Jonathan Haidt: "Las redes sociales son una amenaza para la salud mental de la gente joven"
Es uno de los psicólogos sociales y morales más influyentes del mundo, y fue nombrado "pensador global" por publicaciones como Foreign Policy gracias a sus investigaciones, algunas de las cuales se convirtieron en best sellers del New York Times. En diálogo con Infobae, Haidt ahondó sobre los efectos negativos que sufre la Gen Z por crecer en una era de "comparación constante"
Martina Putruele
mputruele@infobae.com
El estadounidense Jonathan Haidt es uno de los psicólogos sociales y morales más influyentes del mundo. Se desempeña como profesor de Liderazgo Ético en la Stern Business School de la Universidad de Nueva York y fue destacado como uno de los pensadores globales más importantes dos años seguidos, primero por Foreign Policy en el 2012, y luego por Prospect en el 2013.
Sus libros La mente de los justos: por qué la política y la religión dividen a la gente sensata (2012) y The Coddling of the American Mind: How Good Intentions and Bad Ideas are Setting Up a Generation for Failure (2018) -todavía no disponible en español- fueron best sellers del New York Times.
Este año llegó a Buenos Aires para participar -entre el 22 y el 24 de abril- de actividades organizadas por Argentina 2030, el programa de prospectiva y largo plazo de la Jefatura de Gabinete de Ministros de la Nación que dirige Iván Petrella. La visita se dio en el marco del ciclo de invitados internacionales del Programa, que tiene como objetivo alimentar la discusión pública y acercar ideas o perspectivas nuevas a funcionarios gubernamentales, organizaciones sin fines de lucro, universidades y a la ciudadanía en general.
Durante su paso por la Ciudad, Haidt estuvo en Infobae para dialogar sobre los ejes principales de sus investigaciones a lo largo de los años: la felicidad, la injerencia negativa de las redes sociales en nuestras vidas y la sobreprotección parental que, según explica, está arruinando a las nuevas generaciones
– En La Hipótesis de la felicidad (2006), usted explora la relación entre filosofías antiguas y la ciencia moderna con respecto al concepto de la felicidad. ¿Cómo podemos vivir nuestra vida de una manera que nos haga más felices?
-Lo primero que hay que tener en cuenta es que la felicidad no es simplemente un sentimiento que uno obtiene al hacer algo. Es algo que fluye por una persona cuando está conectada de la manera correcta. La conclusión a la que llegué después de leer mucho sobre los pensamientos de Oriente y Occidente y la psicología moderna es que somos más felices cuando tenemos las conexiones correctas con otras personas, con algún tipo de trabajo productivo y con algo más grande que uno mismo.
-¿De qué manera podemos lograr esa "conexión correcta" en nuestras relaciones, de pareja, familia, con nuestro trabajo?
-Podemos escuchar los consejos que vienen de la antigüedad. Ellos nos dicen que somos todos hipócritas y muy hábiles en encontrar todo lo malo en la otra persona -"por qué ella no debería haberme dicho eso" y "por qué yo estaba perfectamente justificado en lo que hice"-, y por eso nos pelamos con amigos y familiares. Cuando reconozcamos que nosotros mismos tenemos muchos defectos, y que probablemente hayamos hecho lo mismo que la otra persona a la que estamos acusando, vamos a aprender a perdonar y a ser más agradecidos. Esas son dos habilidades magistrales para mejorar las relaciones. Hay mucha investigación al respecto en el campo de la psicología positiva. Ejercicios de agradecimiento diario son tan efectivos como el Prozac para reducir la depresión.
-Como mencionó, hay muchas ideas en su libro que provienen de grandes pensadores del pasado como Platón. ¿De qué maneras pueden aplicarse hoy en día?
-Empecé el libro simplemente leyendo todo lo que pude sobre el Occidente y el Oriente antiguos. Tomé todos los enunciados psicológicos y los organicé en categorías. Conceptos como "lo que no te mata te hace más fuerte", o "la vida es lo que pensamos de ella". Nuestras opiniones del mundo importan más que las realidades del mundo. Y después de comparar esto con lo que pensamos hoy en la psicología uno se da cuenta de que básicamente todos estos conceptos son verdaderos. No es que en la antigüedad eran más inteligentes que ahora, sino que ellos escribieron muchas cosas. Estos escritos luego fueron "filtrados" durante 2.000 años; pasó sólo lo mejor. De esta manera, este proceso de filtración es una ventaja para nosotros, que podemos leer lo mejor del pensamiento de la Antigua China, India y de las civilizaciones mediterráneas.
