Los aliados de Merkel pierden la mayoría absoluta en su feudo de Baviera
La CSU ganaría con un 35,6% de las papeletas; los Verdes obtendrían el segundo puesto con el 18,3% de los votos y Alternativa por Alemania lograría un 10,9%, según las primeras proyecciones
Ana Carbajosa
Múnich, El País
Una victoria muy amarga. Los conservadores bávaros han ganado las elecciones, pero a la vez han sufrido una estrepitosa derrota en su feudo, según las primeras proyecciones. La Unión Social cristiana (CSU) ha obtenido un 37,3% de los votos, su peor resultado desde 1950 y han perdido la mayoría absoluta con la que han gobernado el próspero land de forma casi ininterrumpida durante seis décadas. El batacazo del partido aliado de la CDU de Angela Merkel supone una nueva sacudida para la debilitada gran coalición que gobierna en Berlín.
“Hasta aquí hemos llegado” con la CSU
A pie de calle, los votantes tienen claro el porqué de la caída de los socialcristianos bávaros incluso en tiempos de prosperidad y cotas de bienestar envidiables para otros Estados federados alemanes. “Con la retórica antinmigración, la CSU ha tratado de quitarle votos a Afd [la extrema derecha] y mucha gente ha dejado de sentirse identificada con el partido y ha dicho: 'hasta aquí hemos llegado”, explica Felix Neuernhof, a las puertas de un colegio electoral de Múnich, cuidador de una persona con discapacidad, que siempre ha votado a Los Verdes y esta vez lo ha vuelto a hacer.
También en Múnich, Tobias Pahl explica que él ha votado a Los Verdes porque son los únicos que se toman en serio el tema de castigar a los fabricantes de coches que trucaron el software de los motores en el llamado Dieselgate. “Quien contamine debe pagar”, dice este carpintero de 51 años.
Los votantes de uno u otro color coinciden sin embargo en que Baviera va bien y que aunque hay problemas —precio de la vivienda, deficiencias en la educación, tráfico…— “la realidad es que no tenemos muchos problemas”, estima Hermann Tellmann, un arquitecto de 55 años que este domingo ha votado a la socialdemocracia (SPD), que en Baviera, como en el resto del país, se encuentra en caída libre. “Aquí sigue habiendo muchas desigualdades”, explica este hombre que ha acudido a votar vestido con Lederhosen, los típicos pantalones de cuero cortos bávaros.
Para Anton Kaellner, un votante fiel a la CSU, dice: "El problema es que nos va demasiado bien y la gente lo da por hecho. Pero el bienestar hay que defenderlo y la CSU es un partido muy competente”, considera Kaellner, un técnico de mantenimiento de 62 años.
Los grandes triunfadores son Los Verdes, que con un 17,8% de los votos, han sabido atraer a quienes reniegan de la retórica antinmigración de la CSU. La extrema derecha, Alternativa por Alemania, (AfD), con un discurso antinmigración entraría por primera vez en el Parlamento bávaro con un 10% de los votos. Y los socialdemócratas (SPD), también socios de la gran coalición en Berlín, son los otros grandes perdedores que quedarían en quinto lugar con un 9,5%. Los llamados Electores Libres, una plataforma conservadora que defiende intereses locales y potencial socio de gobierno obtendría un 11,6% de los votos. Son pragmáticos, amantes de la naturaleza y poco amigos de la alta política. La participación subió a un 71,8% frente al 63,6% de la cita anterior.
Los resultados reflejan una fragmentación propia de los tiempos políticos actuales, pero que constituye toda una rareza en Baviera, donde las elecciones acostumbraban a ser un día de la marmota político en el que la única incógnita era cómo de amplia iba a ser esa vez la mayoría absoluta. Ya no. La fragmentación política, el declive de los partidos mayoritarios y un malestar ciudadano inasible -en la próspera Baviera tal vez especialmente sorprendente-, ha conquistado también la última frontera alemana.
“Aceptamos con humildad el resultado”, aseguró Markus Söder, el primer ministro bávaro, en su primera comparecencia, en la que prometió trabajar ahora para formar un gobierno estable.
