Qué significaba la palabra "fiesta" cuando la pronunciaba Joaquín "El Chapo" Guzmán en el imperio narco

El juicio al líder criminal mexicano llegó a uno de sus puntos más esperados, con el testimonio de un ex piloto que fue testigo del crecimiento del Cártel de Sinaloa. Las extremas medidas de seguridad no permitieron que el colaborador sea retratado por los artistas en la corte

Infobae
El esperado testimonio de Miguel Ángel Martínez Martínez, ex piloto de Joaquín El Chapo Guzmán, ex gerente de sus negocios y ahora testigo del Gobierno estadounidense, reveló nuevas luces sobre los manejos del capo narcotraficante.


El mexicano, que trabajó para Guzmán desde 1986 a 1998, vivió las alegrías y enfados de su jefe. Martínez narró cómo el cártel pasó de tener unos 20 empleados en 1987 a más de 200 unos seis años después, incluidos capitanes de barco, secretarias y contadores, con algunos trabajando desde los Estados Unidos. Empezó trabajando como piloto para Guzmán pero después pasó a ser gerente de operaciones, abriendo y cerrando oficinas del cártel en la Ciudad de México, entre muchas otras cosas.

Según recordó, El Chapo disfrutaba con emoción cada vez que lograba un gran envío aéreo de droga desde Colombia, ocasiones a las que llamaba "fiestas", un término en código. Fueron estos vuelos los que lo hicieron multimillonario, y además le permitieron pagar una fortuna en sobornos a funcionarios policiales poderosos, para así mantener su estructura criminal.

Martínez narró una ocasión especial en que el cártel recibió una flota de 10 aviones cargados de droga colombiana. "Compadre ahora sí hizo usted una muy buena fiesta", le dijo Guzmán, rebosando de alegría.

Sin embargo, en 1993, cuando el narcotraficante colombiano Juan Carlos Ramírez Abadía envió un barco lleno de droga a un competidor de Guzmán en lugar de enviárselo a él, este se enfureció: "Quiero que lo amarre al cabrón", supuestamente le dijo El Chapo a Martínez.

El testimonio del ex piloto, quien casi perdió la nariz al consumir cuatro gramos de cocaína al día (según ha dicho en el proceso la defensa del Chapo), creó gran expectativa dadas las medidas de seguridad puestas en marcha, como la prohibición de que los artistas que acuden a la corte dibujen su rostro real.

En su primer testimonio durante el histórico juicio a quien se considera uno de los capos más poderosos, también dijo, al detallar cómo se traficaba la droga desde Colombia a México para luego enviarla a los EEUU, que las pistas de aterrizaje clandestinas estaban en Sonora, Culiacán, Nayarit, Guadalajara y Guanajuato y que se usaron aviones entre 1990 a 1995.

Explicó que los lugares fueron elegidos por Guzmán Loera porque eran las plazas "donde la Policía (a los que pagaban sobornos) le permitía trabajar" y que la droga era recibida por él mismo, Arturo y Héctor Beltrán Leyva, Martín Moreno y otras personas que no conocía.

Además de piloto, Martínez se encargaba de hablar con los cárteles de Colombia (en Cali y Medellín) para recibir de ellos "la mayor cantidad posible" de cocaína, almacenarla y enviarla a los EEUU.

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