‘Chalecos amarillos’: anatomía de una revuelta

Diez claves del movimiento que en un mes ha sacudido la política francesa y forzado un cambio en Macron

Marc Bassets
París, El País
Pocos manifestantes y escasos disturbios. Emmanuel Macron puede respirar tras el primer sábado sin disturbios graves en casi un mes. Los chalecos amarillos entran en una nueva fase tras el quinto sábado de concentraciones, en las que participaron unas 35.000 personas en todo Francia y unas tres mil en París. Las concesiones el presidente francés, el duelo tras el atentado el martes en Estrasburgo, el cansancio tras un mes de movilizaciones e incluso la lluvia helada pueden haber contribuido a reducir la asistencia. El movimiento ya ha cambiado la política francesa y forzado a Macron a rectificar. Las claves de la revuelta que nadie vio venir.


1. El origen

El prólogo de la revuelta de los chalecos amarillos puede establecerse en una petición lanzada el 29 de mayo en la plataforma change.org. Priscillia Ludosky, una mujer de 32 años de la región de París, reclamaba una bajada de los precios del carburante. En septiembre tenía 500 firmantes. En 21 octubre el diario Le Parisien la entrevistó y los apoyos pasaron de 12.300 firmas a 226.000 dos semanas después. Hoy son más de un millón. En paralelo, dos camioneros lanzaron una convocatoria a un “bloqueo nacional contra la subida del carburante”. La fecha: el 17 de noviembre.


A esto se añadió un vídeo viral en Facebook de Jacline Mouraud, una hipnoterapeuta y acordeonista de Bretaña, en el que criticaba la supuesta persecución a la que el presidente Emmanuel Macron sometía a los automovilistas franceses. El vídeo, publicado el 18 de octubre, ya supera los seis millones de visitas.

2. Facebook

Facebook es la red social donde centenares de grupos de chalecos amarillos coordinaron la primera acción de bloqueo, el 17 de noviembre, y las siguientes. Facebook es la plaza pública donde el vídeo en directo permite dar voz a cada chaleco amarillo y alcanzar audiencias masivas. En un movimiento sin líderes ni estructura, todos pueden ser líder. Algunas informaciones apuntan al papel decisivo, en la propagación del movimiento, de los nuevos algoritmos de esta red social. Los algoritmos dan prioridad a informaciones locales y a mensajes de amigos y familiares.

3. La televisión

La revuelta de los chalecos amarillos no habría adoptado la misma forma sin las televisiones de información continua como BFM-TV, a la vez caja de resonancia de las reivindicaciones, objeto de las críticas de los activistas, y triunfador del conflicto en términos de audiencia. El discurso del presidente Emmanuel Macron el 10 de diciembre tuvo una audiencia de 23 millones de personas, superior a la de la final del Mundial de Rusia.

4. El detonante

El detonante de la revuelta fue la subida prevista de la tasa del diésel en 6,5 céntimos y la de la gasolina en 2,9 céntimos el 1 de enero de 2019. La política consiste en equiparar la tasa del diésel con la de gasolina. Se trata de recaudar dinero para incentivar la llamada transición ecológica y a la vez de desincentivar el uso de fuentes de energía contaminantes. La subida del carburante era un símbolo de una brecha cultural, entre la Francia urbana que vive sin necesidad del automóvil y la Francia de las ciudades pequeñas y medianas que lo necesita para desplazarse a trabajar.

5. Las causas inmediatas

La tasa del diésel fue el detonante de las protestas, pero también medidas como la reducción de la velocidad máxima en carretera de 90 a 80 kilómetros por hora. O la supresión del impuesto sobre la fortuna para los bienes inmuebles, que le valió a Macron la etiqueta de presidente de los ricos. En su primer año de gobierno, dio prioridad a las reformas liberalizadoras ante que a las reformas para reforzar la protección social.

