Benzema anda suelto
Partidazo del francés y del Madrid, que confirma su recuperación. Ramos marcó y se lesionó. Varane fue expulsado. El Espanyol pagó por su mal inicio.
Luis Nieto
As
De pronto, Benzema es un nueve más un diez por el mismo precio, perro y gato, goleador y armador, la figura del Madrid y el símbolo de un cambio de tendencia. Casi diez años después de su fichaje alcanza lo que nunca tuvo antes: la unanimidad. En Cornellà dejó uno de los grandes partidos de su carrera y confirmó su liderazgo en un equipo rehabilitado. La cabeza de Benzema parece más limpia que nunca, en juego y en actitud. Falló un gol claro en la segunda mitad, suceso tantas veces visto, y estrelló repetidamente su puño contra el césped, suceso insólito. Lo suyo es ambición tardía.
El fútbol es vértigo, pero un equipo no recupera la verticalidad por un golpe de gracia. Lo del Madrid sin cadena es cuestión de muchas sumas y casi ninguna resta: funcionan Vinicius y Reguilón, con los que Solari hace cantera y camino; Pintus abanica al equipo físicamente y vuelven a máximos Ramos, Casemiro y Modric y la presión avanzada de grupo; los resultados le quitan fuerza a los debates sobre Marcelo, Isco y Keylor, asuntos de portada en las duras; Benzema asciende a coronel... Así que la cosa queda casi cinematográfica: los refuerzos (Kroos, Bale, Llorente...) llegan cuando ya ha pasado el peligro. La prosperidad se ha adelantado a la salud.
En la otra orilla está el Espanyol, que se ha ido quedando sin resultados, sin moral, sin central y sin convicciones, por este orden. Dio la impresión que al partido entró convencido de que no iba a poder con ese toro.
Esa salida a por uvas del equipo de Rubi tuvo castigo inmediato. La primera pérdida en la salida de la pelota acabó en carrera de Modric, un rodador que se ha pasado a llegador, y disparo rechazado de Diego López que cazó Benzema. La portería empieza a hacerse grande en su cabeza. Y de inmediato, Ramos, nueve de guardia, amplió la ventaja del Madrid con un cabezazo bien diferente al que le aplicó al Girona: aquello fue smash y esto un globo colocado de palo a palo.
El recital de Benzema
El Madrid se acostó en esa ventaja con el mismo dominio pero menos colmillo y el Espanyol, aun sometido, se vio de nuevo en el partido en un remate de Batistao tras rechace de Lucas Vázquez, que se había quedado enganchado en un córner. Fue el primer tanto de jugada (había hecho otro de penalti) del brasileño en el curso, que así de precarias andan las cosas del gol en Cornellà.
Con el espejismo del equilibrio acabó de nuevo Benzema, que intentó una pared con Vinicius y cuando le volvió la pelota metió un disparo cruzado y colocadísimo a la red. La portería, créanlo, es su arco del triunfo. Contra todo pronóstico, porta la antorcha del Madrid.
El Espanyol se sintió en el corredor de la muerte y no volvió y el Madrid siguió comprobando que todos sus sensores funcionan: Benzema acabó en la estratosfera; Carvajal y Reguilón ensancharon aún más al equipo; Modric pisó mucho área; Bale entró y marcó. Eso siempre lo tuvo. Ninguna de sus veintitantas lesiones le afectó el olfato. Sustituyó a Vinicius, menos explosivo de lo que acostumbra y que se buscó la roja por un pisotón a Mario Hermoso que el VAR ignoró. Sí fue expulsado Varane por derribar involuntaria pero decisivamente a Piatti. El reajuste del Madrid (Reguilón de central y Marcelo de lateral) ofreció al Espanyol un último tren, que dio para un golazo de Rosales y para dejar un final más apretado de lo que fue el partido. En cualquier caso, todo quedó como al principio: el Madrid, encendido; el Espanyol, a oscuras.
Luis Nieto
As
De pronto, Benzema es un nueve más un diez por el mismo precio, perro y gato, goleador y armador, la figura del Madrid y el símbolo de un cambio de tendencia. Casi diez años después de su fichaje alcanza lo que nunca tuvo antes: la unanimidad. En Cornellà dejó uno de los grandes partidos de su carrera y confirmó su liderazgo en un equipo rehabilitado. La cabeza de Benzema parece más limpia que nunca, en juego y en actitud. Falló un gol claro en la segunda mitad, suceso tantas veces visto, y estrelló repetidamente su puño contra el césped, suceso insólito. Lo suyo es ambición tardía.
El fútbol es vértigo, pero un equipo no recupera la verticalidad por un golpe de gracia. Lo del Madrid sin cadena es cuestión de muchas sumas y casi ninguna resta: funcionan Vinicius y Reguilón, con los que Solari hace cantera y camino; Pintus abanica al equipo físicamente y vuelven a máximos Ramos, Casemiro y Modric y la presión avanzada de grupo; los resultados le quitan fuerza a los debates sobre Marcelo, Isco y Keylor, asuntos de portada en las duras; Benzema asciende a coronel... Así que la cosa queda casi cinematográfica: los refuerzos (Kroos, Bale, Llorente...) llegan cuando ya ha pasado el peligro. La prosperidad se ha adelantado a la salud.
En la otra orilla está el Espanyol, que se ha ido quedando sin resultados, sin moral, sin central y sin convicciones, por este orden. Dio la impresión que al partido entró convencido de que no iba a poder con ese toro.
Esa salida a por uvas del equipo de Rubi tuvo castigo inmediato. La primera pérdida en la salida de la pelota acabó en carrera de Modric, un rodador que se ha pasado a llegador, y disparo rechazado de Diego López que cazó Benzema. La portería empieza a hacerse grande en su cabeza. Y de inmediato, Ramos, nueve de guardia, amplió la ventaja del Madrid con un cabezazo bien diferente al que le aplicó al Girona: aquello fue smash y esto un globo colocado de palo a palo.
El recital de Benzema
El Madrid se acostó en esa ventaja con el mismo dominio pero menos colmillo y el Espanyol, aun sometido, se vio de nuevo en el partido en un remate de Batistao tras rechace de Lucas Vázquez, que se había quedado enganchado en un córner. Fue el primer tanto de jugada (había hecho otro de penalti) del brasileño en el curso, que así de precarias andan las cosas del gol en Cornellà.
Con el espejismo del equilibrio acabó de nuevo Benzema, que intentó una pared con Vinicius y cuando le volvió la pelota metió un disparo cruzado y colocadísimo a la red. La portería, créanlo, es su arco del triunfo. Contra todo pronóstico, porta la antorcha del Madrid.
El Espanyol se sintió en el corredor de la muerte y no volvió y el Madrid siguió comprobando que todos sus sensores funcionan: Benzema acabó en la estratosfera; Carvajal y Reguilón ensancharon aún más al equipo; Modric pisó mucho área; Bale entró y marcó. Eso siempre lo tuvo. Ninguna de sus veintitantas lesiones le afectó el olfato. Sustituyó a Vinicius, menos explosivo de lo que acostumbra y que se buscó la roja por un pisotón a Mario Hermoso que el VAR ignoró. Sí fue expulsado Varane por derribar involuntaria pero decisivamente a Piatti. El reajuste del Madrid (Reguilón de central y Marcelo de lateral) ofreció al Espanyol un último tren, que dio para un golazo de Rosales y para dejar un final más apretado de lo que fue el partido. En cualquier caso, todo quedó como al principio: el Madrid, encendido; el Espanyol, a oscuras.