Dos genios y dos porterazos
La primera parte dominó el Sevilla, sobre un Navas excelso. Adelantó Ben Yedder. Empató Griezmann. La segunda parte el juego se equilibró. Les tocaba a Vaclik y Oblak.
Patricia Cazón
As
Regalaron Sevilla y Atleti un partidazo en el Pizjuán en una tarde con reyes: Vaclik y Oblak. Sus guantes guardaron como oro el punto que Machín y el Cholo lograron arrancar a la pizarra del otro. Uno apoyado en la velocidad de un futbolista tan genial como irreductible, un Navas incansable. El otro sobre el pincel que Griezmann tiene en la bota. Empate.
Salió el Atlético con ese tercer uniforme que parece un pijama y el plan de ver pasar minutos sin más, y que el Sevilla se cansara: suyo el balón. Pronto asomó Gnagnon, con un regate que desnudaría a Lemar. Le hubiera inspirado el francés toda una saga a Carmen Laforet. Nada sigue siendo, Nada fue ayer. Ni en ataque, ni con la pelota, ni mucho menos en defensa. Al Atleti le costaba atacar cuando recuperaba un balón, demasiado atrás, con demasiado verde por delante. Y enseguida se subiría el Sevilla al pie de Navas para no bajarse. La banda de Lemar, cómo no, y detrás Saúl, era su puerta.
Y el Atleti un dechado de desvirtudes. Transiciones defensivas horribles, balones regalados al rival y Griezmann que en veinte minutos apenas había podido tocar tres balones y uno de ellos mal. Logró colar, aún así, una ocasión en el monólogo de los de casa para saludar los guantes de Vaclik. Saúl seguía sobrepasado por Navas. Por aquí y por allá, en su marrón del lateral izquierdo un día sí y otro también. Salvo Godín, un frontón, un derroche, y Oblak, todos los rojiblancos estaban a lo Lemar, de carbón del negro. El Sevilla hacía un rato que había pasado del tanteo al repaso y tanto iba el cántaro a la fuente que, pronto, del repaso fue al gol.
Si primero un zurriagazo de André Silva desde fuera del área lo tocó lo justo Oblak para desviarlo al palo, al minuto siguiente Ben Yedder no perdonó. Todo comenzó en otra subida de Navas, la enésima. Ganó la línea de fondo y su pase atrás Carriço lo remató mal pero Ben Yedder ya no. Ayudaron Savic y Juanfran con defender con los ojos: y eso de poco vale si después no acompaña el cuerpo. No se iría, sin embargo, con ventaja el Sevilla al reposo. Griezmann tocaría su cuarto balón.
Derribó Carriço a Thomas en la frontal y el francés se pidió lanzar la falta. Lo que una vez fue espina, ninguna entraba, hoy es su arma. La pelota voló en una parábola perfecta a la red, imparable. Piiii. El silbato de Mateu se coló en su celebración. Descanso. Machín miraba incrédulo el 1-1 en el Pizjuán. Es lo que tiene este Atleti. Un pequeño error y castiga.
Volvió diferente de la caseta, al menos en la disposición. La receta del Cholo para parar a Navas fue que ahora Lemar deambulara junto a Grizi arriba, Correa se fuera a la derecha, Thomas con Rodrigo y Koke a la izquierda. El Sevilla ya no recuperaba tanto ni tan rápido. Koke templaba de esa manera tan suya, tan sutil como imprescindible. Y no es Lemar, claro, que a la hora se iría a la ducha cargado de mirra: ahora, con Koke, Navas siempre que iba se encontraba la puerta cerrada. Se equilibró el duelo. Thomas por dentro daba libertad a Saúl para asomar al área y, si Navas lograba escabullirse incluso de Koke, el Sevilla volvía a llover sobre Oblak. Pero una vez Ben Yedder cruzó mucho y, otra, el propio Navas se estampó con el guante.
Mateu sembraba la hierba de amarillas, Simeone tiraba de Montero y el partido entraba en esos minutos jugados con más corazón que cabeza que ocuparon los porteros, los finales: primero Vaclik en un mano a mano ante Griezmann, después Oblak para atajar un latigazo de Gnagnon. Si el córner siguiente el Sevilla lo embarulló, respondió Thomas con un misil de los suyos que también detuvo Vaclik. Los dos reyes venidos del Este sostuvieron el empate. Mientras, el Barça sigue. Desde ya, dos puntos más lejos de ellos, sus perseguidores.