Baviera, con casi 13 millones de habitantes es el segundo land más poblado de Alemania y disfruta de una prosperidad envidiable. Una tasa de paro insignificante y un crecimiento económico robusto no parecen sin embargo haber sido suficientes para convalidar los logros electorales de la CSU. Ni los conservadores ni los socialdemócratas, los dos grandes partidos tradicionales han sido capaces de sintonizar, al menos como hasta ahora, con buena parte de la población.
La irrupción de la extrema derecha, Alternativa por Alemania (AfD), y sobre todo su efecto contagio en la CSU, que ha endurecido su retórica antinmigración temeroso de perder apoyos han contribuido a la extraordinaria transformación del panorama político bávaro. Este Estado del sur de Alemania ha sido la puerta de entrada de buena parte del cerca de millón y medio de demandantes de asilo que han recalado en el país desde 2015. La emergencia pasó y el número de llegadas ha descendido drásticamente, pero la retórica no amaina y el control de las fronteras ha vuelto a ser en esta campaña un tema central.
La migración ha contribuido además a polarizar a una sociedad, que en amplios sectores sociales y políticos también defiende un modelo de sociedad abierta. Ahí radica en parte el éxito de Los Verdes con un discurso claramente proeuropeo y contrario a la política del miedo y la instrumentalización de los refugiados. Katharina Schulze, colíder Verde es la otra cara de la moneda de la política bávara. Su eterna sonrisa y su mensaje positivo contrasta con la imagen de hombres enfadados y enfrentados que emana de la cúpula de la CSU. Los Verdes han sabido además ofrecer una versión alternativa del patriotismo bávaro, que pasa por poner freno al urbanismo que consideran descontrolado y por el respeto al idílico paisaje venerado por sus habitantes.
El terremoto político bávaro podría provocar temidas réplicas en Berlín. Allí, la CSU comparte bloque conservador de Gobierno con el partido de la canciller, Angela Merkel y con el SPD, en una gran coalición debilitada. Aún así y al menos a medio plazo, el retroceso de los conservadores bávaros en su feudo, podría suponer buenas noticias para la canciller. El ministro de Interior, Horst Seehofer, líder de la CSU, ha llevado al Gobierno de Merkel al borde de la quiebra en los últimos meses con exigencias de mano dura contra la inmigración. Sus órdagos no han caído bien entre muchos votantes conservadores, que prefieren a una CSU con responsabilidad de Estado y garante de la estabilidad. Todas las miradas apuntan ahora a Seehofer.
La relación de los bávaros con Berlín pasará a ser forzosamente otra porque la marca CSU se ha devaluado. Hasta ahora, quien votaba a la CSU tenía garantizada una presencia y una defensa de los intereses bávaros inigualable en la capital alemana. Eso ahora no tiene por qué seguir siendo así.
Söder, que en los últimos días ha dulcificado su lenguaje, le ha echado en los últimos días la culpa del descalabro del partido a Berlín -es decir, a Seehofer-, pero lo cierto es que él también ha demostrado ser capaz de alienar a buena parte de su electorado tradicional. Sobre todo, tras la decisión de instalar cruces en los edificios públicos; una medida que irritó incluso a la iglesia que le acusó de manipular con fines políticos el sentimiento religioso.
“Los candidatos de la CSU han polarizado a sus votantes. O los adoras o te espantan”, dice a las puertas de un colegio electoral en Múnich Julia Mischner, una bióloga que ha votado a Los Verdes, en alusión a Seehofer y a Söder, el primer ministro bávaro. Cree sin embargo que la migración ha sido el gran motivo. “La gente tiene miedo a perder lo que tiene. Aquí vivimos demasiado bien”.
Los conservadores culpan también de sus desgracias a la migración interior, es decir, a los alemanes de otros Estados federales que se han instalado en la próspera Baviera. Suman algo más de un millón en los últimos diez años, en los que un número algo inferior de bávaros han emigrado. La vinculación de los nuevos bávaros con el partido no es tan potente y dan por hecho logros que en buena medida corresponden a la CSU, se quejan los conservadores.
La demografía es solo una de las múltiples transformaciones que ha sufrido Baviera en estas seis décadas de poderío socialcristiano. De una sociedad agrícola, a una industrial y de ahí a una de alta tecnología. Ordenadores portátiles y Lederhosen –los tradicionales pantalones bávaros-, es decir, modernidad y tradición es la combinación con la que hasta ahora la CSU ha sido capaz de convencer. Los bávaros son además ahora más urbanos y menos religiosos, dos tendencias que juegan también en contra de los conservadores.
