Leonardo Tarifeño: “El flujo migratorio no comenzó con la caravana, ni va a terminar con ella”
El periodista argentino, radicado en México, acaba de publicar “No vuelvas”, donde pone voz a los migrantes que son expulsados de Estados Unidos. Antes de su presentación en la Feria del Libro de Guadalajara, dialogó con Infobae Cultura sobre lo que significó ingresar a las historias de deportados, con Tijuana como escenario
Elia Baltazar
Infobae
Venga y siéntese. Tómese su tiempo para escuchar. Sí, leyó bien, para escuchar las voces que saltan entre las 264 páginas de un libro que habla con la voz de los migrantes a través de la pluma de un narrador.
Él se llama Leonardo Tarifeño, es escritor, argentino, un migrante por decisión propia que un día eligió México para vivir. En este país que conoce bien porque ha vivido en él desde hace muchos años, descubrió "el infierno" y habló con sus "ángeles caídos", como describe en esta entrevista a los migrantes deportados que deambulan por una ciudad de la frontera norte mexicana. En este caso Tijuana, aunque el escenario podría ser cualquiera otra ciudad que se ha devorado a esos seres expulsado del "paraíso" que para ellos es Estados Unidos, y que un día les dijo: "No vuelvas".
Con ese título, Tarifeño envuelve un paquete de historias de migrantes deportados que le hablan de frente al lector y le cuentan de su vida suspendida, atrapada en ese pedazo de tierra feroz y fronteriza, que parece un limbo pero no lo es, aclara el autor. Es una parte de México que existe, que en este libro se llama Tijuana y es el escenario de "una catástrofe humanitaria", dice. Así que venga, siéntese y escuche.
Leonardo Tarifeño quiere aclarar primero una cosa: él no viajó a Tijuana detrás de una historia. No la tenía en mente, ni siquiera. Pero un día de 2015 lo invitaron a impartir un taller en esa ciudad y allí se topó de frente con la desgracia, que en su libro tiene muchos nombres.
A veces se llama María de Luz Guajardo Casilla, una mujer que desde el lado mexicano de una valla le pide ayuda para buscar a una hija en Estados Unidos y llora al hijo autista que le quitaron al deportarla. También está Adelaida Hernández Castaño, la empleada de un autoservicio que dejó del otro a varias hijas y se anima a seguir adelante en Tijuana con la ayuda de Dios. O Nicolás, que desde los 6 años vivía al otro lado de la frontera, tenía su Green card, y un día lo acusaron de asesinato, pasó tres años en la cárcel, gastó todo y más en su defensa, ganó su libertad y con ella lo perdió todo cuando lo deportaron.
Hay más nombres. Muchos más, porque Tarifeño viajó varias veces a Tijuana, recorrió los lugares de los deportados, los albergues donde pasan la noche, comen, se bañan y, de vez cuando, encuentran en quien confiar y con quien hablar.
Esas son las historias con las que tropezó y no pudo más que contar. "No es algo que hubiera planeado escribir, es algo que a mí se me apareció y me impactó mucho como persona. No podía dejar de contar eso (esas historias) porque no hubiera podido dormir y la única manera que yo tuve de hacer algo con eso fue contarlo", dice a Infobae Cultura.
Pero no se confunda. Aquí no hablamos de un capricho de narrador, sino de una urgencia que se transmite en el tono, la voz y la velocidad con que Tarifeño habla de su experiencia al surcir esas historias en su libro.
Una urgencia además atizada por el vacío y el silencio que rodea la vida de los migrantes deportados, de quienes poco o nada sabe, porque parece que ellos dejan de existir al momento de ser obligados a volver a un país que ya no los acoge ni los reconoce.
"Vi que había un vacío increíble con respecto a lo que estaba viendo en Tijuana", comenta sobre lo poco que saben en general los mexicanos de las condiciones en que viven sus deportados. Y "no sólo de lo que ocurre en Tijuana, sino de los crímenes ligados a la Border Patrol".
