‘Juego de tronos’ 8x03: Una batalla de sombras contra sombras
Después de este episodio, las grandes citas bélicas de 'Juego de tronos' solo parecen pasajes anecdóticos
Elsa Fernández-Santos
El País
Apunten la fecha: un 28 de abril la ficción televisiva también hizo historia. Brujas, zombis, dragones contra dragones y niñas guerreras… fue imposible no contener la respiración ante el último capítulo de Juego de tronos, el tercero de la última temporada, ecuador de una recta final que esta madrugada ha alcanzado su cima sobre montañas y montañas de muertos. Una larga noche que culminaba con un amanecer que quedará en los libros de la pequeña pantalla.
La batalla, más de hora y media de sombras y gritos, se vivió con la intensidad épica de la Batalla de los Bastardos pero pasada por el crispante caos de la Batalla de Casa Austera y el fuego letal de Guardaoriente, tres de las grandes citas bélicas de Juego de tronos que después de este episodio solo parecen pasajes anecdóticos.
Jon Nieve y Daenerys cabalgaron más allá de la tormenta subidos en sus dragones a la caza del Rey de la Noche y su bestia zombi mientras en la tierra el hielo y el fuego, la muerte y la vida, se miraban por fin a la cara a las puertas de Invernalia. Todo era confuso y nítido a la vez, aunque muchos telespectadores se quejaron por las redes sociales de la excesiva oscuridad de la puesta en escena. Se trataba de una batalla de sombras contra sombras. Los dothrakis, los inmaculados, las casas del Norte, los salvajes, Jaime Lannister, Lady Brienne… hasta el lobo Fantasma.
Todos eran una misma espada.
El hilo conductor que abrió y cerró la batalla lo marcó el elegante paso de la bruja roja, que reaparecía montada a caballo en los primeros minutos para desaparecer fundida en el amanecer en el plano final del capítulo. Con su voz seductora, su collar mágico, sus hechizos y su fuego, la bella y odiada Melisandre se enfrentaba a su destino final: “No hace falta que me ejecutéis, Ser Davos, habré muerto antes del alba”, le dijo a su archienemigo, testigo del final de la sacerdotisa que resucitó a Jon Nieve después de cometer las peores atrocidades en nombre de su Señor de la Luz. Aquella resurrección solo la redimió en parte, hoy descansa en paz.
No fue la única baja del episodio. Ser Jorah, extenuado por la batalla y herido de muerte, acabó su vida como merecía: en brazos de la mujer que amaba. La Madre de Dragones lloró desconsolada su final. Nos quedamos sin uno de los hombres más buenos de este largo viaje. Y también murió Theon, en una escena de gran carga dramática que honraba el final de un personaje atormentado que pagó con creces su cobardía y errores. ¿Quién nos hubiera dicho que lloraríamos la muerte del joven Greyjoy? “Todo lo que hiciste te ha traído hasta aquí, adonde perteneces, tu casa”, le recordó Bran Stark.
Fue un capítulo a la altura de tanta publicidad y meses de espera. Once semanas de rodaje, 750 personas en escena, entre extras y actores, y 15 millones de dólares de presupuesto para el episodio más largo hasta la fecha. Con una realización impecable, nunca vista, sin un detalle mal calculado, con un guion que daba sentido a lo que hemos conocido hasta ahora, sin apenas diálogos (el principal entre Sansa y Tyrion, las dos mentes más brillantes de la serie), fue apocalíptico e infernal, con la nieve teñida de negro. La pequeña Lyanna Mormont acababa sus días como la heroína que siempre fue. Con su trajecito de caballero se enfrentó sola a un gigante. Y cuando todo parecía ya perdido por el cansancio y el pánico, la valiente y letal Arya voló al cuello del Rey de la Noche fulminando con su daga la larga noche y sus caminantes blancos.
Los supervivientes de la batalla se miraron incrédulos, la nieve que había formado un manto de canas sobre el pelo negro de Jon Nieve desapareció y surgió una nueva y aterradora pregunta: Muerto el Rey de la Noche, ¿quién es el verdadero monstruo de Juego de tronos? Ya saben, la verdadera maldad siempre es de carne y hueso.
