Cristiano devora al Atleti
Un hat-trick del portugués permite a la Juve remontar y elimina a un equipo de Simeone al que no le funcionó su defensivo planteamiento.
Patricia Cazón
As
En Turín regresó la Juve de entre los muertos para arrebatarle al Atleti aquello que tuvo, fue suyo, los cuartos. Corría Allegri, mordía Griezmann su camiseta, callaba el Cholo. La Champions, competición de remontadas, sumaba otra a su historia 2018-19. Como el Ajax, como el United. Templó Bernardeschi, ejecutó Cristiano, se suicidó Simeone. El Atleti no jugará la final en su estadio.
Todo, desde el inicio, fue lo que la pizarra de Allegri había diseñado en las últimas veinte noches insomnes, el partido de Madrid rondando. Salió su Juve fulgurante. No era fútbol, era la guerra. Y Chiellini ya había marcado en 3', un balón que a Oblak se le escapó de los guantes cuando lo tenía blocado. Anuló Kuipers: Oblak había soltado la pelota por falta de Cristiano. Bajó el 1-0 del marcador. No lo haría un ápice la intensidad la Juve.
Era un agobio, un asedio, veinte hombres jugando a los pies de Oblak. Con Bernardeschi y no Dybala, Emre Can músculo e inteligencia, Spinazzola y Cancelo dos laterales jugando como extremos y un Pjanic descomunal. Corría la Juve como cuando se te va la vida en ello. A juego con ese grito, el que brotaba del Juventus Stadium, un aullido ensordecedor. Simeone pedía a sus jugadores que apretaran filas y dientes, ante el acoso. Ya pasaría la tormenta, quizá pensó. Y pareció, unos minutos. Griezmann tuvo el balón y trató de templar, jugar largo. Un oasis antes de que Cristiano asomara de verdad en la eliminatoria con un goool saliéndole de la boca empujado por veinte días de miedos.
Fue con un cabezazo bestial, quitándole el balón de la cabeza a Juanfran, siempre sobrepasado. El pase, perfecto, había sido de Bernardeschi, que fue para la vuelta lo que Costa en la ida. El impacto. Omnipresente, dio una exhibición. Se fue el Atleti temblando al descanso. Por un cabezazo que Morata envió alto, el acorralar de la Juve y las pérdidas de un Lemar que parecía un Caballo de Troya de Allegri en el equipo del Cholo. Tenía su Juve el partido donde quería, a un gol de la prórroga. Y cuarenta y cinco minutos por delante. Cuarenta y cinco minutos con Cristiano.
Cristiano y todo de nuevo ahí. Lisboa, Milán, todas las eliminaciones en Champions, sus 22 goles con el Madrid, el de la primera parte, el que haría ahora, al regresar del descanso. Otra vez de cabeza, un cabezazo a bocajarro que Oblak logró sacar. Pero Kuipers sintió un pitido en su muñeca: la tecnología de gol, el balón había entrado. 2-0. De pronto, para el Atleti todo se hizo de vidrio. Se presentó el miedo, el pumpum insoportable del corazón. Abría su mano y en ella ya no estaba la ventaja de Madrid. La Juve se la había sacado con un repaso táctico. En 49' lo único que había hecho era saber sufrir.
Terminó en el 56' Simeone con la tortura de seguir viendo a Lemar en algo que no es para él, un partido físico, y entró Correa, que sólo alborotó dos carreras. Contestó Allegri con esa carta que acariciaba como a un gato, salivando en el banquillo: Dybala. Por Spinazzola. No quería prórroga. La evitó una vez Giménez, cruzándose ante Cristiano providencial mientras el Atleti lograba estirarse hacia la portería de Szczesny. La Juve estaba cansada. El Atleti buscaba la oportunidad. Con Vitolo, Saúl a regañadientes en el lateral izquierdo y muy poco de Griezmann. Sin disparos a puerta.
Envió fuera Kean un mano a mano solo ante Oblak antes de que Correa fuera la foto de la desesperación rojiblanca, ayer turquesa, el turquesa de las cuatro cuchilladas en Dortmund, ante Bernardeschi. Le empujó en el área. Incomprensible, con tanto en juego. Penalti. Cristiano lo marcó. Era el final de la batalla de Turín. Corría Cristiano, apretaba puños, señalaba la hierba. "Aquí, aquí". Oblak miraba vencido, aunque el Atleti siguiera a un gol de todo, con minutos aún. Pasaron para nada. Porque para esto eran los cien millones. Justo para eso. Para que Cristiano pusiera tres balones donde ocurren los milagros. Justo ahí. Y resucitar a la Juve.
