Griezmann, al auxilio
Dio el primer gol y marcó los otros dos, uno de penalti. El equipo de Simeone sufrió mucho ante un gran Valladolid, que fue capaz de igualar un 0-2.
Patricia Cazón
As
Inspiró el Cholo bajo su gabardina negra el aire de Valladolid cuando el balón echó a rodar y la aspereza pudo llenarle las fosas nasales. Cinco vidas pasarán y en cuatro hubiera perdido el partido que pasó ante sus ojos en Zorrilla. Su equipo pronto se atascó ante un Valladolid que cerró callejones por dentro y tomó el control. Quiso el balón y le buscó las cosquillas donde sabe que las tiene, en las contras rápidas y, sobre todo, en los centros laterales.
Pero tardaría algo en pasar de verdad, sin embargo. En los primeros 20’, un chut lejano de Saúl fue lo que más cerca estuvo de llamarse ocasión. “Si la oportunidad no llama, construye una puerta”, que decía Milton Berle, y Simeone sólo esperaba la madera adecuada. Y llegó cuando el Valladolid más dominaba. Empezó Rodrigo, robo en el centro. Siguió Correa, pase a Griezmann. Y el francés que vio con el rabillo del ojo desmarcarse a Kalinic y allí envió el balón. Lo recogió el croata, cruzó ante Masip, lo convertiría en gol.
Tardó varios minutos el Valladolid en sacudirse el golpe, pero cuando lo hizo volvió donde estaba: apretar al Atleti entre contras y centros. Brotaban todos de la bota de Nacho en la izquierda. Uno acabó en un remate de Óscar Plano que afeitó el larguero, otro en un zurdazo de Ünal que rozó el palo al irse fuera. El gol del Valladolid parecía sólo cuestión de tiempo. Entonces el silbato de Undiano Mallenco le cortó una contra y a su pierna se sumó un grillete justo antes del descanso.
El partido tuvo un rewind, se fue a la jugada anterior: paradón de Masip a un disparo desde la frontal de Griezmann que había pegado en Olivas. Pero Undiano no vio algo: la pelota le había pegado a Olivas en el brazo. El VAR sí. De ahí su freno a esta contra, el revisar la jugada y el gesto: “Penalti”. Lo marcaría Grizi. El Valladolid se iba a la caseta con dos cornadas que no merecía, pero ahí estaban, infligidas por un Atleti con más contundencia que fútbol.
Regresó el Valladolid enfurecido, acoso y derribo sobre Oblak, a lomos de Keko. Una avalancha de golpes y balones colgados, sin respiro. Aquí esa ocasión de Ünal. Allá ese despeje de Savic que casi se cuela. Y el aliento del Valladolid en el cogote, córner a córner. Y Filipe que se va, otra lesión muscular, algo que Simeone debería empezar a mirarse, no-es-nor-mal. Y el Atleti que no es capaz de salir de los pies de Oblak. Y Calero que marca de cabeza. Y a Sergio González que le sobra el abrigo mientras un remate de Ünal, tras un saque de esquina, encuentra al fin eso que buscaba, la red, el 2-2, después de pegar en la pierna de un Saúl que había tenido que volver a ponerse ese traje marrón, el de lateral zurdo. Veinte minutos después del descanso, el Valladolid ya no sangraba y en Zorrilla todo eran puños apretados.
Bajo el ritmo el partido, el Valladolid alzó el pie. Seguía sin fútbol el Atleti pero ahora el espejismo de los goles no tapaba sus vergüenzas. Que Correa no jugaba aunque sí, que la zaga era de flan, que todos andaban entre el cero y el suspenso general. Y cuando más quemaba el aire, Simeone construyó otra puerta y por ella se coló de nuevo Grizi. Fue en un córner que se embarulló y en el que, entre rebotes y piernas, él encontró el gol. Y el Atleti, otra vez por delante, aunque el Valladolid hubiera sido mejor en el 0-1, en el 0-2, en el 1-2, en el 2-2 y, ahora, en el 2-3.
Los cinco de añadido fueron un sufrir para el Cholo, sin voz después de que Undiano escuchara que le decía el VAR sobre una mano de Arias en el área y antes de que Thomas matara esa bola en el centro que era el final. Sergio se ponía el abrigo, sobre la sangre. El Atleti volvía a ganar fuera. Es colíder tras un partido del que lo único bueno fue eso, el marcador y los destellos de Grizi. Vale.
