El Athletic frente al drama

La grave situación del club ha prevalecido en las recientes elecciones, caracterizadas por la falta de ideas de los candidatos y la atonía general

Santiago Segurola
El País
El fútbol responde mal a la duda, la atonía y la división, tres elementos debilitantes para cualquier club que pretenda resolver sus problemas. En esta situación se encuentra el Athletic después de un año y medio caracterizado por la dramática situación del equipo. Terminó 15º en la Liga anterior, la misma posición que ocupa esta temporada, pero con la angustia multiplicada por el agudo declive de sus mejores jugadores. El panorama se agrava por la ausencia de relevo en lugares decisivos: no se atisba, ni de lejos, un delantero prometedor en un equipo que apenas produce goles. Es el problema más grave, pero no el único. Sus veteranos centrocampistas parecen devastados y la defensa acusa el miedo con un promedio mortal de errores. El equipo ha entrado en modo superviviente. Se agarra a los partidos como puede, viciado por el terror.


La grave situación del Athletic ha prevalecido en las recientes elecciones, caracterizadas por la falta de ideas de los candidatos y la atonía general. Hace siete años, las candidaturas de Iosu Urrutia y Fernando García Macua registraron 23.000 votos, el 62% de los socios. En esta ocasión, sólo ha votado el 46%, una señal del desánimo o el desinterés de los socios en un club que pretende distinguirse por los férreos vínculos con su gente. Algo de ese distanciamiento se observa en San Mamés. El nuevo campazo del Athletic se llena muy pocas veces, inquietante síntoma de la fría relación del hincha con el equipo.

Si la escasa participación en las urnas ha sido tan decepcionante como el desempeño del equipo en el campo, el resultado de las elecciones invita a la preocupación. Ganó Aitor Elizegi con 9.264 votos, 85 más que Alberto Uribe-Echevarría (9.179). Por amables que sean las declaraciones de colaboración entre las dos partes, nunca el Athletic ha estado tan dividido, el factor que menos necesita el equipo, en considerable peligro de descenso, expuesto además al desgastante murmullo sobre la conveniencia de modificar el viejo modelo y fichar extranjeros. Esta cuestión, que sólo aparece en los malos momentos, se promueve en voz baja, con más oportunismo que otra cosa. Nunca nadie se ha presentado en las elecciones para defender a pecho descubierto un cambio copernicano en el Athletic.

Es cierto que el Athletic soporta con muchas dificultades los cambios generacionales en el equipo. Cada 10 años, más o menos, el equipo se aboca al drama. Ocurre ahora y ocurría hace 50 años, cuando no se permitían extranjeros en la Liga. Desde entonces, el equipo ha vivido algunas temporadas de alerta máxima, entreveradas con momentos de éxito o de razonable satisfacción. De hecho, el periodo Urrutia (2011-2018), tan alarmante en los últimos meses, ha sido el mejor del Athletic —campeón de la Supercopa de España en 2015, dos finales de Copa, una final de Europa League y repetidas participaciones en Europa— desde los años 80, con la típica derivada que suele generar el éxito en ciertos equipos: buenos ingresos por sustracción de calidad. El Athletic ha ganado 230 millones de euros en los últimos seis años por la venta de jugadores como Kepa Arrizabalaga, Laporte, Javi Martínez o Ander Herrera, con el lógico impacto negativo en el equipo.

Las condiciones actuales del Athletic —pésima clasificación, inquietante futuro, atonía social, dificilísimo encaje del modelo en la era Bosman— merecían mucho más que la palabrería que ha dominado el periodo electoral. Si hay un club que merece y necesita repensarse hasta la saciedad es el Athletic. Ahora se encuentra en una situación crítica, que excede el plano deportivo. No puede permitirse el desencanto y un populismo de vuelo rasante. Es el momento para el liderazgo, el trabajo minucioso y la grandeza para superar desafíos que sólo el Athletic encuentra.

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