Tenían muchas ideas. Trataban de entender el mundo físico, y la mayoría de lo que dijeron estaba equivocado. No hay ningún valor en leer tratados antiguos sobre física o química, pero cuando se trata de entender la propia mente -la conciencia y las relaciones humanas-, ahí uno encuentra que, especialmente los estoicos de la Antigua Roma y la Antigua Grecia, los budistas, en India y después en China, eran extremadamente sabios, y mucha gente en la actualidad encuentra consuelo en sus enseñanzas.
Mi país se volvió loco en los últimos tres años. La verdad es que asusta la situación. Y hubo un par de meses en los que parecía que iba a haber una guerra nuclear con Corea del Norte, y yo vivo en Manhattan, que sería uno de los targets principales. En ese tiempo empecé a leer a Marco Aurelio por las mañanas, porque la mayoría de las personas vivió en épocas de caos y peligro a través de la historia. Los estoicos y los budistas son los mejores guías que tenemos para ayudarnos a llevar una vida agradable, calma y productiva en el medio de todo este caos.
Los cerebros toman la información recibida por los sentidos, la procesan y luego sale en forma de comportamiento (iStock)
Los cerebros toman la información recibida por los sentidos, la procesan y luego sale en forma de comportamiento (iStock)
-En La mente de los justos, usted examina cómo la moral de las personas se forma a través de la emoción y la intuición, y no del pensamiento racional. ¿Por qué ocurre esto?
-Uno tiene que entender el tipo de criaturas que somos, y cómo funciona la evolución. Todas las mentes animales son instrumentos de búsqueda de patrones. Los cerebros toman la información recibida por los sentidos, la procesan y luego sale en forma de comportamiento. Esto ocurre también con el ser humano. Nosotros desarrollamos el lenguaje, no se sabe exactamente cuándo, pero hace un millón de años aproximadamente. Cuando ocurrió esto, el cerebro no cambió su configuración, y no les pasó el control al pensamiento y al razonamiento, y por eso nuestro razonamiento no es muy bueno. Así que somos básicamente animales, sólo que desarrollamos este otro sistema de razonamiento consciente.
Pero en mis libros cito investigaciones que sugieren que nuestro razonamiento consciente no evolucionó necesariamente para ayudarnos a decidir qué hacer. Evolucionó para ayudarnos a influir a otras personas. Somos muy buenos para navegar redes de chismes y responsabilidad social. Esto se puede ver en otras personas de una manera muy clara. Uno está teniendo una discusión, ellos exponen su argumento, uno lo refuta, y sorprendentemente, ellos no cambian su postura, sino que inventan otro argumento. Entonces ahí uno se da cuenta de que su razonamiento se desprende de sus emociones e intuiciones, pero ellos piensan lo mismo de nosotros.
-¿Cree que las redes sociales ayudan a alienar más a las personas que no piensan lo mismo, e incentivan esta cultura de acusar en vez de debatir de manera profunda y productiva?
-Sí, definitivamente. Creo que hoy está claro que las redes sociales son una amenaza para la estabilidad de las democracias alrededor del mundo, porque nos ponen en un estado de indignación constante con el otro lado, y es una amenaza para la salud mental, en especial de la gente joven. Hay un aumento gigante en el índice de ansiedad y depresión, por lo menos en Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido, y afecta más a las mujeres que a los varones. No está relacionado tanto con el mero hecho de mirar una pantalla, sino específicamente con las redes sociales. Creo que en los últimos años comenzamos a darnos cuenta de que a pesar de que hay cosas buenas que se desprenden de las redes, personalmente pienso que hay muchas más cosas malas, y creo que es un gran peligro para una sociedad sana.
-Especialmente para la Generación Z, que se encuentra en una situación más vulnerable que otras generaciones anteriores…
-A todas las generaciones les gusta reírse de las generaciones que les siguen. Personas como yo se burlan de los millennials, pero les está yendo bastante bien. Son creativos, emprendieron sus propios negocios. Los Gen Z, que nacieron después del 96, tenían 10 u 11 años cuando empezaron a usar redes. Mi hija tenía 9 cuando sus amigos comenzaron a hacerse cuentas en Instagram. Crecieron en un mundo de comparación constante, y con una necesidad de mostrarse de determinada manera ante el mundo. Esto es poco saludable, en especial para las niñas jóvenes, que ya son más conscientes de esta comparación social. La agresión de los varones es más física, se hacen bullying. Cuando les dieron celulares, pararon de hacerse bullying. La agresión de las mujeres siempre fue más relacional. Se comparan entre sí. Entonces, las redes sociales complicaron todavía más los años más difíciles de la vida de una niña.
