Donald Trump y la crisis fronteriza
OPINIÓN - Por Veronica Escobar
EL PASO — Durante este último mes, he viajado a El Paso y al sur de Nuevo México como parte de tres delegaciones del congreso. Hablamos con los cuerpos de seguridad federales, recorrimos centros de detención y estaciones de la Patrulla Fronteriza y escuchamos a defensores de derechos humanos y jurídicos que han trabajado con migrantes desde hace décadas.
Algunos de nosotros incluso vimos el lugar en el que Felipe Gómez Alonzo, un niño guatemalteco de 8 años que murió recientemente mientras se encontraba bajo la custodia de las autoridades fronterizas, y su padre fueron arrestados.
Evidentemente, El Paso y su área metropolitana, incluida Ciudad Juárez, en México, son solo un punto a lo largo de una frontera muy extensa, pero todo lo que vimos demostró por qué el llamado del presidente estadounidense, Donald Trump, para construir un muro es simplista y erróneo. Aunque, en efecto, hay una crisis en la frontera, no es la que el presidente describe y, de hecho, la "solución" que propone solo empeorará las cosas.
La frontera se extiende 3175 kilómetros. Una parte de esta se encuentra en un terreno infranqueable, otra junto a ciudades como El Paso. Cerca de 1100 kilómetros ya tienen un muro. En otras palabras, puede que la frontera se vea como una línea larga y delgada en un mapa, pero en la realidad es mucho más compleja.
Los que llegan a la frontera tampoco son la horda amenazante que Trump imagina. En primer lugar, la cantidad de personas que son arrestadas es mucho menor, dado que disminuyó un 60 por ciento desde hace una década; además, en la actualidad, la mayoría está buscando asilo, que es un derecho legal. Aunque sí hay un flujo de drogas que cruza la frontera, la mayoría pasa por los puertos de entrada.
Trump no es el único que no consigue ver estos hechos; como he llegado a advertir como residente de El Paso y en mi calidad de congresista, el Departamento de Seguridad Nacional tampoco lo hace.
A pesar de recibir más dinero que todos los demás organismos federales de seguridad en conjunto, el departamento no se ha adaptado a los cambios y patrones de las poblaciones migrantes. Antes de darle un centavo más, el congreso debería entender por qué.
En lugar de desarrollar una respuesta informada por los hechos en el campo, este gobierno ha elegido como estrategia la incompetencia y la crueldad. Las consecuencias ya se dejan ver.
Por ejemplo, una razón por la cual más migrantes están cruzando la frontera a través del desierto, para luego solicitar asilo, puede ser que se les está rechazando de manera injusta en los cruces fronterizos oficiales o se les está obligando a permanecer de manera indefinida en México mientras se valoran sus solicitudes con una lentitud deliberada, en una táctica conocida como "dosificación". Muchos eligen no esperar y toman una decisión desesperada y riesgosa, y algunos mueren como consecuencia.
Además, debido a que las agencias federales de seguridad no han logrado adaptarse a esta población cambiante, los agentes todavía están mal preparados para manejar a los solicitantes de asilo una vez que logran llegar.
Estos agentes están acostumbrados a perseguir a hombres mexicanos solos decididos a evitar la captura. Ahora se enfrentan a familias centroamericanas, que huyen de sus países y corren hacia los agentes, en lugar de alejarse de ellos. Algunos llevan niños muy pequeños consigo y permanecen hacinados durante días en pequeñas celdas de cemento que resultan inhumanas
No culpo a los agentes. Durante una de nuestras visitas a la estación de sector de El Paso, los agentes nos hablaron con franqueza de lo poco preparados que están para hacerse cargo de los grandes grupos de gente que arrestan. Tuvieron que comprar burritos de un vendedor de la calle, para luego calentar cientos de ellos en un solo microondas pequeño que al poco rato dejó de funcionar.
También cuentan el caso de la madre que, en nuestra presencia, pidió un vaso de agua para su bebé de brazos, y a la que en respuesta le dijeron que se habían quedado sin vasos. Qué situación tan terrible para una madre, que carga a un niño cansado y sediento en los brazos, y ¿qué efecto tiene eso en el agente que se ve obligado a negarle lo que pide?
