Trump y Putin se reunirán en plena controversia por el tratado nuclear
Rusia y EE UU tantean los riesgos de desmontar la red de seguridad que puso fin a la Guerra Fría
Pilar Bonet
Moscú, El País
El presidente de Rusia, Vladímir Putin, y su homólogo estadounidense, Donald Trump, se reunirán el próximo 11 de noviembre en París al filo de la celebración internacional del centenario del fin de la Primera Guerra Mundial. Con esa cita, Estados Unidos y Rusia seguirán tanteando los riesgos en el peligroso juego de transformar los acuerdos bilaterales firmados por las dos superpotencias de la Guerra Fría en pactos multilaterales que incluyan también a otros países afianzados en la carrera de armamento durante el último cuarto de siglo; en particular, China. "El presidente Trump se sentirá muy feliz de reunirse con usted", respondió este martes en Moscú el consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, al deseo expresado por Putin de reunirse con el republicano después de la cita del pasado julio en Helsinki.
En la capital rusa, Bolton conversó el martes con el ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, y la víspera lo hizo durante cinco horas con el secretario del consejo de seguridad, Nikolái Pátrushev y luego, durante una hora y media, con el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov.
El tratado sobre armas de corto y medio alcance (INF, en sus siglas en inglés) fue suscrito por el líder soviético Mijaíl Gorbachov y el presidente norteamericano, Ronald Reagan, en 1987, y contemplaba la destrucción de un tipo de armamento que tuvo en vilo a Europa durante la Guerra Fría.
En 2007, cuando el paisaje estratégico mundial había cambiado radicalmente, Rusia y EE UU exhortaron juntos a los países con armas de corto y medio alcance a unirse al INF, pero el llamamiento fue ignorado. Hoy, con un cargamento de desconfianza mutua muy superior al de hace 11 años, Rusia y EE UU divergen sobre el logro de aquel objetivo. En Europa, la extinción del INF revive la memoria histórica de la Guerra Fría, pero las razones por las que la Administración norteamericana quiere abandonar aquel tratado (aparte de las transgresiones mutuas de las que se acusan ambas partes), no está en Europa sino en China y aquel país rechaza como “chantaje” el intento quererla incluir en un pacto multilateral para suprimir sus armas de corto y medio alcance.
"Si yo fuera chino también estaría en contra de que EE UU se saliera del INF", dijo Bolton en la rueda de prensa celebrada la noche de este martes tras su entrevista con Putin. El alto funcionario norteamericano evitó responder a una pregunta sobre la posibilidad de que EE UU instalara misiles nucleares en Europa. "La amenaza en Europa no procede de la retirada de EE UU del INF sino de la presencia de misiles rusos en Europa", afirmó el alto funcionario. Bolton reiteró la posición norteamericana que acusa a Rusia de violar aquel tratado, que abarcaba armamento de alcance comprendido entre los 500 y los 5.500 kilómetros. Bolton dijo que "el tema no es nuevo" y que también "preocupaba" a la Administración de Barack Obama.
El paso de la “bilateralidad” a la “multilateralidad” no está resultando fácil en lo que se refiere al INF. La estrategia de EE UU pasa por romper con el pacto del pasado y comenzar a forjar otro de nuevo prácticamente desde cero entre los nuevos poseedores de armamentos de corto y medio alcance. La estrategia de Moscú consiste en reforzar el acuerdo INF con Washington y luego salir a negociar juntos con los otros actores, según explicó a este diario Igor Ivanov, exministro de Exteriores y exsecretario del Consejo de Seguridad de Rusia. El martes, antes de la reunión de Bolton con Putin, Dmitri Peskov, secretario de prensa del presidente ruso, dijo que el Kremlin no ve perspectivas de que aparezca un nuevo acuerdo para sustituir al INF. “Por el momento no se ve ni siquiera ningún horizonte de que aparezca algún nuevo documento [en sustitución al anterior INF] y lo importante es comprender si es posible o no. Renunciar al principio al documento y después hablar de la posibilidad hipotética y efímera de firmar un nuevo acuerdo es una posición peligrosa”, sentenció Peskov.
En las condiciones internacionales actuales, resultaría muy difícil conseguir que un nuevo acuerdo obtuviera el apoyo del Congreso norteamericano y también el consenso en la OTAN, en opinión de Ivanov. “El peligro viene de la desaparición del marco regulatorio que puede producirse si el INF dejara de estar vigente sin ser sustituido por otro, algo semejante a lo que se ha producido en el campo de las armas convencionales en Europa”, afirmaba el exministro, según el cual “el abandono unilateral del tratado será un golpe en general para el sistema de control de armamentos sobre todo en Europa”.