-¿Sólo las redes sociales hacen que sea una generación tan diferente a las anteriores?
-No lo sabemos. Ni siquiera podemos probar que la razón sea la de las redes sociales. El momento es perfecto para que ese sea el motivo, y sería la respuesta más lógica y consistente. En los Estados Unidos, otro factor importante es que en los 90 empezamos a sobreproteger a nuestros hijos y no dejarlos salir a jugar con otros chicos a la edad de 6 ó 7, que sí hacíamos antes de esa época. Pero en los 90, cuando nuestro índice de criminalidad estaba bajando -paradójicamente, porque había una gran ola de crimen cuando yo era más joven pero en los 90 bajó-, todos estaban asustados de que iban a secuestrar a nuestros hijos, algo que casi nunca pasa en los Estados Unidos. Entonces los mantuvimos en casa, con supervisión adulta, no los dejamos jugar entre ellos de manera independiente. Y después, cuando estos chicos llegan a la universidad están en problemas porque no pueden resolver sus propias cuestiones. Piden que autoridades o profesores de las instituciones educativas vengan a resolver una disputa. "Quiero que castiguen a esta persona por lo que dijo". La generación más grande interfirió con el desarrollo normal de estos chicos. Al sobreprotegerlos, los convertimos en moralmente dependientes, y no son buenos en resolver sus problemas ellos mismos, lo que los complica en la universidad. Y ahora, que llegaron a los ámbitos laborales, es muy difícil para ellos.
-¿Y cuáles cree que van a ser los efectos de esta sobreprotección a nivel social y político?
-No podemos decirlo con certeza aún porque la primera camada de Gen Z acaba de graduarse en los Estados Unidos hace un año. A la mayoría les está yendo bien, quieren aprender y trabajar. El tema acá es entender si un 5% sufre de ansiedad y depresión o es un 15%. No sabemos si los altos niveles de ansiedad ahora van a mejorar a medida de que envejezcan. Mi preocupación es que la gente que creció con las redes sociales tiene mucha más ansiedad crónica, pasa mucho más tiempo de su niñez preocupada por lo que dicen los otros, y eso genera un alto nivel de hormonas de estrés, cortisol. Y está comprobado que si tenemos niveles altos de cortisol durante meses y meses, se altera el desarrollo cerebral: se programa al cerebro para que viva en un mundo peligroso. Y los efectos pueden ser permanentes. Espero que no, pero es posible que estos niveles altos de ansiedad viajen con esta generación hasta la adultez.
-¿La solución entonces sería salir de las redes sociales por un tiempo al menos?
-Sí, hay tres experimentos que lo demuestran. Estoy llevando adelante una revisión literaria de todos los estudios que pude encontrar, y la evidencia revela que, al menos en el caso de estudiantes universitarios y más grandes, la gente ya es más feliz a pocos días de haber dejado de utilizar las redes sociales. Los experimentos no se realizaron con niños de 10 u 11 años, así que no tenemos resultados al respecto, pero puedo predecir que a cualquier edad, si dejamos de usar las redes sociales, o reducimos enormemente su uso, vamos a ser más felices.
-El síndrome FOMO o Fear Of Missing Out es uno de los mayores motivos por los que los jóvenes son reticentes a dejar las redes…
-Exactamente, es una trampa. En Estados Unidos, muy pocos padres quieren que sus hijos estén en las redes pero el argumento que esgrimen los chicos es el de "pero todo el mundo está. Me siento afuera". Es lo que me dice mi hijo. Entonces la mayoría de los padres ceden. Muchos niños no quieren estar, pero ven que todos los otros comparten sus vidas en las redes y no quieren quedarse afuera. Entonces es un problema de coordinación social. Las plataformas como Facebook e Instagram nos tienen atrapados, y hay una presión social de hacer cosas que no queremos hacer. Esto debe resolverse de manera central. No necesariamente me refiero al gobierno, pero sí va a haber un cambio si en cada escuela el director les pide claramente a los padres que por favor no dejen que sus hijos estén en las redes sociales hasta que estén en el secundario, o digan "saquémoslo de la primaria, esperemos a que tengan 15 años". Ningún chico debería tener redes sociales. Incluso si el 10% va a mentir y registrarse a escondidas, entonces es muy fácil para los padres decir que no. En cambio, si el 90% de los chicos está en las redes, es mucho más difícil.