Tarifeño se refiere a los asesinatos de migrantes que ocurren en la frontera. En su libro menciona a algunos y confiesa que, como otros que viven en la Ciudad de México, nada sabía de ellos. "En Estados Unidos no se condena a nadie por esos crímenes –dice– y México no presiona para que se haga justicia".
Las familias de esos migrantes, sigue el autor, también están abandonadas a su suerte, sin que nadie los apoye para que se haga justicia con sus muertos. "Nadie en la Ciudad de México lo sabía y a mí eso me dio la pauta de que había que investigar y contar esta historia, que yo tenía en mente y se me cruzó".
Sin dinero, sin papeles y sin un lugar a dónde regresar, los deportados van con su pasado a cuestas. Porque allí donde ellos no tenían papeles, algunos sí tenían una vida mejor.
Como deportados, en cambio, "están abandonados en una ciudad que no es la suya, con gente que no siempre los quiere ver, lejos de su familia y de su casa".
¿Como en un limbo? Sí y no, dice el autor. "Porque cuando hablamos de limbo parece que hablamos de un no lugar y en este caso ese no lugar tiene nombre, se llama Tijuana y está en México. En un México que nosotros no queremos ver, que es el México de la frontera, de la catástrofe humanitaria, donde los propios migrantes te dicen que estaban mejor del otro lado que aquí, porque en México nadie quiere saber nada de ellos".
Son los migrantes que son héroes mientras están "del otro lado" y envían remesas, dice. "Pero en el momento en que los deportan y dejan de tener dinero para enviar se vuelvan nadie".
Para fortuna de ellos y los lectores existe la narrativa y el periodismo que les devuelve su nombre, amplifica su voz y los retrata con la nitidez que sólo permite una mirada atenta y una pluma honesta.
La mirada retrata esas escenas donde una familia pasa "un día de campo" dividida por una valla que apenas les permite rozarse o buscan un hueco en la verja de metal para intercambiar un beso. La pluma te quiénes son y de dónde vienen: son algunos de los 60.000 expulsados que cada año llegan a Tijuana, escribe Tarifeño en su libro: un promedio de 160 diarios, uno cada 10 minutos.
Datos como estos salpican todo el libro, porque No vuelvas unió las dos partes del autor: al narrador y al periodista que van cediéndose el espacio a lo largo del texto, acordando tal vez el momento para cada uno, y sobre todo dialogando, parece.
Al autor le gusta su parte periodística, que viene del diarismo, del dato duro y las jornadas largas en una redacción. En su libro se nota la obsesión por la cifra exacta, el contexto que explica y refleja un momento más allá de una historia personal. La información que en este caso da sentido y dimensión a las historias personales. "No son un cuento", aclara. Tampoco un caso antropológico, dice. Son personas con quienes tuvo una relación, y en algunos casos la tiene aún.
En No vuelva el periodista necesita del narrador y viceversa. Aunque Tarifeño confiesa que en la literatura y no el periodismo están sus "próceres": "Mi escuela es el periodismo de dato duro, pero lo mío es contar historias".
En estas historias sobre los migrantes deportados, Tarifeño deja la ventana abierta para que circule la información y el dato duro que "no conspira contra la fluidez de la lectura". Al contrario, periodismo y narrativa alientan la reflexión, interpelan, cada uno desde su orilla.
Y en su libro hay datos que sorprenden desde las primeras páginas. Uno: que la muralla de acero que divide Tijuana de San Diego –"la barda de chapa", como la llama el autor en su libro– se hicieron con saldos del primer episodio de la guerra de Irak, fueron parte de la operación Tormenta del Desierto, que emprendió George H. W. Bush entre 1990 y 1991.
Pero No vuelvas tiene más ambición que aportar solo datos o contar una pura sucesión de historias, dice Tarifeño. "Tiene la intención de informar desde un punto de vista más profundo y hacer un llamado más humanitario: qué nos está diciendo este fenómeno, de qué manera nos interpela no sólo a los que migramos, sino a todos, y sobre todo saber lo que pasa de este lado de la frontera (en México)".