La Administración norteamericana actual ─y Bolton en particular─ están preocupados por la creciente potencia militar china. Washington considera injusto el INF porque le ata las manos, mientras Pekín no está sujeta a ninguna limitación. “La posición de China y de otros países es que mientras EE UU y Rusia tengan la parte del león en los arsenales nucleares resulta prematuro involucrarse en negociaciones para limitarlos”, afirmó Andréi Kortunov, el director del Consejo de Asuntos Exteriores de Rusia, un think-tank con carácter consultivo próximo a la Administración del Kremlin. Según Kortunov, “resulta poco probable que en la fase actual las conversaciones bilaterales sobre el INF se conviertan en multilaterales”.
La cumbre de Helsinki lejos de acercar posiciones entre Washington y Moscú las separó aún más, ya que “en EE UU fue valorada como un fracaso y puso a Trump en la defensiva con lo que estimuló a la Administración a mostrar dureza con Rusia”, opina Kortunov. A EE UU le inquieta el acercamiento entre Rusia y China, pero con su política de sanciones reiteradas que van a seguir aumentando en el futuro está impulsando a Rusia a un mayor acercamiento a Pekín e incluso a una “alianza militar” que Rusia no desea, manifestaron fuentes políticas rusas.
Los expertos rusos divergen sobre las consecuencias del abandono del tratado INF por parte de EE UU (con un preaviso de seis meses). Para Kortunov, “no sucederá nada dramático de inmediato”, pero “será un factor negativo y un golpe para el control de armamentos, porque desaparecerá el mecanismo de verificación y será mucho más difícil prolongar el acuerdo de fuerzas estratégicas ofensivas que expira en 2021”. También tendrá influencia en la conferencia internacional de no proliferación de armas nucleares prevista para 2020 y fomentará el nerviosismo europeo además de “intranquilizar más a Pekín, ya que para China es una señal de que los norteamericanos, en caso de necesidad, pueden desplegar misiles en Asia”.
Para Dmitri Trenin, del centro Carnegie de Moscú, la salida de EE UU del acuerdo no altera la seguridad de Rusia basada en el factor de disuasión nuclear o destrucción mutua asegurada. La decisión de Trump desataría las manos a Moscú para incrementar la presión sobre China y advertir a Corea del Norte. Según este experto, la instalación de misiles norteamericanos es más actual en Asia que en Europa. Moscú, dice Trenin, no debe reaccionar “impulsivamente” y “en esta etapa debe concentrarse en el trabajo con los Gobiernos y la opinión pública de los países europeos”. “Si la amenaza militar para Rusia aumenta, Moscú debe aumentar proporcionalmente la amenaza para el territorio de EE UU”, afirma Trenin, porque “responder a EE UU mediante el castigo de sus aliados no va en interés de la Federación Rusa” y no es “cosa de Rusia incrementar la unidad de la OTAN”.
La salida del acuerdo de armas de alcance medio y corto no implica que esté predeterminado el destino del acuerdo de fuerzas estratégicas ofensivas, que puede ser prolongado por cinco años. El fin del INF libera a Rusia de sus limitaciones y cabe preguntarse si Rusia no debería reanudar su programa de construcción de esos misiles, señala Trenin, pero advierte que “Moscú no debe copiar ciegamente a EE UU”, pues “no va en interés de Rusia implicarse en otra carrera armamentística y socavar las relaciones con terceros países”.
Alexéi Arbátov, otro respetado experto en temas de desarme, contempla el fin del INF como una de “las más agudas manifestaciones de la profunda crisis del sistema de control sobre las armas nucleares”. Su denuncia puede producir una “reacción en cadena de desintegración de todos los sistemas de control sobre el arma nuclear” y entonces el mundo se encontrará en una “nueva carrera de armas nucleares que se complementará con competencia sobre sistemas estratégicos ofensivos y defensivos con cargas no nucleares y también el desarrollo de armas espaciales y medios de la guerra cibernética”. Será, pues, una carrera de armamentos “de múltiples canales” y “multilateral”.
Gueorgui Kunadze, exviceministro de exteriores de Rusia, opina que en las acusaciones mutuas de transgredir el tratado, los norteamericanos parecen más convincentes. Según Kunadze, los misiles Iskander-M e Iskander-k (SS 26) instalados en Kaliningrado no están formalmente incluidos en el acuerdo INF, pero representan un peligro semejante al de los SS-20 en el pasado Y si Rusia procede a la respuesta inmediata y especular anunciada por el presidente Putin, en Kaliningrado hay sitio para instalar más misiles.