6. Las causas más remotas

Francia es uno de los países más igualitarios del mundo, gracias en parte a sus políticas redistributivas. En 2017, según el Insee, el instituto nacional de estadística francés, el nivel medio de vida del 20% de franceses más ricos era 8,5 veces mayor que el de los 20% más pobres. Tras la redistribución vía impuestos y prestaciones sociales, los de arriba son 3,9 veces más ricos que los de abajo.

Pero el efecto de la redistribución queda mitigado con los llamados “gastos obligados”: el alquiler, la hipoteca, la electricidad y calefacción, o los seguros. Para las personas con menos ingresos, una vez pagadas las facturas a principios de mes solo queda un 40% para los otros gastos, principalmente alimentación y transporte, según datos publicados por Le Monde.

El patrimonio es otro factor de desigualdad. El 10% de personas en lo alto de la escala social concentra el 50% del patrimonio. Otro factor es la movilidad social: el 47% de hijos de cuadros superiores —ejecutivos, asalariados con ingresos altos— acaban siendo cuadros superiores, mientras que menos del 10% de hijos de obreros llegan a este estatus.

Es lo que Macron llama las “desigualdades de destino”, que atrapan en su medio social, barrio o región a franceses de clases populares. El problema es antiguo. La fractura territorial —la Francia periférica alejada de las ciudades dinámicas y cosmopolitas— se superpone a la fractura social que el presidente Jacques Chirac ya denunció en los años noventa.

7. El perfil socio-económico

Varios sondeos y trabajos de campo señalan que los chalecos amarillos tienen sus mayores apoyos entres los obreros, parados y empleados con bajos salios. Pero también hay pequeños empresarios autónomos. Un estudio sobre el terreno realizado por un colectivo de politólogos, sociólogos y geógrafos revela que sus ingresos medios son de 1.700 euros mensuales, un 30% menos que los ingresos medianos de todo el país. Las banlieues —el extrarradio de las grandes ciudades con población de origen árabe— están muy poco representadas.

8. La política

Como Macron en la campaña electoral que le llevó al poder en 2017, los chalecos amarillos dicen que no son ni de izquierdas ni de derechas. Sus reivindicaciones son variopintas, pero pueden resumirse en dos: menos impuestos para las clases medias, y más poder adquisitivo (y más servicios sociales para las personas en zonas poco urbanizadas).

Los votantes de la Reagrupación Nacional (ex Frente Nacional, el partido tradicional de la extrema derecha) y La Francia Insumisa (la izquierda populista) son los que más simpatizan con el movimiento, según varios sondeos.

9. Las cifras

A diferencia de mayo del 68 o de las movilizaciones de 1995, los chalecos amarillos no son un movimiento de masas. El 17 de noviembre se manifestaron 285.000 personas en todo Francia; el 24 de noviembre, 160.000; el 1 de diciembre, 137.000, y el 8 de diciembre 126.000, según datos recopilados por el politólogo Olivier Duhamel en el laboratorio de ideas Institut Montaigne. En París no han sobrepasado los 10.000 manifestantes.

Son cifras muy modestas. El impacto de sus reivindicaciones se explica en parte por las amplias simpatías en la opinión pública, que han llegado hasta el 80% según algunos sondeos. La violencia, atribuida a una franja de chalecos amarillos y a grupos externos, así como los bloqueos en carreteras que han afectado a algunos sectores económicos, han contribuido a su éxito.

10. El éxito

El gran éxito de los chalecos amarillos es haber forzado a Macron a rectificar. La primera rectificación ocurrió el 4 de diciembre, tres días después de que una manifestación en París dejase escenas de violencia descontrolada. El Gobierno anunció la suspensión del aumento de la tasa al carburante.

La segunda rectificación llegó el lunes: un paquete de medidas para aumentar el poder adquisitivo. Entre ellas, un aumento en 100 euros del salario mínimo —por medio del aumento de la llamada prima a la ocupación— y la exención de impuestos y cargas fiscales en las horas suplementarias. El coste estimado de las medidas se eleva a 10.000 millones de euros.

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