El City gana la Carabao Cup en los penaltis al Chelsea
No hubo goles tras 120 minutos de final. Los fallos de Jorginho y David Luiz le dieron el título a los púpilos del Pep Guardiola. Kepa y Sarri, protagonistas.
Alberto Muñoz
As
El City se lleva una final en horizontal. El día que se invente ese deporte en el que una serie de personas se pasen un balón y no haya porterías que obliguen a romper la maravillosa sinfonía de las posesiones sin fin, hay entrenadores que se lo van a pasar bomba. Hasta entonces el fútbol es, con sus numerosos defectos, de todo menos lo que se vio en Wembley en la final de la Copa de la Liga inglesa. Al menos en cuanto a ocasiones se refiere, porque entre Chelsea y Manchester City solo sumaron tres disparos a puerta en 120 minutos de final, un dato demasiado alarmante cuando hablamos de los dos últimos campeones de Premier League.
El trofeo se lo llevó eso sí el Manchester City en los penaltis gracias a Ederson, que detuvo dos penaltis a Jorginho y David Luiz en sus dos únicas intervenciones de todo el partido. Pep mantiene así su idilio con las finales, ha ganado once de las últimas doce, y pone una piedra más en su proyecto deportivo con los citizens.
Eso sí, cuando los equipos de Sarri y Guardiola entran en ese estado de posesión infinita en que no se acercan a portería, los partidos pueden terminar haciéndosele bola hasta al aficionado más entregado. Más de 20 minutos tardó el Manchester City en efectuar el primer disparo del encuentro, y ni siquiera fue entre los tres palos, para lo que hubo que esperar hasta la media hora de juego.
El Chelsea aguantaba bien el dominio del City, que apenas lograba acercarse con peligro a la portería de Kepa, pero sin jugadores como Higuaín o Hudson-Odoi le costaba un mundo llegar a crear algo arriba. Sorprendió que, para el que podía ser su último partido, Sarri escogiese la fórmula de Hazard como falso '9', el esquema que utilizó durante los partidos que terminaron condenándole porque nunca llegó a funcionarle del todo.
Ya en la segunda mitad ambos equipos se dieron cuenta de que tenían que acelerar un poco su fútbol, aunque solo fuera una pizca, si querían llevarse la final. El árbitro anuló un gol a Agüero por fuera de juego que el VAR confirmó poco después. Estaba muy justo el argentino, casi en línea con el pie de Rüdiger, pero lo estaba, y eso fue prácticamente todo en los segundos 45 minutos.
Corría el minuto 80 y para el Chelsea, que no había disparado una sola vez a puerta en todo el partido y que no lo haría hasta el 92, la mejor noticia fue la entrada de Hudson-Odoi, que fue recibido con un rugido atronador de los suyos. El aficionado del City tampoco estaba viviendo un carrusel de emociones hasta ese momento, ya que solo había visto a Kepa atajar un único disparo sin peligro.
Escudo/Bandera M. City
M. City
Inglaterra
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Durante la prórroga las constantes interrupciones por las molestias físicas de Kepa terminaron decidiendo a Sarri a meter a Willy Caballero, un experto además en los penaltis, pero cuando se iba a producir el cambio se produjo una situación surrealista en Wembley cuando el portero español se negó a abandonar el campo entre aspavientos que terminaron cancelando la sustitución. El técnico italiano, loco de rabia, no cabía en sí del enfado con su guardameta. Al final Kepa conseguiría detenerle un penalti a Sané, pero los fallos de Jorginho y David Luiz terminaron dándole el trofeo a los citizens.
Alberto Muñoz
As
El City se lleva una final en horizontal. El día que se invente ese deporte en el que una serie de personas se pasen un balón y no haya porterías que obliguen a romper la maravillosa sinfonía de las posesiones sin fin, hay entrenadores que se lo van a pasar bomba. Hasta entonces el fútbol es, con sus numerosos defectos, de todo menos lo que se vio en Wembley en la final de la Copa de la Liga inglesa. Al menos en cuanto a ocasiones se refiere, porque entre Chelsea y Manchester City solo sumaron tres disparos a puerta en 120 minutos de final, un dato demasiado alarmante cuando hablamos de los dos últimos campeones de Premier League.
El trofeo se lo llevó eso sí el Manchester City en los penaltis gracias a Ederson, que detuvo dos penaltis a Jorginho y David Luiz en sus dos únicas intervenciones de todo el partido. Pep mantiene así su idilio con las finales, ha ganado once de las últimas doce, y pone una piedra más en su proyecto deportivo con los citizens.
Eso sí, cuando los equipos de Sarri y Guardiola entran en ese estado de posesión infinita en que no se acercan a portería, los partidos pueden terminar haciéndosele bola hasta al aficionado más entregado. Más de 20 minutos tardó el Manchester City en efectuar el primer disparo del encuentro, y ni siquiera fue entre los tres palos, para lo que hubo que esperar hasta la media hora de juego.
El Chelsea aguantaba bien el dominio del City, que apenas lograba acercarse con peligro a la portería de Kepa, pero sin jugadores como Higuaín o Hudson-Odoi le costaba un mundo llegar a crear algo arriba. Sorprendió que, para el que podía ser su último partido, Sarri escogiese la fórmula de Hazard como falso '9', el esquema que utilizó durante los partidos que terminaron condenándole porque nunca llegó a funcionarle del todo.
Ya en la segunda mitad ambos equipos se dieron cuenta de que tenían que acelerar un poco su fútbol, aunque solo fuera una pizca, si querían llevarse la final. El árbitro anuló un gol a Agüero por fuera de juego que el VAR confirmó poco después. Estaba muy justo el argentino, casi en línea con el pie de Rüdiger, pero lo estaba, y eso fue prácticamente todo en los segundos 45 minutos.
Corría el minuto 80 y para el Chelsea, que no había disparado una sola vez a puerta en todo el partido y que no lo haría hasta el 92, la mejor noticia fue la entrada de Hudson-Odoi, que fue recibido con un rugido atronador de los suyos. El aficionado del City tampoco estaba viviendo un carrusel de emociones hasta ese momento, ya que solo había visto a Kepa atajar un único disparo sin peligro.
Escudo/Bandera M. City
M. City
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Durante la prórroga las constantes interrupciones por las molestias físicas de Kepa terminaron decidiendo a Sarri a meter a Willy Caballero, un experto además en los penaltis, pero cuando se iba a producir el cambio se produjo una situación surrealista en Wembley cuando el portero español se negó a abandonar el campo entre aspavientos que terminaron cancelando la sustitución. El técnico italiano, loco de rabia, no cabía en sí del enfado con su guardameta. Al final Kepa conseguiría detenerle un penalti a Sané, pero los fallos de Jorginho y David Luiz terminaron dándole el trofeo a los citizens.