Soñar el futuro: Philip K. Dick, arquitecto de la distopía que ya empezamos a vivir

Hoy se cumple un nuevo aniversario de la muerte del gran narrador de la ciencia ficción y reaparecen las preguntas: ¿Por qué este autor —“el Borges norteamericano”, según Ursula K. LeGuin—, fallecido en 1982, interpela tanto nuestro presente? ¿Cómo es que su literatura se ha convertido en un visor para mirar hacia los futuros indeseables? Opinan cuatro escritores que lo han leído con suma atención

Luciano Sáliche
lsaliche@infobae.com
Cinco días antes de morir, el cerebro de Philip K. Dick se apagó. Un derrame cerebral lo dejó inconsciente en su casa y luego, ya internado en el hospital, un nuevo derrame le provocó lo irreversible, muerte cerebral. Así permaneció su cuerpo durante cinco días: el corazón latiendo y bombeando sangre, su físico en vilo, cables conectados a máquinas, una cama de metal con sábanas blancas, sus familiares rezando alrededor. Finalmente decidieron desconectarlo. Murió un día como hoy pero de 1982, el 2 de marzo. Su cuerpo fue cremado y las cenizas enterradas en el cementerio de Colorado junto al de su hermana gemela, que murió a las cinco semanas de vida. Philip K. Dick tenía 53 años.


No, no era un escritor bestseller. Escribía para subsistir en revistas y, si bien tenía sus lectores —entre ellos Robert A. Heinlein y Stanisław Lem—, nunca logró la masividad. Aunque hay que decir que superó los límites de la categoría de culto. Sí era un narrador voraz. Escribió más de treinta novelas y más de ciento veinte cuentos. Una obsesión literaria descomunal lo dominaba y a ella respondía. La ciencia ficción fue su terreno y a través de sus historias logró plasmar miedos e inquietudes, ideas y expectativas, además de hacer de la literatura una mirilla para echar un vistazo hacia todo eso que nadie querer ver: los no siempre deseados mundos posibles.

"Una deliciosa y sutil descarga eléctrica, activada por la alarma automática del climatizador del ánimo, situado junto a la cama, despertó a Rick Deckard". Así comienza su obra más conocida, fundamentalmente por haber sido llevada al cine en 1982 por Ridley Scott con el título de Blade Runner. Sin embargo, el libro se escribió en 1968 y su nombre es mucho más bello: ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? En esta novela se aprecia muy bien el universo dickeano: máquinas inteligentes, humanos deshumanizados, poder, opresión, sensibilidad y "esa fuerza distópica que es el tiempo".

Guerrillero de la ciencia ficción

"Lo que lo vuelve a Philip K. Dick un escritor tan singular es su tremenda originalidad y la fuerza simbólica de sus historias. Representan nuestro inconsciente", le dice a Infobae Cultura la periodista y escritora española Rosa Montero, autora de una saga que podríamos calificar de dickeana, que tiene como protagonista a la detective Bruna Husky y cuyo nuevo título, Los tiempos del odio, acaba de publicar Seix Barral. "Es uno de esos escritores únicos capaces de atrapar nuestro inconsciente colectivo", agrega.

Sebastián Robles no es sólo un escritor interesado en Dick. Ha dado talleres de su obra y es un lector atento y detallista. "Como a todos los grandes escritores —le dice ahora a Infobae Cultura—, a Dick se lo puede encarar de muchas maneras. A mí, en particular, me interesa el trabajo que realiza sobre una tradición literaria específica, que es la ciencia ficción norteamericana de la edad de oro, entre los años 30 y 40. Entonces, para hablar de él, conviene recordar algunas características de este género literario: su pretensión cientificista, su obsesión con algunos tópicos como los extraterrestres, los mutantes, los robots, la entropía, las máquinas del tiempo y los viajes espaciales, su confianza en el futuro y en la tecnología como herramienta emancipadora del ser humano. Dick se nutre de todo eso y lo lleva a otro nivel."

"A diferencia de los grandes escritores de la edad de oro (Heinlein, Clarke, Asimov), él no tiene ninguna formación científica, ni tampoco le interesa tenerla. Su materia prima literaria no es tanto la ciencia y la tecnología, sino las revistas pulp que leyó en su adolescencia, a las que se suma la formación ecléctica que adquirió cuando tomaba clases en la Universidad de Berkeley, un cóctel de marxismo, psicoanálisis y filosofía griega. Igual que otros escritores de su época (Ballard, Aldiss), Dick escribe en un momento en que la propia definición de 'ciencia' estaba en transformación", agrega este narrador argentino, autor de la novela Los años felices y el libro de cuentos Las redes invisibles.

"Quizás motivado por la urgencia económica —continúa—, que lo impulsaba a escribir mucho y a publicar sus cuentos en revistas, nadie respetó tanto como él los parámetros de la vieja ciencia ficción. No apela a ningún elemento externo para subvertirlos. Se infiltra como un guerrillero y los dinamita desde adentro. Donde Asimov y otros se esforzaban para elaborar extraterrestres verosímiles, él ponía hombrecitos verdes. Donde Heinlein forzaba los límites de la ciencia para generar un relato verosímil sobre viajes en el tiempo, él introducía la psicosis, la paranoia, los recuerdos implantados. Como a Ballard, el espacio exterior le importa poco. El universo donde se desplazan sus personajes es la interioridad humana."