Muchos dirán que hay más que suficiente información sobre el tema de los migrantes. Pero Tarifeño aclara que a veces no es necesario un caudal informativo para entender algo. "A veces lo que necesitas es que alguien te abra un poco la cabeza y los ojos con cierta sensibilidad. Eso te lo da la gran literatura y el gran periodismo.
"Lo que me alimenta es lo que mantiene sensible respecto de las cosas. Lo que hace que se me levante la antena. Hay que hacer un equilibrio entre lo puramente informativo y lo que te puede enriquecer como persona".
No vuelvas circula ya en las librerías mexicanas. Aparece en un momento en el que México y Estados Unidos cruzan miradas mientras avanzan caravanas de migrantes por territorio mexicano con rumbo a su frontera norte. La mayoría rumbo a Tijuana.
El momento obligaba la pregunta para el autor: ¿qué opinas de la caravana? "La caravana es un evento más organizado con mucha atención mediática, y de alguna manera novedoso. Pero el flujo migratorio no comenzó con la caravana ni va a terminar con ella".
En todo caso su libro va más allá de un momento, pues lo que retrata es "una catástrofe humanitaria que lleva mucho tiempo, y de la cual se opina mucho y sabe muy poco". Aclara además que Tijuana no es la protagonista de su historia, sino el escenario, el paisaje de fondo.
"Es un escenario que se complementa con la catástrofe humanitaria. Es el infierno a la medida de esos ángeles caídos. Es el lugar donde yo los encontré. A donde llego como el detective que investiga un crimen: las razones no están a la vista, tengo que ahondar en las razones más que buscar el escenario".
La pregunta es si su condición de extranjero en México lo ayuda a mirar con más claridad y de manera más profunda la migración y sus consecuencias. "Puede ser…", dice. Pero lo cierto es que eso no es lo importante.
A Tarifeño lo que le importa es que su narrativa sirva para combatir la anestesia que puede invadirnos al punto de insensibilizarnos frente a fenómenos o temas dolorosos como la migración o la violencia. "Creo que la manera de combatirlo es contar historias, con el poder de lo narrativo".
Esta convencido de que la narrativa "aporta una mirada que se contrapone al poder anestésico de las redes sociales, por ejemplo, donde cualquier noticia tiene el mismo valor y donde resulta que una noticia frívola y una noticia de violencia tienen el mismo estatus por como se consume ese tipo de información. Eso genera una anestesia porque se lee todo igual".
Pero el autor no habla sólo de ese buen sabor que deja la buena narrativa, la literatura de altos vuelos. Se refiere a ese poder que tiene una historia bien contada, que comparte con el lector una reflexión, un ejercicio de interrogación sobre lo que significa esa historia, dice.
"Qué me está diciendo a mí (esa historia) y qué quiere decir que esté pasando eso, qué tanto juego yo (en esa historia). Eso te lo cuenta una novela o una crónica, algo que está anclado en lo narrativo y no en lo puramente informativo o en la ráfaga de la red social. Allí está el valor", dice.
Y vuelve a su condición de extranjero: "Tal vez lo que yo aporto es un asombro. Un asombro frente a un México que yo no conocía. Y no es que yo no conozca México, lo conozco, pero nunca había visto ese grado de abandono, de indiferencia, de desastre permanente y progresivo, que cada día es peor".
La caravana de migrantes, dice, es solo un capítulo más de esa tragedia, que seguirá y de la que él no escribirá más.
Lo asegura porque "me dolió demasiado para seguir en eso y yo no tengo la piel o la actitud de luchar por una causa, no tengo ese talante. Yo creo que es lo que hay que hacer, pero yo no lo puedo hacer. No soy el tipo de persona que me podría abanderar en eso, no quiero transformar el tema en una causa", admite.
Además, no quiere esa anestesia y esa distancia a que obliga a veces el trabajo del periodista-narrador. "Yo prefiero mantenerme sensible", dice. Y para eso está literatura en su vida. "Eso es lo que me alimenta y mantiene sensible respecto de las cosas".
