Se viene un nuevo Brasil

Si el presidente electo realiza lo que promete tendrá la posibilidad de entrar a la historia como el mandatario que obligó la izquierda socialista a reformarse, sentando un ejemplo que podrá ser tomado por varios países de la región

Gustavo Segré
Especial desde San Pablo
La victoria de Jair Bolsonaro en las elecciones presidenciales de Brasil obligará a los partidos políticos del país y de América Latina a barajar y dar de nuevo.


El Partido de los Trabajadores obtuvo el peor resultado en términos proporcionales para una segunda vuelta, desde las elecciones de 1989 en las que se Lula da Silva se presentó por primera vez y consiguió el 46,94% de los votos válidos frente a Fernando Collor de Melo.

El partido que representa a las clases sociales más bajas y que se vincula con el robo sistematizado a las arcas del estado se encuentra en una encrucijada que podría llevar a un resultado impredecible: buscar otro líder o correr el riesgo de desaparecer del mapa político de Brasil.

Los desafíos, sin embargo, son muchos. ¿Cómo reinventarse como partido creíble en el tema de la lucha contra la corrupción, sin aceptar los errores en sus años de poder y de su líder indiscutible, preso por corrupto y con seis procesos en curso por el mismo delito?

¿Cómo explicar la defensa a los más necesitados con la presencia de una candidata a vicepresidente (Manuela D`Avila, del Partido Comunista) conocida por lucir un collar de perlas originales en la mayoría de los actos electorales? Estos son solo dos ejemplos de los temas que tendrá que reacomodar.

El problema para el PT es que si acepta los errores del pasado, estará admitiendo que Lula está preso con razón, que Dilma no sufrió ningún "golpe institucional" y que la catarata de procesados en el Lava Jato en realidad no son perseguidos políticos sino lisa y llanamente políticos corruptos.

Por la dependencia visceral que el partido tiene con el ex presidente Lula da Silva es difícil determinar si los dirigentes que aún están libres permitirán la renovación o si el PT quedara en la historia como una ilusión unipersonal de quien quiso, pudo y no supo aprovechar su lugar en la historia.

Después de todo Lula, que salió de su segundo mandato con el 82% de aprobación popular, pasó a ser recordado como el ex presidente corrupto.

Situación parecida le ocurre al PSDB de Fernando Henrique Cardoso, que de pelear voto a voto en las últimas elecciones presidenciales del 2014 conquistó menos del 5% de las preferencias electorales en esta oportunidad.

Representantes históricos como los tres ex candidatos a la presidencia José Serra, Aecio Neves y Geraldo Alckmin pasarán la mayor parte del tiempo preguntándose qué paso y discutiendo estrategias judiciales con sus abogados en función de las investigaciones en curso.

El único dirigente del partido que queda en pie es el outsider y exitoso empresario João Doria, quien ya le había ganado la intendencia municipal en primera vuelta a Fernando Haddad (quien buscaba la reelección) y ahora conquistó el derecho de administrar el estado provincial más importante de Brasil, victoria que logro con el lema "BolsoDoria".

Sin dudas, será quien quedará con la responsabilidad de articular nuevamente un partido político en claro retroceso.

Ni hablar del PMDB del actual presidente, Michel Temer, que con su oscuro candidato a la Presidencia, Hernrique Meirelles, quedo relegado a una representatividad del 1,26% en las preferencias electorales.

Sus principales caciques no consiguieron mantenerse en el Congreso y en breve se los verá desfilando por los juzgados del Lava Jato, intentando explicar lo inexplicable.

Todo este terremoto político tiene nombre y apellido: Jair Messias Bolsonaro.

Un mediocre diputado que durante 27 años continuos de mandato se destacó por su verborragia agresiva y su sinceridad incontestable.

Un político que a principio de este año apenas conseguía un partido que lo acogiera para perseguir su sueño de ser presidente de Brasil, y que se lo recordaba más por sus expresiones machistas, homofóbicas, racistas y de defensa a las fuerzas armadas, que por sus conquistas legislativas…. No obstante, fue capaz de levantar dos banderas que pocos políticos en Brasil estaban en condiciones de levantar: la lucha contra la corrupción y la lucha contra la inseguridad.

