Pólvora mojada en Lyon
Un Barça sin puntería deja la resolución de la eliminatoria a lo que pase en el Camp Nou. Los azulgrana llegaron a hacer hasta 25 remates pero no lograron batir a Lopes.
Santi Giménez
As
Un Barça con la mirilla desviada y sin acierto en los metros finales, donde a menudo le faltó contundencia y le sobró adornarse, dejó la resolución de los octavos de final de la Champions para el Camp Nou tras empatar a cero ante el Olympique en un partido que dio la sensación que ambos equipos podían estar jugando horas sin que el balón acabara por entrar a pesar de las muchas ocasiones.
Que el partido acabara sin goles demuestra lo caprichoso de este deporte. Entre los paradones de los porteros, especialmente uno de Ter Stegen a disparo de Terrier, la mala puntería de unos y otros y la querencia del Barça a complicarse la vida en los metros finales dando un pase de más, acabó 0-0 una primera parte que el Barça cerró disparando 13 veces a la portería de Lopes… sólo dos fueron entre los tres palos. En la segunda, la cosa no fue a mejor y acabaron el partido los culés con 25 disparos y sólo 5 entre los tres palos.
El ritmo que impuso de entrada el OL fue, tal y como se esperaba, muy alto buscando el uno contra uno en muchos momentos del partido, hecho que provocó las contras peligrosas del Barça. Ahí, los defensas franceses se dieron un palizón a correr. Cuando no llegaban los defensas, Suárez se encallaba en su lentitud o a Dembélé le sobraba un pase o un remate.
El Barça trató de controlar más el juego en la segunda parte a base de posesiones más largas, pero el plan se daba por acabado cuando el balón le llegaba a Dembélé, empeñado en demostrar que la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta, aunque el camino esté repleto de rivales que acababan por quitarle el balón. Fruto de estas pérdidas, el Lyon se encontró con lo que andaba buscando desde el principio: pillar a la contra a un Barça que ya no sabía si le interesaba más el control o el intercambio de golpes. Se estaba quedando a medio camino de todo.
Para ir más a por el control, se fue Dembélé para que entrara Coutinho a falta de 25 minutos para el final del partido. Nada más ingresar en el terreno de juego, una progresión del brasileño por su banda acabó con un remate en boca de gol de Suárez, que tampoco encontró portería. No era la noche del uruguayo, que sigue gafado ante puerta en cuanto sale por Europa lejos del Camp Nou.
En los últimos minutos, con los franceses pagando el esfuerzo del partido, el Barça, mediante Suárez, Coutinho y Alba tuvo ocasiones para marcar, pero la mirilla seguía tan desviada como en la primera parte. Incluso Messi, que tuvo una falta para cerrar el partido en el último minuto, se estrelló ante la barrera en una metáfora del partido.
Santi Giménez
As
Un Barça con la mirilla desviada y sin acierto en los metros finales, donde a menudo le faltó contundencia y le sobró adornarse, dejó la resolución de los octavos de final de la Champions para el Camp Nou tras empatar a cero ante el Olympique en un partido que dio la sensación que ambos equipos podían estar jugando horas sin que el balón acabara por entrar a pesar de las muchas ocasiones.
Que el partido acabara sin goles demuestra lo caprichoso de este deporte. Entre los paradones de los porteros, especialmente uno de Ter Stegen a disparo de Terrier, la mala puntería de unos y otros y la querencia del Barça a complicarse la vida en los metros finales dando un pase de más, acabó 0-0 una primera parte que el Barça cerró disparando 13 veces a la portería de Lopes… sólo dos fueron entre los tres palos. En la segunda, la cosa no fue a mejor y acabaron el partido los culés con 25 disparos y sólo 5 entre los tres palos.
El ritmo que impuso de entrada el OL fue, tal y como se esperaba, muy alto buscando el uno contra uno en muchos momentos del partido, hecho que provocó las contras peligrosas del Barça. Ahí, los defensas franceses se dieron un palizón a correr. Cuando no llegaban los defensas, Suárez se encallaba en su lentitud o a Dembélé le sobraba un pase o un remate.
El Barça trató de controlar más el juego en la segunda parte a base de posesiones más largas, pero el plan se daba por acabado cuando el balón le llegaba a Dembélé, empeñado en demostrar que la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta, aunque el camino esté repleto de rivales que acababan por quitarle el balón. Fruto de estas pérdidas, el Lyon se encontró con lo que andaba buscando desde el principio: pillar a la contra a un Barça que ya no sabía si le interesaba más el control o el intercambio de golpes. Se estaba quedando a medio camino de todo.
Para ir más a por el control, se fue Dembélé para que entrara Coutinho a falta de 25 minutos para el final del partido. Nada más ingresar en el terreno de juego, una progresión del brasileño por su banda acabó con un remate en boca de gol de Suárez, que tampoco encontró portería. No era la noche del uruguayo, que sigue gafado ante puerta en cuanto sale por Europa lejos del Camp Nou.
En los últimos minutos, con los franceses pagando el esfuerzo del partido, el Barça, mediante Suárez, Coutinho y Alba tuvo ocasiones para marcar, pero la mirilla seguía tan desviada como en la primera parte. Incluso Messi, que tuvo una falta para cerrar el partido en el último minuto, se estrelló ante la barrera en una metáfora del partido.