El regreso de los otros combatientes de Siria
Son los que fueron a luchar contra el ISIS y se unieron a los peshmergas kurdos. Están volviendo a Europa y Estados Unidos. ¿Se los puede considerar también como terroristas?
Gustavo Sierra
Especial para Infobae America
Los servicios de inteligencia europeos y estadounidenses tenían hasta ahora centrada su preocupación en el retorno de los que fueron a Siria a combatir junto al ISIS u otros grupos extremistas islámicos. Pero en este momento su atención está en el lado opuesto.
Los espías están siguiendo los pasos de los ciudadanos que fueron a luchar en la guerra civil siria pero contra el ISIS. La mayoría de ellos encolumnados con los peshmergas (milicianos) kurdos. Esta semana, el ministerio del Interior de Alemania informó que tiene bajo vigilancia a 124 ciudadanos alemanes y residentes permanentes que regresaron después de alistarse en las filas de las Unidades de Protección del Pueblo Kurdo (YPG, en sus siglas en inglés). Forman parte de los 4.000 combatientes extranjeros que se unieron a las fuerzas kurdas y que fueron detectados por las autoridades de sus países cuando iniciaron su viaje o al regreso.
No hay una cifra exacta de cuántos ya están de vuelta en sus lugares de origen pero la investigación de las autoridades alemanas lanzó un profundo debate sobre el futuro de esta gente: ¿Deben ser considerados también terroristas como los del ISIS?
Los agentes de Berlín aseguran que muchos de los alemanes retornados no sólo combatieron con el YPG, que es un aliado de Estados Unidos y las otras potencias occidentales, sino que tomaron contacto con el Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK), que es considerado como un grupo terrorista por Turquía y el estado alemán.
Los kurdos, que reclaman un territorio autónomo, están repartidos entre Irak, Siria, Irán y Turquía y son, en su gran mayoría, musulmanes sunitas. En Alemania viven casi tres millones de turcos de todas las etnias, incluida la kurda, y si bien el PKK está prohibido desde hace 25 años, continúa en actividad y tiene al menos 14.000 militantes. Se trata de un partido con un ala militar y otra política, al estilo del Hezbollah libanés, y que se lo considera responsable de numerosos atentados, tanto en territorio turco como en el alemán.
Los funcionarios del ministerio del Interior cuestionados por parlamentarios de La Izquierda (Die Linke), partido escindido de los socialistas, dijeron que entre los investigados hay ciudadanos alemanes y turco-alemanes, además de sirios y turcos con residencia. Y que todos ellos tienen conexiones con el ala militar del PKK.
Ulla Jelpke, una de las líderes de Die Linke escribió una nota en el diario Neue Osnabrücker Zeitung en la que decía que "el hecho de que el ISIS haya sido derrotado y su califato reconquistado se lo debemos en gran medida a lo que hicieron las fuerzas kurdas del YPG con el apoyo de los extranjeros que fueron a dar su vida por la causa de terminar con el extremismo islámico. Perseguirlos, ahora a su regreso, y considerarlos terroristas, es grotesco". En Alemania, desde hace varios años, hay programas estatales de "desradicalización" para los retornados que combatieron en las filas del ISIS y ahora se cree que podrían crear otros para los que lo hicieron con los kurdos sin que antes tengan que pasar por los tribunales de justicia.
El debate no sólo se está dando en Alemania sino que atraviesa a toda Europa, donde están regresando los milicianos. Varios miembros del moto club holandés "Jamás Rendirse" se unieron al YPG y volvieron para contarla. Entre ellos, Ronald, que no tiene ningún vínculo con el pueblo kurdo pero que sintió la necesidad de combatir al ISIS.
También ingleses como los hermanos de origen kurdo, Polad y Lahur Talabani cuya presencia en el Kurdistán fue revelada por un corresponsal del Daily Telegraph. Y Harry, un ex corredor de bolsa de la City londinense, de 30 años, que no tenía ningún entrenamiento militar antes de viajar a Siria y que terminó siendo uno de los francotiradores que más bajas provocó entre los enemigos.
A España regresó el ex oficial del Ejército del Aire (aviación), Luis Munar, que entrenó al denominado Ejército Sirio Libre, prooccidental, que fue la primera formación en levantarse contra el régimen de Bashar al Assad en 2011. Otro español no tuvo la misma suerte; su regreso fue en un cajón, pero muestra la presencia de miles de occidentales en las filas kurdas.
