Piqué gana a Masip
El central fue el único del Barça que jugó para tumbar a un Valladolid inofensivo en ataque y con un Masip enorme. Messi marcó de penalti y falló otro.
Santi Giménez
As
Piqué sigue tirando del carro para mantener al Barça líder tras ganar cochambrosamente a un Valladolid con menos peligro un tiovivo de feria por 1-0 y de penalti. Si el objetivo era ganar los tres puntos y ponerse las gafas de cerca, el objetivo culé está cumplido, si se mira al horizonte, el panorama es preocupante. No todos los equipos son el Valladolid y Piqué necesita algo de acompañamiento. Aparte de defender, provocar penaltis, sumarse al ataque, organizar la Copa Davis y jugarlo todo, le falta ya sólo pilotar los aviones que trasladan al equipo.
Que la primera parte, y a la postre el partido, acabara 1-0 a favor del Barça se explica en base a dos factores. El primero, que el Valladolid tiene lo que tiene y que como decían los profes de antes, al que hace lo que puede, no se le puede exigir más. El Valladolid no tiene más. Un factor que debería leerse en la siguiente clave: si la birria de partido del Barça se repite ante el Lyon, adiós a la Champions.
El segundo factor, y no menos importante, fue Gerard Piqué. El central fue algo así como David Crocket en El Alamo, el defensor de una idea casi olvidada, que ante el desastre general de la filosofía de juego piensa que lo mejor que se puede hacer es una carga ofensiva que firmaría Tennysson en un poema. Piqué, además, viene a desmentir la patraña de las rotaciones. El central es el único jugador de campo en LaLiga que ha jugado todos los minutos posibles y sigue siendo, a día de hoy el mejor del Barça.
No era difícil destacar en el equipo blaugrana en el primer tiempo, porque el inicio del partido por parte de los culés fue deprimente. Sin ritmo, sin continuidad en el juego, sin una idea clara. Ni oscura. Sin ideas.
Tuvo suerte el Barcelona que el rival era el Valladolid, equipo que llegaba con bajas y con una capacidad intimidatoria comparable a Dora la Exploradora, porque ante otro equipo más bien armado, los de Valverde se hubieran llevado un buen susto en esos primeros 45 minutos sin control, discurso ni relato.
No sirve de excusa que Valverde apostara y rotara, porque el problema era de intensidad. No salieron de inicio ni Semedo, ni Lenglet, ni Rakitic ni Suárez, pero la alineación del Barça era de campanillas. Que el Barça no funcionara de inicio no fue culpa de los sustitutos (Roberto, Vermaelen, Aleñá y Suárez), era estructural. El Valladolid era mejor sobre el campo, pero sus jugadores eran peores.
Tras unos primeros 43 minutos para reclamar el precio de la entrada ante la oficina de defensa del consumidor, el partido cambió cuando Piqué, que se había hartado de abortar contras de los pucelanos, se fue a la carga en solitario tras la enésima pérdida de Messi. La jugada se podría definir como el ‘recontracontragolpe’ y acabó en penalti por derribo de Nacho. Lo convirtió Messi ante el suspiro general de una grada que presentaba la tercera peor entrada de la temporada.
Antes de irse al descanso, Piqué evito el gol del empate al impedir un remate de Guardiola y en la segunda el central siguió siendo el guía del Barça en ambas áreas. Rectificaba en su mitad de campo y se proyectaba en la pucelana. Fruto de una de sus excursiones, Messi puso a prueba a Masip desde lejos, que respondió con una gran parada. Pero más allá de Piqué, el partido era lamentable.
A la hora de juego, Suárez entró por un Boateng que se presentó en el Camp Nou con una peligrosidad únicamente comparable a la de un osito de peluche. La suerte para el Barça era que el equipo rival era un conejito de terciopelo.
El partido, sin guión ni plan de vuelo se volvió un correcalles en el que los locales parecían tener las de ganar por el talento que acumulaban arriba, pero ahí apareció Masip para mantener vivo al Valladolid ante las contras blaugranas. El canterano del Barça lo paró todo, hasta un penalti a Messi, pero a los castellanos les faltó un Masip más allá del medio del campo para poner en aprietos a un Barça que deja a la parroquia preocupada ante lo que viene. Piqué es el único que defiende el fuerte.
