Clamor por Vinicius en la afición del Real Madrid
Hubo un antes y un después de su aparición contra el Valladolid: del 0-0 al 2-0. Es uno de los mimados de la grada, que le pidió para el penalti a Benzema.
Mario Cortegana
As
Tiene algo de grandes almacenes Vinicius, tan empeñado como está el chico en adelantarle la Navidad a este Madrid deprimido, casi con miedo a volver a ser feliz, y desmemoriado, casi a punto de olvidarse de jugar al fútbol. En medio de ese brete colectivo han irrumpido puntualmente Vini y las dos cifras que le acompañan, sus 18 años y los 61 millones que costó ficharle. El sábado cerró su semana fantástica: titular y destacado contra el Melilla, revulsivo y decisivo frente al Valladolid.
Unas horas antes de su aparición sabatina, en Butarque, a 17 kilómetros del Bernabéu, Simeone, preguntado por Kalinic, dijo que había jugado "dos minutos y nosotros perdimos una final en dos minutos. En el Atlético, dos minutos son muchísimo". Para Vinicius, 18 en el Madrid, también. Ante la atenta mirada de Ronaldo Nazario, el ídolo que le hizo de cicerone en su presentación, sacó tajada de la oportunidad que le lanzó Solari.
Vinicius, decisivo, encandiló al Bernabéu
Su incidencia en alrededor de 20 minutos se explica mucho mejor desde las sensaciones, ese halo de ilusión que arrastra a su paso, que por las estadísticas: un remate fallido, siete pases buenos, un centro, una recuperación, una pérdida, una falta hecha, ninguna recibida y 11 toques en los que al que más buscó, en tres ocasiones, fue a su admirado Benzema. A eso se limitan sus números, los datos de una actuación que apenas se puede embellecer con mapas de calor u otros modernos métodos de análisis.
Pero Vinicius fue más arte que ciencia. Se convirtió en héroe por accidente, algo para lo que hay que tener suerte, como cuando a Peter Parker le dio superpoderes el mordisco de una araña radioactiva. Con su peculiar 28, entró al campo (72') con 0-0 y salió de él con 2-0. En el 1-0 (82'), fue protagonista con una jugada personal a la que le puso tantas ganas que Gil Manzano acabó concediéndole la autoría de un gol que todos consideran de Kiko Olivas en propia; en el 2-0 (87'), combinó con Benzema, que fue derribado en el área, provocando un penalti para el que la grada coreó a Júnior, designándole así lanzador. Chutó, sin embargo, Ramos, otra vez certero a lo Panenka. Pero entre el madridismo, que ya le quería en un 90% de titular tras Melilla, el clamor es por él.
Mario Cortegana
As
Tiene algo de grandes almacenes Vinicius, tan empeñado como está el chico en adelantarle la Navidad a este Madrid deprimido, casi con miedo a volver a ser feliz, y desmemoriado, casi a punto de olvidarse de jugar al fútbol. En medio de ese brete colectivo han irrumpido puntualmente Vini y las dos cifras que le acompañan, sus 18 años y los 61 millones que costó ficharle. El sábado cerró su semana fantástica: titular y destacado contra el Melilla, revulsivo y decisivo frente al Valladolid.
Unas horas antes de su aparición sabatina, en Butarque, a 17 kilómetros del Bernabéu, Simeone, preguntado por Kalinic, dijo que había jugado "dos minutos y nosotros perdimos una final en dos minutos. En el Atlético, dos minutos son muchísimo". Para Vinicius, 18 en el Madrid, también. Ante la atenta mirada de Ronaldo Nazario, el ídolo que le hizo de cicerone en su presentación, sacó tajada de la oportunidad que le lanzó Solari.
Vinicius, decisivo, encandiló al Bernabéu
Su incidencia en alrededor de 20 minutos se explica mucho mejor desde las sensaciones, ese halo de ilusión que arrastra a su paso, que por las estadísticas: un remate fallido, siete pases buenos, un centro, una recuperación, una pérdida, una falta hecha, ninguna recibida y 11 toques en los que al que más buscó, en tres ocasiones, fue a su admirado Benzema. A eso se limitan sus números, los datos de una actuación que apenas se puede embellecer con mapas de calor u otros modernos métodos de análisis.
Pero Vinicius fue más arte que ciencia. Se convirtió en héroe por accidente, algo para lo que hay que tener suerte, como cuando a Peter Parker le dio superpoderes el mordisco de una araña radioactiva. Con su peculiar 28, entró al campo (72') con 0-0 y salió de él con 2-0. En el 1-0 (82'), fue protagonista con una jugada personal a la que le puso tantas ganas que Gil Manzano acabó concediéndole la autoría de un gol que todos consideran de Kiko Olivas en propia; en el 2-0 (87'), combinó con Benzema, que fue derribado en el área, provocando un penalti para el que la grada coreó a Júnior, designándole así lanzador. Chutó, sin embargo, Ramos, otra vez certero a lo Panenka. Pero entre el madridismo, que ya le quería en un 90% de titular tras Melilla, el clamor es por él.