Coutinho acabó abatido: está sin confianza en su juego
Barcelona, AS
No se trata de comparar a nada con nadie, pero ayer, en el Camp Nou, mientras la figura de Ousmane Dembélé exaltaba al socio culé, la autoestima de Philippe Coutinho iba perdiendo fuerza conforme avanzaba el partido. Hace tiempo que el brasileño no anda fino, no acaba de asentar su juego y sus sensaciones no son nada buenas. La lesión que se hizo en Milán jugando ante el Inter (1-1) en el mes de noviembre, le cortó de raíz una progresión que estaba siendo muy positiva. Ahora no queda otra que arropar al futbolista, que entró "muy triste" en el vestuario tras la última victoria del equipo culés en LaLiga ante el Leganés (3-1).
Coutinho es el primero en saber qué no acaba de arrancar. Ayer, sin ir más lejos, perdió 17 balones. Demasiadas para un creador. Pero hay algo que le frustra más; ver que desentona en algunos aspectos sobre sus compañeros y entender que el Camp Nou ha cambiado su objetivo y que si antes era Dembélé el que pasaba a diario un examen, ahora es él el que es juzgado en cada momento. Salió del campo sin despedirse de nadie, ni rivales, ni colegiados, ni del público. Tampoco se esperó a que el equipo, que acostumbra a agradecer al público desde el centro del campo, acabase con la liturgia. "En el vestuario estuvo callado, ausente, consciente que su momento no es el mejor. Los compañeros trataron de animarle, pero cuando acabó de ducharse y se cambió, acabó yéndose sin hacer ruido", relatan desde el vestuario.
"Desde que se lesionó antes de las Navidades le está costando", afirman. "Quiere, claro, pero parece algo bloqueado", insiste gente que lo conoce bien. Ante el Lega buscó la manera de recuperar autoestima generándose su jugada favorita, abrirse desde la izquierda para patear al palo zurdo del portero, pero la retaguardia madrileña siempre le taponó el hueco; luego, cuando pudor tirar, no acertó en dirigir la pelota para que Cuéllar tuvieses que intervenir.
Su números en la presente temporada no son los mejores de sus últimos años. En LaLiga, por ejemplo, lleva cuatro goles y dos asistencias en 1.111 minutos disputados. En Champions, jugó en los seis partidos de la fase de grupos (501'): un gol y tres asistencias, mientras que en Copa hizo sólo un tanto, el que en la ida de los octavos ante el Levante sirvió para recortar distancias y darle vida al equipo.
"Ahora es trabajo de todos que Coutinho vuelva a sonreír, aunque el primero que debe apretar es él", insisten. "¿Si nota la presión de ser el fichaje más caro de la historia del club? Coutinho ha jugado en grandes escenarios y sabe lo que es la presión. No creemos que sea ese el problema", apunta gente que lo conoce bien y que esperan que en el tramo decisivo de la temporada se vuelva a ver la mejor versión del atacante brasileño.
No se trata de comparar a nada con nadie, pero ayer, en el Camp Nou, mientras la figura de Ousmane Dembélé exaltaba al socio culé, la autoestima de Philippe Coutinho iba perdiendo fuerza conforme avanzaba el partido. Hace tiempo que el brasileño no anda fino, no acaba de asentar su juego y sus sensaciones no son nada buenas. La lesión que se hizo en Milán jugando ante el Inter (1-1) en el mes de noviembre, le cortó de raíz una progresión que estaba siendo muy positiva. Ahora no queda otra que arropar al futbolista, que entró "muy triste" en el vestuario tras la última victoria del equipo culés en LaLiga ante el Leganés (3-1).
Coutinho es el primero en saber qué no acaba de arrancar. Ayer, sin ir más lejos, perdió 17 balones. Demasiadas para un creador. Pero hay algo que le frustra más; ver que desentona en algunos aspectos sobre sus compañeros y entender que el Camp Nou ha cambiado su objetivo y que si antes era Dembélé el que pasaba a diario un examen, ahora es él el que es juzgado en cada momento. Salió del campo sin despedirse de nadie, ni rivales, ni colegiados, ni del público. Tampoco se esperó a que el equipo, que acostumbra a agradecer al público desde el centro del campo, acabase con la liturgia. "En el vestuario estuvo callado, ausente, consciente que su momento no es el mejor. Los compañeros trataron de animarle, pero cuando acabó de ducharse y se cambió, acabó yéndose sin hacer ruido", relatan desde el vestuario.
"Desde que se lesionó antes de las Navidades le está costando", afirman. "Quiere, claro, pero parece algo bloqueado", insiste gente que lo conoce bien. Ante el Lega buscó la manera de recuperar autoestima generándose su jugada favorita, abrirse desde la izquierda para patear al palo zurdo del portero, pero la retaguardia madrileña siempre le taponó el hueco; luego, cuando pudor tirar, no acertó en dirigir la pelota para que Cuéllar tuvieses que intervenir.
Su números en la presente temporada no son los mejores de sus últimos años. En LaLiga, por ejemplo, lleva cuatro goles y dos asistencias en 1.111 minutos disputados. En Champions, jugó en los seis partidos de la fase de grupos (501'): un gol y tres asistencias, mientras que en Copa hizo sólo un tanto, el que en la ida de los octavos ante el Levante sirvió para recortar distancias y darle vida al equipo.
"Ahora es trabajo de todos que Coutinho vuelva a sonreír, aunque el primero que debe apretar es él", insisten. "¿Si nota la presión de ser el fichaje más caro de la historia del club? Coutinho ha jugado en grandes escenarios y sabe lo que es la presión. No creemos que sea ese el problema", apunta gente que lo conoce bien y que esperan que en el tramo decisivo de la temporada se vuelva a ver la mejor versión del atacante brasileño.