Patricia Cazón
As
Regalaron Sevilla y Atleti un partidazo en el Pizjuán en una tarde con reyes: Vaclik y Oblak. Sus guantes guardaron como oro el punto que Machín y el Cholo lograron arrancar a la pizarra del otro. Uno apoyado en la velocidad de un futbolista tan genial como irreductible, un Navas incansable. El otro sobre el pincel que Griezmann tiene en la bota. Empate.
Salió el Atlético con ese tercer uniforme que parece un pijama y el plan de ver pasar minutos sin más, y que el Sevilla se cansara: suyo el balón. Pronto asomó Gnagnon, con un regate que desnudaría a Lemar. Le hubiera inspirado el francés toda una saga a Carmen Laforet. Nada sigue siendo, Nada fue ayer. Ni en ataque, ni con la pelota, ni mucho menos en defensa. Al Atleti le costaba atacar cuando recuperaba un balón, demasiado atrás, con demasiado verde por delante. Y enseguida se subiría el Sevilla al pie de Navas para no bajarse. La banda de Lemar, cómo no, y detrás Saúl, era su puerta.
Y el Atleti un dechado de desvirtudes. Transiciones defensivas horribles, balones regalados al rival y Griezmann que en veinte minutos apenas había podido tocar tres balones y uno de ellos mal. Logró colar, aún así, una ocasión en el monólogo de los de casa para saludar los guantes de Vaclik. Saúl seguía sobrepasado por Navas. Por aquí y por allá, en su marrón del lateral izquierdo un día sí y otro también. Salvo Godín, un frontón, un derroche, y Oblak, todos los rojiblancos estaban a lo Lemar, de carbón del negro. El Sevilla hacía un rato que había pasado del tanteo al repaso y tanto iba el cántaro a la fuente que, pronto, del repaso fue al gol.
Si primero un zurriagazo de André Silva desde fuera del área lo tocó lo justo Oblak para desviarlo al palo, al minuto siguiente Ben Yedder no perdonó. Todo comenzó en otra subida de Navas, la enésima. Ganó la línea de fondo y su pase atrás Carriço lo remató mal pero Ben Yedder ya no. Ayudaron Savic y Juanfran con defender con los ojos: y eso de poco vale si después no acompaña el cuerpo. No se iría, sin embargo, con ventaja el Sevilla al reposo. Griezmann tocaría su cuarto balón.
Derribó Carriço a Thomas en la frontal y el francés se pidió lanzar la falta. Lo que una vez fue espina, ninguna entraba, hoy es su arma. La pelota voló en una parábola perfecta a la red, imparable. Piiii. El silbato de Mateu se coló en su celebración. Descanso. Machín miraba incrédulo el 1-1 en el Pizjuán. Es lo que tiene este Atleti. Un pequeño error y castiga.
Volvió diferente de la caseta, al menos en la disposición. La receta del Cholo para parar a Navas fue que ahora Lemar deambulara junto a Grizi arriba, Correa se fuera a la derecha, Thomas con Rodrigo y Koke a la izquierda. El Sevilla ya no recuperaba tanto ni tan rápido. Koke templaba de esa manera tan suya, tan sutil como imprescindible. Y no es Lemar, claro, que a la hora se iría a la ducha cargado de mirra: ahora, con Koke, Navas siempre que iba se encontraba la puerta cerrada. Se equilibró el duelo. Thomas por dentro daba libertad a Saúl para asomar al área y, si Navas lograba escabullirse incluso de Koke, el Sevilla volvía a llover sobre Oblak. Pero una vez Ben Yedder cruzó mucho y, otra, el propio Navas se estampó con el guante.
Mateu sembraba la hierba de amarillas, Simeone tiraba de Montero y el partido entraba en esos minutos jugados con más corazón que cabeza que ocuparon los porteros, los finales: primero Vaclik en un mano a mano ante Griezmann, después Oblak para atajar un latigazo de Gnagnon. Si el córner siguiente el Sevilla lo embarulló, respondió Thomas con un misil de los suyos que también detuvo Vaclik. Los dos reyes venidos del Este sostuvieron el empate. Mientras, el Barça sigue. Desde ya, dos puntos más lejos de ellos, sus perseguidores.