Santi Giménez
As
Piqué sigue tirando del carro para mantener al Barça líder tras ganar cochambrosamente a un Valladolid con menos peligro un tiovivo de feria por 1-0 y de penalti. Si el objetivo era ganar los tres puntos y ponerse las gafas de cerca, el objetivo culé está cumplido, si se mira al horizonte, el panorama es preocupante. No todos los equipos son el Valladolid y Piqué necesita algo de acompañamiento. Aparte de defender, provocar penaltis, sumarse al ataque, organizar la Copa Davis y jugarlo todo, le falta ya sólo pilotar los aviones que trasladan al equipo.
Que la primera parte, y a la postre el partido, acabara 1-0 a favor del Barça se explica en base a dos factores. El primero, que el Valladolid tiene lo que tiene y que como decían los profes de antes, al que hace lo que puede, no se le puede exigir más. El Valladolid no tiene más. Un factor que debería leerse en la siguiente clave: si la birria de partido del Barça se repite ante el Lyon, adiós a la Champions.
El segundo factor, y no menos importante, fue Gerard Piqué. El central fue algo así como David Crocket en El Alamo, el defensor de una idea casi olvidada, que ante el desastre general de la filosofía de juego piensa que lo mejor que se puede hacer es una carga ofensiva que firmaría Tennysson en un poema. Piqué, además, viene a desmentir la patraña de las rotaciones. El central es el único jugador de campo en LaLiga que ha jugado todos los minutos posibles y sigue siendo, a día de hoy el mejor del Barça.
No era difícil destacar en el equipo blaugrana en el primer tiempo, porque el inicio del partido por parte de los culés fue deprimente. Sin ritmo, sin continuidad en el juego, sin una idea clara. Ni oscura. Sin ideas.
Tuvo suerte el Barcelona que el rival era el Valladolid, equipo que llegaba con bajas y con una capacidad intimidatoria comparable a Dora la Exploradora, porque ante otro equipo más bien armado, los de Valverde se hubieran llevado un buen susto en esos primeros 45 minutos sin control, discurso ni relato.
No sirve de excusa que Valverde apostara y rotara, porque el problema era de intensidad. No salieron de inicio ni Semedo, ni Lenglet, ni Rakitic ni Suárez, pero la alineación del Barça era de campanillas. Que el Barça no funcionara de inicio no fue culpa de los sustitutos (Roberto, Vermaelen, Aleñá y Suárez), era estructural. El Valladolid era mejor sobre el campo, pero sus jugadores eran peores.
Tras unos primeros 43 minutos para reclamar el precio de la entrada ante la oficina de defensa del consumidor, el partido cambió cuando Piqué, que se había hartado de abortar contras de los pucelanos, se fue a la carga en solitario tras la enésima pérdida de Messi. La jugada se podría definir como el ‘recontracontragolpe’ y acabó en penalti por derribo de Nacho. Lo convirtió Messi ante el suspiro general de una grada que presentaba la tercera peor entrada de la temporada.
Antes de irse al descanso, Piqué evito el gol del empate al impedir un remate de Guardiola y en la segunda el central siguió siendo el guía del Barça en ambas áreas. Rectificaba en su mitad de campo y se proyectaba en la pucelana. Fruto de una de sus excursiones, Messi puso a prueba a Masip desde lejos, que respondió con una gran parada. Pero más allá de Piqué, el partido era lamentable.
A la hora de juego, Suárez entró por un Boateng que se presentó en el Camp Nou con una peligrosidad únicamente comparable a la de un osito de peluche. La suerte para el Barça era que el equipo rival era un conejito de terciopelo.
El partido, sin guión ni plan de vuelo se volvió un correcalles en el que los locales parecían tener las de ganar por el talento que acumulaban arriba, pero ahí apareció Masip para mantener vivo al Valladolid ante las contras blaugranas. El canterano del Barça lo paró todo, hasta un penalti a Messi, pero a los castellanos les faltó un Masip más allá del medio del campo para poner en aprietos a un Barça que deja a la parroquia preocupada ante lo que viene. Piqué es el único que defiende el fuerte.