El bochorno interminable
Zidane sigue sin conseguir que el Madrid gane fuera, aunque ya está matemáticamente en Champions. Un penalti de VAR, transformado por Embarba, permite al Rayo agarrarse al clavo ardiendo.
Luis Nieto
As
Hay temporadas en que es mejor no salir de casa. Lo piensa el Madrid y empieza a pensarlo Zidane, que no ha conseguido que el equipo gane fuera, ni que limpie su reputación. Al menos esta vez, en noche electoral, le pilló al país mirando a otro lado, hecho que el Madrid agradece. Dejó en Vallecas tan poca huella como en Getafe, un resultado peor y ningún futbolista al alza. Al Rayo, colista, sin su monogoleador (Raúl de Tomás), le bastaron el estado de necesidad, una estrategia atrevida y un gol de penalti para colgarse del clavo ardiendo y llegar con vida a las tres últimas jornadas, en las que le esperan tres rivales directos (Levante, Valladolid y Celta). El lleno de Vallecas fue un maravilloso acto de fe respondido por el equipo.
En ese reparto del empleo sobre lo que no importa le llegó el turno a Courtois y a algunos de los que figuran a la cola: Ceballos, Llorente y Mariano, fundamentalmente. Quizá, con Bale, los tres más cercanos a la puerta de salida. Convenientemente mezclados con los titulares, demostraron estar tan a ras de suelo como todos los demás. El Madrid necesita urgentemente un verano que le ayude a olvidar.
El partido, en cualquier caso, fue de una especie diferente al que el Madrid jugó en Getafe el jueves. Ya se sabe que a Paco Jémez le gusta hacerse el valiente, aunque eso le convierta en previsible. Ha talibanizado tanto la salida de la pelota jugada desde atrás que es costumbre de sus adversarios irle a buscar a las barbas de su portero y meterle en un lío. Pero a este Madrid no le aprieta el hambre. Hace demasiado tiempo que perdió el wifi de esta Liga y esa presión le duró diez minutos. Los suficientes para crear dos ocasiones, de Marcelo y Mariano, y desaparecer de la escena, hecho por otra parte habitual.
Un penalti de VAR
Así, la necesidad del Rayo cayó sobre el equipo de Zidane. Ha quedado la sensación durante todo el curso de que produce más de lo que recibe. El fútbol no siempre premia las buenas intenciones. Pero esta vez se movió bien de lado a lado, se apoyó mucho en Pozo, de largo su futbolista de más calidad, y se alargó mucho por la banda de Álex Moreno. Eso, el escaqueo severo del Madrid y el VAR le pusieron en ventaja. Pudo ser la mayor controversia del curso. No vio González Fuertes un agarrón de Vallejo a Javi Guerra y en la contra, Bale tuvo un mano a mano errado ante Alberto. Después llegó la revisión y el penalti en diferido. Así se pasó del posible 0-1 al 1-0, más que justo. Courtois ya le había sacado a Pozo dos disparos antes y el Rayo había sobrevivido sin pánico a la defensa exageradamente adelantada propuesta por Paco Jémez.
El gol no encerró al Rayo, peligro recurrente, y tampoco provocó un ataque de vergüenza en el Madrid. La consecuencia fue la salida de Ceballos, que no defendió su continuidad, y la entrada de Brahim, que con una carrera por hacer trae el entusiasmo que le falta a la mayoría.
El Madrid ocupó más terreno rayista pero a espaldas del gol, más allá de dos disparos de Bale sin demasiada ciencia parados por Alberto. Al Rayo se le habían ido ya para entonces las fuerzas para estar en los dos lados del campo y se acostó sobre su área, con alguna galopada de Bebé, un futbolista con mejor físico que conocimiento del juego. En cualquier caso, Paco Jémez consiguió que nada sucediera en la recta final y que su equipo acabará en condición de salvable. Y el Madrid se fue a la cama clasificado matemáticamente para la Champions pero a 18 puntos del Barça campeón, asunto que hace tiempo no le quita el sueño más que a Zidane.
