Correa aplaza el alirón
El equipo rojiblanco, bajo un diluvio, hizo los deberes y ganó al Valencia, con goles de Morata, Griezmann y Correa. Gameiro y Parejo empataron por dos veces. El Barça aún no es campeón.
Patricia Cazón
As
Deberá esperar el alirón del Barça. Un Barça muy pendiente en la tele de un partido esta tarde, el que podía hacerle campeón sin moverse del salón. Saltó un Marcelino centenario en el Wanda Metropolitano al frente del Valencia del centenario, sin Cheryshev, su rodilla rota, ubicó a Guedes en la izquierda y dos delanteros arriba, Gameiro y Mina, sin experimentos. Era el equipo que más se jugaba en esta tarde de canción de Quique González, tarde de perros, fría, llluviosa y desapacible, ante una grada llena de paraguas y huecos allá donde caía agua, ante 43.531 valientes.
Marcelino le regaló al Atlético el balón de inicio, obligándole a llevar el control mientras sus hombres esperaban su oportunidad agazapados en su propio campo detrás de una barraca, un tren y una autobús. Pero salieron los rojiblancos como si todavía se jugaran LaLiga y el Barça no esté enfriando ya el cava para la celebración. El pundonor es el primer mandamiento del testamento cholista. La referencia era Lemar, que abría el camino con su regate, el puñal lo portaba Morata en la bota. En el minuto 8 hacía bailar al Wanda Metropolitano bajo la lluvia y la banda sonora del gol.
Porque Morata es un jugador-bendición para cualquier centro, dando en cada partido una master-class de movimientos. Le buscaba Koke, le encontró Juanfran, que recorrió la banda con su antigua piel de interior. En el segundo palo apareció Morata para rematarlo con la puntera, superando a Garay. Todo había comenzado en Lemar, en una apertura a Juanfran, un Lemar que hacía poesía de 70 millones bajo la lluvia.
Seguía el Atleti con el mando, con Juanfran y Lemar muy abiertos y llegando mucho, con circulación y transiciones rápidas. El francés le hacía rotos a Wass cada vez que encaraba. Tardó el Valencia en asimilar el golpe. Un Valencia sin Rodrigo, sancionado, que en los primeros minutos fue sólo Diakhaby dejándose caer en el área ante Godín pidiendo penalti (sólo fue en su cabeza). El mismo Valencia que cuando dio la réplica fue para subirla al marcador.
Se había ido diluyendo la amenaza rojiblanca, tenía el Atleti el balón pero se le habían secado las ocasiones, y Marcelino se dejó de barracas, trenes y autobuses y se fue a por el partido. Parejo y Guedes dieron un paso adelante, subió el Valencia la presión. Avisó primero Guedes, con una contra que llenó el aire del área de Oblak de presagios. Los firmaron entre Gameiro y Mina en la jugada siguiente.
Porque marcar marcó el primero, que no celebró, pero la medalla que brille en el pecho del segundo. En dos movimientos y un sombrero quebró a Rodrigo y a Godín y, en medio del fragor del corazón del área, tuvo pausa y temple. Decidió no tirar sino regalarle el balón a Gameiro para que lo estampara en la red de Oblak. Ayer no le faltó un dedo ni le sobró bota cuando pateó, como le pasó tantas veces en el Atleti. El descanso llegó justo después de un cabezazo de Santi Mina que se fuera entre un puñado de uys.
Gol de Griezmann
Tras las charlas del descanso y un caldo para entrar en calor regresó el partido donde había comenzando: gravitando alrededor de Lemar. Un Lemar que pedía más protagonismo. Encaraba, templaba, se asociaba con Morata, Koke y Griezmann. Así llegó el 2-1. Tras una jugada colectiva y un gol de cabeza de Griezmann, que se comió a Gayà. Lolololo cantaba la grada, la lluvia había dejado de mojar.
Se fue Guedes (enfadado) y Oblak le hizo su paradón de cada partido a Carlos Soler. Se fue Filipe (ovacionado) y Neto desbarató con el pecho un remate a bocajarro de Morata. Se venía un chaparrón de goles. Primero una mano de Saúl ante un remate de Gameiro el árbitro la castigó con penalti tras consultar la pantalla del VAR la llevó al marcador Parejo. Le duraría poco la sonrisa en la boca a Marcelino.
Se la arrancó el trueno que el Cholo tiene en su banquillo guardado como carta maestra. Ángel Correa, que salió como un rayo y disparó una sublime rosca desde media distancia para inventarse un golazo. El cava en el Camp Nou seguirá enfriando unos días. El alirón tendrá que esperar. El mejor Lemar ya no.