Elsa Fernández-Santos
El País
Apunten la fecha: un 28 de abril la ficción televisiva también hizo historia. Brujas, zombis, dragones contra dragones y niñas guerreras… fue imposible no contener la respiración ante el último capítulo de Juego de tronos, el tercero de la última temporada, ecuador de una recta final que esta madrugada ha alcanzado su cima sobre montañas y montañas de muertos. Una larga noche que culminaba con un amanecer que quedará en los libros de la pequeña pantalla.
La batalla, más de hora y media de sombras y gritos, se vivió con la intensidad épica de la Batalla de los Bastardos pero pasada por el crispante caos de la Batalla de Casa Austera y el fuego letal de Guardaoriente, tres de las grandes citas bélicas de Juego de tronos que después de este episodio solo parecen pasajes anecdóticos.
Jon Nieve y Daenerys cabalgaron más allá de la tormenta subidos en sus dragones a la caza del Rey de la Noche y su bestia zombi mientras en la tierra el hielo y el fuego, la muerte y la vida, se miraban por fin a la cara a las puertas de Invernalia. Todo era confuso y nítido a la vez, aunque muchos telespectadores se quejaron por las redes sociales de la excesiva oscuridad de la puesta en escena. Se trataba de una batalla de sombras contra sombras. Los dothrakis, los inmaculados, las casas del Norte, los salvajes, Jaime Lannister, Lady Brienne… hasta el lobo Fantasma.
Todos eran una misma espada.
El hilo conductor que abrió y cerró la batalla lo marcó el elegante paso de la bruja roja, que reaparecía montada a caballo en los primeros minutos para desaparecer fundida en el amanecer en el plano final del capítulo. Con su voz seductora, su collar mágico, sus hechizos y su fuego, la bella y odiada Melisandre se enfrentaba a su destino final: “No hace falta que me ejecutéis, Ser Davos, habré muerto antes del alba”, le dijo a su archienemigo, testigo del final de la sacerdotisa que resucitó a Jon Nieve después de cometer las peores atrocidades en nombre de su Señor de la Luz. Aquella resurrección solo la redimió en parte, hoy descansa en paz.
No fue la única baja del episodio. Ser Jorah, extenuado por la batalla y herido de muerte, acabó su vida como merecía: en brazos de la mujer que amaba. La Madre de Dragones lloró desconsolada su final. Nos quedamos sin uno de los hombres más buenos de este largo viaje. Y también murió Theon, en una escena de gran carga dramática que honraba el final de un personaje atormentado que pagó con creces su cobardía y errores. ¿Quién nos hubiera dicho que lloraríamos la muerte del joven Greyjoy? “Todo lo que hiciste te ha traído hasta aquí, adonde perteneces, tu casa”, le recordó Bran Stark.
Fue un capítulo a la altura de tanta publicidad y meses de espera. Once semanas de rodaje, 750 personas en escena, entre extras y actores, y 15 millones de dólares de presupuesto para el episodio más largo hasta la fecha. Con una realización impecable, nunca vista, sin un detalle mal calculado, con un guion que daba sentido a lo que hemos conocido hasta ahora, sin apenas diálogos (el principal entre Sansa y Tyrion, las dos mentes más brillantes de la serie), fue apocalíptico e infernal, con la nieve teñida de negro. La pequeña Lyanna Mormont acababa sus días como la heroína que siempre fue. Con su trajecito de caballero se enfrentó sola a un gigante. Y cuando todo parecía ya perdido por el cansancio y el pánico, la valiente y letal Arya voló al cuello del Rey de la Noche fulminando con su daga la larga noche y sus caminantes blancos.
Los supervivientes de la batalla se miraron incrédulos, la nieve que había formado un manto de canas sobre el pelo negro de Jon Nieve desapareció y surgió una nueva y aterradora pregunta: Muerto el Rey de la Noche, ¿quién es el verdadero monstruo de Juego de tronos? Ya saben, la verdadera maldad siempre es de carne y hueso.