El Eibar pisotea el efecto Solari con un partidazo. Courtois evitó al Madrid un ridículo histórico. Bale y Asensio siguen bajo cero y la defensa fue un coladero.
Luis Nieto
As
Un mes ha durado el efecto Solari, que ha dado para mejorar el contrato del técnico y engañar al tiempo, pero no para redimir al equipo. El Madrid aprendió a ganar, pero no aprendió a jugar. Aceptó el paliativo de cuatro triunfos, agrandados por el pinchazo del Barça ante el Betis. Y aquello dio para confundir un analgésico con una terapia. Pero la victoria sin progresos tiene las patas muy cortas. El baile del Eibar en Ipurua levantó de nuevo las faldas al equipo, que firmó uno de los peores partidos en años, mucho peor que el peor de la era Lopetegui. Courtois evitó un sonrojo mayor ante un Eibar espectacular y Ramos, Varane, Bale y Asensio, fundamentalmente, tendrán que volver a juicio.
El partido fue un calvario para el Madrid y un regalo para Tebas. O un premio a su política de igualdad, que ha mejorado las condiciones de vida de la clase media de LaLiga. Probablemente nunca estuvo el Eibar más cerca del Madrid. Y cuélguese esa medalla también Mendilibar, que presentó un equipo vigoroso, bien organizado pero también valiente y decidido, con futbolistas que merecerían aparecer más arriba en los títulos de crédito de esta Liga.
Uno de ellos, Kike García, un delantero con una multioferta ofensiva: aguanta la pelota, es generoso en el desmarque y no desmerece en el remate. Otro, Cucurella, un lateral de tan larga distancia que aquí vale como extremo. Le dio la mañana a Odriozola, desasistido por Bale, que se desviste mucho atrás, y a Carvajal. Lucieron ellos, pero lució también el grupo.
La presión elevadísima, feroz, cursó al Madrid una invitación al juego en largo, que no es su palo. Ahí, en los balones divididos y las segundas jugadas, el Eibar está algunos cursos por delante. Así que el equipo de Mendilibar empezó a ganar el partido sin la pelota. Y a perderlo el Madrid, que incomodó menos en su presión y que, sin Casemiro, quedó a la intemperie en las contras. En un mal saque de córner se vio tres contra cinco. Un repliegue a la buena de Dios. La cosa acabó en gol de Escalante, tras pasar durante un minuto por manos del VAR, por un posible fuera de juego de Cucurella que no existió.
Antes, el palo había devuelto una volea de Kike, desviada por un dedo de Courtois. Esos palos que en la era Lopetegui pegaba el Madrid. Esos detalles que acabaron derivando en septicemia, de la que no ha podido escapar.
Un desastre general
Ni antes ni después del gol tuvo autoridad en el partido el Madrid. A Ceballos se le hizo grande el campo, Kroos ofreció una dirección subterránea e inapreciable, Modric quiso más que pudo, Marcelo restringió mucho sus subidas, Bale sigue en Gales, Varane, en Babia, y Asensio, buscando un carro sin asidero. Sólo a Benzema debe reconocérsele la enmienda, aunque no dio para todo.
Un Madrid caótico, horrible delante y detrás, desastroso, en definitiva, que comenzó a perder la esperanza en el segundo gol, en un robo del magnífico Cucurella a Odriozola (que se rompió) del que sacó provechó Enrich, y en el tercero, también preparado por el canterano del Barça y culminado por Kike. Entre un gol y otro y después, al Madrid en ruinas sólo le defendió de un ridículo para la historia Courtois, heroico en una mañana sin héroes blancos.
Para entonces habían entrado ya Isco y Vinicius como meros observadores de la paliza de un Eibar que comenzó bien y fue a mejor, sin ceder al recato que dan los goles a favor. El Madrid toleró su festín.
Luis Nieto
As
Un mes ha durado el efecto Solari, que ha dado para mejorar el contrato del técnico y engañar al tiempo, pero no para redimir al equipo. El Madrid aprendió a ganar, pero no aprendió a jugar. Aceptó el paliativo de cuatro triunfos, agrandados por el pinchazo del Barça ante el Betis. Y aquello dio para confundir un analgésico con una terapia. Pero la victoria sin progresos tiene las patas muy cortas. El baile del Eibar en Ipurua levantó de nuevo las faldas al equipo, que firmó uno de los peores partidos en años, mucho peor que el peor de la era Lopetegui. Courtois evitó un sonrojo mayor ante un Eibar espectacular y Ramos, Varane, Bale y Asensio, fundamentalmente, tendrán que volver a juicio.
El partido fue un calvario para el Madrid y un regalo para Tebas. O un premio a su política de igualdad, que ha mejorado las condiciones de vida de la clase media de LaLiga. Probablemente nunca estuvo el Eibar más cerca del Madrid. Y cuélguese esa medalla también Mendilibar, que presentó un equipo vigoroso, bien organizado pero también valiente y decidido, con futbolistas que merecerían aparecer más arriba en los títulos de crédito de esta Liga.
Uno de ellos, Kike García, un delantero con una multioferta ofensiva: aguanta la pelota, es generoso en el desmarque y no desmerece en el remate. Otro, Cucurella, un lateral de tan larga distancia que aquí vale como extremo. Le dio la mañana a Odriozola, desasistido por Bale, que se desviste mucho atrás, y a Carvajal. Lucieron ellos, pero lució también el grupo.
La presión elevadísima, feroz, cursó al Madrid una invitación al juego en largo, que no es su palo. Ahí, en los balones divididos y las segundas jugadas, el Eibar está algunos cursos por delante. Así que el equipo de Mendilibar empezó a ganar el partido sin la pelota. Y a perderlo el Madrid, que incomodó menos en su presión y que, sin Casemiro, quedó a la intemperie en las contras. En un mal saque de córner se vio tres contra cinco. Un repliegue a la buena de Dios. La cosa acabó en gol de Escalante, tras pasar durante un minuto por manos del VAR, por un posible fuera de juego de Cucurella que no existió.
Antes, el palo había devuelto una volea de Kike, desviada por un dedo de Courtois. Esos palos que en la era Lopetegui pegaba el Madrid. Esos detalles que acabaron derivando en septicemia, de la que no ha podido escapar.
Un desastre general
Ni antes ni después del gol tuvo autoridad en el partido el Madrid. A Ceballos se le hizo grande el campo, Kroos ofreció una dirección subterránea e inapreciable, Modric quiso más que pudo, Marcelo restringió mucho sus subidas, Bale sigue en Gales, Varane, en Babia, y Asensio, buscando un carro sin asidero. Sólo a Benzema debe reconocérsele la enmienda, aunque no dio para todo.
Un Madrid caótico, horrible delante y detrás, desastroso, en definitiva, que comenzó a perder la esperanza en el segundo gol, en un robo del magnífico Cucurella a Odriozola (que se rompió) del que sacó provechó Enrich, y en el tercero, también preparado por el canterano del Barça y culminado por Kike. Entre un gol y otro y después, al Madrid en ruinas sólo le defendió de un ridículo para la historia Courtois, heroico en una mañana sin héroes blancos.
Para entonces habían entrado ya Isco y Vinicius como meros observadores de la paliza de un Eibar que comenzó bien y fue a mejor, sin ceder al recato que dan los goles a favor. El Madrid toleró su festín.