alcanzarán para derrotar a Cristina Kirchner. Cómo buscarán atenuar los efectos del ajuste
Román Lejtman
Infobae
Mauricio Macri asumió que la causas penales abiertas en Comodoro Py no alcanzaban para derrotar a Cristina Kirchner en las elecciones presidenciales. La intención de voto de Macri es erosionada por la inflación, mientras que el silencio de Cristina aliviana su imagen negativa. Y en este juego de fuerzas políticas, la conclusión es fácil de discernir: sin un programa de emergencia que atenúe los resultados del plan de ajuste, CFK podía derrotar a MM y regresar a la Casa Rosada.
Menem y Cristina
El ala pragmática de Cambiemos –los gobernadores radicales, el ministro Rogelio Frigerio y Elisa Carrió—no tienen que comprar libros de historia para saber cómo reacciona la sociedad argentina frente a una compleja situación económica. En 1995, Carlos Menem ya era un presidente acusado de corrupción pública y en Buenos Aires habían sucedido los ataques terroristas a la Embajada de Israel y a la AMIA. Sin embargo, Menem logró la reelección con la continuidad de la convertibilidad y negando su responsabilidad en ciertas operaciones de lavado y trafico de armas que se consumaron durante su primer mandato.
Desde la oposición, Cristina utiliza una estrategia electoral idéntica. Relativiza sus procesamientos penales –incluso el presunto encubrimiento de los terroristas de la AMIA—y machaca con sus medios periodísticos y sus operadores sobre un panorama económico que exhibe desempleo, alta inflación, pobreza y ausencia de inversiones.
En este contexto, los gobernadores Gerardo Morales (Jujuy), Alfredo Cornejo (Mendoza), el ministro Frigerio y la diputada Carrió insisten desde hace meses en que la receta del Fondo Monetario Internacional (FMI) no alcanza para ganar la reelección presidencial. Este bloque político chocaba con la bajada de línea de Jaime Durán Barba, el gurú de Macri y Marcos Peña.
Cuando la caída de la imagen presidencial arrastró la intención de votos de María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta, una batalla silenciosa se inició en el primer piso de Balcarce 50. La gobernadora y el jefe de Gobierno propusieron una batería de medidas económicas que permitiera atenuar el plan de ajuste y recuperar la confianza social perdida.
Peña, Durán Barba y Nicolás Dujovne dijeron que no, que estaba todo bien, que el programa de déficit cero estaba funcionando y que Macri sería relecto en primera vuelta. Los números de la inflación de enero y febrero, más los sondeos realizados por Durán Barba y su equipo de expertos, terminaron por confirmar lo que todos los ensayos académicos sobre el FMI explican desde hace tres décadas: con un ajuste económico no se ganan elecciones presidenciales.
Macri ya sabe que su imagen positiva disminuye en relación directa a la suba del dólar, el incremento de la inflación y el mayor costo de los servicios públicos. Y esta ola de hechos macroeconómicos, que causaron la estampida de un alto porcentaje de su voto de clase media, es consecuencia directa de los acuerdos que su administración firmó con el directorio del FMI.
Todos unidos triunfaremos
El Presidente tiene un dogma de fe con las encuestas que aporta Duran Barba. Macri oyó los planteos de los gobernadores Cornejo y Morales, de los diputados Emilio Monzó y Carrió, de sus amigos personales Vidal y Rodríguez Larreta y de sus ministros Frigerio y Dante Sica, pero sólo escuchó al gurú ecuatoriano cuando le reveló que la economía complicaba sus posibilidades de alcanzar la reelección presidencial. Así el presidente perdió seis meses: mucho tiempo frente a una inflación que no cede (se espera 4 por ciento en marzo) y al crecimiento por goteo de la imagen electoral de CFK.
Al margen de las medidas puntuales que Macri anunciará en los próximos días, pareciera que lo más importante que sucedió en Gobierno es que el Presidente ahora sí escuchó a sus aliados en Cambiemos. Entonces, la estrategia de campaña ya no será mostrar únicamente la situación procesal de Cristina, o exhibir las obras que se ejecutaron cuando el FMI no fijaba la política económica del ministro Dujovne.
La estrategia electoral además será una decisión política que compartirán todos los socios principales de Cambiemos, no sólo aquellos que trabajan en el primer piso de la Casa Rosada o ingresan sin cita previa a la quinta de Olivos.
Se puede suponer –ahora- que Macri tendrá más recursos políticos para recuperar lo que perdió en los últimos tiempos: una porción importantísima de la clase media que dejó de creer en su promesas y empezó a considerar a CFK cómo la solución a todos los males del país. Con toda el ala política comprometida en la toma de decisiones, incorporada a la mesa chica que administra el presidente y el jefe de Gabinete, la campaña electoral ya se ha transformado en una batalla política a muerte que dejará a un solo triunfador.