La vida es un GIF

"Creo que la literatura de Dick trabaja sobre la idea de lo que Mark Fisher definió como 'fragilidad ontológica', es decir, una realidad donde el olvido se convierte en estrategia de supervivencia y adaptación". El que habla es Juan Mattio, autor de la novela Tres veces luz, otro gran lector de Dick. "La realidad se actualiza como si fuera una app, sufre mejoramientos, recortes, amplificaciones. Las pantallas son dispositivos de mediación entre nuestras subjetividades y lo real. Eso está en casi todas sus novelas, desde La penúltima verdad hasta ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Lo que se ve, 'lo manifiesto' podríamos decir, siempre tiene doble fondo y está digitado desde pequeños grupos de poder", agrega.

Para Juanjo Conti —ingeniero en sistemas y escritor: su último libro es La carne de los dioses y en los próximos días saldrá su novela Las lagunas— Dick "no se encarriló en la llamada edad dorada de la ciencia ficción, en esa visión optimista de la ciencia y la tecnología que sí tenía Asimov. Era un ser roto (su gemela murió a las cinco semanas de vida y esto lo marcó) y es probable que por eso su percepción del mundo haya sido más desconfiada que apacible, más impaciente que expectante. Y dado que la percepción es el cristal a través del cual un escritor mira para construir su propio mundo, en sus cuentos y novelas, logra interpelarnos y sorprendernos".
Philip K. Dick
Philip K. Dick

Además, continúa Conti, "él decía que la buena ciencia ficción (y podemos extrapolarlo a la buena literatura) tenía que estimular la mente del lector y abrirla a posibilidades que hasta ese entonces no había imaginado. Lograr una colaboración entre el lector y el escritor en la que ambos puedan crear y disfrutar haciéndolo. El placer, remarcaba, es un componente esencial". Por su parte, Mattio agrega que "Dick capta muy bien nuestra percepción temporal. La temporalidad del loop o GIF donde un día se parece a otro y a otro y a otro. Nada nuevo es posible hasta que se fisura el mecanismo del poder."

Disparos a nuestra contemporaneidad

Pero ¿qué hay en su literatura que interpela tanto a nuestro presente? ¿Cómo logró predecir la dominación tecnología de nuestra coyuntura este autor que, en palabras de Ursula K. LeGuin, era el "Borges norteamericano" y escribía en una época donde acaba de inventarse la televisión a color?

"No creo que la actualidad de Dick esté en los dispositivos tecnológicos que imaginó —asegura Juan Mattio—. La ciencia ficción suele leerse como una literatura de anticipación futurista y considero que eso es un error. No es importante si la humanidad llegó o no a colonizar Marte. El carácter dickeano de nuestras realidades está dado por las fake news y la posverdad. Por esa sospecha de que el poder nos oculta algo aunque no sepamos qué. Y también en los rumores, las versiones, las intrigas. La circulación de esos materiales me parece un elemento con el que el imaginario de Dick se lleva muy bien. Pero, al mismo tiempo, creo que algunas líneas de fuga a este presente agobiante pueden articularse con ideas de Dick. Podríamos pensar, por ejemplo, en el lugar central que tiene la empatía en el proyecto de subjetividad posthumanista de Rosi Braidotti y ahí también está presente lo que podríamos llamar la filosofía de Dick. Una conexión con todo lo viviente, que es una forma de contrarrestar la sensación de vulnerabilidad."

“El espacio exterior le importa poco. El universo donde se desplazan sus personajes es la interioridad humana” (Sebastián Robles)

"Philip K. Dick escribió mucho (sus obras reunidas alcanzan el millón de palabras) en poco tiempo. Escribía para vivir (y no en el sentido poético de la frase) y produjo con el apremio de quien necesita pagar las cuentas. Según la crítica, esto provocó que su obra sea irregular. Yo aventuro otra consecuencia: ese estado de alerta permanente que emanan sus textos logra una particular empatía con el escritor argentino promedio que hace malabares entre dos o tres trabajos para labrar su obra", dice Juanjo Conti, y luego agrega: "Sus preguntas, ¿qué es la realidad y cómo la percibimos?, cobran especial relevancia hoy en día, con internet, esa capa pegajosa que lo cubre todo y muchos sienten que se interpone entre nosotros y las demás personas, entre nosotros y las experiencias, entre nuestras ideas y nuestros actos. Spoiler alert: el final de esta cadena de pensamientos es dickeano: internet es la realidad."

Para Sebastián Robles, "a esta altura, ya es un lugar común señalar que Dick es un precursor en la elaboración de realidades virtuales, lo cual remite directamente a los paraísos artificiales generados por la tecnología. Es, también, un poeta de la paranoia y de esa idea (heredada de los presocráticos) de que la realidad se esconde detrás de un velo que la literatura puede ayudar a correr. Sin embargo, hay otra dimensión que no se menciona tanto y que últimamente me interesa más. Tiene que ver con su indagación en las características propias de lo humano, entre las cuales él destaca a la empatía, es decir, la capacidad de ponerse en lugar del otro. Pienso que este factor, que en Dick resulta determinante para distinguir a los androides de los seres humanos, es también una cualidad propia de la creación literaria, cuando es auténtica, pero también de la convivencia en el mundo de las redes, donde cada vez nos volvemos un poco más inhumanos."

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