Durante la temporada de gripe, los agentes de El Paso tuvieron que administrar medicamentos a las personas bajo su custodia. Imagina controlar decenas de recetas que debían suministrarse con horas de diferencia. Todo esto impedía a los agentes hacer aquello para lo que fueron entrenados: rastrear y arrestar a los hombres malos.
Cuando les pregunto a los agentes qué es lo que más les preocupa, escuché historias como esa, pero ninguna solicitud de un muro. Otras veces pidieron mejor cobertura de telefonía celular y radios actualizados para poder usarlos en áreas rurales. En las zonas urbanas con puertos de entrada ajetreados, solicitan más personal y equipo más nuevo. No hay suficientes jueces migratorios, no tienen suficiente independencia y las leyes consignadas no reflejan las realidades modernas.
Los agentes pueden no tener la culpa, pero las agencias sí. Los activistas migratorios locales dijeron que su principal preocupación era la comunicación inadecuada de las autoridades federales, que dejaban a sus organizaciones en un lío cuando la oficina local de Inmigración y Control de Aduanas libera en las calles de El Paso durante la noche a cientos de migrantes que necesitan alojamiento provisional.
Cuando hablamos de una crisis en la frontera, así es como se ve: familias desesperadas que abruman a los agentes con pocas instrucciones o poco apoyo de sus oficinas locales, ya no digamos de Washington.
Este año, el congreso necesita investigar la incapacidad de adaptación de una agencia bien financiada, por qué los supervisores ignoraron los llamados de alarma de los agentes en el campo, cómo dos niños (Felipe Gómez y Jakelin Caal Maquin de 7 años) murieron en consecuencia y cómo podemos abordar mejor las causas fundamentales de la migración que ha cambiado.
La obsesión del presidente Trump y sus seguidores con la seguridad fronteriza no acabará sino hasta que no haya una sola persona que cruce la frontera sin documentos, lo cual es una imposibilidad. Para ellos, por supuesto, no se trata de seguridad fronteriza, sino de nacionalismo y aislamiento. Para el resto de nosotros, tiene que ver con encontrar una solución compasiva a una crisis humanitaria.
EL PASO — Durante este último mes, he viajado a El Paso y al sur de Nuevo México como parte de tres delegaciones del congreso. Hablamos con los cuerpos de seguridad federales, recorrimos centros de detención y estaciones de la Patrulla Fronteriza y escuchamos a defensores de derechos humanos y jurídicos que han trabajado con migrantes desde hace décadas.
Algunos de nosotros incluso vimos el lugar en el que Felipe Gómez Alonzo, un niño guatemalteco de 8 años que murió recientemente mientras se encontraba bajo la custodia de las autoridades fronterizas, y su padre fueron arrestados.
Evidentemente, El Paso y su área metropolitana, incluida Ciudad Juárez, en México, son solo un punto a lo largo de una frontera muy extensa, pero todo lo que vimos demostró por qué el llamado del presidente estadounidense, Donald Trump, para construir un muro es simplista y erróneo. Aunque, en efecto, hay una crisis en la frontera, no es la que el presidente describe y, de hecho, la "solución" que propone solo empeorará las cosas.
La frontera se extiende 3175 kilómetros. Una parte de esta se encuentra en un terreno infranqueable, otra junto a ciudades como El Paso. Cerca de 1100 kilómetros ya tienen un muro. En otras palabras, puede que la frontera se vea como una línea larga y delgada en un mapa, pero en la realidad es mucho más compleja.
Los que llegan a la frontera tampoco son la horda amenazante que Trump imagina. En primer lugar, la cantidad de personas que son arrestadas es mucho menor, dado que disminuyó un 60 por ciento desde hace una década; además, en la actualidad, la mayoría está buscando asilo, que es un derecho legal. Aunque sí hay un flujo de drogas que cruza la frontera, la mayoría pasa por los puertos de entrada.
Trump no es el único que no consigue ver estos hechos; como he llegado a advertir como residente de El Paso y en mi calidad de congresista, el Departamento de Seguridad Nacional tampoco lo hace.