Hasta este momento, Macri o Cristina.
Román Lejtman
Infobae
Mauricio Macri asumió que la causas penales abiertas en Comodoro Py no alcanzaban para derrotar a Cristina Kirchner en las elecciones presidenciales. La intención de voto de Macri es erosionada por la inflación, mientras que el silencio de Cristina aliviana su imagen negativa. Y en este juego de fuerzas políticas, la conclusión es fácil de discernir: sin un programa de emergencia que atenúe los resultados del plan de ajuste, CFK podía derrotar a MM y regresar a la Casa Rosada.
Menem y Cristina
El ala pragmática de Cambiemos –los gobernadores radicales, el ministro Rogelio Frigerio y Elisa Carrió—no tienen que comprar libros de historia para saber cómo reacciona la sociedad argentina frente a una compleja situación económica. En 1995, Carlos Menem ya era un presidente acusado de corrupción pública y en Buenos Aires habían sucedido los ataques terroristas a la Embajada de Israel y a la AMIA. Sin embargo, Menem logró la reelección con la continuidad de la convertibilidad y negando su responsabilidad en ciertas operaciones de lavado y trafico de armas que se consumaron durante su primer mandato.
Desde la oposición, Cristina utiliza una estrategia electoral idéntica. Relativiza sus procesamientos penales –incluso el presunto encubrimiento de los terroristas de la AMIA—y machaca con sus medios periodísticos y sus operadores sobre un panorama económico que exhibe desempleo, alta inflación, pobreza y ausencia de inversiones.
En este contexto, los gobernadores Gerardo Morales (Jujuy), Alfredo Cornejo (Mendoza), el ministro Frigerio y la diputada Carrió insisten desde hace meses en que la receta del Fondo Monetario Internacional (FMI) no alcanza para ganar la reelección presidencial. Este bloque político chocaba con la bajada de línea de Jaime Durán Barba, el gurú de Macri y Marcos Peña.
Cuando la caída de la imagen presidencial arrastró la intención de votos de María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta, una batalla silenciosa se inició en el primer piso de Balcarce 50. La gobernadora y el jefe de Gobierno propusieron una batería de medidas económicas que permitiera atenuar el plan de ajuste y recuperar la confianza social perdida.
Peña, Durán Barba y Nicolás Dujovne dijeron que no, que estaba todo bien, que el programa de déficit cero estaba funcionando y que Macri sería relecto en primera vuelta. Los números de la inflación de enero y febrero, más los sondeos realizados por Durán Barba y su equipo de expertos, terminaron por confirmar lo que todos los ensayos académicos sobre el FMI explican desde hace tres décadas: con un ajuste económico no se ganan elecciones presidenciales.
Macri ya sabe que su imagen positiva disminuye en relación directa a la suba del dólar, el incremento de la inflación y el mayor costo de los servicios públicos. Y esta ola de hechos macroeconómicos, que causaron la estampida de un alto porcentaje de su voto de clase media, es consecuencia directa de los acuerdos que su administración firmó con el directorio del FMI.
Todos unidos triunfaremos
El Presidente tiene un dogma de fe con las encuestas que aporta Duran Barba. Macri oyó los planteos de los gobernadores Cornejo y Morales, de los diputados Emilio Monzó y Carrió, de sus amigos personales Vidal y Rodríguez Larreta y de sus ministros Frigerio y Dante Sica, pero sólo escuchó al gurú ecuatoriano cuando le reveló que la economía complicaba sus posibilidades de alcanzar la reelección presidencial. Así el presidente perdió seis meses: mucho tiempo frente a una inflación que no cede (se espera 4 por ciento en marzo) y al crecimiento por goteo de la imagen electoral de CFK.
Al margen de las medidas puntuales que Macri anunciará en los próximos días, pareciera que lo más importante que sucedió en Gobierno es que el Presidente ahora sí escuchó a sus aliados en Cambiemos. Entonces, la estrategia de campaña ya no será mostrar únicamente la situación procesal de Cristina, o exhibir las obras que se ejecutaron cuando el FMI no fijaba la política económica del ministro Dujovne.
La estrategia electoral además será una decisión política que compartirán todos los socios principales de Cambiemos, no sólo aquellos que trabajan en el primer piso de la Casa Rosada o ingresan sin cita previa a la quinta de Olivos.
Se puede suponer –ahora- que Macri tendrá más recursos políticos para recuperar lo que perdió en los últimos tiempos: una porción importantísima de la clase media que dejó de creer en su promesas y empezó a considerar a CFK cómo la solución a todos los males del país. Con toda el ala política comprometida en la toma de decisiones, incorporada a la mesa chica que administra el presidente y el jefe de Gabinete, la campaña electoral ya se ha transformado en una batalla política a muerte que dejará a un solo triunfador.
Hasta este momento, Macri o Cristina.