Ana Carbajosa
Múnich, El País
Una victoria muy amarga. Los conservadores bávaros han ganado las elecciones, pero a la vez han sufrido una estrepitosa derrota en su feudo, según las primeras proyecciones. La Unión Social cristiana (CSU) ha obtenido un 37,3% de los votos, su peor resultado desde 1950 y han perdido la mayoría absoluta con la que han gobernado el próspero land de forma casi ininterrumpida durante seis décadas. El batacazo del partido aliado de la CDU de Angela Merkel supone una nueva sacudida para la debilitada gran coalición que gobierna en Berlín.
“Hasta aquí hemos llegado” con la CSU
A pie de calle, los votantes tienen claro el porqué de la caída de los socialcristianos bávaros incluso en tiempos de prosperidad y cotas de bienestar envidiables para otros Estados federados alemanes. “Con la retórica antinmigración, la CSU ha tratado de quitarle votos a Afd [la extrema derecha] y mucha gente ha dejado de sentirse identificada con el partido y ha dicho: 'hasta aquí hemos llegado”, explica Felix Neuernhof, a las puertas de un colegio electoral de Múnich, cuidador de una persona con discapacidad, que siempre ha votado a Los Verdes y esta vez lo ha vuelto a hacer.
También en Múnich, Tobias Pahl explica que él ha votado a Los Verdes porque son los únicos que se toman en serio el tema de castigar a los fabricantes de coches que trucaron el software de los motores en el llamado Dieselgate. “Quien contamine debe pagar”, dice este carpintero de 51 años.
Los votantes de uno u otro color coinciden sin embargo en que Baviera va bien y que aunque hay problemas —precio de la vivienda, deficiencias en la educación, tráfico…— “la realidad es que no tenemos muchos problemas”, estima Hermann Tellmann, un arquitecto de 55 años que este domingo ha votado a la socialdemocracia (SPD), que en Baviera, como en el resto del país, se encuentra en caída libre. “Aquí sigue habiendo muchas desigualdades”, explica este hombre que ha acudido a votar vestido con Lederhosen, los típicos pantalones de cuero cortos bávaros.
Para Anton Kaellner, un votante fiel a la CSU, dice: "El problema es que nos va demasiado bien y la gente lo da por hecho. Pero el bienestar hay que defenderlo y la CSU es un partido muy competente”, considera Kaellner, un técnico de mantenimiento de 62 años.
Los grandes triunfadores son Los Verdes, que con un 17,8% de los votos, han sabido atraer a quienes reniegan de la retórica antinmigración de la CSU. La extrema derecha, Alternativa por Alemania, (AfD), con un discurso antinmigración entraría por primera vez en el Parlamento bávaro con un 10% de los votos. Y los socialdemócratas (SPD), también socios de la gran coalición en Berlín, son los otros grandes perdedores que quedarían en quinto lugar con un 9,5%. Los llamados Electores Libres, una plataforma conservadora que defiende intereses locales y potencial socio de gobierno obtendría un 11,6% de los votos. Son pragmáticos, amantes de la naturaleza y poco amigos de la alta política. La participación subió a un 71,8% frente al 63,6% de la cita anterior.
Los resultados reflejan una fragmentación propia de los tiempos políticos actuales, pero que constituye toda una rareza en Baviera, donde las elecciones acostumbraban a ser un día de la marmota político en el que la única incógnita era cómo de amplia iba a ser esa vez la mayoría absoluta. Ya no. La fragmentación política, el declive de los partidos mayoritarios y un malestar ciudadano inasible -en la próspera Baviera tal vez especialmente sorprendente-, ha conquistado también la última frontera alemana.
“Aceptamos con humildad el resultado”, aseguró Markus Söder, el primer ministro bávaro, en su primera comparecencia, en la que prometió trabajar ahora para formar un gobierno estable.
Baviera, con casi 13 millones de habitantes es el segundo land más poblado de Alemania y disfruta de una prosperidad envidiable. Una tasa de paro insignificante y un crecimiento económico robusto no parecen sin embargo haber sido suficientes para convalidar los logros electorales de la CSU. Ni los conservadores ni los socialdemócratas, los dos grandes partidos tradicionales han sido capaces de sintonizar, al menos como hasta ahora, con buena parte de la población.