Pilar Bonet
Moscú, El País
El presidente de Rusia, Vladímir Putin, y su homólogo estadounidense, Donald Trump, se reunirán el próximo 11 de noviembre en París al filo de la celebración internacional del centenario del fin de la Primera Guerra Mundial. Con esa cita, Estados Unidos y Rusia seguirán tanteando los riesgos en el peligroso juego de transformar los acuerdos bilaterales firmados por las dos superpotencias de la Guerra Fría en pactos multilaterales que incluyan también a otros países afianzados en la carrera de armamento durante el último cuarto de siglo; en particular, China. "El presidente Trump se sentirá muy feliz de reunirse con usted", respondió este martes en Moscú el consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, al deseo expresado por Putin de reunirse con el republicano después de la cita del pasado julio en Helsinki.
En la capital rusa, Bolton conversó el martes con el ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, y la víspera lo hizo durante cinco horas con el secretario del consejo de seguridad, Nikolái Pátrushev y luego, durante una hora y media, con el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov.
El tratado sobre armas de corto y medio alcance (INF, en sus siglas en inglés) fue suscrito por el líder soviético Mijaíl Gorbachov y el presidente norteamericano, Ronald Reagan, en 1987, y contemplaba la destrucción de un tipo de armamento que tuvo en vilo a Europa durante la Guerra Fría.
En 2007, cuando el paisaje estratégico mundial había cambiado radicalmente, Rusia y EE UU exhortaron juntos a los países con armas de corto y medio alcance a unirse al INF, pero el llamamiento fue ignorado. Hoy, con un cargamento de desconfianza mutua muy superior al de hace 11 años, Rusia y EE UU divergen sobre el logro de aquel objetivo. En Europa, la extinción del INF revive la memoria histórica de la Guerra Fría, pero las razones por las que la Administración norteamericana quiere abandonar aquel tratado (aparte de las transgresiones mutuas de las que se acusan ambas partes), no está en Europa sino en China y aquel país rechaza como “chantaje” el intento quererla incluir en un pacto multilateral para suprimir sus armas de corto y medio alcance.
"Si yo fuera chino también estaría en contra de que EE UU se saliera del INF", dijo Bolton en la rueda de prensa celebrada la noche de este martes tras su entrevista con Putin. El alto funcionario norteamericano evitó responder a una pregunta sobre la posibilidad de que EE UU instalara misiles nucleares en Europa. "La amenaza en Europa no procede de la retirada de EE UU del INF sino de la presencia de misiles rusos en Europa", afirmó el alto funcionario. Bolton reiteró la posición norteamericana que acusa a Rusia de violar aquel tratado, que abarcaba armamento de alcance comprendido entre los 500 y los 5.500 kilómetros. Bolton dijo que "el tema no es nuevo" y que también "preocupaba" a la Administración de Barack Obama.
El paso de la “bilateralidad” a la “multilateralidad” no está resultando fácil en lo que se refiere al INF. La estrategia de EE UU pasa por romper con el pacto del pasado y comenzar a forjar otro de nuevo prácticamente desde cero entre los nuevos poseedores de armamentos de corto y medio alcance. La estrategia de Moscú consiste en reforzar el acuerdo INF con Washington y luego salir a negociar juntos con los otros actores, según explicó a este diario Igor Ivanov, exministro de Exteriores y exsecretario del Consejo de Seguridad de Rusia. El martes, antes de la reunión de Bolton con Putin, Dmitri Peskov, secretario de prensa del presidente ruso, dijo que el Kremlin no ve perspectivas de que aparezca un nuevo acuerdo para sustituir al INF. “Por el momento no se ve ni siquiera ningún horizonte de que aparezca algún nuevo documento [en sustitución al anterior INF] y lo importante es comprender si es posible o no. Renunciar al principio al documento y después hablar de la posibilidad hipotética y efímera de firmar un nuevo acuerdo es una posición peligrosa”, sentenció Peskov.
En las condiciones internacionales actuales, resultaría muy difícil conseguir que un nuevo acuerdo obtuviera el apoyo del Congreso norteamericano y también el consenso en la OTAN, en opinión de Ivanov. “El peligro viene de la desaparición del marco regulatorio que puede producirse si el INF dejara de estar vigente sin ser sustituido por otro, algo semejante a lo que se ha producido en el campo de las armas convencionales en Europa”, afirmaba el exministro, según el cual “el abandono unilateral del tratado será un golpe en general para el sistema de control de armamentos sobre todo en Europa”.