En febrero pasado se informó desde el Kurdistán que había fallecido en combate el gallego Samuel Prada León, alias Baran Galicia, cuando luchaba "en primera línea de la histórica resistencia en contra de los ataques fascistas del Ejército turco invasor y las bandas aliadas en el cantón de Afrín". Prada León era originario de Orense, donde nació en 1993. Junto a él fallecieron otros dos combatientes extranjeros, identificados como Olivier François Jean Le Clainche, de nacionalidad francesa; y Sjoerd Heeger, holandés. El español y el francés, cuyo nombre de guerra era Kendal Breizh, se unieron a las YPG en verano de 2017 y "vinieron desde miles de kilómetros de distancia para participar en la lucha contra la barbarie del ISIS en Royava (Kurdistán sirio) y demostraron su compromiso con la lucha y los valores socialistas universales hasta el último momento", dijeron en su comunicado los kurdos. También detallaron que ambos habían luchado en Al Raqa y Deir al Zur, que fueron los principales bastiones del ISIS en el noreste de Siria, y que tras el comienzo de la ofensiva turca contra el cantón de Afrín "acudieron a esta región con otros muchos amigos internacionales por iniciativa propia".
Varios estadounidenses que lucharon junto a los kurdos también están regresando. Es el caso de Jordan Matson, un ex veterano de Afganistán que se unió al YPG. Matson, de 28 años, trabajaba en una empresa de empaquetado de alimentos hasta que en agosto de 2014 rompió con su novia y comunicó a su jefe que dejaba el trabajo. Después de varios meses en contacto con las YPG a través de Facebook, los milicianos kurdos lo habían aceptado. En septiembre voló a Turquía y de allí cruzó en forma clandestina hacia Yazira, uno de los tres territorios sirios liberados por los kurdos junto a Afrin y Kobani.
"Después de dos años en que no hubo reacción política de Washington, decidí que ya era suficiente. Si no luchamos, el ISIS pronto será muy difícil de vencer y crecerá", le dijo entonces a la CNN. Al poco tiempo, Matson fue herido por una explosión de mortero mientras participaba de una batalla contra los extremistas musulmanes. "Pero pude mandar al infierno a un bastardo del ISIS", se jactó en su cuenta de Facebook. También está Brian Wilson, un veterano de la Fuerza Aérea, divorciado y con dos hijos, que se unió al YPG por motivos parecidos a los de Matson. "Estos tipos no solo luchan contra el ISIS, sino que, al contrario de otros grupos armados de la región, también hablan de democracia y derechos humanos", dijo en una entrevista con un enviado especial de Vice News. También se sabe que una asociación de veteranos de los servicios de Operaciones Especiales de Gran Bretaña y Estados Unidos enviaron una misión, financiada por donaciones privadas, para ofrecer tratamiento médico y entrenamiento militar a los kurdos en Irak. Entre ellos hubo varias mujeres. Se cree que muchos de ellos también tomaron las armas y que ya están de regreso en sus países.
El Departamento de Justicia estadounidense dejó en claro que es ilegal que cualquiera de sus ciudadanos se una a una milicia armada en Siria de cualquier orientación. Aunque Matson y Wilson regresaron y aún no fueron procesados. En la mayoría de los países europeos, el concepto es diferente. El portavoz de la Fiscalía de Holanda, Wim de Bruin, dijo que no está prohibido unirse a un grupo armado extranjero siempre y cuando no sea un enemigo de Holanda o esté incluido en la lista de organizaciones terroristas. Una explicación que se hizo después de que Klaas Otto, el líder de otro club de motociclistas, No Surrender, asegurase muy orgulloso a un canal de televisión de Amsterdam que tres de sus miembros habían regresado tras combatir junto a los peshmerga.
Pero nada convence a los agentes antiterroristas sospechosos de que cualquiera que estuvo luchando en la guerra civil siria, más allá del grupo de pertenencia y causa, tiene un entrenamiento militar que podría utilizar en algún momento en territorio europeo. Apuntan a que se trata de gente que no responde en este momento al mando de ninguna de las Fuerzas Armadas europeas o estadounidenses y que por lo tanto no pueden ser controlados como ex militares. Mientras el debate atraviesa a Occidente, la guerra continúa en Siria y aún permanecen allí combatientes de todo tipo, forma y medida que en cualquier momento dan la sorpresa a sus madres o esposas y regresan a cenar a sus casas. El dilema para esas mujeres -más allá del amor por sus hijos y maridos- así como para el resto de la sociedad es si están recibiendo a un terrorista o a un combatiente por la libertad.
