Morata vale por dos
Dio el triunfo al Atlético en Anoeta, pese a acabar con diez por la roja a Koke, y confirma al equipo de Simeone como él único candidato a discutirle LaLiga al Barça.
Patricia Cazón
As
Había algo que siempre se repetía en aquel Atleti que ganó LaLiga en 2014. Koke encontraba a Costa y Costa hacía el gol. La constante. Como Penny para Desmond en Perdidos. Ayer Costa era Morata. Y le bastaron cuatro minutos para demostrarlo en Anoeta. Después, mucho después, su botín lo guardarían entre Godín, Giménez y Oblak.
Había comenzado la Real el partido teniendo el balón con un peligro: el empeño de sacarlo jugado desde la misma bota de Rulli. Simeone adelantó la línea de presión con la intención del robo pero sería Oyarzabal quien, al cuarto de hora, terminaría con los minutos de tanteo. Primero se quitó de encima a Godín como si fuera pelusa y después disparó raso desde la frontal, obligando a la primera parada de la tarde, don Jan. El Atlético olió el peligro y no tuvo miedo: contestó lanzándose sobre la portería de Rulli. Guiaría Koke.
Un Koke libre de marca. Un Koke centro de gravedad, en uno de esos días tocado con varita. Cuando Morata hacía el desmarque, en la bota Koke ya le había puesto el balón. La primera vez faltó un pelo para el gol. Se hicieron un lío Rulli y Llorente, tuyo-mío, y Morata casi se les cuela por ahí. La segunda vez fue al minuto y obligó a Rulli al paradón: Koke centró para el remate a bocajarro de Morata. Era el 18’ y en el área de Rulli ya se olisqueaba la sangre. Morata se lanzaría sobre ella de cabeza.
En otro homenaje al 2014, llegaría en un córner, cuatro minutos después de que Willian José se fuese lesionado. Lo lanzó Lemar desde la izquierda, peinó Godín con la chepa y Theo, que estaba con Morata, se dedicó a perseguir musarañas. Pecado mortal. Morata cabeceó solo-solísimo. Gol. Si a LaLiga le queda un hilo el Atleti se aferró a él en Anoeta. Cuatro minutos después, se deslizaba sobre su hierba haciendo el arquero. Fue niño del Calderón: sabe bien cuáles son los símbolos.
Y de nuevo por el balón parado. Koke y la constante: buscó la cabeza de Morata al botar una falta y Theo defendió otra vez sólo de pensamiento. Gol. Seis partidos y 34 días después de haber llegado, Morata ya es el segundo goleador rojiblanco en Liga. Y el mejor fichaje del Atleti en tiempo. Tras tanto fiasco, los Jackson, Gameiro, Vietto. Con todo el gol que al Madrid le falta. Simeone sonreía, puños al aire, mientras a Imanol el partido se le escapaba como el agua entre los dedos.
En el descanso, Simeone se vio obligado a hacer un cambio por lesión, como antes Imanol. El parte médico de todos los partidos: Filipe, molestias. Arias saltaba al campo y Juanfran se iba al lateral izquierdo. El Atleti se olvidaba del fútbol y se dedicada a bailar La Yenka, izquierda izquierda derecha derecha/adelante detrás un dos tres, mientras Sandro se pedía focos, balón y ocasiones. Se había convertido el área de Oblak en la Puerta del Sol en Nochevieja, llena de gente, cuando Lemar perdía un balón y Simeone primero daba un grito para después actuar en consecuencia: éste fuera, Thomas dentro.
Tres minutos después, Koke vería la amarilla por pisar a Zaldua y González González se llevaba la mano al bolsillo: era la segunda, roja. Ensombrecía su partido una autoexpulsión. Los minutos que siguieron fueron un asedio de balones colgados, centros laterales y córners que sobrevolaban el área de Oblak silbando como bombas. Pero si Imanol sacaba del banquillo más pólvora (Juanmi), Simeone tenía chaleco antibalas de doble capa: Giménez-Godín. Sólo Merino llegaría a probar de verdad los guantes de Oblak. Es como lo de los partes, faltaba su parada milagro de cada partido y llegaría aquí, para atajar un cabezazo del txuri-urdin.
Caía sobre Anoeta la primera derrota de Imanol como la tarde poco después de que Sandro, sí Sandro, cortara a Arias cuando desenfundaba la pierna casi solo ante Rulli (para disparar horrible). El Barça escapa, pero ahí sigue el Atleti, tenaz, para no dejar que se vaya muy lejos. O no del todo. Como en 2014.