La irrupción de la extrema derecha, Alternativa por Alemania (AfD), y sobre todo su efecto contagio en la CSU, que ha endurecido su retórica antinmigración temeroso de perder apoyos han contribuido a la extraordinaria transformación del panorama político bávaro. Este Estado del sur de Alemania ha sido la puerta de entrada de buena parte del cerca de millón y medio de demandantes de asilo que han recalado en el país desde 2015. La emergencia pasó y el número de llegadas ha descendido drásticamente, pero la retórica no amaina y el control de las fronteras ha vuelto a ser en esta campaña un tema central.
La migración ha contribuido además a polarizar a una sociedad, que en amplios sectores sociales y políticos también defiende un modelo de sociedad abierta. Ahí radica en parte el éxito de Los Verdes con un discurso claramente proeuropeo y contrario a la política del miedo y la instrumentalización de los refugiados. Katharina Schulze, colíder Verde es la otra cara de la moneda de la política bávara. Su eterna sonrisa y su mensaje positivo contrasta con la imagen de hombres enfadados y enfrentados que emana de la cúpula de la CSU. Los Verdes han sabido además ofrecer una versión alternativa del patriotismo bávaro, que pasa por poner freno al urbanismo que consideran descontrolado y por el respeto al idílico paisaje venerado por sus habitantes.
El terremoto político bávaro podría provocar temidas réplicas en Berlín. Allí, la CSU comparte bloque conservador de Gobierno con el partido de la canciller, Angela Merkel y con el SPD, en una gran coalición debilitada. Aún así y al menos a medio plazo, el retroceso de los conservadores bávaros en su feudo, podría suponer buenas noticias para la canciller. El ministro de Interior, Horst Seehofer, líder de la CSU, ha llevado al Gobierno de Merkel al borde de la quiebra en los últimos meses con exigencias de mano dura contra la inmigración. Sus órdagos no han caído bien entre muchos votantes conservadores, que prefieren a una CSU con responsabilidad de Estado y garante de la estabilidad. Todas las miradas apuntan ahora a Seehofer.
La relación de los bávaros con Berlín pasará a ser forzosamente otra porque la marca CSU se ha devaluado. Hasta ahora, quien votaba a la CSU tenía garantizada una presencia y una defensa de los intereses bávaros inigualable en la capital alemana. Eso ahora no tiene por qué seguir siendo así.
Söder, que en los últimos días ha dulcificado su lenguaje, le ha echado en los últimos días la culpa del descalabro del partido a Berlín -es decir, a Seehofer-, pero lo cierto es que él también ha demostrado ser capaz de alienar a buena parte de su electorado tradicional. Sobre todo, tras la decisión de instalar cruces en los edificios públicos; una medida que irritó incluso a la iglesia que le acusó de manipular con fines políticos el sentimiento religioso.
“Los candidatos de la CSU han polarizado a sus votantes. O los adoras o te espantan”, dice a las puertas de un colegio electoral en Múnich Julia Mischner, una bióloga que ha votado a Los Verdes, en alusión a Seehofer y a Söder, el primer ministro bávaro. Cree sin embargo que la migración ha sido el gran motivo. “La gente tiene miedo a perder lo que tiene. Aquí vivimos demasiado bien”.
Los conservadores culpan también de sus desgracias a la migración interior, es decir, a los alemanes de otros Estados federales que se han instalado en la próspera Baviera. Suman algo más de un millón en los últimos diez años, en los que un número algo inferior de bávaros han emigrado. La vinculación de los nuevos bávaros con el partido no es tan potente y dan por hecho logros que en buena medida corresponden a la CSU, se quejan los conservadores.
La demografía es solo una de las múltiples transformaciones que ha sufrido Baviera en estas seis décadas de poderío socialcristiano. De una sociedad agrícola, a una industrial y de ahí a una de alta tecnología. Ordenadores portátiles y Lederhosen –los tradicionales pantalones bávaros-, es decir, modernidad y tradición es la combinación con la que hasta ahora la CSU ha sido capaz de convencer. Los bávaros son además ahora más urbanos y menos religiosos, dos tendencias que juegan también en contra de los conservadores.