Un Atlético de cine
Inmenso partido del Atleti, con una gran segunda parte. Marcaron Giménez y Godín. Intervino el VAR: no hubo penalti a Diego Costa y el gol de Morata fue en falta previa.
Patricia Cazón
As
No hay entrenador como el hombre de negro capaz de hacer eso: de convertir la emoción en fútbol. Nada hace más favorito a su Atleti que no serlo. Antes de que el Ale, ale, ale, brotara de la grada retumbando como tambores de guerra ya le había dado un golpe al partido. La Fiera titular, Costa. Y le quitó rápido Simeone el envoltorio al partido. Que en el Metropolitano se encontraban dos equipos con todas sus finales perdidas de Champions sobre la hierba, como heridas abiertas, pero sólo se vio a uno, al rojiblanco. Fue un homenaje al Calderón, al escudo, en una de esas noches que explican el ser del Atleti .
Los pintaron fieros, a Cristiano, Pjanic, Mandzukic y Dybala, pero sólo eran hombres, como ellos, los rojiblancos, que salieron intensos, eléctricos, con presión altísima, con las botas golpeando la hierba como si no fueran once, sino un ejercito. De la Juve, avasallada, durante muchos minutos sólo llegaría una buena noticia en el banquillo de Allegri: un libre directo de Cristiano desde treinta metros que Oblak sacó con la punta de los guantes. Pjanic estaba cegado, sobrepasado Betancurt, Dybala directamente desaparecido.
El Atleti apretaba los dientes mientras seguía lanzándose hacia el área de Szczesny. Que Koke estaba de vuelta y su linterna se notaba en el juego colectivo, y Costa era la pelea por cada balón directo, el Godín de los viejos tiempos, perfecto Faraón. Pero el suyo era un dominio sin remates. Ahí seguía solo Griezmann. El mayor peligro de la primera parte salió de su bota, VAR mediante, que se estrenaba en estos octavos de esta Champions: había caído Costa en el área ante De Sciglio, la decretó fuera, Szczesny detuvo el libre directo que Griezmann trató de colarle por la base del palo.
El descanso llegó con Simeone torciendo el gesto: acababa de perder otro hombre para Turín, que esta guerra tiene dos batallas y para la de Italia ya no tenía a Costa. Había visto la amarilla por adelantarse en la barrera en aquel tiro de Cristiano, al comienzo del partido. Ahora lo hacía Thomas. Los dos apercibidos. Le bajó las pulsaciones el reposo al partido. Los últimos cinco minutos de la primera parte, el Atleti ya acusaba desgaste de los primeros 45 minutos. La primera parte había terminado con su equipo concediendo un remate a Cristiano.
Pero el descanso Simeone lo aprovechó para afilarle a sus jugadores las botas. Nada más regresar el partido, Griezmann dejaba solo a Costa con un balón al espacio de 40 metros, pero al de Lagarto acusó la falta de ritmo, de chispa, envió fuera. En la siguiente ocasión, Griezmann enviaría un balón al larguero que cimbreó los cimientos del Metropolitano. A la hora se sentó Costa para que saliera Morata. Simeone le daba el segundo golpe al partido. Si en la primera parte se avasalló a la Juve, en esta segunda se la borró.
Porque el fútbol es emoción, lo imprevisible, eso que escapa a los pronósticos, en los tiempos de la tiranía del big data y, aquí, Simeone, el Atleti, sus hombres. Porque salió Morata y cabeceó un balón de Filipe para marcarle a la Juve pero el VAR se lo quitó, otra vez, también en Champions, por falta en el salto a Chiellini.
No acusó el Atleti el golpe, con Correa y Lemar en la hierba y todos los cambios a la hora, sino que sólo sirvió para dejar a la Juve noqueada en su noche más negra. Y el Atleti con el jabón en la boca para darle el baño. Fue en un córner. Cabeceó Morata, el balón se estrelló en Mandzukic y una pierna que se lanza a golpear con el alma, con toda su sangre charrúa. El balón no había rebasado la línea y el Metropolitano ya cantaba afónico el gooool de Giménez. Goool, goool, goool. Al marcador, sin VAR, justicia al partido, con el Atleti en la primera gran noche que siempre se le recordará a este Metropolitano, la del Fuego Camina Conmigo que hizo una pira con la Juve.
Pero quedaría aún otro gol, otro homenaje al morir los míos mueren: Godín que remachó un balón muerto sin ángulo a la red, con roce de Cristiano. La apoteosis para un estadio que perdía la voz a la vez. "Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, es la verdad", que decía Sherlock Holmes. Y la verdad es que el Atleti ayer comenzó a caminar hacia Turin con esta eliminatoria casi en el bolsillo.