Nada mejor que eso para leer y escuchar con atención "No vuelvas".
*No vuelvas se presenta en la FIL Guadalajara el próximo lunes 26, a las 18, en el Salón José Luis Martínez.
Elia Baltazar
Infobae
Venga y siéntese. Tómese su tiempo para escuchar. Sí, leyó bien, para escuchar las voces que saltan entre las 264 páginas de un libro que habla con la voz de los migrantes a través de la pluma de un narrador.
Él se llama Leonardo Tarifeño, es escritor, argentino, un migrante por decisión propia que un día eligió México para vivir. En este país que conoce bien porque ha vivido en él desde hace muchos años, descubrió "el infierno" y habló con sus "ángeles caídos", como describe en esta entrevista a los migrantes deportados que deambulan por una ciudad de la frontera norte mexicana. En este caso Tijuana, aunque el escenario podría ser cualquiera otra ciudad que se ha devorado a esos seres expulsado del "paraíso" que para ellos es Estados Unidos, y que un día les dijo: "No vuelvas".
Con ese título, Tarifeño envuelve un paquete de historias de migrantes deportados que le hablan de frente al lector y le cuentan de su vida suspendida, atrapada en ese pedazo de tierra feroz y fronteriza, que parece un limbo pero no lo es, aclara el autor. Es una parte de México que existe, que en este libro se llama Tijuana y es el escenario de "una catástrofe humanitaria", dice. Así que venga, siéntese y escuche.
Leonardo Tarifeño quiere aclarar primero una cosa: él no viajó a Tijuana detrás de una historia. No la tenía en mente, ni siquiera. Pero un día de 2015 lo invitaron a impartir un taller en esa ciudad y allí se topó de frente con la desgracia, que en su libro tiene muchos nombres.
A veces se llama María de Luz Guajardo Casilla, una mujer que desde el lado mexicano de una valla le pide ayuda para buscar a una hija en Estados Unidos y llora al hijo autista que le quitaron al deportarla. También está Adelaida Hernández Castaño, la empleada de un autoservicio que dejó del otro a varias hijas y se anima a seguir adelante en Tijuana con la ayuda de Dios. O Nicolás, que desde los 6 años vivía al otro lado de la frontera, tenía su Green card, y un día lo acusaron de asesinato, pasó tres años en la cárcel, gastó todo y más en su defensa, ganó su libertad y con ella lo perdió todo cuando lo deportaron.
Hay más nombres. Muchos más, porque Tarifeño viajó varias veces a Tijuana, recorrió los lugares de los deportados, los albergues donde pasan la noche, comen, se bañan y, de vez cuando, encuentran en quien confiar y con quien hablar.
Esas son las historias con las que tropezó y no pudo más que contar. "No es algo que hubiera planeado escribir, es algo que a mí se me apareció y me impactó mucho como persona. No podía dejar de contar eso (esas historias) porque no hubiera podido dormir y la única manera que yo tuve de hacer algo con eso fue contarlo", dice a Infobae Cultura.
Pero no se confunda. Aquí no hablamos de un capricho de narrador, sino de una urgencia que se transmite en el tono, la voz y la velocidad con que Tarifeño habla de su experiencia al surcir esas historias en su libro.
Una urgencia además atizada por el vacío y el silencio que rodea la vida de los migrantes deportados, de quienes poco o nada sabe, porque parece que ellos dejan de existir al momento de ser obligados a volver a un país que ya no los acoge ni los reconoce.
"Vi que había un vacío increíble con respecto a lo que estaba viendo en Tijuana", comenta sobre lo poco que saben en general los mexicanos de las condiciones en que viven sus deportados. Y "no sólo de lo que ocurre en Tijuana, sino de los crímenes ligados a la Border Patrol".
Tarifeño se refiere a los asesinatos de migrantes que ocurren en la frontera. En su libro menciona a algunos y confiesa que, como otros que viven en la Ciudad de México, nada sabía de ellos. "En Estados Unidos no se condena a nadie por esos crímenes –dice– y México no presiona para que se haga justicia".
