El Atleti se encuentra en la niebla
Ganó con autoridad en El Alcoraz con goles de sus dos laterales (Lucas y Arias) y Koke en su partido 400 con el Atleti. Debuts Mollejo y Joaquín. Muy bien Enric Gallego.
Patricia Cazón
As
Nada cicatriza más una herida en fútbol que la victoria. La mancha de mora que con otra se quita pero con barro y balón. En El Alcoraz fue el Huesca, que plantó cara y no se arrugó ante un Atleti todo bajas (once jugadores de campo del primer equipo sólo tenía) pero también ganar. De coser y olvidar.
Comenzó el partido con la niebla cayendo fina y Lemar pidiendo el balón para alzarse faro. Guadaniesco a menudo, ayer desde el minuto uno la pedía, no se escondía, un talento en la mediapunta. Todo comenzaba en su bota pero sus buenos minutos sólo tuvieron una ocasión, una jugada que pasó por Grizi y acabó en remate de Correa de espuela que paró Santamaría. Los del Huesca, que comenzaron justo después, le llevarían el corazón a la boca al Cholo.
Una pérdida de balón de Rodrigo, acabó con Pulido estampando el balón en el palo y un error de Godín lo tuvo que arreglar Giménez ante un Rivera con la pierna ya lista para disparar, pero cortó el uruguyo, como suele, comandánte imperial. La siguiente le tocó salvarla a Oblak. Nació en Godín, con muchos problemas ante Enric Gallego, que le superaba en cada balón aéreo.
Jugaba hecho al equipo y la categoría como si este partido no fuese un sueño de fútbol, debut en Primera con 32 años, fichado hace dos días del Extremadura, hacía nada alternaba el fútbol con el andamio o el caminón. Tras ganarle otra puja por alto a Godín, buscó al Cucho Hernández para dejarle mano a mano con Oblak. Pero según iba avanzando el colombiano, el esloveno le iba haciendo más y más pequeña la portería. Jan aguantó y aguantó para sumar otro milagro a sus manoplas. Esa es la diferente entre él y todos los demás, cualquiera. Oblak hace que parezca fácil lo imposible.
Bajaba la niebla, espesísima, como el nitrógeno que lanzaban los cañones en las discotecas de los años 90, efecto megatron. Y Santamaría replicaba en la portería contraria, ante Lemar, que aún estará preguntándose cómo, solo, le estampó la pelota en el cuerpo, toda la portería ante él. La luz le regresó al rato para hacer poesía con un pase al espacio para Koke. Koke asiste en paralelo para la llegada de Lucas que remata y bate. Primer gol con el primer equipo, cuando se suponía que ya no estaría aquí sino en Alemania. Pero se quedó. Y ese gol es su mancha de mora a la grada.
El partido se fue al descanso con la nube blanca posada en la hierba, imposible era casi seguir el balón, y un Huesca sin bandas, el Cucho muy incómodo en la derecha, sin presión y sólo Enric un dolor para Godín. Todavía estaba allí la niebla, cuando el partido regresó tras el descanso. Tan densa que, de ella, podían emerger futbolistas o el mismito Jack El Destripador. El fútbol se intuía más que verse, pero Griezmann tiene antinieblas y los sacó después de que Correa errara otro mano a mano ante Santamaría. Sólo levantó la cabeza, vio la incorporación de Arias en la banda contraria y allá envió. El colombiano golpeó en el aire, de primeras, cruzando el balón, que entró enloquecido, fortísimo en la red. Ayer le tocaba el gol a los dos laterales.
Se rebeló el Huesca, un equipo mucho mejor que lo que dice la tabla, colista, con tres disparos sobre la portería de Oblak. Uno lo sacó Giménez, otro el portero y, el último, un disparo de Moi Gómez, se diluyo como una gota de auga entre la niebla. El Atlético se había cosido la herida y ahora llenaba la última media hora de buenas noticias. Porque celebró Koke su partido 400 con el Atleti de la mejor manera, con gol (y que sean muchos más, futbolistas como él explican todo, qué es Atleti) y después de que Grizi enviara una pelota al larguero, y llamaba el Cholo a uno de los chicos del banquillo para hacer historia: era Víctor Mollejo, el primer jugador nacido en el siglo XXI en jugar en Liga con la rojiblanca. Que casi marca después de que Godín comenzara a cojear levemente, antes de otra buena noticia: el debut de Joaquín. Suyo el futuro. El presente es la tercera victoria del Atleti fuera de casa. Esa que llega cuando más se necesitaba. Coser y olvidar.