¿Quién podría imaginar que la devolución del dinero proveniente de empresas constructoras se convertiría en una bandera de campaña en muchos brasileños que buscaban un nuevo referente?

¿Quién podría imaginar que al ser aceptado por el único partido que le abrió sus puertas – el poco representativo Partido Social Liberal – transformaría dicho movimiento en el mayor éxito político del que Brasil tenga memoria?

El único Diputado del Partido elegido en el 2014, Jose Maria Macedo Junior, había abandonado la sigla partidaria un año después.

El PSL iniciará ahora su trabajo en el Congreso como segunda fuerza con un bloque de 52 legisladores y pasará a ser la primera fuerza con la confirmación de 18 diputados que expresaron su apoyo a las propuestas de Bolsonaro y podrán sumarse unos cuantos mas al ponerse en práctica la denominada "Clausula de Barrera", gracias a la cual los partidos con menos de 1,5% de las preferencias electorales dejarán de recibir fondos partidarios.

Como por interés baila el mono, habrá necesariamente una recomposición de fuerzas y todos los caminos llevan al nuevo oficialismo.

Partidos como Rede (de la fracasada Marina Silva), el propio Partido Comunista de Brasil, el Partido Comunista Obrero, el Partido Comunista Brasileño y otros 10 partidos, tendrán que buscar alianzas con otras fuerzas para no quedar en el ostracismo político.

Muchos de ellos migraran a la oposición junto al PT, pero la mayoría unirá fuerzas con el "Mito", como es llamado Bolsonaro por muchos jóvenes brasileños.

La composición del nuevo Congreso permite imaginar como posible la aprobación de medidas estructurales ya que de los 513 Diputados una minoría será oficialista, otra minoría será oposición y más de 20 partidos políticos podrá acompañar (o no) las propuestas del nuevo gobierno.

¿Cómo hizo Bolsonaro para conseguir tamaña proeza?

La respuesta es simple pero difícil de entender para los políticos tradicionales.

Bolsonaro rompió el principal paradigma político tradicional que dice que sin dinero no se consiguen votos.

1. Rechazó el uso del Fondo Partidario aprobado por el Congreso para cubrir la falta de fondos cuando se prohibió el aporte de empresas en campañas políticas. Fue el único político a negarse a recibir recursos públicos.

2. Realizó toda la campaña a nivel nacional recaudando U$S 700.000 por medio de aportes individuales de poco valor por parte de simpatizantes que apoyaron sus ideas.

3. Administró con austeridad estos recursos, ya que para toda su campaña utilizó apenas U$S 500.000 de los U$S 700.000 recaudados.

4. Generó, sin ninguna estrategia programada, que miles y miles de brasileños propagaran sus propuestas por las redes sociales y conquistó la simpatía de millones de militantes espontáneos que inventaron músicas, coreografías, slogans y dichos, sin gastar nada más que no fuera una red de wifi. De hecho, mientras Fernando Haddad gastaba millones en comicios y viajes, Bolsonaro hacia campaña por medio de videos subía a las redes sociales desde el wifi del hospital en que estaba internado.

Muchos analistas internacionales lo denominamos "el Trump sin dinero", porque se lo podía acusar de cualquier cosa menos de ser maleable en sus propuestas y en su ideología.

Quien vota a Bolsonaro sabe por qué lo vota y es sincero en sus dichos. Dice lo que piensa y ese es otro paradigma que el nuevo presidente de Brasil se tomó el trabajo de romper.

No faltó quien lo comparase con una sartén de teflón porque, aún con acusaciones graves en su contra, ninguna se le pegaba ni le restaba votos. Por el contrario: cuanto más aumentaban las manifestaciones en su contra, más fuerza tomaba el nuevo político brasileño.

Sobraron analistas improvisados en varias partes del mundo que por haber visitado alguna playa en Rio de Janeiro se jactaban de conocer la cultura de este inmenso país, y repetían como loros algunas de las discutibles frases del pasado del diputado Bolsonaro, sin tomarse la molestia de analizar en profundidad la idiosincrasia del votante.

Muchos lo tildaron de machista, sin mencionar que cuando se casó con su actual esposa, madre soltera, reconoció como propia a la hija adolescente de ésta; además, fue a ella que le dedicó la victoria luego de expresar que sin su apoyo, "nada de esto hubiera sido posible".

