Un año del regreso de Costa al Atleti y muchas luces... y sombras
Volvió a jugar con la camiseta del Atlético tal día como hoy: 3 de enero de 2018, en Copa, Lleida. 365 días después su regreso tiene mucho oro... y también carbón.
Patricia Cazón
As
3 de enero de 2018. Minuto 64 del Lleida-Atlético de Madrid, ida de octavos de Copa del Rey: Diego Costa espera en la banda. El momento ha llegado. Su regreso al juego después de meses entrenando en el Cerro, después de pasar una particular mili con el Profe Ortega que ni el General Patton, después de tres años soñándolo. Él, con regresar a casa, el Atlético. Simeone, con recuperarle a él, el delantero que mejor ha sabido interpretar su estilo y pizarra en estos siete años. Ni Mandzukic, que a la larga fue quién estuvo más cerca de hacerlo, ni Jackson ni por supuesto Gameiro lo hicieron. El Costa a toda costa se convirtió en un mantra en el Cerro, en los despachos del Calderón. Costa a toda costa hasta que ese momento llegó: Costa en la banda de Lleida, recibiendo las últimas órdenes del Cholo, listo para entrar.
Su paso por el Chelsea, al que se fue justo el verano en que se proclamó campeón de Liga con el Atlético, el de 2014, y fue una de las fotos de la final en Lisboa, con su lesión y cambio en el 8', se había acabado: el futbolista se declaró en rebeldía y no regresó de Brasil. Su mantra también era el mismo: el Atleti a toda costa. El 22 de septiembre aterrizaba en Barajas para ponerse en manos del Profe mientras pasaban los meses, llegaba el 1 de enero y para el Atlético acababa la sanción FIFA que le impedía inscribir jugadores en dos ventanas de mercado (la de invierno y verano de 2017). El 1 de enero Costa estaba inscrito, el 3 llegaba ese minuto, el 64'.
Porque aquel día Costa regresó como si nunca se hubiera ido. Toda su furia se desató en apenas unos minutos en la hierba. Marcó y se lesionó en la misma jugada, se llegó a temer por su rodilla, incluso, pero fue nada: al regresar tuvo una tangana con un jugador del Lleida. Estaba claro, estaba de vuelta. Y es rock and roll. También lo fue en su primer partido de Liga. Día de Reyes, el Metropolitano a sus pies, el Getafe de visita. Y Costa que marca... Y se va a celebrar con la grada cuando ya tiene una amarilla. De nada sirvió que Koke tironeara de su camiseta hacia atrás: cuando regresó al verde, amarilla, la segunda, roja, a la ducha. En realidad todo su año ha sido así, un reparto continuo de oro y carbón.
El oro está claro. Aquel regreso, arrollador. Y cómo su presencia enseguida hizo mejor a Griezmann, al resto de sus compañeros: el Atlético pasó de marcar 1,4 goles por partido a 2,2. Pero enseguida empezó a asomar ahí el carbón en forma de lesiones. La primera fue casi nada más llegar: una elongación en los aductores, dos partidos fuera, el de Liga ante Las Palmas y la vuelta de cuartos de Copa ante el Sevilla, donde el Atleti fue eliminado. Siete más le han seguido, 18 partidos fuera. No ha jugado tanto como se le presuponía en este año, 2.860 minutos repartidos en 38 partidos, once goles. Dos de ellos en la Supercopa de Europa en Tallín para arrebatarle el título al Madrid, la Bestia Costa en estado puro... Y casi el último fulgor de oro. Porque en LaLiga fueron nueve meses de carbón, como un embarazo, en el que Costa esperaba su gol. Llegó ante el Barça casi justo a la vez que esa lesión, la que le llevó la quirófano, ese tornillo puesto antaño, hace diez años, que ahora molestaba en cada pisada.
Ayer, en el primer entrenamiento del Atlético en este 2019 Costa estaba de vuelta en el Metropolitano, tratándose con los fisios, de nuevo frente a otra mili con el Profe para recuperarle cuanto antes porque Simeone no se cansa de repetirlo, como aquel mantra, será su fichaje en febrero, el del año 2019, para que todo vuelva a ese como en ese minuto de hace un año, el 64', puro rock, pura bestia, puro Costa.