Luis Nieto
As
Hay temporadas en que es mejor no salir de casa. Lo piensa el Madrid y empieza a pensarlo Zidane, que no ha conseguido que el equipo gane fuera, ni que limpie su reputación. Al menos esta vez, en noche electoral, le pilló al país mirando a otro lado, hecho que el Madrid agradece. Dejó en Vallecas tan poca huella como en Getafe, un resultado peor y ningún futbolista al alza. Al Rayo, colista, sin su monogoleador (Raúl de Tomás), le bastaron el estado de necesidad, una estrategia atrevida y un gol de penalti para colgarse del clavo ardiendo y llegar con vida a las tres últimas jornadas, en las que le esperan tres rivales directos (Levante, Valladolid y Celta). El lleno de Vallecas fue un maravilloso acto de fe respondido por el equipo.
En ese reparto del empleo sobre lo que no importa le llegó el turno a Courtois y a algunos de los que figuran a la cola: Ceballos, Llorente y Mariano, fundamentalmente. Quizá, con Bale, los tres más cercanos a la puerta de salida. Convenientemente mezclados con los titulares, demostraron estar tan a ras de suelo como todos los demás. El Madrid necesita urgentemente un verano que le ayude a olvidar.
El partido, en cualquier caso, fue de una especie diferente al que el Madrid jugó en Getafe el jueves. Ya se sabe que a Paco Jémez le gusta hacerse el valiente, aunque eso le convierta en previsible. Ha talibanizado tanto la salida de la pelota jugada desde atrás que es costumbre de sus adversarios irle a buscar a las barbas de su portero y meterle en un lío. Pero a este Madrid no le aprieta el hambre. Hace demasiado tiempo que perdió el wifi de esta Liga y esa presión le duró diez minutos. Los suficientes para crear dos ocasiones, de Marcelo y Mariano, y desaparecer de la escena, hecho por otra parte habitual.
Un penalti de VAR
Así, la necesidad del Rayo cayó sobre el equipo de Zidane. Ha quedado la sensación durante todo el curso de que produce más de lo que recibe. El fútbol no siempre premia las buenas intenciones. Pero esta vez se movió bien de lado a lado, se apoyó mucho en Pozo, de largo su futbolista de más calidad, y se alargó mucho por la banda de Álex Moreno. Eso, el escaqueo severo del Madrid y el VAR le pusieron en ventaja. Pudo ser la mayor controversia del curso. No vio González Fuertes un agarrón de Vallejo a Javi Guerra y en la contra, Bale tuvo un mano a mano errado ante Alberto. Después llegó la revisión y el penalti en diferido. Así se pasó del posible 0-1 al 1-0, más que justo. Courtois ya le había sacado a Pozo dos disparos antes y el Rayo había sobrevivido sin pánico a la defensa exageradamente adelantada propuesta por Paco Jémez.
El gol no encerró al Rayo, peligro recurrente, y tampoco provocó un ataque de vergüenza en el Madrid. La consecuencia fue la salida de Ceballos, que no defendió su continuidad, y la entrada de Brahim, que con una carrera por hacer trae el entusiasmo que le falta a la mayoría.
El Madrid ocupó más terreno rayista pero a espaldas del gol, más allá de dos disparos de Bale sin demasiada ciencia parados por Alberto. Al Rayo se le habían ido ya para entonces las fuerzas para estar en los dos lados del campo y se acostó sobre su área, con alguna galopada de Bebé, un futbolista con mejor físico que conocimiento del juego. En cualquier caso, Paco Jémez consiguió que nada sucediera en la recta final y que su equipo acabará en condición de salvable. Y el Madrid se fue a la cama clasificado matemáticamente para la Champions pero a 18 puntos del Barça campeón, asunto que hace tiempo no le quita el sueño más que a Zidane.