Patricia Cazón
As
En Turín regresó la Juve de entre los muertos para arrebatarle al Atleti aquello que tuvo, fue suyo, los cuartos. Corría Allegri, mordía Griezmann su camiseta, callaba el Cholo. La Champions, competición de remontadas, sumaba otra a su historia 2018-19. Como el Ajax, como el United. Templó Bernardeschi, ejecutó Cristiano, se suicidó Simeone. El Atleti no jugará la final en su estadio.
Todo, desde el inicio, fue lo que la pizarra de Allegri había diseñado en las últimas veinte noches insomnes, el partido de Madrid rondando. Salió su Juve fulgurante. No era fútbol, era la guerra. Y Chiellini ya había marcado en 3', un balón que a Oblak se le escapó de los guantes cuando lo tenía blocado. Anuló Kuipers: Oblak había soltado la pelota por falta de Cristiano. Bajó el 1-0 del marcador. No lo haría un ápice la intensidad la Juve.
Era un agobio, un asedio, veinte hombres jugando a los pies de Oblak. Con Bernardeschi y no Dybala, Emre Can músculo e inteligencia, Spinazzola y Cancelo dos laterales jugando como extremos y un Pjanic descomunal. Corría la Juve como cuando se te va la vida en ello. A juego con ese grito, el que brotaba del Juventus Stadium, un aullido ensordecedor. Simeone pedía a sus jugadores que apretaran filas y dientes, ante el acoso. Ya pasaría la tormenta, quizá pensó. Y pareció, unos minutos. Griezmann tuvo el balón y trató de templar, jugar largo. Un oasis antes de que Cristiano asomara de verdad en la eliminatoria con un goool saliéndole de la boca empujado por veinte días de miedos.
Fue con un cabezazo bestial, quitándole el balón de la cabeza a Juanfran, siempre sobrepasado. El pase, perfecto, había sido de Bernardeschi, que fue para la vuelta lo que Costa en la ida. El impacto. Omnipresente, dio una exhibición. Se fue el Atleti temblando al descanso. Por un cabezazo que Morata envió alto, el acorralar de la Juve y las pérdidas de un Lemar que parecía un Caballo de Troya de Allegri en el equipo del Cholo. Tenía su Juve el partido donde quería, a un gol de la prórroga. Y cuarenta y cinco minutos por delante. Cuarenta y cinco minutos con Cristiano.
Cristiano y todo de nuevo ahí. Lisboa, Milán, todas las eliminaciones en Champions, sus 22 goles con el Madrid, el de la primera parte, el que haría ahora, al regresar del descanso. Otra vez de cabeza, un cabezazo a bocajarro que Oblak logró sacar. Pero Kuipers sintió un pitido en su muñeca: la tecnología de gol, el balón había entrado. 2-0. De pronto, para el Atleti todo se hizo de vidrio. Se presentó el miedo, el pumpum insoportable del corazón. Abría su mano y en ella ya no estaba la ventaja de Madrid. La Juve se la había sacado con un repaso táctico. En 49' lo único que había hecho era saber sufrir.
Terminó en el 56' Simeone con la tortura de seguir viendo a Lemar en algo que no es para él, un partido físico, y entró Correa, que sólo alborotó dos carreras. Contestó Allegri con esa carta que acariciaba como a un gato, salivando en el banquillo: Dybala. Por Spinazzola. No quería prórroga. La evitó una vez Giménez, cruzándose ante Cristiano providencial mientras el Atleti lograba estirarse hacia la portería de Szczesny. La Juve estaba cansada. El Atleti buscaba la oportunidad. Con Vitolo, Saúl a regañadientes en el lateral izquierdo y muy poco de Griezmann. Sin disparos a puerta.
Envió fuera Kean un mano a mano solo ante Oblak antes de que Correa fuera la foto de la desesperación rojiblanca, ayer turquesa, el turquesa de las cuatro cuchilladas en Dortmund, ante Bernardeschi. Le empujó en el área. Incomprensible, con tanto en juego. Penalti. Cristiano lo marcó. Era el final de la batalla de Turín. Corría Cristiano, apretaba puños, señalaba la hierba. "Aquí, aquí". Oblak miraba vencido, aunque el Atleti siguiera a un gol de todo, con minutos aún. Pasaron para nada. Porque para esto eran los cien millones. Justo para eso. Para que Cristiano pusiera tres balones donde ocurren los milagros. Justo ahí. Y resucitar a la Juve.