Gustavo Sierra
Especial para Infobae America
Los servicios de inteligencia europeos y estadounidenses tenían hasta ahora centrada su preocupación en el retorno de los que fueron a Siria a combatir junto al ISIS u otros grupos extremistas islámicos. Pero en este momento su atención está en el lado opuesto.
Los espías están siguiendo los pasos de los ciudadanos que fueron a luchar en la guerra civil siria pero contra el ISIS. La mayoría de ellos encolumnados con los peshmergas (milicianos) kurdos. Esta semana, el ministerio del Interior de Alemania informó que tiene bajo vigilancia a 124 ciudadanos alemanes y residentes permanentes que regresaron después de alistarse en las filas de las Unidades de Protección del Pueblo Kurdo (YPG, en sus siglas en inglés). Forman parte de los 4.000 combatientes extranjeros que se unieron a las fuerzas kurdas y que fueron detectados por las autoridades de sus países cuando iniciaron su viaje o al regreso.
No hay una cifra exacta de cuántos ya están de vuelta en sus lugares de origen pero la investigación de las autoridades alemanas lanzó un profundo debate sobre el futuro de esta gente: ¿Deben ser considerados también terroristas como los del ISIS?
Los agentes de Berlín aseguran que muchos de los alemanes retornados no sólo combatieron con el YPG, que es un aliado de Estados Unidos y las otras potencias occidentales, sino que tomaron contacto con el Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK), que es considerado como un grupo terrorista por Turquía y el estado alemán.
Los kurdos, que reclaman un territorio autónomo, están repartidos entre Irak, Siria, Irán y Turquía y son, en su gran mayoría, musulmanes sunitas. En Alemania viven casi tres millones de turcos de todas las etnias, incluida la kurda, y si bien el PKK está prohibido desde hace 25 años, continúa en actividad y tiene al menos 14.000 militantes. Se trata de un partido con un ala militar y otra política, al estilo del Hezbollah libanés, y que se lo considera responsable de numerosos atentados, tanto en territorio turco como en el alemán.
Los funcionarios del ministerio del Interior cuestionados por parlamentarios de La Izquierda (Die Linke), partido escindido de los socialistas, dijeron que entre los investigados hay ciudadanos alemanes y turco-alemanes, además de sirios y turcos con residencia. Y que todos ellos tienen conexiones con el ala militar del PKK.
Ulla Jelpke, una de las líderes de Die Linke escribió una nota en el diario Neue Osnabrücker Zeitung en la que decía que "el hecho de que el ISIS haya sido derrotado y su califato reconquistado se lo debemos en gran medida a lo que hicieron las fuerzas kurdas del YPG con el apoyo de los extranjeros que fueron a dar su vida por la causa de terminar con el extremismo islámico. Perseguirlos, ahora a su regreso, y considerarlos terroristas, es grotesco". En Alemania, desde hace varios años, hay programas estatales de "desradicalización" para los retornados que combatieron en las filas del ISIS y ahora se cree que podrían crear otros para los que lo hicieron con los kurdos sin que antes tengan que pasar por los tribunales de justicia.
El debate no sólo se está dando en Alemania sino que atraviesa a toda Europa, donde están regresando los milicianos. Varios miembros del moto club holandés "Jamás Rendirse" se unieron al YPG y volvieron para contarla. Entre ellos, Ronald, que no tiene ningún vínculo con el pueblo kurdo pero que sintió la necesidad de combatir al ISIS.
También ingleses como los hermanos de origen kurdo, Polad y Lahur Talabani cuya presencia en el Kurdistán fue revelada por un corresponsal del Daily Telegraph. Y Harry, un ex corredor de bolsa de la City londinense, de 30 años, que no tenía ningún entrenamiento militar antes de viajar a Siria y que terminó siendo uno de los francotiradores que más bajas provocó entre los enemigos.
A España regresó el ex oficial del Ejército del Aire (aviación), Luis Munar, que entrenó al denominado Ejército Sirio Libre, prooccidental, que fue la primera formación en levantarse contra el régimen de Bashar al Assad en 2011. Otro español no tuvo la misma suerte; su regreso fue en un cajón, pero muestra la presencia de miles de occidentales en las filas kurdas.
