La incoherencia se adueña del Madrid
El prestigio de la Copa de Europa no es un salvoconducto para desdeñar, tapar y olvidar los repetidos fracasos del Real Madrid en la Liga
Santiago Segurola
El País
El día de su despedida como entrenador del Real Madrid, Zinedine Zidane declaró que nada le había producido más satisfacción que la conquista de la Liga 2016-17. Lo dijo delante del presidente Florentino Pérez, días después de conquistar la tercera Copa de Europa consecutiva. Con toda seguridad, Zidane apreció el tremendo valor el éxito del esfuerzo cotidiano, la consistencia y el rango futbolístico necesario para ganar la Liga más exigente del mundo.
Las palabras de Zidane vuelven a cobrar toda su importancia esta temporada, que vuelve a retirar al Madrid del combate por el título. La derrota frente al Barça le coloca a 12 puntos del líder. Es una distancia sideral que remite a la temporada anterior, clausurada con el Madrid a 18 puntos de Barcelona. La hinchada toleró el descalabro por la victoria en la Copa de Europa, éxitos que algunos sectores recalcitrantes pretenden vender como el único objetivo que interesa al Madrid. Por lo visto, Zidane no pensaba lo mismo.
Aunque Florentino presume, con razón, de los cinco títulos europeos que ha conseguido en sus 16 años como presidente, los grandes incendios del Real Madrid se han originado en la Liga, escenario de los despidos de García Remón, Wanderlei Luxemburgo, Rafa Benítez y Lopetegui, además de los breves reinados de Camacho y López Caro. En una situación parecida se encuentra ahora Santiago Solari.
El prestigio de la Copa de Europa no es un salvoconducto para desdeñar, tapar y olvidar los repetidos fracasos del Real Madrid en la Liga. En las últimas 10 temporadas, el Barça ha ganado siete campeonatos y seis ediciones de la Copa. En pocas semanas disputará su sexta final consecutiva. Tampoco le ha ido tan mal en la Liga de Campeones, a pesar de sus últimos patinazos: tres títulos en este decenio por cuatro del Real Madrid. En el único enfrentamiento entre los dos colosos se impuso el Barça, que alcanzó y ganó la final de 2011.
Si la fragancia de la Copa de Europa redimiera todos los problemas del Madrid, Florentino Pérez no habría alcanzado la presidencia del club en 2000. Su predecesor, Lorenzo Sanz, ganó una Liga y dos Copas de Europa en sus cuatro años de mandato. Es decir, una cada dos años. Sin embargo, el madridismo eligió a Florentino Pérez después de la victoria en la final de París 2000.
Impresiona el desplome del Madrid en la Liga, donde sólo ha logrado cuatro títulos en los 16 años de Florentino en la presidencia, en medio de la incoherencia que supone pasar del fulgor galáctico a la repentina fascinación por Gravesen, Diogo y Pablo García, dirigidos por López Caro. Una deriva parecida se observa hoy. La segunda era galáctica (Cristiano, Benzema, Ozil, Di María, Xabi Alonso, Modric, Bale, Kroos, James...) termina en 2014, cuando Florentino Pérez se establece como director deportivo de facto —Mourinho abandona el club en 2013 como entrenador y mánager general— y establece una ruta absolutamente opuesta a la anterior.
Se apuesta por jóvenes sin apenas trayectoria en el fútbol. El resultado es desolador. Se fue Cristiano, se apaga la llama de los veteranos —Sergio Ramos, Marcelo, Modric y Benzema superan los 30 años— y el Madrid ha perdido cinco años en detectar el relevo. Nada indica, y ahí está su escasísimo peso en las alineaciones, que Odriozola, Theo, Mariano, Brahim, Vallejo y Marcos Llorente ofrezcan garantías sucesorias. Se añade otro factor inquietante: sus predecesores generacionales, Isco y Asensio, también están bajo sospecha en el autodestructivo clima actual. Hay razones para hablar de desorientación y fracaso en las decisiones del gobierno del Real Madrid. Su triste efecto se advierte en el día a día de un equipo que ha vuelto a estrellarse en la Liga.
