Se va la Liga y llega Vinicius
Un Madrid a la desesperada tiró sus opciones. Partidazo sin premio del brasileño, al que Munuera y el VAR le quitaron un penalti indiscutible. La Real resistió y remató.
Luis Nieto
As
Se va la Liga y llega Vinicius. El partido le dejó al Madrid un presente horrible y un prometedor futuro. Vinicius, titular, fue héroe de una tarde sin hazañas y Munuera y Melero, que le quitaron en el campo y en el VAR un penalti de gran tamaño, los antihéroes. Mereció más el Madrid y menos la Real, pero el perro flaco ladra hoy en el Bernabéu.
El artista es siempre sospechoso principal de los crímenes del fútbol. Y como los del Madrid se han sucedido en serie también en serie son las suplencias de Isco. Ha ido perdiendo la rueda de Bale, Asensio y Ceballos. Ahora también la de Vinicius, clavo en el ataúd de Lopetegui, clavo ardiendo en el viaje de Solari. La decisión de poner al brasileño tuvo que ver con que el técnico no ve a Isco ni como centrocampista ni como extremo y no caben en su dibujo los mediapuntas. Créanlo, hay entrenadores que pasan horas en la pizarra para demostrar por qué conviene que no jueguen los mejores. Pero Isco tampoco jugó esta vez porque el Madrid no tiene gol y se espera en Vinicius, que está en esa edad en que un futbolista rompe en crack, en bluff o en mediopensionista, el territorio de las mayorías.
La cosa empezó para el Madrid de la peor manera posible. Metió la pata Marcelo y Casemiro acudió a matar moscas a cañonazos, lo que le llevó a cometer un penalti claro y absurdo sobre Merino con el que Willian José adelantó a la Real. El público tenía ganas de pitar al lateral y encontró la excusa perfecta.
Lo que vino después fue un Madrid mucho mejor de lo que decían marcador y clasificación. Porque la Real defendió mucho y mal, encogida en su área, sin más miras que resistir en su defensa del regalo. Y el Madrid atacó mucho y sin tino, con la excepción de Vinicius, un verdadero agitador, con velocidad, desborde y la pasión que le falta al resto del equipo, incluido el entrenador, tentado de brindar por un empate o por ganar cinco puestos en la clasificación sin pisar el podio.
Con todo, el Madrid tuvo el empate a tiro unas cuantas veces antes del descanso: en un remate inexplicablemente errado por Benzema, en una arrancada sin broche de Vinicius, en un zapatazo de un Modric al alza rechazado por Rulli, en un centro-chut de Lucas Vázquez que dio en el palo... Pero la pegada, esa vida extra de los grandes que no tiene relación con el juego, se marchó con Cristiano a Turín. En cualquier caso, el juego racheado y las oportunidades fabricadas desviaron los pitos del equipo a Munuera Montero, al que se le reclamó un penalti a Ramos que no vieron ni él ni Melero en la pecera del VAR.
La segunda mitad fue otra cosa. Se descamisó el partido, que empezó a circular en las dos direcciones. La del Madrid, al toque de corneta de Vinicius, de largo la figura del equipo. La de la Real, en la finura de Merino y Januzaj. La llegada de Isco coincidió con la expulsión de Lucas Vázquez, por dos amarillas indiscutibles. Así que el Madrid quedó condenado a la heroica sin mirar a su espalda, un riesgo extremo. Y entonces llegó la jugada del gran lío: Vinicius, con el Bernabéu en la palma de su mano, se fue hacia Rulli y el meta le derribó nítidamente con ambas manos. Munuera se tragó el pitó; Melero, el rebobinado. Una puñalada al VAR, que nació para esto, para corregir y confirmar lo evidente, y que llenará el invento de malpensados.
La Real, después, encadenó contragolpes fallidos hasta que acertó en uno, de Rubén Pardo, y bajó el telón al Madrid, que sale de esta Liga recién empezado el año. Un fracaso sin paliativos con una única buena noticia: le coge con la ventana de fichajes abierta de par en par.
