Con minúsculo juego, Wilstermann tumbo al invicto
José Vladimir Nogales
JNN Digital
En un partido intempestivo, fuera de sazón, Wilstermann vio la luz en el Capriles. Tras sus turbulencias en Paraná y Santa Cruz, el cuadro rojo tramitó ante Nacional Potosí una victoria sedante, terapéutica. No dejó un partido para el recuerdo, ni mucho menos, pero supo adaptarse a las circunstancias. De un lado, a las que obligaba la entidad del adversario (líder invicto de la competencia profesional), ante cuya sólida estructura a nadie le resulta cómodo encontrar rendijas. Wilstermann también debía medirse a sí mismo tras las pesadumbres de este inicio de curso. El acelerón de los líderes y su depresión en la Copa Libertadores le impedían todo respiro.
En estas condiciones, el equipo, deshilvanado en muchas fases del duelo, despachó a su adversario con mayor suficiencia de la que mereció su producción ofensiva. Sin brillantez, pero con oficio, fue capaz de cosechar un puñado de oportunidades.
Menos de siete minutos demoró Nacional en propiciar el partido que no quería. Un extravío en fase de ofensiva, con la infantería desplegada, derivó en mortífera réplica que condenó su suerte. Ante un equipo de buen propósito para sacar la pelota jugada desde la zaga, Wilstermann encontró un atajo como le gusta, a puro vértigo.
El tanto y el curso del juego auguraban un partido menos frenético para el grupo de Portugal. Pero el equipo es propenso a gestionar el marcador favorable con una mutación. Ante un rival en posesión del balón y generosamente desplegado, el conjunto de Portugal no encontró el hilo, incapaz de controlar el juego por completo. No es que Nacional le abrumara, pero su tendencia a dividirse en dos líneas, ataque y defensa, le deja en ocasiones a la intemperie.
Cuando efímeramente conseguía activar a sus figuras y engendrar alguna réplica, el cuadro rojo exhibía su parsimonia, y mucho peor, su estatismo. Tendía a mostrarse como un conglomerado desprovisto de rutinas para jugar sin pelota. No ofrecía desmarques, ni soluciones al hombre que lleva el balón.
Superado en lo táctico y rebasado en la geografía, Wilstermann requería cubrir el ancho para procurarse mayor protección posicional. Soria (o Portugal) optó por una solución ortopédica: agregó a Villarroel como cuarto volante, pero quitando a Lucas. Es evidente que el cambio no resultó un acierto, porque dejó al equipo sin delantero centro y sin referente en ataque.
Wilstermann vivió la última media hora entre la inquietud y la posibilidad de concretar algún contragolpe, pero la impresión final era la de un equipo sufriente, incapaz de juntar dos pases, sometido de manera estoica al estéril oleaje de Nacional, que jugaba a tocar la pelota y a buscar la puerta contraria con más empeño que protección de la propia. El gol de Ortiz y la expulsión de Torrico acabaron con el suspenso, porque en inferioridad numérica la desventaja se hizo insalvable para Nacional.