Santiago Segurola
El País
El día de su despedida como entrenador del Real Madrid, Zinedine Zidane declaró que nada le había producido más satisfacción que la conquista de la Liga 2016-17. Lo dijo delante del presidente Florentino Pérez, días después de conquistar la tercera Copa de Europa consecutiva. Con toda seguridad, Zidane apreció el tremendo valor el éxito del esfuerzo cotidiano, la consistencia y el rango futbolístico necesario para ganar la Liga más exigente del mundo.
Las palabras de Zidane vuelven a cobrar toda su importancia esta temporada, que vuelve a retirar al Madrid del combate por el título. La derrota frente al Barça le coloca a 12 puntos del líder. Es una distancia sideral que remite a la temporada anterior, clausurada con el Madrid a 18 puntos de Barcelona. La hinchada toleró el descalabro por la victoria en la Copa de Europa, éxitos que algunos sectores recalcitrantes pretenden vender como el único objetivo que interesa al Madrid. Por lo visto, Zidane no pensaba lo mismo.
Aunque Florentino presume, con razón, de los cinco títulos europeos que ha conseguido en sus 16 años como presidente, los grandes incendios del Real Madrid se han originado en la Liga, escenario de los despidos de García Remón, Wanderlei Luxemburgo, Rafa Benítez y Lopetegui, además de los breves reinados de Camacho y López Caro. En una situación parecida se encuentra ahora Santiago Solari.
El prestigio de la Copa de Europa no es un salvoconducto para desdeñar, tapar y olvidar los repetidos fracasos del Real Madrid en la Liga. En las últimas 10 temporadas, el Barça ha ganado siete campeonatos y seis ediciones de la Copa. En pocas semanas disputará su sexta final consecutiva. Tampoco le ha ido tan mal en la Liga de Campeones, a pesar de sus últimos patinazos: tres títulos en este decenio por cuatro del Real Madrid. En el único enfrentamiento entre los dos colosos se impuso el Barça, que alcanzó y ganó la final de 2011.
Si la fragancia de la Copa de Europa redimiera todos los problemas del Madrid, Florentino Pérez no habría alcanzado la presidencia del club en 2000. Su predecesor, Lorenzo Sanz, ganó una Liga y dos Copas de Europa en sus cuatro años de mandato. Es decir, una cada dos años. Sin embargo, el madridismo eligió a Florentino Pérez después de la victoria en la final de París 2000.
Impresiona el desplome del Madrid en la Liga, donde sólo ha logrado cuatro títulos en los 16 años de Florentino en la presidencia, en medio de la incoherencia que supone pasar del fulgor galáctico a la repentina fascinación por Gravesen, Diogo y Pablo García, dirigidos por López Caro. Una deriva parecida se observa hoy. La segunda era galáctica (Cristiano, Benzema, Ozil, Di María, Xabi Alonso, Modric, Bale, Kroos, James...) termina en 2014, cuando Florentino Pérez se establece como director deportivo de facto —Mourinho abandona el club en 2013 como entrenador y mánager general— y establece una ruta absolutamente opuesta a la anterior.
Se apuesta por jóvenes sin apenas trayectoria en el fútbol. El resultado es desolador. Se fue Cristiano, se apaga la llama de los veteranos —Sergio Ramos, Marcelo, Modric y Benzema superan los 30 años— y el Madrid ha perdido cinco años en detectar el relevo. Nada indica, y ahí está su escasísimo peso en las alineaciones, que Odriozola, Theo, Mariano, Brahim, Vallejo y Marcos Llorente ofrezcan garantías sucesorias. Se añade otro factor inquietante: sus predecesores generacionales, Isco y Asensio, también están bajo sospecha en el autodestructivo clima actual. Hay razones para hablar de desorientación y fracaso en las decisiones del gobierno del Real Madrid. Su triste efecto se advierte en el día a día de un equipo que ha vuelto a estrellarse en la Liga.