Patricia Cazón
As
Nada cicatriza más una herida en fútbol que la victoria. La mancha de mora que con otra se quita pero con barro y balón. En El Alcoraz fue el Huesca, que plantó cara y no se arrugó ante un Atleti todo bajas (once jugadores de campo del primer equipo sólo tenía) pero también ganar. De coser y olvidar.
Comenzó el partido con la niebla cayendo fina y Lemar pidiendo el balón para alzarse faro. Guadaniesco a menudo, ayer desde el minuto uno la pedía, no se escondía, un talento en la mediapunta. Todo comenzaba en su bota pero sus buenos minutos sólo tuvieron una ocasión, una jugada que pasó por Grizi y acabó en remate de Correa de espuela que paró Santamaría. Los del Huesca, que comenzaron justo después, le llevarían el corazón a la boca al Cholo.
Una pérdida de balón de Rodrigo, acabó con Pulido estampando el balón en el palo y un error de Godín lo tuvo que arreglar Giménez ante un Rivera con la pierna ya lista para disparar, pero cortó el uruguyo, como suele, comandánte imperial. La siguiente le tocó salvarla a Oblak. Nació en Godín, con muchos problemas ante Enric Gallego, que le superaba en cada balón aéreo.
Jugaba hecho al equipo y la categoría como si este partido no fuese un sueño de fútbol, debut en Primera con 32 años, fichado hace dos días del Extremadura, hacía nada alternaba el fútbol con el andamio o el caminón. Tras ganarle otra puja por alto a Godín, buscó al Cucho Hernández para dejarle mano a mano con Oblak. Pero según iba avanzando el colombiano, el esloveno le iba haciendo más y más pequeña la portería. Jan aguantó y aguantó para sumar otro milagro a sus manoplas. Esa es la diferente entre él y todos los demás, cualquiera. Oblak hace que parezca fácil lo imposible.
Bajaba la niebla, espesísima, como el nitrógeno que lanzaban los cañones en las discotecas de los años 90, efecto megatron. Y Santamaría replicaba en la portería contraria, ante Lemar, que aún estará preguntándose cómo, solo, le estampó la pelota en el cuerpo, toda la portería ante él. La luz le regresó al rato para hacer poesía con un pase al espacio para Koke. Koke asiste en paralelo para la llegada de Lucas que remata y bate. Primer gol con el primer equipo, cuando se suponía que ya no estaría aquí sino en Alemania. Pero se quedó. Y ese gol es su mancha de mora a la grada.
El partido se fue al descanso con la nube blanca posada en la hierba, imposible era casi seguir el balón, y un Huesca sin bandas, el Cucho muy incómodo en la derecha, sin presión y sólo Enric un dolor para Godín. Todavía estaba allí la niebla, cuando el partido regresó tras el descanso. Tan densa que, de ella, podían emerger futbolistas o el mismito Jack El Destripador. El fútbol se intuía más que verse, pero Griezmann tiene antinieblas y los sacó después de que Correa errara otro mano a mano ante Santamaría. Sólo levantó la cabeza, vio la incorporación de Arias en la banda contraria y allá envió. El colombiano golpeó en el aire, de primeras, cruzando el balón, que entró enloquecido, fortísimo en la red. Ayer le tocaba el gol a los dos laterales.
Se rebeló el Huesca, un equipo mucho mejor que lo que dice la tabla, colista, con tres disparos sobre la portería de Oblak. Uno lo sacó Giménez, otro el portero y, el último, un disparo de Moi Gómez, se diluyo como una gota de auga entre la niebla. El Atlético se había cosido la herida y ahora llenaba la última media hora de buenas noticias. Porque celebró Koke su partido 400 con el Atleti de la mejor manera, con gol (y que sean muchos más, futbolistas como él explican todo, qué es Atleti) y después de que Grizi enviara una pelota al larguero, y llamaba el Cholo a uno de los chicos del banquillo para hacer historia: era Víctor Mollejo, el primer jugador nacido en el siglo XXI en jugar en Liga con la rojiblanca. Que casi marca después de que Godín comenzara a cojear levemente, antes de otra buena noticia: el debut de Joaquín. Suyo el futuro. El presente es la tercera victoria del Atleti fuera de casa. Esa que llega cuando más se necesitaba. Coser y olvidar.