En febrero pasado se informó desde el Kurdistán que había fallecido en combate el gallego Samuel Prada León, alias Baran Galicia, cuando luchaba "en primera línea de la histórica resistencia en contra de los ataques fascistas del Ejército turco invasor y las bandas aliadas en el cantón de Afrín". Prada León era originario de Orense, donde nació en 1993. Junto a él fallecieron otros dos combatientes extranjeros, identificados como Olivier François Jean Le Clainche, de nacionalidad francesa; y Sjoerd Heeger, holandés. El español y el francés, cuyo nombre de guerra era Kendal Breizh, se unieron a las YPG en verano de 2017 y "vinieron desde miles de kilómetros de distancia para participar en la lucha contra la barbarie del ISIS en Royava (Kurdistán sirio) y demostraron su compromiso con la lucha y los valores socialistas universales hasta el último momento", dijeron en su comunicado los kurdos. También detallaron que ambos habían luchado en Al Raqa y Deir al Zur, que fueron los principales bastiones del ISIS en el noreste de Siria, y que tras el comienzo de la ofensiva turca contra el cantón de Afrín "acudieron a esta región con otros muchos amigos internacionales por iniciativa propia".
Varios estadounidenses que lucharon junto a los kurdos también están regresando. Es el caso de Jordan Matson, un ex veterano de Afganistán que se unió al YPG. Matson, de 28 años, trabajaba en una empresa de empaquetado de alimentos hasta que en agosto de 2014 rompió con su novia y comunicó a su jefe que dejaba el trabajo. Después de varios meses en contacto con las YPG a través de Facebook, los milicianos kurdos lo habían aceptado. En septiembre voló a Turquía y de allí cruzó en forma clandestina hacia Yazira, uno de los tres territorios sirios liberados por los kurdos junto a Afrin y Kobani.
"Después de dos años en que no hubo reacción política de Washington, decidí que ya era suficiente. Si no luchamos, el ISIS pronto será muy difícil de vencer y crecerá", le dijo entonces a la CNN. Al poco tiempo, Matson fue herido por una explosión de mortero mientras participaba de una batalla contra los extremistas musulmanes. "Pero pude mandar al infierno a un bastardo del ISIS", se jactó en su cuenta de Facebook. También está Brian Wilson, un veterano de la Fuerza Aérea, divorciado y con dos hijos, que se unió al YPG por motivos parecidos a los de Matson. "Estos tipos no solo luchan contra el ISIS, sino que, al contrario de otros grupos armados de la región, también hablan de democracia y derechos humanos", dijo en una entrevista con un enviado especial de Vice News. También se sabe que una asociación de veteranos de los servicios de Operaciones Especiales de Gran Bretaña y Estados Unidos enviaron una misión, financiada por donaciones privadas, para ofrecer tratamiento médico y entrenamiento militar a los kurdos en Irak. Entre ellos hubo varias mujeres. Se cree que muchos de ellos también tomaron las armas y que ya están de regreso en sus países.
El Departamento de Justicia estadounidense dejó en claro que es ilegal que cualquiera de sus ciudadanos se una a una milicia armada en Siria de cualquier orientación. Aunque Matson y Wilson regresaron y aún no fueron procesados. En la mayoría de los países europeos, el concepto es diferente. El portavoz de la Fiscalía de Holanda, Wim de Bruin, dijo que no está prohibido unirse a un grupo armado extranjero siempre y cuando no sea un enemigo de Holanda o esté incluido en la lista de organizaciones terroristas. Una explicación que se hizo después de que Klaas Otto, el líder de otro club de motociclistas, No Surrender, asegurase muy orgulloso a un canal de televisión de Amsterdam que tres de sus miembros habían regresado tras combatir junto a los peshmerga.
Pero nada convence a los agentes antiterroristas sospechosos de que cualquiera que estuvo luchando en la guerra civil siria, más allá del grupo de pertenencia y causa, tiene un entrenamiento militar que podría utilizar en algún momento en territorio europeo. Apuntan a que se trata de gente que no responde en este momento al mando de ninguna de las Fuerzas Armadas europeas o estadounidenses y que por lo tanto no pueden ser controlados como ex militares. Mientras el debate atraviesa a Occidente, la guerra continúa en Siria y aún permanecen allí combatientes de todo tipo, forma y medida que en cualquier momento dan la sorpresa a sus madres o esposas y regresan a cenar a sus casas. El dilema para esas mujeres -más allá del amor por sus hijos y maridos- así como para el resto de la sociedad es si están recibiendo a un terrorista o a un combatiente por la libertad.