Martina Putruele
mputruele@infobae.com
El estadounidense Jonathan Haidt es uno de los psicólogos sociales y morales más influyentes del mundo. Se desempeña como profesor de Liderazgo Ético en la Stern Business School de la Universidad de Nueva York y fue destacado como uno de los pensadores globales más importantes dos años seguidos, primero por Foreign Policy en el 2012, y luego por Prospect en el 2013.
Sus libros La mente de los justos: por qué la política y la religión dividen a la gente sensata (2012) y The Coddling of the American Mind: How Good Intentions and Bad Ideas are Setting Up a Generation for Failure (2018) -todavía no disponible en español- fueron best sellers del New York Times.
Este año llegó a Buenos Aires para participar -entre el 22 y el 24 de abril- de actividades organizadas por Argentina 2030, el programa de prospectiva y largo plazo de la Jefatura de Gabinete de Ministros de la Nación que dirige Iván Petrella. La visita se dio en el marco del ciclo de invitados internacionales del Programa, que tiene como objetivo alimentar la discusión pública y acercar ideas o perspectivas nuevas a funcionarios gubernamentales, organizaciones sin fines de lucro, universidades y a la ciudadanía en general.
Durante su paso por la Ciudad, Haidt estuvo en Infobae para dialogar sobre los ejes principales de sus investigaciones a lo largo de los años: la felicidad, la injerencia negativa de las redes sociales en nuestras vidas y la sobreprotección parental que, según explica, está arruinando a las nuevas generaciones
– En La Hipótesis de la felicidad (2006), usted explora la relación entre filosofías antiguas y la ciencia moderna con respecto al concepto de la felicidad. ¿Cómo podemos vivir nuestra vida de una manera que nos haga más felices?
-Lo primero que hay que tener en cuenta es que la felicidad no es simplemente un sentimiento que uno obtiene al hacer algo. Es algo que fluye por una persona cuando está conectada de la manera correcta. La conclusión a la que llegué después de leer mucho sobre los pensamientos de Oriente y Occidente y la psicología moderna es que somos más felices cuando tenemos las conexiones correctas con otras personas, con algún tipo de trabajo productivo y con algo más grande que uno mismo.
-¿De qué manera podemos lograr esa "conexión correcta" en nuestras relaciones, de pareja, familia, con nuestro trabajo?
-Podemos escuchar los consejos que vienen de la antigüedad. Ellos nos dicen que somos todos hipócritas y muy hábiles en encontrar todo lo malo en la otra persona -"por qué ella no debería haberme dicho eso" y "por qué yo estaba perfectamente justificado en lo que hice"-, y por eso nos pelamos con amigos y familiares. Cuando reconozcamos que nosotros mismos tenemos muchos defectos, y que probablemente hayamos hecho lo mismo que la otra persona a la que estamos acusando, vamos a aprender a perdonar y a ser más agradecidos. Esas son dos habilidades magistrales para mejorar las relaciones. Hay mucha investigación al respecto en el campo de la psicología positiva. Ejercicios de agradecimiento diario son tan efectivos como el Prozac para reducir la depresión.
-Como mencionó, hay muchas ideas en su libro que provienen de grandes pensadores del pasado como Platón. ¿De qué maneras pueden aplicarse hoy en día?
-Empecé el libro simplemente leyendo todo lo que pude sobre el Occidente y el Oriente antiguos. Tomé todos los enunciados psicológicos y los organicé en categorías. Conceptos como "lo que no te mata te hace más fuerte", o "la vida es lo que pensamos de ella". Nuestras opiniones del mundo importan más que las realidades del mundo. Y después de comparar esto con lo que pensamos hoy en la psicología uno se da cuenta de que básicamente todos estos conceptos son verdaderos. No es que en la antigüedad eran más inteligentes que ahora, sino que ellos escribieron muchas cosas. Estos escritos luego fueron "filtrados" durante 2.000 años; pasó sólo lo mejor. De esta manera, este proceso de filtración es una ventaja para nosotros, que podemos leer lo mejor del pensamiento de la Antigua China, India y de las civilizaciones mediterráneas.
