La vida bella en el Metropolitano

Tumbó fácil a un Getafe con una primera parte de buen fútbol y goles de Griezmann y Saúl. Godín se retiró tocado. Djené y Cabrera, expulsados.

Patricia Cazón
As
La vida es bella últimamente en el Metropolitano. Al menos en Liga, ninguna derrota: el viejo Atleti del Cholo siempre fiable, ni las bajas empañan. Saltó al campo como el Getafe, como si la hierba fuera lona, duelo de pesos pesados que primero se estudian y luego buscan el golpe mejor para el KO. Jugaba Bordalás sin pensar en la Copa, con Ángel y no Mata junto a Molina. Simeone, como hace una semana: diez de los once jugadores de campo disponibles del primer equipo y Juanfran en el banco, rodeado de chiquillos.


Kalinic, titular y con la vida extra que le puede dar Jonny si al final es quien sale para que entre Morata. Con voluntad y muchos movimientos correctos, viviría con Djené una guerra particular en la guerra general. Más que golpes, en el Metropolitano volaban las piernas. Carrera aquí, carrera allá. Trataban de triangular los de casa, de encontrar espacios los de fuera. Abotargaba el juego por dentro el Getafe, llegaba el Atleti por fuera, Saúl y Lemar cerrándose para las subidas de Arias y Lucas. Intensidad en cada línea que se difuminaba en las áreas. Veinticinco minutos y ningún remate. Ni a puerta ni fuera ni por equivocación, invitación a la siesta. Hasta que Thomas robó ese balón y lo llevó a la frontal.

Ayudó Maksimovic, simple mirón ante el rojiblanco que derrumbó los muros de Bordalás y se sacó un pase perfecto para que Griezmann desenfundara la zurda y marcara. Así son los genios. Con media ocasión basta. El Getafe vivía su particular Día de la Marmota en el Metropolitano. Da igual como llegue que cada partido es lo mismo: siempre hinca la rodilla ante el Cholo. Otro remate a puerta rojiblanco y petróleo, el 2-0. Y ahí de nuevo estuvo Thomas.

Birló otro balón y buscó al espacio a Lucas, que lo convirtió en un centro perfecto para el remate a bocajarro de Kalinic. Pero el croata falló, estampó la pelota en el cuerpo de Soria, con una definición Expediente X. El rechace fue para Saúl, que apareció como una exhalación por detrás para empujarlo a la red. Se alejó del lateral y volvió a explotar eso que le hace único: su llegada.

Antes del descanso, Giménez, Godín y Rodrigo arrancaron los aplausos de un Metropolitano emocionado ante su equipo. Los dos primeros por estrangular una contra de Ángel cegándole el camino, el último para aparecer después y hacer suyo el balón, tan sencillo. Su primera parte fue una exhibición. Sonreía el Cholo ante los 45’ impecables de los suyos. Cada jugador, una virtud. Giménez despliegue, Lucas sacrificio, Godín brazalete, Rodrigo control, Thomas soltura, Lemar aguante, Saúl sorpresa, Kalinic, movimiento y Grizi gol. Y la pizarra de Bordalás estallada en dos golpes.

El descanso dejó fuera a Godín (por precaución) y a Molina (tocado) y el Getafe tuvo minutos en los que intentó romper el gafe, ese 30-0 contra el Cholo que atenaza las piernas. Levantaron los rojiblancos el pie, se instaló un rato el equipo de Bordalás en el área de Oblak como si la tuviera alquilada. Aunque sin disparar, que el portero acabó con los guantes intactos. Pero abrió la puerta Giménez al ir a patear un balón y convertirlo en regalo. Reaccionó eso sí de inmediato para ir, junto a Lucas, su pareja sin Godín, a tapar el boquete. Son futuro para diez años.

Como Mollejo, porque si el Atleti se dedicaba a que pasara el reloj, el canterano recibía palmas de la grada: estaba en la banda, con el Cholo, listo para entrar. El primer balón que tocó lanzó un zurdazo que afeitó el travesaño de Soria. Ya no es su descaro, es su carisma. Con 18 años y cinco días. Su desparpajo y las llegadas de Juanfran en la izquierda, todo derroche, devolvieron al Atleti a un partido del que el Getafe se despidió con dos rojas absurdas: Djené por reincidente en patadas, Cabrera por aplaudir al árbitro. Desesperado se fue Bordalás. Seguía sonriente Simeone. Un KO más. A dos del Barça durmió. Y con el Niño Mollejo subido al carro de un Metropolitano feliz.

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