Patricia Cazón
As
3 de enero de 2018. Minuto 64 del Lleida-Atlético de Madrid, ida de octavos de Copa del Rey: Diego Costa espera en la banda. El momento ha llegado. Su regreso al juego después de meses entrenando en el Cerro, después de pasar una particular mili con el Profe Ortega que ni el General Patton, después de tres años soñándolo. Él, con regresar a casa, el Atlético. Simeone, con recuperarle a él, el delantero que mejor ha sabido interpretar su estilo y pizarra en estos siete años. Ni Mandzukic, que a la larga fue quién estuvo más cerca de hacerlo, ni Jackson ni por supuesto Gameiro lo hicieron. El Costa a toda costa se convirtió en un mantra en el Cerro, en los despachos del Calderón. Costa a toda costa hasta que ese momento llegó: Costa en la banda de Lleida, recibiendo las últimas órdenes del Cholo, listo para entrar.
Su paso por el Chelsea, al que se fue justo el verano en que se proclamó campeón de Liga con el Atlético, el de 2014, y fue una de las fotos de la final en Lisboa, con su lesión y cambio en el 8', se había acabado: el futbolista se declaró en rebeldía y no regresó de Brasil. Su mantra también era el mismo: el Atleti a toda costa. El 22 de septiembre aterrizaba en Barajas para ponerse en manos del Profe mientras pasaban los meses, llegaba el 1 de enero y para el Atlético acababa la sanción FIFA que le impedía inscribir jugadores en dos ventanas de mercado (la de invierno y verano de 2017). El 1 de enero Costa estaba inscrito, el 3 llegaba ese minuto, el 64'.
Porque aquel día Costa regresó como si nunca se hubiera ido. Toda su furia se desató en apenas unos minutos en la hierba. Marcó y se lesionó en la misma jugada, se llegó a temer por su rodilla, incluso, pero fue nada: al regresar tuvo una tangana con un jugador del Lleida. Estaba claro, estaba de vuelta. Y es rock and roll. También lo fue en su primer partido de Liga. Día de Reyes, el Metropolitano a sus pies, el Getafe de visita. Y Costa que marca... Y se va a celebrar con la grada cuando ya tiene una amarilla. De nada sirvió que Koke tironeara de su camiseta hacia atrás: cuando regresó al verde, amarilla, la segunda, roja, a la ducha. En realidad todo su año ha sido así, un reparto continuo de oro y carbón.
El oro está claro. Aquel regreso, arrollador. Y cómo su presencia enseguida hizo mejor a Griezmann, al resto de sus compañeros: el Atlético pasó de marcar 1,4 goles por partido a 2,2. Pero enseguida empezó a asomar ahí el carbón en forma de lesiones. La primera fue casi nada más llegar: una elongación en los aductores, dos partidos fuera, el de Liga ante Las Palmas y la vuelta de cuartos de Copa ante el Sevilla, donde el Atleti fue eliminado. Siete más le han seguido, 18 partidos fuera. No ha jugado tanto como se le presuponía en este año, 2.860 minutos repartidos en 38 partidos, once goles. Dos de ellos en la Supercopa de Europa en Tallín para arrebatarle el título al Madrid, la Bestia Costa en estado puro... Y casi el último fulgor de oro. Porque en LaLiga fueron nueve meses de carbón, como un embarazo, en el que Costa esperaba su gol. Llegó ante el Barça casi justo a la vez que esa lesión, la que le llevó la quirófano, ese tornillo puesto antaño, hace diez años, que ahora molestaba en cada pisada.
Ayer, en el primer entrenamiento del Atlético en este 2019 Costa estaba de vuelta en el Metropolitano, tratándose con los fisios, de nuevo frente a otra mili con el Profe para recuperarle cuanto antes porque Simeone no se cansa de repetirlo, como aquel mantra, será su fichaje en febrero, el del año 2019, para que todo vuelva a ese como en ese minuto de hace un año, el 64', puro rock, pura bestia, puro Costa.