El Madrid golea sin querer

Aprovechó, con oficio, un rosario de desdichas del Valladolid: un penalti fallado, dos goles anulados y un remate al palo. Benzema remolcó al Madrid.


Luis Nieto
As
El Madrid se siente ya en el andén de la gran purga y como tal se comporta. Incluso ganando, como en Zorrilla, donde dejó más goles que razones y a un gran Benzema. De salida le asomaron todas sus cicatrices: falta de empeño, caída de moral, desatenciones varias. Y eso sin Marcelo ni Isco, principales acusados en la apertura de este juicio. Un gol que pareció un accidente le metió en el partido y a él se agarró. El Valladolid fue un depósito de infortunio: falló un penalti, el VAR (Hernández Hernández) le anuló un gol y Gil Manzano otro, el palo le quitó un tercero y su portero regaló uno crucial... No pudo ser y, además, fue imposible.



En 18 minutos, el Madrid había hecho un penalti, puesto en órbita por Alcaraz, y al Valladolid le habían anulado dos goles por fueras de juego de palmo y medio. Aquello le sucedía al equipo de Solari en casa de un grupo que había metido 20 goles en 26 partidos, que ya es pasar hambre. Esa es la crónica de situación del equipo de Solari, jibarizado por la falta de objetivos, por las bajas, por la caída de tensión y de ánimo, por los episodios de indisciplina, por el malestar general. Un equipo inconsciente de que aún hay un trecho entre el fracaso y la hecatombe.

El Valladolid tuvo siempre un alto sentido del deber. Abrió el campo con Keko y Óscar Plano, apretó en cada disputa, se fortaleció por el centro con Michel y Alcaraz, mandó el mensaje de que por honradez no iba a quedar. El partido fue suyo en el arranque. También el infortunio. Alcaraz falló lastimosamente un penalti cometido por Odriozola, blandísimo en su marcajes. Cero de cinco lleva en penas máximas el equipo pucelano. Un horror.

Luego marcó dos goles que pasados por el VAR resultaron ilegales en su grado mínimo. Llegaron desde las dos bandas para mostrar que el Madrid era un desastre perfectamente simétrico. Solari gesticuló, llamó a consultas a Kroos, que anda en servicios mínimos (se justifica tirando córneres y faltas), todo en su condición de entrenador zombi. No le sirvió. A la cuarta marcó Anuar, que andaba en blanco, a pase de Sergi Guardiola, premio a la desgracia.

El gol que lo cambió todo

La desgana resultó selectiva. Modric, Odriozola, Reguilón y Benzema fueron los más patrióticos. Kroos, el más desapegado. Todos andan mal, pero algunos ni siquiera lo disimulan. Y, sin embargo, ese equipo con una crisis a cuestas que se anuncia por megafonía fue capaz de empatar en una jugada repleta de errores. Casemiro cabeceó picado y mal un córner, Masip metió su puño ante Nacho y sólo movió el viento y Varane colocó instintivamente su pie para marcar. Donde no llegó la elaboración alcanzó la casualidad. Lo acusó el Valladolid, que llegó aturdido al descanso.

El partido ya no volvió a ser el mismo para los pucelanos, que perdieron dos ocasiones a la vuelta y regalaron un penalti, por zancadilla imprudente de Óscar Plano a Odriozola. En área propia los delanteros son nitroglicerina. Lo transformó Benzema. Por ahí, por Odriozola, que se desata en cuanto cruza el medio campo, quiso salir el Madrid del apuro. Y en un remate de Benzema, a la salida de un córner, vio definitivamente la luz. Al Valladolid se le había escapado el tren. Con el paso de los minutos fueron sumándose futbolistas a la causa. Mejoraron Asensio y Ceballos y fue a más Modric, el jugador por el que respira el Madrid. Luego Sergi Guardiola extremó su sequía con un remate al palo, Casemiro vio dos tarjetas y Modric se colgó una medalla con un buen gol. Lo mereció, aunque ya no hay cosmética capaz de adecentar la temporada.

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