REAL MADRID 2 - VIKTORIA PLZEN 1 / Ganar así no tranquiliza
El Madrid acabó pidiendo la hora tras otro recital de ocasiones perdidas. Marcaron Benzema y Marcelo, que se lesionó. El Bernabéu pitó. Lopetegui sigue al borde del abismo.
Luis Nieto
As
Después de cinco partidos, ganó el Madrid sin aflojar la soga sobre el cuello de Lopetegui, sin confortar al Bernabéu, sin encontrar la salida del laberinto. El partido acabó de mala manera, con la vista en el reloj, recelando de un nuevo drama. Cualquier tachuela, léase el modesto Viktoria Plzen, es ahora un puerto de primera para un equipo que define poco y defiende mal.
Convengamos que el partido, por el volumen del rival, no le daría a Lopetegui más crédito. En el mejor de los casos, algo de tiempo. Pero de las crisis se sale así: ganando un martes, repitiendo un domingo y alargando la cadena hasta que se hace de día. Y es que el partido a partido es ahora de Lopetegui y no de Simeone. Y el Madrid no jugó con el empeño que se le supone a quien pretende librar a su técnico del corredor de la muerte.
El Viktoria es un equipo rumboso, sin presión ni grandes pretensiones. Acostumbrado a mandar en su campeonato, encuentra natural atacar y molesto defender. Un analgésico para el Madrid, que salió con un once sin reservas, sin Varane y sin fichajes. Repitió Keylor, confirmado como portero para Europa, y fue lateral Lucas Vázquez, un interino que sentó a Odriozola. Quizá esa alineación encerrara un mensaje de tímida protesta por la plantilla que le entregaron a Lopetegui llave en mano.
Lo cierto es que quedó un partido de gran actividad en las áreas, con algunos excesos retóricos del Madrid, con algún periodo de esa horizontalidad perversa que le tiene postrado en la Liga, con los números rojos habituales en defensa y con la añoranza crónica de un goleador. Con todo lo que pasó en las barbas de Hruska quedó raquítico ese marcador final.
Pidiendo la hora
De aquel Madrid de presión alta y feroz que inauguró la era Lopetegui apenas queda nada. Quién sabe si se perdió en el desánimo de los resultados o fue al revés. El Madrid ha regresado a los tiempos del talento individual, que no era precisamente el plan sin Cristiano. Los 50 goles que se fueron sólo pueden disimularse actuando en pandilla. El equipo, en muchas fases, se partió tan groseramente como en los tiempos de ganduleo máximo de la BBC.
Lucas Vázquez y Marcelo tuvieron dos caras. Atacaron mucho, especialmente el gallego, que le regaló el gol a Benzema con un centro tenso y muy preciso, pero mostraron el camino de la respuesta al Viktoria Plzen. Y es que en medio del repertorio de las ocasiones blancas, algunas desperdiciadas por egoísmo (Benzema, Isco...), asomaron también cuatro clarísimas de los checos: una la resolvió Keylor, las otras tres no las hubiera perdonado ningún otro equipo de la Champions. Y ahora, cualquier sobresalto da para una algarada en el Bernabéu.
En medio del runrún debutó Valverde, cuya primera acción acabó en tanto. Dejó una grata impresión. Su pase a Bale lo mejoró el taconazo de este y lo rentabilizó Marcelo con un remate picado. Fue su segundo gol en cuatro días con la misma coreografía: el índice en el escudo, señal internacional del compromiso.
A partir de ahí el Viktoria pareció rendirse y el Madrid mandó, llegó, se recreó y fue extremadamente compasivo con un enemigo con la guardia baja. Hasta que Hrosovsky, aprovechando la caída de tensión, redujo al mínimo la ventaja. Y regresaron la histeria, algún aprieto en el área de Keylor, la lesión de Marcelo camino del Clásico y la sensación de que nada mejora. El partido acabó siendo un breve paréntesis en el debate sobre Lopetegui, que regresará hoy con la misma intensidad. Los tres puntos no suturaron nada.
Luis Nieto
As
Después de cinco partidos, ganó el Madrid sin aflojar la soga sobre el cuello de Lopetegui, sin confortar al Bernabéu, sin encontrar la salida del laberinto. El partido acabó de mala manera, con la vista en el reloj, recelando de un nuevo drama. Cualquier tachuela, léase el modesto Viktoria Plzen, es ahora un puerto de primera para un equipo que define poco y defiende mal.
Convengamos que el partido, por el volumen del rival, no le daría a Lopetegui más crédito. En el mejor de los casos, algo de tiempo. Pero de las crisis se sale así: ganando un martes, repitiendo un domingo y alargando la cadena hasta que se hace de día. Y es que el partido a partido es ahora de Lopetegui y no de Simeone. Y el Madrid no jugó con el empeño que se le supone a quien pretende librar a su técnico del corredor de la muerte.
El Viktoria es un equipo rumboso, sin presión ni grandes pretensiones. Acostumbrado a mandar en su campeonato, encuentra natural atacar y molesto defender. Un analgésico para el Madrid, que salió con un once sin reservas, sin Varane y sin fichajes. Repitió Keylor, confirmado como portero para Europa, y fue lateral Lucas Vázquez, un interino que sentó a Odriozola. Quizá esa alineación encerrara un mensaje de tímida protesta por la plantilla que le entregaron a Lopetegui llave en mano.
Lo cierto es que quedó un partido de gran actividad en las áreas, con algunos excesos retóricos del Madrid, con algún periodo de esa horizontalidad perversa que le tiene postrado en la Liga, con los números rojos habituales en defensa y con la añoranza crónica de un goleador. Con todo lo que pasó en las barbas de Hruska quedó raquítico ese marcador final.
Pidiendo la hora
De aquel Madrid de presión alta y feroz que inauguró la era Lopetegui apenas queda nada. Quién sabe si se perdió en el desánimo de los resultados o fue al revés. El Madrid ha regresado a los tiempos del talento individual, que no era precisamente el plan sin Cristiano. Los 50 goles que se fueron sólo pueden disimularse actuando en pandilla. El equipo, en muchas fases, se partió tan groseramente como en los tiempos de ganduleo máximo de la BBC.
Lucas Vázquez y Marcelo tuvieron dos caras. Atacaron mucho, especialmente el gallego, que le regaló el gol a Benzema con un centro tenso y muy preciso, pero mostraron el camino de la respuesta al Viktoria Plzen. Y es que en medio del repertorio de las ocasiones blancas, algunas desperdiciadas por egoísmo (Benzema, Isco...), asomaron también cuatro clarísimas de los checos: una la resolvió Keylor, las otras tres no las hubiera perdonado ningún otro equipo de la Champions. Y ahora, cualquier sobresalto da para una algarada en el Bernabéu.
En medio del runrún debutó Valverde, cuya primera acción acabó en tanto. Dejó una grata impresión. Su pase a Bale lo mejoró el taconazo de este y lo rentabilizó Marcelo con un remate picado. Fue su segundo gol en cuatro días con la misma coreografía: el índice en el escudo, señal internacional del compromiso.
A partir de ahí el Viktoria pareció rendirse y el Madrid mandó, llegó, se recreó y fue extremadamente compasivo con un enemigo con la guardia baja. Hasta que Hrosovsky, aprovechando la caída de tensión, redujo al mínimo la ventaja. Y regresaron la histeria, algún aprieto en el área de Keylor, la lesión de Marcelo camino del Clásico y la sensación de que nada mejora. El partido acabó siendo un breve paréntesis en el debate sobre Lopetegui, que regresará hoy con la misma intensidad. Los tres puntos no suturaron nada.