Patricia Cazón
As
Había algo que siempre se repetía en aquel Atleti que ganó LaLiga en 2014. Koke encontraba a Costa y Costa hacía el gol. La constante. Como Penny para Desmond en Perdidos. Ayer Costa era Morata. Y le bastaron cuatro minutos para demostrarlo en Anoeta. Después, mucho después, su botín lo guardarían entre Godín, Giménez y Oblak.
Había comenzado la Real el partido teniendo el balón con un peligro: el empeño de sacarlo jugado desde la misma bota de Rulli. Simeone adelantó la línea de presión con la intención del robo pero sería Oyarzabal quien, al cuarto de hora, terminaría con los minutos de tanteo. Primero se quitó de encima a Godín como si fuera pelusa y después disparó raso desde la frontal, obligando a la primera parada de la tarde, don Jan. El Atlético olió el peligro y no tuvo miedo: contestó lanzándose sobre la portería de Rulli. Guiaría Koke.
Un Koke libre de marca. Un Koke centro de gravedad, en uno de esos días tocado con varita. Cuando Morata hacía el desmarque, en la bota Koke ya le había puesto el balón. La primera vez faltó un pelo para el gol. Se hicieron un lío Rulli y Llorente, tuyo-mío, y Morata casi se les cuela por ahí. La segunda vez fue al minuto y obligó a Rulli al paradón: Koke centró para el remate a bocajarro de Morata. Era el 18’ y en el área de Rulli ya se olisqueaba la sangre. Morata se lanzaría sobre ella de cabeza.
En otro homenaje al 2014, llegaría en un córner, cuatro minutos después de que Willian José se fuese lesionado. Lo lanzó Lemar desde la izquierda, peinó Godín con la chepa y Theo, que estaba con Morata, se dedicó a perseguir musarañas. Pecado mortal. Morata cabeceó solo-solísimo. Gol. Si a LaLiga le queda un hilo el Atleti se aferró a él en Anoeta. Cuatro minutos después, se deslizaba sobre su hierba haciendo el arquero. Fue niño del Calderón: sabe bien cuáles son los símbolos.
Y de nuevo por el balón parado. Koke y la constante: buscó la cabeza de Morata al botar una falta y Theo defendió otra vez sólo de pensamiento. Gol. Seis partidos y 34 días después de haber llegado, Morata ya es el segundo goleador rojiblanco en Liga. Y el mejor fichaje del Atleti en tiempo. Tras tanto fiasco, los Jackson, Gameiro, Vietto. Con todo el gol que al Madrid le falta. Simeone sonreía, puños al aire, mientras a Imanol el partido se le escapaba como el agua entre los dedos.
En el descanso, Simeone se vio obligado a hacer un cambio por lesión, como antes Imanol. El parte médico de todos los partidos: Filipe, molestias. Arias saltaba al campo y Juanfran se iba al lateral izquierdo. El Atleti se olvidaba del fútbol y se dedicada a bailar La Yenka, izquierda izquierda derecha derecha/adelante detrás un dos tres, mientras Sandro se pedía focos, balón y ocasiones. Se había convertido el área de Oblak en la Puerta del Sol en Nochevieja, llena de gente, cuando Lemar perdía un balón y Simeone primero daba un grito para después actuar en consecuencia: éste fuera, Thomas dentro.
Tres minutos después, Koke vería la amarilla por pisar a Zaldua y González González se llevaba la mano al bolsillo: era la segunda, roja. Ensombrecía su partido una autoexpulsión. Los minutos que siguieron fueron un asedio de balones colgados, centros laterales y córners que sobrevolaban el área de Oblak silbando como bombas. Pero si Imanol sacaba del banquillo más pólvora (Juanmi), Simeone tenía chaleco antibalas de doble capa: Giménez-Godín. Sólo Merino llegaría a probar de verdad los guantes de Oblak. Es como lo de los partes, faltaba su parada milagro de cada partido y llegaría aquí, para atajar un cabezazo del txuri-urdin.
Caía sobre Anoeta la primera derrota de Imanol como la tarde poco después de que Sandro, sí Sandro, cortara a Arias cuando desenfundaba la pierna casi solo ante Rulli (para disparar horrible). El Barça escapa, pero ahí sigue el Atleti, tenaz, para no dejar que se vaya muy lejos. O no del todo. Como en 2014.