Patricia Cazón
As
Deberá esperar el alirón del Barça. Un Barça muy pendiente en la tele de un partido esta tarde, el que podía hacerle campeón sin moverse del salón. Saltó un Marcelino centenario en el Wanda Metropolitano al frente del Valencia del centenario, sin Cheryshev, su rodilla rota, ubicó a Guedes en la izquierda y dos delanteros arriba, Gameiro y Mina, sin experimentos. Era el equipo que más se jugaba en esta tarde de canción de Quique González, tarde de perros, fría, llluviosa y desapacible, ante una grada llena de paraguas y huecos allá donde caía agua, ante 43.531 valientes.
Marcelino le regaló al Atlético el balón de inicio, obligándole a llevar el control mientras sus hombres esperaban su oportunidad agazapados en su propio campo detrás de una barraca, un tren y una autobús. Pero salieron los rojiblancos como si todavía se jugaran LaLiga y el Barça no esté enfriando ya el cava para la celebración. El pundonor es el primer mandamiento del testamento cholista. La referencia era Lemar, que abría el camino con su regate, el puñal lo portaba Morata en la bota. En el minuto 8 hacía bailar al Wanda Metropolitano bajo la lluvia y la banda sonora del gol.
Porque Morata es un jugador-bendición para cualquier centro, dando en cada partido una master-class de movimientos. Le buscaba Koke, le encontró Juanfran, que recorrió la banda con su antigua piel de interior. En el segundo palo apareció Morata para rematarlo con la puntera, superando a Garay. Todo había comenzado en Lemar, en una apertura a Juanfran, un Lemar que hacía poesía de 70 millones bajo la lluvia.
Seguía el Atleti con el mando, con Juanfran y Lemar muy abiertos y llegando mucho, con circulación y transiciones rápidas. El francés le hacía rotos a Wass cada vez que encaraba. Tardó el Valencia en asimilar el golpe. Un Valencia sin Rodrigo, sancionado, que en los primeros minutos fue sólo Diakhaby dejándose caer en el área ante Godín pidiendo penalti (sólo fue en su cabeza). El mismo Valencia que cuando dio la réplica fue para subirla al marcador.
Se había ido diluyendo la amenaza rojiblanca, tenía el Atleti el balón pero se le habían secado las ocasiones, y Marcelino se dejó de barracas, trenes y autobuses y se fue a por el partido. Parejo y Guedes dieron un paso adelante, subió el Valencia la presión. Avisó primero Guedes, con una contra que llenó el aire del área de Oblak de presagios. Los firmaron entre Gameiro y Mina en la jugada siguiente.
Porque marcar marcó el primero, que no celebró, pero la medalla que brille en el pecho del segundo. En dos movimientos y un sombrero quebró a Rodrigo y a Godín y, en medio del fragor del corazón del área, tuvo pausa y temple. Decidió no tirar sino regalarle el balón a Gameiro para que lo estampara en la red de Oblak. Ayer no le faltó un dedo ni le sobró bota cuando pateó, como le pasó tantas veces en el Atleti. El descanso llegó justo después de un cabezazo de Santi Mina que se fuera entre un puñado de uys.
Gol de Griezmann
Tras las charlas del descanso y un caldo para entrar en calor regresó el partido donde había comenzando: gravitando alrededor de Lemar. Un Lemar que pedía más protagonismo. Encaraba, templaba, se asociaba con Morata, Koke y Griezmann. Así llegó el 2-1. Tras una jugada colectiva y un gol de cabeza de Griezmann, que se comió a Gayà. Lolololo cantaba la grada, la lluvia había dejado de mojar.
Se fue Guedes (enfadado) y Oblak le hizo su paradón de cada partido a Carlos Soler. Se fue Filipe (ovacionado) y Neto desbarató con el pecho un remate a bocajarro de Morata. Se venía un chaparrón de goles. Primero una mano de Saúl ante un remate de Gameiro el árbitro la castigó con penalti tras consultar la pantalla del VAR la llevó al marcador Parejo. Le duraría poco la sonrisa en la boca a Marcelino.
Se la arrancó el trueno que el Cholo tiene en su banquillo guardado como carta maestra. Ángel Correa, que salió como un rayo y disparó una sublime rosca desde media distancia para inventarse un golazo. El cava en el Camp Nou seguirá enfriando unos días. El alirón tendrá que esperar. El mejor Lemar ya no.