Un partido extremo para River, para Boca y para España
El Clásico argentino más importante de la historia se juega a 10.000 kilómetros de Buenos Aires, en la casa de Di Stéfano. Madrid somete a juicio mundial la eficacia de su seguridad.
Luis Nieto
As
El partido más importante del fútbol de clubes en Sudamérica llega al Bernabéu tras pasar abruptamente, entre reproches y acusaciones, por el departamento de Policía de Buenos Aires, el Congreso Argentino, la CONMEBOL y sus tribunales, la Justicia porteña, los teléfonos de Rubiales y Florentino Pérez y el TAS, donde se seguirá jugando. Ahí se agarraría Boca por si no le va bien en el campo (sigue el partido en directo en As.com).
Una mala solución, a 10.000 kilómetros de Buenos Aires, en un campo excelente, la casa de Di Stéfano, podría ser un buen resumen de la situación. River no quería jugar aquí, donde pierde 66.000 hinchas de ventaja. Boca no quería jugar ni allí ni aquí. Y a CONMEBOL le pareció la salida de emergencia más segura llevar el partido a un país lo suficientemente cercano en el idioma y lo suficientemente lejano en antecedentes violentos. Un país, por cierto, donde se concentra la mayor colonia argentina fuera del país (350.000). Y un país que necesita colgarse una medalla en organización por lo que pueda venir (el Mundial de 2030). Así que, 4.000 policías mediante, hoy toca fútbol y fiesta. Ese es el partido que puede ganar España. El otro se festejará en la Puerta del Sol o en Colón.
River y Boca nacieron en el mismo barrio con cuatro años de diferencia. Su separación posterior no sólo fue geográfica. A River siempre le gustó presumir de fútbol distinguido, de La Máquina a nuestros días (Beto Alonso, Francescoli, Aimar…). Y a Boca, de carácter irreductible, de hacerse mejor siendo peor (Rattin, Maradona, Riquelme, Palermo...). Y con las mismas llegan al partido más importante de su historia 113 años después. River trae los futbolistas y Boca, el espíritu.
"No va a ser un partido atractivo, sino trabado", anunció Guillermo Barros Schelotto, hijo de un expresidente de Gimnasia y Esgrima y el hombre más laureado en la historia de Boca, con 18 títulos como jugador o entrenador. El Melli (jugó con su gemelo Gustavo, hoy su ayudante, y le quedó el apodo) se ha llevado al vestuario lo que fue como delantero: eficaz, oportunista, protestón y enemigo declarado de River ("Lástima que con la plata que tenés no puedas cambiarte esa cara de sapo", le dijo a Francescoli en una refriega). "Es un creador de microclimas al que le gusta victimizarse y tribunear", escribió un comentarista, pero ya ha ganado dos títulos con Boca, con más pegada que juego. "Conmigo se hacen goles", dijo en Madrid. Ha recuperado a Pavón, su figura, y mantiene la incógnita de si jugará con tres puntas, lo habitual, o dos, como en la ida, o uno. Lo ha probado todo. Y todo sin Tévez.
Gallardo, corazón y cabeza
Gallardo, tres años más joven pero que coincidió con Barros Schelotto en el triunfo de la selección Sub-23 en los Panamericanos de 1995 (él como titular, El Melli como suplente, ambos como lanzadores en la tanda que decidió el título), también es de sangre caliente. De hecho, no estará en el banquillo por sanción. Pero en el vestuario es otra cosa. Amante del rock argentino y de Calamaro y admirador de Guardiola, considera "chabacano y superficial decir a los futbolistas que vamos a poner huevos. Al jugador hay que decirle que salimos a la cancha a defender algo". Tiene nueve ayudantes, entre ellos una especialista en neurociencia, y trabaja el ánimo del vestuario: "El cuerpo se cansa, pero la mente no. Y esta hace la diferencia". Su panorama es peor que el de Barros Schelotto. Le faltan el exatlético Santos Borré, por sanción, y Scocco (casi descartado). Maneja jugar con cinco atrás, como en la ida, o poner un quinto centrocampista, Enzo Pérez, con un solo punta, Pratto, canterano de Boca (compartió vestuario con el rayista Trejo). Incluso podría salir el juvenil Julián Álvarez, que llegó a probar con el Madrid.
Tras Labruna, Gallardo es el hombre con más títulos en la historia de River, que manda en Argentina sobre Boca (36 a 33 en ligas nacionales) y pierde en Sudamérica (tres Libertadores frente a seis de los xeneizes).
Habrá 5.000 hinchas por cabeza llegados de Argentina. De los de aquí no hay más datos que una encuesta abierta por AS en la que manda River (55%-45%). También en las apuestas (2,50 a 3,10), pese a ver muy mermada su condición de local. A ella apeló su presidente, D’Onofrio, que conoció a Bernabéu y adoró a Di Stéfano.