Patricia Cazón
As
No hay entrenador como el hombre de negro capaz de hacer eso: de convertir la emoción en fútbol. Nada hace más favorito a su Atleti que no serlo. Antes de que el Ale, ale, ale, brotara de la grada retumbando como tambores de guerra ya le había dado un golpe al partido. La Fiera titular, Costa. Y le quitó rápido Simeone el envoltorio al partido. Que en el Metropolitano se encontraban dos equipos con todas sus finales perdidas de Champions sobre la hierba, como heridas abiertas, pero sólo se vio a uno, al rojiblanco. Fue un homenaje al Calderón, al escudo, en una de esas noches que explican el ser del Atleti .
Los pintaron fieros, a Cristiano, Pjanic, Mandzukic y Dybala, pero sólo eran hombres, como ellos, los rojiblancos, que salieron intensos, eléctricos, con presión altísima, con las botas golpeando la hierba como si no fueran once, sino un ejercito. De la Juve, avasallada, durante muchos minutos sólo llegaría una buena noticia en el banquillo de Allegri: un libre directo de Cristiano desde treinta metros que Oblak sacó con la punta de los guantes. Pjanic estaba cegado, sobrepasado Betancurt, Dybala directamente desaparecido.
El Atleti apretaba los dientes mientras seguía lanzándose hacia el área de Szczesny. Que Koke estaba de vuelta y su linterna se notaba en el juego colectivo, y Costa era la pelea por cada balón directo, el Godín de los viejos tiempos, perfecto Faraón. Pero el suyo era un dominio sin remates. Ahí seguía solo Griezmann. El mayor peligro de la primera parte salió de su bota, VAR mediante, que se estrenaba en estos octavos de esta Champions: había caído Costa en el área ante De Sciglio, la decretó fuera, Szczesny detuvo el libre directo que Griezmann trató de colarle por la base del palo.
El descanso llegó con Simeone torciendo el gesto: acababa de perder otro hombre para Turín, que esta guerra tiene dos batallas y para la de Italia ya no tenía a Costa. Había visto la amarilla por adelantarse en la barrera en aquel tiro de Cristiano, al comienzo del partido. Ahora lo hacía Thomas. Los dos apercibidos. Le bajó las pulsaciones el reposo al partido. Los últimos cinco minutos de la primera parte, el Atleti ya acusaba desgaste de los primeros 45 minutos. La primera parte había terminado con su equipo concediendo un remate a Cristiano.
Pero el descanso Simeone lo aprovechó para afilarle a sus jugadores las botas. Nada más regresar el partido, Griezmann dejaba solo a Costa con un balón al espacio de 40 metros, pero al de Lagarto acusó la falta de ritmo, de chispa, envió fuera. En la siguiente ocasión, Griezmann enviaría un balón al larguero que cimbreó los cimientos del Metropolitano. A la hora se sentó Costa para que saliera Morata. Simeone le daba el segundo golpe al partido. Si en la primera parte se avasalló a la Juve, en esta segunda se la borró.
Porque el fútbol es emoción, lo imprevisible, eso que escapa a los pronósticos, en los tiempos de la tiranía del big data y, aquí, Simeone, el Atleti, sus hombres. Porque salió Morata y cabeceó un balón de Filipe para marcarle a la Juve pero el VAR se lo quitó, otra vez, también en Champions, por falta en el salto a Chiellini.
No acusó el Atleti el golpe, con Correa y Lemar en la hierba y todos los cambios a la hora, sino que sólo sirvió para dejar a la Juve noqueada en su noche más negra. Y el Atleti con el jabón en la boca para darle el baño. Fue en un córner. Cabeceó Morata, el balón se estrelló en Mandzukic y una pierna que se lanza a golpear con el alma, con toda su sangre charrúa. El balón no había rebasado la línea y el Metropolitano ya cantaba afónico el gooool de Giménez. Goool, goool, goool. Al marcador, sin VAR, justicia al partido, con el Atleti en la primera gran noche que siempre se le recordará a este Metropolitano, la del Fuego Camina Conmigo que hizo una pira con la Juve.
Pero quedaría aún otro gol, otro homenaje al morir los míos mueren: Godín que remachó un balón muerto sin ángulo a la red, con roce de Cristiano. La apoteosis para un estadio que perdía la voz a la vez. "Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, es la verdad", que decía Sherlock Holmes. Y la verdad es que el Atleti ayer comenzó a caminar hacia Turin con esta eliminatoria casi en el bolsillo.