El nuevo ministro para el Brexit, de perfil bajo y lealtad probada
Stephen Barclay sustituye al euroescéptico Dominic Raab, quien se perfila como serio contendiente en la carrera por suceder a Theresa May
Rafa de Miguel
Londres, El País
El portal de Internet ConservativeHome, un medio independiente pero de proclamada lealtad al Partido Conservador y a sus valores, realizó en 2015 una lista de los 25 diputados más fieles al Gobierno, aquellos que no habían votado nunca en contra de las propuestas políticas enviadas al Parlamento por el número 10 de Downing Street. Resulta relevante en un sistema político de votación mayoritaria en el que cada político piensa más en los electores de su circunscripción que en su propio partido. Stephen Barclay estaba entre los 25 de esa lista.
Theresa May ha decidido que la estrategia de tener cerca al enemigo no le ha funcionado. Fracasó con Boris Johnson, el exministro de Exteriores y tronante euroescéptico, pero sobre todo le falló con los dos hombres que eligió para situar al frente del Ministerio para el Brexit, el departamento encargado de asumir en estos dos últimos años las negociaciones con la UE.
David Davis primero y Dominic Raab, luego, demostraron poco conocimiento de las instituciones comunitarias, nula mano izquierda para negociar, y poca flexibilidad a la hora de ceder. Si ser conservador, dicen los británicos, es elegir la tercera opción menos mala frente a la ideología, Davis y Raab optaron por la ideología. Por su propia ambición personal (ambos se presentan ahora como serios contendientes en la carrera por suceder a May) y por su lealtad al núcleo duro de euroescépticos en la política y en los medios que les jaleaban.
Barclay, por el contrario, no ha revelado de momento ambiciones desmedidas. Ocupaba hasta ahora la Secretaría de Estado de Salud, y fue el diputado más joven en formar parte del Gobierno. Votó a favor del Brexit en el referéndum de 2016, pero desde entonces ha mantenido un perfil discreto, alejado del enconado debate político de los últimos dos años. Su papel ahora será mucho más limitado que el de sus antecesores. May tiene intención de asumir directamente la recta final de las negociaciones con Bruselas. Barclay deberá supervisar los preparativos en los que todos los departamentos ministeriales siguen trabajando para hacer frente a la posibilidad de que se llegue al 29 de marzo sin un acuerdo de Brexit. Y deberá trabajar, además, en recabar los apoyos parlamentarios necesarios para intentar sacar adelante el plan de May.
Además, la primera ministra ha recuperado para el Gobierno a Amber Rudd, al frente del Ministerio de Trabajo y Pensiones, en sustitución de la dimisionaria Esther McVey. Rudd es una firme defensora de la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea y estrecha aliada política de la primera ministra. Con su vuelta al Ejecutivo, los euroescépticos pierden más peso en el frágil equilibrio del Consejo de Ministros.
Rafa de Miguel
Londres, El País
El portal de Internet ConservativeHome, un medio independiente pero de proclamada lealtad al Partido Conservador y a sus valores, realizó en 2015 una lista de los 25 diputados más fieles al Gobierno, aquellos que no habían votado nunca en contra de las propuestas políticas enviadas al Parlamento por el número 10 de Downing Street. Resulta relevante en un sistema político de votación mayoritaria en el que cada político piensa más en los electores de su circunscripción que en su propio partido. Stephen Barclay estaba entre los 25 de esa lista.
Theresa May ha decidido que la estrategia de tener cerca al enemigo no le ha funcionado. Fracasó con Boris Johnson, el exministro de Exteriores y tronante euroescéptico, pero sobre todo le falló con los dos hombres que eligió para situar al frente del Ministerio para el Brexit, el departamento encargado de asumir en estos dos últimos años las negociaciones con la UE.
David Davis primero y Dominic Raab, luego, demostraron poco conocimiento de las instituciones comunitarias, nula mano izquierda para negociar, y poca flexibilidad a la hora de ceder. Si ser conservador, dicen los británicos, es elegir la tercera opción menos mala frente a la ideología, Davis y Raab optaron por la ideología. Por su propia ambición personal (ambos se presentan ahora como serios contendientes en la carrera por suceder a May) y por su lealtad al núcleo duro de euroescépticos en la política y en los medios que les jaleaban.
Barclay, por el contrario, no ha revelado de momento ambiciones desmedidas. Ocupaba hasta ahora la Secretaría de Estado de Salud, y fue el diputado más joven en formar parte del Gobierno. Votó a favor del Brexit en el referéndum de 2016, pero desde entonces ha mantenido un perfil discreto, alejado del enconado debate político de los últimos dos años. Su papel ahora será mucho más limitado que el de sus antecesores. May tiene intención de asumir directamente la recta final de las negociaciones con Bruselas. Barclay deberá supervisar los preparativos en los que todos los departamentos ministeriales siguen trabajando para hacer frente a la posibilidad de que se llegue al 29 de marzo sin un acuerdo de Brexit. Y deberá trabajar, además, en recabar los apoyos parlamentarios necesarios para intentar sacar adelante el plan de May.
Además, la primera ministra ha recuperado para el Gobierno a Amber Rudd, al frente del Ministerio de Trabajo y Pensiones, en sustitución de la dimisionaria Esther McVey. Rudd es una firme defensora de la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea y estrecha aliada política de la primera ministra. Con su vuelta al Ejecutivo, los euroescépticos pierden más peso en el frágil equilibrio del Consejo de Ministros.