Patricia Cazón
As
Inspiró el Cholo bajo su gabardina negra el aire de Valladolid cuando el balón echó a rodar y la aspereza pudo llenarle las fosas nasales. Cinco vidas pasarán y en cuatro hubiera perdido el partido que pasó ante sus ojos en Zorrilla. Su equipo pronto se atascó ante un Valladolid que cerró callejones por dentro y tomó el control. Quiso el balón y le buscó las cosquillas donde sabe que las tiene, en las contras rápidas y, sobre todo, en los centros laterales.
Pero tardaría algo en pasar de verdad, sin embargo. En los primeros 20’, un chut lejano de Saúl fue lo que más cerca estuvo de llamarse ocasión. “Si la oportunidad no llama, construye una puerta”, que decía Milton Berle, y Simeone sólo esperaba la madera adecuada. Y llegó cuando el Valladolid más dominaba. Empezó Rodrigo, robo en el centro. Siguió Correa, pase a Griezmann. Y el francés que vio con el rabillo del ojo desmarcarse a Kalinic y allí envió el balón. Lo recogió el croata, cruzó ante Masip, lo convertiría en gol.
Tardó varios minutos el Valladolid en sacudirse el golpe, pero cuando lo hizo volvió donde estaba: apretar al Atleti entre contras y centros. Brotaban todos de la bota de Nacho en la izquierda. Uno acabó en un remate de Óscar Plano que afeitó el larguero, otro en un zurdazo de Ünal que rozó el palo al irse fuera. El gol del Valladolid parecía sólo cuestión de tiempo. Entonces el silbato de Undiano Mallenco le cortó una contra y a su pierna se sumó un grillete justo antes del descanso.
El partido tuvo un rewind, se fue a la jugada anterior: paradón de Masip a un disparo desde la frontal de Griezmann que había pegado en Olivas. Pero Undiano no vio algo: la pelota le había pegado a Olivas en el brazo. El VAR sí. De ahí su freno a esta contra, el revisar la jugada y el gesto: “Penalti”. Lo marcaría Grizi. El Valladolid se iba a la caseta con dos cornadas que no merecía, pero ahí estaban, infligidas por un Atleti con más contundencia que fútbol.
Regresó el Valladolid enfurecido, acoso y derribo sobre Oblak, a lomos de Keko. Una avalancha de golpes y balones colgados, sin respiro. Aquí esa ocasión de Ünal. Allá ese despeje de Savic que casi se cuela. Y el aliento del Valladolid en el cogote, córner a córner. Y Filipe que se va, otra lesión muscular, algo que Simeone debería empezar a mirarse, no-es-nor-mal. Y el Atleti que no es capaz de salir de los pies de Oblak. Y Calero que marca de cabeza. Y a Sergio González que le sobra el abrigo mientras un remate de Ünal, tras un saque de esquina, encuentra al fin eso que buscaba, la red, el 2-2, después de pegar en la pierna de un Saúl que había tenido que volver a ponerse ese traje marrón, el de lateral zurdo. Veinte minutos después del descanso, el Valladolid ya no sangraba y en Zorrilla todo eran puños apretados.
Bajo el ritmo el partido, el Valladolid alzó el pie. Seguía sin fútbol el Atleti pero ahora el espejismo de los goles no tapaba sus vergüenzas. Que Correa no jugaba aunque sí, que la zaga era de flan, que todos andaban entre el cero y el suspenso general. Y cuando más quemaba el aire, Simeone construyó otra puerta y por ella se coló de nuevo Grizi. Fue en un córner que se embarulló y en el que, entre rebotes y piernas, él encontró el gol. Y el Atleti, otra vez por delante, aunque el Valladolid hubiera sido mejor en el 0-1, en el 0-2, en el 1-2, en el 2-2 y, ahora, en el 2-3.
Los cinco de añadido fueron un sufrir para el Cholo, sin voz después de que Undiano escuchara que le decía el VAR sobre una mano de Arias en el área y antes de que Thomas matara esa bola en el centro que era el final. Sergio se ponía el abrigo, sobre la sangre. El Atleti volvía a ganar fuera. Es colíder tras un partido del que lo único bueno fue eso, el marcador y los destellos de Grizi. Vale.