La inesperada visita de Netanyahu a Omán saca a la luz contactos secretos con los países del Golfo

Las petromonarquías discrepan sobre cómo normalizar relaciones con Israel en ausencia de solución al problema palestino

Juan Carlos Sanz
Dubái / Jerusalén, El País
“Deseo que Abu Dhabi tenga una buena vida y paz para todos”. La frase en el libro de firmas de la Gran Mezquita Jeque Zayed de esa ciudad sería una más si no estuviera escrita en hebreo y firmada por la ministra israelí de Cultura y Deporte, Miri Regev. Su presencia en Emiratos Árabes Unidos (EAU) ha coincidido además con el viaje del primer ministro Benjamín Netanyahu a Omán y de otros representantes del Gobierno hebreo a Dubái (EAU) y Qatar. Ninguno de esos países mantiene relaciones con Israel y aunque sus contactos son un secreto a voces, el conflicto palestino había impedido hasta ahora que se reconozcan. ¿Qué significa la coincidencia de estas visitas?


Por parte israelí, la política de gestos se hace cada vez más visible. “Al desvelar en público sus lazos, Netanyahu ha mostrado su estrategia de crear alianzas (aparentemente secretas) con los países árabes suníes moderados, con el objetivo de frenar la expansión iraní en la región y recortar su influencia”, sostiene Ronen Bergman, analista de seguridad y columnista del diario Yedioth Ahronoth. “Y también pretende demostrar que la normalización de relaciones puede alcanzarse sin tener que resolver antes la cuestión palestina”, precisa Bergman, “aunque es improbable que lo consiga, dado que los gobernantes de esos países juzgan más conveniente y seguro mantener estrechas relaciones con Israel; pero con sigilo, por temor a la indignación popular”.

Todo apunta además a la puesta en práctica de la estrategia de “paz árabe” para el antiguo conflicto, que la Administración del presidente Donald Trump se puede hacer pública después de los comicios legislativos en Estados Unidos. Está por ver, claro está, si esos planes no saltan finalmente por los aires ante la previsible convocatoria de elecciones adelantadas en Israel.

Del lado árabe, no hay unanimidad en la respuesta. “Conviene analizar cada caso por separado. La visita de Netanyahu a Omán es oficial, política y estratégica. Las otras no tienen nada que ver con la política. Los dos ministros que han venido a Emiratos no lo han hecho invitados por el Gobierno, sino por organizaciones internacionales. EAU no ha tenido nada que ver con el asunto (y lo mismo podría decirse en el caso de Qatar)”, puntualiza el politólogo emiratí Abdulkhaleq Abdulla, cuyos análisis suelen hacerse eco de la línea oficial.

Algunos tabúes se han roto, mientras los símbolos cabalgan sobre la real politik. En dos países del Golfo, Qatar y EAU, el himno Hatikva, una loa al sionismo: el derecho del pueblo judío a asentarse en el Israel histórico. Al mismo tiempo, se izaba en el mástil central la bandera con la Estrella de David en la ceremonia de entrega de medallas de oro a yudocas israelíes en Abu Dhabi. “Para Israel, las competiciones en Oriente Próximo tienen más de política que de deporte”, recordaba The Jerusalem Post en un artículo editorial. “Hace apenas un año, los organizadores del mismo torneo se negaron a que sonara el himno del Estado judío y a que ondeara su bandera”.

Dos días después, el ministro de Comunicaciones de Israel, Ayoub Kara, intervino en lengua árabe en defensa de la paz y el progreso en la región ante la Conferencia de la Unión Internacional de Telecomunicaciones, reunida en el mismo emirato. Desde 2015, Israel cuenta una representación permanente en Abu Dhabi ante otro organismo de la ONU, la Agencia Internacional de Energías Renovables (Irena).

Sin duda por su nivel y su relieve, es el viaje de Netanyahu a Mascate —acompañado por el jefe del Mosad (servicio de inteligencia exterior), Yossi Cohen — el que más llama la atención. El ministro de Exteriores omaní, Yusuf Bin Alawi, que el pasado febrero visitó la mezquita de Al Aqsa en Jerusalén, ha subrayado que su país no busca “mediar” entre Israel y Palestina, sino acercar a las partes para “poner fin al conflicto y avanzar hacia un mundo nuevo”. De hecho, pocos días antes el sultán recibió al presidente palestino, Mahmud Abbas, y el analista omaní Abdullah Baabdooh sugiere a EL PAÍS que este podría haberle pedido ayuda al respecto.