Tenían muchas ideas. Trataban de entender el mundo físico, y la mayoría de lo que dijeron estaba equivocado. No hay ningún valor en leer tratados antiguos sobre física o química, pero cuando se trata de entender la propia mente -la conciencia y las relaciones humanas-, ahí uno encuentra que, especialmente los estoicos de la Antigua Roma y la Antigua Grecia, los budistas, en India y después en China, eran extremadamente sabios, y mucha gente en la actualidad encuentra consuelo en sus enseñanzas.
Mi país se volvió loco en los últimos tres años. La verdad es que asusta la situación. Y hubo un par de meses en los que parecía que iba a haber una guerra nuclear con Corea del Norte, y yo vivo en Manhattan, que sería uno de los targets principales. En ese tiempo empecé a leer a Marco Aurelio por las mañanas, porque la mayoría de las personas vivió en épocas de caos y peligro a través de la historia. Los estoicos y los budistas son los mejores guías que tenemos para ayudarnos a llevar una vida agradable, calma y productiva en el medio de todo este caos.
Los cerebros toman la información recibida por los sentidos, la procesan y luego sale en forma de comportamiento (iStock)
Los cerebros toman la información recibida por los sentidos, la procesan y luego sale en forma de comportamiento (iStock)
-En La mente de los justos, usted examina cómo la moral de las personas se forma a través de la emoción y la intuición, y no del pensamiento racional. ¿Por qué ocurre esto?
-Uno tiene que entender el tipo de criaturas que somos, y cómo funciona la evolución. Todas las mentes animales son instrumentos de búsqueda de patrones. Los cerebros toman la información recibida por los sentidos, la procesan y luego sale en forma de comportamiento. Esto ocurre también con el ser humano. Nosotros desarrollamos el lenguaje, no se sabe exactamente cuándo, pero hace un millón de años aproximadamente. Cuando ocurrió esto, el cerebro no cambió su configuración, y no les pasó el control al pensamiento y al razonamiento, y por eso nuestro razonamiento no es muy bueno. Así que somos básicamente animales, sólo que desarrollamos este otro sistema de razonamiento consciente.
Pero en mis libros cito investigaciones que sugieren que nuestro razonamiento consciente no evolucionó necesariamente para ayudarnos a decidir qué hacer. Evolucionó para ayudarnos a influir a otras personas. Somos muy buenos para navegar redes de chismes y responsabilidad social. Esto se puede ver en otras personas de una manera muy clara. Uno está teniendo una discusión, ellos exponen su argumento, uno lo refuta, y sorprendentemente, ellos no cambian su postura, sino que inventan otro argumento. Entonces ahí uno se da cuenta de que su razonamiento se desprende de sus emociones e intuiciones, pero ellos piensan lo mismo de nosotros.
-¿Cree que las redes sociales ayudan a alienar más a las personas que no piensan lo mismo, e incentivan esta cultura de acusar en vez de debatir de manera profunda y productiva?
-Sí, definitivamente. Creo que hoy está claro que las redes sociales son una amenaza para la estabilidad de las democracias alrededor del mundo, porque nos ponen en un estado de indignación constante con el otro lado, y es una amenaza para la salud mental, en especial de la gente joven. Hay un aumento gigante en el índice de ansiedad y depresión, por lo menos en Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido, y afecta más a las mujeres que a los varones. No está relacionado tanto con el mero hecho de mirar una pantalla, sino específicamente con las redes sociales. Creo que en los últimos años comenzamos a darnos cuenta de que a pesar de que hay cosas buenas que se desprenden de las redes, personalmente pienso que hay muchas más cosas malas, y creo que es un gran peligro para una sociedad sana.
-Especialmente para la Generación Z, que se encuentra en una situación más vulnerable que otras generaciones anteriores…
-A todas las generaciones les gusta reírse de las generaciones que les siguen. Personas como yo se burlan de los millennials, pero les está yendo bastante bien. Son creativos, emprendieron sus propios negocios. Los Gen Z, que nacieron después del 96, tenían 10 u 11 años cuando empezaron a usar redes. Mi hija tenía 9 cuando sus amigos comenzaron a hacerse cuentas en Instagram. Crecieron en un mundo de comparación constante, y con una necesidad de mostrarse de determinada manera ante el mundo. Esto es poco saludable, en especial para las niñas jóvenes, que ya son más conscientes de esta comparación social. La agresión de los varones es más física, se hacen bullying. Cuando les dieron celulares, pararon de hacerse bullying. La agresión de las mujeres siempre fue más relacional. Se comparan entre sí. Entonces, las redes sociales complicaron todavía más los años más difíciles de la vida de una niña.
