Autohomenaje del cholismo

Un gol de rebote del francés volvió a rescatar a un Atlético muy gris y fulminó al Rayo. De Tomás fue un incordio para los rojiblancos. Volvió Costa.

Patricia Cazón
As
Celebró Simeone su renovación con un autohomenaje en Vallecas. Necesitaba ganar el Atleti y ganó sin que faltara ninguno de sus ingredientes. El qué, no el cómo. Horrible en el fútbol, letal ante el error rival y los dos de siempre, Griezmann y Oblak. Oblak y Griezmann otra vez más, en el día que regresaba La Bestia. Le tocaría banquillo de inicio, mientras el Atleti dedicaba la primera parte a cómo resolver un acertijo propuesto por Míchel: la hierba llena de barreras de hombres, cinco atrás, cuatro en el centro, un desgaste. El Atleti buscaba mandar ante un Rayo que no se descomponía. Pasaba la nada en Vallecas.


A Dimitrievski le saludó pronto Saúl, con un cabezazo en el primer minuto que pasó silbando sobre su madera, tan cerca. Después habría otro de Morata. Y ya. A la de Oblak no se acercaría el Rayo hasta el 25’, cuando Embarba se escapó en solitario para probar por primera vez sus guantes. Contra ellos se estamparía el Rayo una y otra vez mientras el Atleti se perdía en el laberinto de su propio fútbol. Presión desastrosa, balonazos constantes, lentos, como si la apatía llenara las botas. “El horror, el horror”, de Kurtz en El corazón de las tinieblas vestía de azul a las cinco de la tarde en Vallecas.

Horroroso Correa, horroroso Vitolo, horroroso Filipe, horroroso Arias. Sin intensidad, sin desmarques y con la velocidad del tráfico un lunes de lluvia en Madrid. El mejor del Atleti era Mario Suárez y hace ya años que se fue: ayer le cruzaba el pecho una franja roja mientras iba agigantándose en la hierba. El Rayo fue tomando la pelota y los metros, aunque sin profundidad. Hasta que apareció Saúl, también horroroso.

Perdió uno de esos balones que no se pierden en el centro, tan pueril como peligroso. En cuanto lo atrapó el Rayo saltaron las alarmas en la portería de Oblak. De nuevo se vio obligado a salir en la foto. Para desbaratar la ocasión de Embarba después de una jugada de Raúl de Tomás que le arrancaría el aplauso a Vallecas. Como todas las carreras eléctricas que dejaba Álex Moreno en su banda.

Las barreras de hombres de Míchel se les hacían a los del Cholo largas como un Himalaya. Asomaba el descanso cuando regresó por la Zona Dimitrievski. Una vez más y a balón parado, no podía ser de otra manera. Una falta que sacó Grizi y centró Filipe para que Godín y Morata la vieran pasar sin rematar ninguno, esperando al otro, ante la línea de gol.

El Rayo siguió ganando a los puntos tras el refresco de la caseta. Pareció espabilar el Atleti, no suficiente. Partido, romo, seguía desesperando como otro día más lo hizo Correa. Míchel quiso darle al partido un gancho de izquierdas sacando de una tacada a Pozo y Bebé y sumarle caballos a sus bandas. Cholo contestaría con la pólvora.

Sentó a Vitolo y Correa. Entraría Lemar y probó un ataque: Morata y Griezmann con Costa. Porque en el 59’ La Bestia había regresado. Es Costa y está de vuelta, aunque sea con barriga. Que con Costa nunca se sabe qué puede pasar. Con Oblak sí. Y menos mal. Porque a su puerta no dejaba de llamar Raúl de Tomás. Una vez se precipitó al llegar al área, otra fue un paradón de Oblak y la tercera terminó con Giménez arreándole un empujón para quitarle de en medio. Si le pitan penalti, se lo queda, aunque nadie lo hizo. Dos jugadas después, apareció Grizi. Para hacer del partido otro de tantos del Cholo.

Marcaría el Atleti de puro rebote. Griezmann, un balón que le cedió Morata y entró tras pegar en Amat, un defensa del Rayo. Se abrazaron Morata, Costa y Griezmann se abrazaban ante un Vallecas atónito, que no sabía ni cómo le había llegado la herida. O cómo superar su propio muro, los guantes de Oblak. Se lanzó sobre ellos Ba, en el descuento, a la desesperada, de cabeza para salir en la foto de su último milagro. En Vallecas, dos días después de su renovación, cuatro antes de la Juve.

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