Omán siempre ha tenido una política independiente. Fue el único país de la península Arábiga que no boicoteó a Egipto después de su paz con Israel. Tras los acuerdos de Oslo (1993) acogió las visitas de los primeros ministros Isaac Rabin y Simón Peres, y aceptó, junto a Qatar, la apertura de una oficina comercial israelí. La Segunda Intifada, a partir del año 2000, acabó con el acercamiento, pero los contactos se mantuvieron de forma discreta.

Altos cargos omaníes, emiratíes y cataríes visitan con frecuencia Israel sin llamar la atención, e intervienen en los asuntos palestinos (en Gaza y Cisjordania) con presiones políticas acompañadas de financiación, tanto sobre la Autoridad Palestina como sobre el Gobierno de facto de Hamás en Gaza. El jefe de la diplomacia omaní, Bin Alawi, se reunió el miércoles en Ramala con el presidente Abbas para entregarle una carta del sultán Qabús después del viaje de Netanyahu a Mascate, que ha despertado inquietud entre los dirigentes palestinos. Empresarios y representantes oficiales israelíes mantienen relaciones y viajan también con sigilo al Golfo. ¿Qué ha permitido que ahora los medios omaníes difundan a bombo y platillo las imágenes del sultán con Netanyahu?

“Además de su tradicional papel conciliador, Omán ve una oportunidad de equilibrar la situación después de sentirse presionado por la Administración Trump por su asistencia en el acuerdo nuclear, sus relaciones con Irán y las acusaciones de sus vecinos de que permite el contrabando de armas iraníes a los Huthi [de Yemen]”, explica Baabdooh. “Así que [recibir a Netanyahu de forma tan pública] envía el mensaje de que Omán no está en contra de las políticas de EE UU en la región y muestra que puede ser útil”.

Sus vecinos no están tan convencidos. A pesar de que durante los últimos años, Arabia Saudí y EAU han mostrado más preocupados con Irán que con Israel, e incluso se ha apreciado una cooperación implícita, despierta recelo la posibilidad de que el sultán se erija en conector entre Teherán y Washington, y Teherán e Israel. De hecho, Theodore Karasik, analista de Gulf State Analytics, opina que “los omaníes ven una oportunidad de librarse del enfoque cortoplacista de Abu Dhabi abordando el asunto israelo-palestino con un enfoque diferente”.

“Si la intención era impulsar la paz en Oriente Próximo, [la visita de Netanyahu] no va a añadir un ápice porque el asunto es demasiado grande para Omán, pero sobre todo y más importante porque Netanyahu no está interesado en la paz, sigue expandiendo las colonias y nunca aceptará la solución de los dos Estados. Si acaso este viaje refuerza la posición israelí”, resume el emiratí Abdulla.

La mayoría de los comentaristas árabes comparten ese escepticismo. “Ignoramos todo lo que hay detrás de la visita. Los rumores relativos a una mediación omaní son improbables porque es Egipto el que normalmente asume esa función”, desestima Abdul Rahman al Rached en el diario panárabe Al Sharq Al Awsat. Pero las frías reacciones que ha suscitado el viaje tal vez dicen mucho más sobre el cambio que respecto al asunto palestino se ha producido en la región. Sólo los medios cercanos a los Hermanos Musulmanes han puesto el grito en el cielo.

Está claro que no habrá normalización de relaciones con Israel mientras no haya una solución para los palestinos. La calle árabe no lo aceptaría. Tanto Egipto como Jordania, los únicos países con relaciones diplomáticas, mantienen los lazos, pero reflejan una imagen de paz fría de bajo perfil para evitar estallidos de ira popular. Solo una línea aérea, Air Sinaí, enlaza los aeropuertos de El Cairo y Tel Aviv. Pero la compañía oculta que se trata de una subsidiaria de Air Egypt a fin de evitar las protestas. En Amán, el rey Abdalá ha anunciado recientemente que no se renovarán dos cláusulas del acuerdo de paz de 1994 que permitían a agricultores israelíes a arrendar durante 25 años amplios terrenos de cultivo en dos sectores de la ribera jordana en el valle del Jordán.

Mientras llega ese momento de la normalización de relaciones, el ministro de Transportes (y también de Inteligencia) de Israel, Yisrael Katz, se dispone a presentar la semana que viene en Omán en un foro internacional un proyecto de ferrocarril transrregional desde el puerto israelí de Haifa, pasando por Amán, hasta el puerto saudí de Damman, en el golfo Pérsico. Una vía alternativa para revitalizar el comercio entre Europa y Oriente Próximo, en declive por el cierre de las fronteras sirias a causa de la guerra desde hace más de siete años.

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