La Administración norteamericana actual ─y Bolton en particular─ están preocupados por la creciente potencia militar china. Washington considera injusto el INF porque le ata las manos, mientras Pekín no está sujeta a ninguna limitación. “La posición de China y de otros países es que mientras EE UU y Rusia tengan la parte del león en los arsenales nucleares resulta prematuro involucrarse en negociaciones para limitarlos”, afirmó Andréi Kortunov, el director del Consejo de Asuntos Exteriores de Rusia, un think-tank con carácter consultivo próximo a la Administración del Kremlin. Según Kortunov, “resulta poco probable que en la fase actual las conversaciones bilaterales sobre el INF se conviertan en multilaterales”.
La cumbre de Helsinki lejos de acercar posiciones entre Washington y Moscú las separó aún más, ya que “en EE UU fue valorada como un fracaso y puso a Trump en la defensiva con lo que estimuló a la Administración a mostrar dureza con Rusia”, opina Kortunov. A EE UU le inquieta el acercamiento entre Rusia y China, pero con su política de sanciones reiteradas que van a seguir aumentando en el futuro está impulsando a Rusia a un mayor acercamiento a Pekín e incluso a una “alianza militar” que Rusia no desea, manifestaron fuentes políticas rusas.
Los expertos rusos divergen sobre las consecuencias del abandono del tratado INF por parte de EE UU (con un preaviso de seis meses). Para Kortunov, “no sucederá nada dramático de inmediato”, pero “será un factor negativo y un golpe para el control de armamentos, porque desaparecerá el mecanismo de verificación y será mucho más difícil prolongar el acuerdo de fuerzas estratégicas ofensivas que expira en 2021”. También tendrá influencia en la conferencia internacional de no proliferación de armas nucleares prevista para 2020 y fomentará el nerviosismo europeo además de “intranquilizar más a Pekín, ya que para China es una señal de que los norteamericanos, en caso de necesidad, pueden desplegar misiles en Asia”.
Para Dmitri Trenin, del centro Carnegie de Moscú, la salida de EE UU del acuerdo no altera la seguridad de Rusia basada en el factor de disuasión nuclear o destrucción mutua asegurada. La decisión de Trump desataría las manos a Moscú para incrementar la presión sobre China y advertir a Corea del Norte. Según este experto, la instalación de misiles norteamericanos es más actual en Asia que en Europa. Moscú, dice Trenin, no debe reaccionar “impulsivamente” y “en esta etapa debe concentrarse en el trabajo con los Gobiernos y la opinión pública de los países europeos”. “Si la amenaza militar para Rusia aumenta, Moscú debe aumentar proporcionalmente la amenaza para el territorio de EE UU”, afirma Trenin, porque “responder a EE UU mediante el castigo de sus aliados no va en interés de la Federación Rusa” y no es “cosa de Rusia incrementar la unidad de la OTAN”.
La salida del acuerdo de armas de alcance medio y corto no implica que esté predeterminado el destino del acuerdo de fuerzas estratégicas ofensivas, que puede ser prolongado por cinco años. El fin del INF libera a Rusia de sus limitaciones y cabe preguntarse si Rusia no debería reanudar su programa de construcción de esos misiles, señala Trenin, pero advierte que “Moscú no debe copiar ciegamente a EE UU”, pues “no va en interés de Rusia implicarse en otra carrera armamentística y socavar las relaciones con terceros países”.
Alexéi Arbátov, otro respetado experto en temas de desarme, contempla el fin del INF como una de “las más agudas manifestaciones de la profunda crisis del sistema de control sobre las armas nucleares”. Su denuncia puede producir una “reacción en cadena de desintegración de todos los sistemas de control sobre el arma nuclear” y entonces el mundo se encontrará en una “nueva carrera de armas nucleares que se complementará con competencia sobre sistemas estratégicos ofensivos y defensivos con cargas no nucleares y también el desarrollo de armas espaciales y medios de la guerra cibernética”. Será, pues, una carrera de armamentos “de múltiples canales” y “multilateral”.
Gueorgui Kunadze, exviceministro de exteriores de Rusia, opina que en las acusaciones mutuas de transgredir el tratado, los norteamericanos parecen más convincentes. Según Kunadze, los misiles Iskander-M e Iskander-k (SS 26) instalados en Kaliningrado no están formalmente incluidos en el acuerdo INF, pero representan un peligro semejante al de los SS-20 en el pasado Y si Rusia procede a la respuesta inmediata y especular anunciada por el presidente Putin, en Kaliningrado hay sitio para instalar más misiles.