Las familias de esos migrantes, sigue el autor, también están abandonadas a su suerte, sin que nadie los apoye para que se haga justicia con sus muertos. "Nadie en la Ciudad de México lo sabía y a mí eso me dio la pauta de que había que investigar y contar esta historia, que yo tenía en mente y se me cruzó".
Sin dinero, sin papeles y sin un lugar a dónde regresar, los deportados van con su pasado a cuestas. Porque allí donde ellos no tenían papeles, algunos sí tenían una vida mejor.
Como deportados, en cambio, "están abandonados en una ciudad que no es la suya, con gente que no siempre los quiere ver, lejos de su familia y de su casa".
¿Como en un limbo? Sí y no, dice el autor. "Porque cuando hablamos de limbo parece que hablamos de un no lugar y en este caso ese no lugar tiene nombre, se llama Tijuana y está en México. En un México que nosotros no queremos ver, que es el México de la frontera, de la catástrofe humanitaria, donde los propios migrantes te dicen que estaban mejor del otro lado que aquí, porque en México nadie quiere saber nada de ellos".
Son los migrantes que son héroes mientras están "del otro lado" y envían remesas, dice. "Pero en el momento en que los deportan y dejan de tener dinero para enviar se vuelvan nadie".
Para fortuna de ellos y los lectores existe la narrativa y el periodismo que les devuelve su nombre, amplifica su voz y los retrata con la nitidez que sólo permite una mirada atenta y una pluma honesta.
La mirada retrata esas escenas donde una familia pasa "un día de campo" dividida por una valla que apenas les permite rozarse o buscan un hueco en la verja de metal para intercambiar un beso. La pluma te quiénes son y de dónde vienen: son algunos de los 60.000 expulsados que cada año llegan a Tijuana, escribe Tarifeño en su libro: un promedio de 160 diarios, uno cada 10 minutos.
Datos como estos salpican todo el libro, porque No vuelvas unió las dos partes del autor: al narrador y al periodista que van cediéndose el espacio a lo largo del texto, acordando tal vez el momento para cada uno, y sobre todo dialogando, parece.
Al autor le gusta su parte periodística, que viene del diarismo, del dato duro y las jornadas largas en una redacción. En su libro se nota la obsesión por la cifra exacta, el contexto que explica y refleja un momento más allá de una historia personal. La información que en este caso da sentido y dimensión a las historias personales. "No son un cuento", aclara. Tampoco un caso antropológico, dice. Son personas con quienes tuvo una relación, y en algunos casos la tiene aún.
En No vuelva el periodista necesita del narrador y viceversa. Aunque Tarifeño confiesa que en la literatura y no el periodismo están sus "próceres": "Mi escuela es el periodismo de dato duro, pero lo mío es contar historias".
En estas historias sobre los migrantes deportados, Tarifeño deja la ventana abierta para que circule la información y el dato duro que "no conspira contra la fluidez de la lectura". Al contrario, periodismo y narrativa alientan la reflexión, interpelan, cada uno desde su orilla.
Y en su libro hay datos que sorprenden desde las primeras páginas. Uno: que la muralla de acero que divide Tijuana de San Diego –"la barda de chapa", como la llama el autor en su libro– se hicieron con saldos del primer episodio de la guerra de Irak, fueron parte de la operación Tormenta del Desierto, que emprendió George H. W. Bush entre 1990 y 1991.
Pero No vuelvas tiene más ambición que aportar solo datos o contar una pura sucesión de historias, dice Tarifeño. "Tiene la intención de informar desde un punto de vista más profundo y hacer un llamado más humanitario: qué nos está diciendo este fenómeno, de qué manera nos interpela no sólo a los que migramos, sino a todos, y sobre todo saber lo que pasa de este lado de la frontera (en México)".
Muchos dirán que hay más que suficiente información sobre el tema de los migrantes. Pero Tarifeño aclara que a veces no es necesario un caudal informativo para entender algo. "A veces lo que necesitas es que alguien te abra un poco la cabeza y los ojos con cierta sensibilidad. Eso te lo da la gran literatura y el gran periodismo.