-¿Sólo las redes sociales hacen que sea una generación tan diferente a las anteriores?
-No lo sabemos. Ni siquiera podemos probar que la razón sea la de las redes sociales. El momento es perfecto para que ese sea el motivo, y sería la respuesta más lógica y consistente. En los Estados Unidos, otro factor importante es que en los 90 empezamos a sobreproteger a nuestros hijos y no dejarlos salir a jugar con otros chicos a la edad de 6 ó 7, que sí hacíamos antes de esa época. Pero en los 90, cuando nuestro índice de criminalidad estaba bajando -paradójicamente, porque había una gran ola de crimen cuando yo era más joven pero en los 90 bajó-, todos estaban asustados de que iban a secuestrar a nuestros hijos, algo que casi nunca pasa en los Estados Unidos. Entonces los mantuvimos en casa, con supervisión adulta, no los dejamos jugar entre ellos de manera independiente. Y después, cuando estos chicos llegan a la universidad están en problemas porque no pueden resolver sus propias cuestiones. Piden que autoridades o profesores de las instituciones educativas vengan a resolver una disputa. "Quiero que castiguen a esta persona por lo que dijo". La generación más grande interfirió con el desarrollo normal de estos chicos. Al sobreprotegerlos, los convertimos en moralmente dependientes, y no son buenos en resolver sus problemas ellos mismos, lo que los complica en la universidad. Y ahora, que llegaron a los ámbitos laborales, es muy difícil para ellos.
-¿Y cuáles cree que van a ser los efectos de esta sobreprotección a nivel social y político?
-No podemos decirlo con certeza aún porque la primera camada de Gen Z acaba de graduarse en los Estados Unidos hace un año. A la mayoría les está yendo bien, quieren aprender y trabajar. El tema acá es entender si un 5% sufre de ansiedad y depresión o es un 15%. No sabemos si los altos niveles de ansiedad ahora van a mejorar a medida de que envejezcan. Mi preocupación es que la gente que creció con las redes sociales tiene mucha más ansiedad crónica, pasa mucho más tiempo de su niñez preocupada por lo que dicen los otros, y eso genera un alto nivel de hormonas de estrés, cortisol. Y está comprobado que si tenemos niveles altos de cortisol durante meses y meses, se altera el desarrollo cerebral: se programa al cerebro para que viva en un mundo peligroso. Y los efectos pueden ser permanentes. Espero que no, pero es posible que estos niveles altos de ansiedad viajen con esta generación hasta la adultez.
-¿La solución entonces sería salir de las redes sociales por un tiempo al menos?
-Sí, hay tres experimentos que lo demuestran. Estoy llevando adelante una revisión literaria de todos los estudios que pude encontrar, y la evidencia revela que, al menos en el caso de estudiantes universitarios y más grandes, la gente ya es más feliz a pocos días de haber dejado de utilizar las redes sociales. Los experimentos no se realizaron con niños de 10 u 11 años, así que no tenemos resultados al respecto, pero puedo predecir que a cualquier edad, si dejamos de usar las redes sociales, o reducimos enormemente su uso, vamos a ser más felices.
-El síndrome FOMO o Fear Of Missing Out es uno de los mayores motivos por los que los jóvenes son reticentes a dejar las redes…
-Exactamente, es una trampa. En Estados Unidos, muy pocos padres quieren que sus hijos estén en las redes pero el argumento que esgrimen los chicos es el de "pero todo el mundo está. Me siento afuera". Es lo que me dice mi hijo. Entonces la mayoría de los padres ceden. Muchos niños no quieren estar, pero ven que todos los otros comparten sus vidas en las redes y no quieren quedarse afuera. Entonces es un problema de coordinación social. Las plataformas como Facebook e Instagram nos tienen atrapados, y hay una presión social de hacer cosas que no queremos hacer. Esto debe resolverse de manera central. No necesariamente me refiero al gobierno, pero sí va a haber un cambio si en cada escuela el director les pide claramente a los padres que por favor no dejen que sus hijos estén en las redes sociales hasta que estén en el secundario, o digan "saquémoslo de la primaria, esperemos a que tengan 15 años". Ningún chico debería tener redes sociales. Incluso si el 10% va a mentir y registrarse a escondidas, entonces es muy fácil para los padres decir que no. En cambio, si el 90% de los chicos está en las redes, es mucho más difícil.