As
El partido más importante del fútbol de clubes en Sudamérica llega al Bernabéu tras pasar abruptamente, entre reproches y acusaciones, por el departamento de Policía de Buenos Aires, el Congreso Argentino, la CONMEBOL y sus tribunales, la Justicia porteña, los teléfonos de Rubiales y Florentino Pérez y el TAS, donde se seguirá jugando. Ahí se agarraría Boca por si no le va bien en el campo (sigue el partido en directo en As.com).
Una mala solución, a 10.000 kilómetros de Buenos Aires, en un campo excelente, la casa de Di Stéfano, podría ser un buen resumen de la situación. River no quería jugar aquí, donde pierde 66.000 hinchas de ventaja. Boca no quería jugar ni allí ni aquí. Y a CONMEBOL le pareció la salida de emergencia más segura llevar el partido a un país lo suficientemente cercano en el idioma y lo suficientemente lejano en antecedentes violentos. Un país, por cierto, donde se concentra la mayor colonia argentina fuera del país (350.000). Y un país que necesita colgarse una medalla en organización por lo que pueda venir (el Mundial de 2030). Así que, 4.000 policías mediante, hoy toca fútbol y fiesta. Ese es el partido que puede ganar España. El otro se festejará en la Puerta del Sol o en Colón.
River y Boca nacieron en el mismo barrio con cuatro años de diferencia. Su separación posterior no sólo fue geográfica. A River siempre le gustó presumir de fútbol distinguido, de La Máquina a nuestros días (Beto Alonso, Francescoli, Aimar…). Y a Boca, de carácter irreductible, de hacerse mejor siendo peor (Rattin, Maradona, Riquelme, Palermo...). Y con las mismas llegan al partido más importante de su historia 113 años después. River trae los futbolistas y Boca, el espíritu.
"No va a ser un partido atractivo, sino trabado", anunció Guillermo Barros Schelotto, hijo de un expresidente de Gimnasia y Esgrima y el hombre más laureado en la historia de Boca, con 18 títulos como jugador o entrenador. El Melli (jugó con su gemelo Gustavo, hoy su ayudante, y le quedó el apodo) se ha llevado al vestuario lo que fue como delantero: eficaz, oportunista, protestón y enemigo declarado de River ("Lástima que con la plata que tenés no puedas cambiarte esa cara de sapo", le dijo a Francescoli en una refriega). "Es un creador de microclimas al que le gusta victimizarse y tribunear", escribió un comentarista, pero ya ha ganado dos títulos con Boca, con más pegada que juego. "Conmigo se hacen goles", dijo en Madrid. Ha recuperado a Pavón, su figura, y mantiene la incógnita de si jugará con tres puntas, lo habitual, o dos, como en la ida, o uno. Lo ha probado todo. Y todo sin Tévez.
Gallardo, corazón y cabeza
Gallardo, tres años más joven pero que coincidió con Barros Schelotto en el triunfo de la selección Sub-23 en los Panamericanos de 1995 (él como titular, El Melli como suplente, ambos como lanzadores en la tanda que decidió el título), también es de sangre caliente. De hecho, no estará en el banquillo por sanción. Pero en el vestuario es otra cosa. Amante del rock argentino y de Calamaro y admirador de Guardiola, considera "chabacano y superficial decir a los futbolistas que vamos a poner huevos. Al jugador hay que decirle que salimos a la cancha a defender algo". Tiene nueve ayudantes, entre ellos una especialista en neurociencia, y trabaja el ánimo del vestuario: "El cuerpo se cansa, pero la mente no. Y esta hace la diferencia". Su panorama es peor que el de Barros Schelotto. Le faltan el exatlético Santos Borré, por sanción, y Scocco (casi descartado). Maneja jugar con cinco atrás, como en la ida, o poner un quinto centrocampista, Enzo Pérez, con un solo punta, Pratto, canterano de Boca (compartió vestuario con el rayista Trejo). Incluso podría salir el juvenil Julián Álvarez, que llegó a probar con el Madrid.
Tras Labruna, Gallardo es el hombre con más títulos en la historia de River, que manda en Argentina sobre Boca (36 a 33 en ligas nacionales) y pierde en Sudamérica (tres Libertadores frente a seis de los xeneizes).
Habrá 5.000 hinchas por cabeza llegados de Argentina. De los de aquí no hay más datos que una encuesta abierta por AS en la que manda River (55%-45%). También en las apuestas (2,50 a 3,10), pese a ver muy mermada su condición de local. A ella apeló su presidente, D’Onofrio, que conoció a Bernabéu y adoró a Di Stéfano.