A pesar de recibir más dinero que todos los demás organismos federales de seguridad en conjunto, el departamento no se ha adaptado a los cambios y patrones de las poblaciones migrantes. Antes de darle un centavo más, el congreso debería entender por qué.
En lugar de desarrollar una respuesta informada por los hechos en el campo, este gobierno ha elegido como estrategia la incompetencia y la crueldad. Las consecuencias ya se dejan ver.
Por ejemplo, una razón por la cual más migrantes están cruzando la frontera a través del desierto, para luego solicitar asilo, puede ser que se les está rechazando de manera injusta en los cruces fronterizos oficiales o se les está obligando a permanecer de manera indefinida en México mientras se valoran sus solicitudes con una lentitud deliberada, en una táctica conocida como "dosificación". Muchos eligen no esperar y toman una decisión desesperada y riesgosa, y algunos mueren como consecuencia.
Además, debido a que las agencias federales de seguridad no han logrado adaptarse a esta población cambiante, los agentes todavía están mal preparados para manejar a los solicitantes de asilo una vez que logran llegar.
Estos agentes están acostumbrados a perseguir a hombres mexicanos solos decididos a evitar la captura. Ahora se enfrentan a familias centroamericanas, que huyen de sus países y corren hacia los agentes, en lugar de alejarse de ellos. Algunos llevan niños muy pequeños consigo y permanecen hacinados durante días en pequeñas celdas de cemento que resultan inhumanas
No culpo a los agentes. Durante una de nuestras visitas a la estación de sector de El Paso, los agentes nos hablaron con franqueza de lo poco preparados que están para hacerse cargo de los grandes grupos de gente que arrestan. Tuvieron que comprar burritos de un vendedor de la calle, para luego calentar cientos de ellos en un solo microondas pequeño que al poco rato dejó de funcionar.
También cuentan el caso de la madre que, en nuestra presencia, pidió un vaso de agua para su bebé de brazos, y a la que en respuesta le dijeron que se habían quedado sin vasos. Qué situación tan terrible para una madre, que carga a un niño cansado y sediento en los brazos, y ¿qué efecto tiene eso en el agente que se ve obligado a negarle lo que pide?
Durante la temporada de gripe, los agentes de El Paso tuvieron que administrar medicamentos a las personas bajo su custodia. Imagina controlar decenas de recetas que debían suministrarse con horas de diferencia. Todo esto impedía a los agentes hacer aquello para lo que fueron entrenados: rastrear y arrestar a los hombres malos.
Cuando les pregunto a los agentes qué es lo que más les preocupa, escuché historias como esa, pero ninguna solicitud de un muro. Otras veces pidieron mejor cobertura de telefonía celular y radios actualizados para poder usarlos en áreas rurales. En las zonas urbanas con puertos de entrada ajetreados, solicitan más personal y equipo más nuevo. No hay suficientes jueces migratorios, no tienen suficiente independencia y las leyes consignadas no reflejan las realidades modernas.
Los agentes pueden no tener la culpa, pero las agencias sí. Los activistas migratorios locales dijeron que su principal preocupación era la comunicación inadecuada de las autoridades federales, que dejaban a sus organizaciones en un lío cuando la oficina local de Inmigración y Control de Aduanas libera en las calles de El Paso durante la noche a cientos de migrantes que necesitan alojamiento provisional.
Cuando hablamos de una crisis en la frontera, así es como se ve: familias desesperadas que abruman a los agentes con pocas instrucciones o poco apoyo de sus oficinas locales, ya no digamos de Washington.
Este año, el congreso necesita investigar la incapacidad de adaptación de una agencia bien financiada, por qué los supervisores ignoraron los llamados de alarma de los agentes en el campo, cómo dos niños (Felipe Gómez y Jakelin Caal Maquin de 7 años) murieron en consecuencia y cómo podemos abordar mejor las causas fundamentales de la migración que ha cambiado.
La obsesión del presidente Trump y sus seguidores con la seguridad fronteriza no acabará sino hasta que no haya una sola persona que cruce la frontera sin documentos, lo cual es una imposibilidad. Para ellos, por supuesto, no se trata de seguridad fronteriza, sino de nacionalismo y aislamiento. Para el resto de nosotros, tiene que ver con encontrar una solución compasiva a una crisis humanitaria.