Luis Nieto
As
Se va la Liga y llega Vinicius. El partido le dejó al Madrid un presente horrible y un prometedor futuro. Vinicius, titular, fue héroe de una tarde sin hazañas y Munuera y Melero, que le quitaron en el campo y en el VAR un penalti de gran tamaño, los antihéroes. Mereció más el Madrid y menos la Real, pero el perro flaco ladra hoy en el Bernabéu.
El artista es siempre sospechoso principal de los crímenes del fútbol. Y como los del Madrid se han sucedido en serie también en serie son las suplencias de Isco. Ha ido perdiendo la rueda de Bale, Asensio y Ceballos. Ahora también la de Vinicius, clavo en el ataúd de Lopetegui, clavo ardiendo en el viaje de Solari. La decisión de poner al brasileño tuvo que ver con que el técnico no ve a Isco ni como centrocampista ni como extremo y no caben en su dibujo los mediapuntas. Créanlo, hay entrenadores que pasan horas en la pizarra para demostrar por qué conviene que no jueguen los mejores. Pero Isco tampoco jugó esta vez porque el Madrid no tiene gol y se espera en Vinicius, que está en esa edad en que un futbolista rompe en crack, en bluff o en mediopensionista, el territorio de las mayorías.
La cosa empezó para el Madrid de la peor manera posible. Metió la pata Marcelo y Casemiro acudió a matar moscas a cañonazos, lo que le llevó a cometer un penalti claro y absurdo sobre Merino con el que Willian José adelantó a la Real. El público tenía ganas de pitar al lateral y encontró la excusa perfecta.
Lo que vino después fue un Madrid mucho mejor de lo que decían marcador y clasificación. Porque la Real defendió mucho y mal, encogida en su área, sin más miras que resistir en su defensa del regalo. Y el Madrid atacó mucho y sin tino, con la excepción de Vinicius, un verdadero agitador, con velocidad, desborde y la pasión que le falta al resto del equipo, incluido el entrenador, tentado de brindar por un empate o por ganar cinco puestos en la clasificación sin pisar el podio.
Con todo, el Madrid tuvo el empate a tiro unas cuantas veces antes del descanso: en un remate inexplicablemente errado por Benzema, en una arrancada sin broche de Vinicius, en un zapatazo de un Modric al alza rechazado por Rulli, en un centro-chut de Lucas Vázquez que dio en el palo... Pero la pegada, esa vida extra de los grandes que no tiene relación con el juego, se marchó con Cristiano a Turín. En cualquier caso, el juego racheado y las oportunidades fabricadas desviaron los pitos del equipo a Munuera Montero, al que se le reclamó un penalti a Ramos que no vieron ni él ni Melero en la pecera del VAR.
La segunda mitad fue otra cosa. Se descamisó el partido, que empezó a circular en las dos direcciones. La del Madrid, al toque de corneta de Vinicius, de largo la figura del equipo. La de la Real, en la finura de Merino y Januzaj. La llegada de Isco coincidió con la expulsión de Lucas Vázquez, por dos amarillas indiscutibles. Así que el Madrid quedó condenado a la heroica sin mirar a su espalda, un riesgo extremo. Y entonces llegó la jugada del gran lío: Vinicius, con el Bernabéu en la palma de su mano, se fue hacia Rulli y el meta le derribó nítidamente con ambas manos. Munuera se tragó el pitó; Melero, el rebobinado. Una puñalada al VAR, que nació para esto, para corregir y confirmar lo evidente, y que llenará el invento de malpensados.
La Real, después, encadenó contragolpes fallidos hasta que acertó en uno, de Rubén Pardo, y bajó el telón al Madrid, que sale de esta Liga recién empezado el año. Un fracaso sin paliativos con una única buena noticia: le coge con la ventana de fichajes abierta de par en par.