Tampoco mencionaron que la diputada electa con mayor cantidad de votos proviene del PSL de Bolsonaro. ¿Cómo un machista le daría un lugar destacado en la lista de candidatos a una mujer?

Otros lo acusaron de racista y desde el resultado de la primera vuelta Bolsonaro estuvo acompañado en la mayoría de los videos de campaña por el diputado negro mas votado de Rio de Janeiro, también del PSL y quien se cansó de agradecerle al Presidente electo por el lugar que le había dado en su proyecto.

No faltó quien lo acuse de homofóbico, sin mencionar que Bolsonaro fue el único diputado que cuando el ex diputado Clodovil, abiertamente homosexual, ingresó a la Cámara Baja le dio la bienvenida y lo felicitó por su coraje de representar a los homosexuales en el Congreso Nacional.

¿Esto disminuye sus declaraciones pasadas contra las minorías? De ninguna manera. Apenas refuerza el concepto que mucha gente, tal vez por la sinceridad de sus dichos, entendió que su pensamiento personal se vería atenuado con sus acciones públicas como las descritas.

Después de todo Bolsonaro no seria presidente sin el voto femenino – 52% del padrón electoral -, de negros y homosexuales.

El problema es más profundo.

Bolsonaro es él único político con posibilidades de cambiar el futuro de Brasil por medio de una nueva forma de hacer política.

Muchos artistas cargaron contra a su candidatura porque recibieron recursos públicos gracias a la Ley Rouanet (a través de la cual el estado financia manifestaciones artísticas que, casualmente, siempre tenía a los mismos artistas como beneficiados).

Los miembros del Movimiento de los Sin Tierra – MST – lo pintaban como poco menos que un demonio, porque Bolsonaro anunció que propondrá que las ocupaciones de tierra sean consideradas como un acto terrorista por poner en riesgo la propiedad privada.

Muchos punteros políticos denunciaron que Bolsonaro era fascista, porque el actual presidente electo afirmó que no cortaría la ayuda social, pero que ayudaría que quien cobre el plan realmente lo necesite.

Otros lo pintaron como un nazi, omitiendo que una de las primeras visitas que hizo como candidato fue a Israel para pedir apoyo tecnológico y luchar contra la sequía en el árido noreste brasileño. Menos aún, informaron que fue bautizado en el Río Jordán por el Pastor Everaldo.

Algunos temen que el nuevo Presidente cierre el Congreso Nacional y rompa la Constitución, sin recordar que el Congreso brasileño funcionó inclusive en el Gobierno Militar y que mientras el PT proponía llamar a una Asamblea General Constituyente para aumentar el poder del Estado, la propuesta del PSL afirmaba "respeto irrestricto a la Constitución Nacional".

En su discurso como presidente electo se comprometió nuevamente el respeto a la Constitución, pero aprovechó para indicar que cortará todos los beneficios para los políticos.

Por último, muchos lo acusaron de defender a la dictadura y a los militares, sin evaluar que la mayoría de los brasileños que vivió esa época la recuerda como la del milagro económico, la del respeto del orden y la época en que la educación tuvo su más alto grado de excelencia.

Es importante mencionar que a partir de Lava Jato, además, las fuerzas de seguridad volvieron a ganar el respeto de la sociedad.

La valoración del orden y la seguridad es tal que el partido de Bolsonaro conquistó tres gobernaciones (Rondonia, Roraima y Santa Catarina) de las cuales dos de ellas tendrán como Gobernador a un Comandante y a un Coronel.

Bolsonaro es el tercer militar a ocupar el más alto escalón constitucional en la historia brasileña: Hermes da Fonseca en 1910 y Eurico Gaspar Dutra en 1945 (la ruta que une San Pablo a Rio de Janeiro tiene el nombre de este último).

Nadie puede asegurar que Bolsonaro hará una buena o una mala presidencia, pero lo cierto es que sabe la responsabilidad que le cabe.

Si realiza lo que promete tendrá la posibilidad de entrar a la historia como el Presidente que obligó la izquierda socialista a reformarse y, si consigue este objetivo, su ejemplo será tomado, sin dudas, por varios países de la región.

Estamos ante una nueva forma de hacer política y la promesa de un nuevo Brasil.

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