"Lo que me alimenta es lo que mantiene sensible respecto de las cosas. Lo que hace que se me levante la antena. Hay que hacer un equilibrio entre lo puramente informativo y lo que te puede enriquecer como persona".
No vuelvas circula ya en las librerías mexicanas. Aparece en un momento en el que México y Estados Unidos cruzan miradas mientras avanzan caravanas de migrantes por territorio mexicano con rumbo a su frontera norte. La mayoría rumbo a Tijuana.
El momento obligaba la pregunta para el autor: ¿qué opinas de la caravana? "La caravana es un evento más organizado con mucha atención mediática, y de alguna manera novedoso. Pero el flujo migratorio no comenzó con la caravana ni va a terminar con ella".
En todo caso su libro va más allá de un momento, pues lo que retrata es "una catástrofe humanitaria que lleva mucho tiempo, y de la cual se opina mucho y sabe muy poco". Aclara además que Tijuana no es la protagonista de su historia, sino el escenario, el paisaje de fondo.
"Es un escenario que se complementa con la catástrofe humanitaria. Es el infierno a la medida de esos ángeles caídos. Es el lugar donde yo los encontré. A donde llego como el detective que investiga un crimen: las razones no están a la vista, tengo que ahondar en las razones más que buscar el escenario".
La pregunta es si su condición de extranjero en México lo ayuda a mirar con más claridad y de manera más profunda la migración y sus consecuencias. "Puede ser…", dice. Pero lo cierto es que eso no es lo importante.
A Tarifeño lo que le importa es que su narrativa sirva para combatir la anestesia que puede invadirnos al punto de insensibilizarnos frente a fenómenos o temas dolorosos como la migración o la violencia. "Creo que la manera de combatirlo es contar historias, con el poder de lo narrativo".
Esta convencido de que la narrativa "aporta una mirada que se contrapone al poder anestésico de las redes sociales, por ejemplo, donde cualquier noticia tiene el mismo valor y donde resulta que una noticia frívola y una noticia de violencia tienen el mismo estatus por como se consume ese tipo de información. Eso genera una anestesia porque se lee todo igual".
Pero el autor no habla sólo de ese buen sabor que deja la buena narrativa, la literatura de altos vuelos. Se refiere a ese poder que tiene una historia bien contada, que comparte con el lector una reflexión, un ejercicio de interrogación sobre lo que significa esa historia, dice.
"Qué me está diciendo a mí (esa historia) y qué quiere decir que esté pasando eso, qué tanto juego yo (en esa historia). Eso te lo cuenta una novela o una crónica, algo que está anclado en lo narrativo y no en lo puramente informativo o en la ráfaga de la red social. Allí está el valor", dice.
Y vuelve a su condición de extranjero: "Tal vez lo que yo aporto es un asombro. Un asombro frente a un México que yo no conocía. Y no es que yo no conozca México, lo conozco, pero nunca había visto ese grado de abandono, de indiferencia, de desastre permanente y progresivo, que cada día es peor".
La caravana de migrantes, dice, es solo un capítulo más de esa tragedia, que seguirá y de la que él no escribirá más.
Lo asegura porque "me dolió demasiado para seguir en eso y yo no tengo la piel o la actitud de luchar por una causa, no tengo ese talante. Yo creo que es lo que hay que hacer, pero yo no lo puedo hacer. No soy el tipo de persona que me podría abanderar en eso, no quiero transformar el tema en una causa", admite.
Además, no quiere esa anestesia y esa distancia a que obliga a veces el trabajo del periodista-narrador. "Yo prefiero mantenerme sensible", dice. Y para eso está literatura en su vida. "Eso es lo que me alimenta y mantiene sensible respecto de las cosas".
Nada mejor que eso para leer y escuchar con atención "No vuelvas".
*No vuelvas se presenta en la FIL Guadalajara el próximo lunes 26, a las 18, en el Salón José Luis Martínez.